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Los Señores de la Guerra: de paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia * Libro escrito por Gustavo Duncan Comentado por: Sergio Clavijo

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scribir sobre violencia y narcotráfico de forma estructurada, con hipótesis a probar, y con un marco teórico de referencia permanente no es una tarea fácil. De hecho, en Colombia pocos se han enfrentado a tal desafío. Lo que pululan son relatos periodísticos, muchos de ellos vivenciales y de gran valía a la hora de realizar un recuento histórico, pero son pocos los que dejan un verdadero valor agregado en materia analítica. Pues bien, este libro de Gustavo Duncan sobre Los Señores de la Guerra (War-Lords) tiene ese doble valor: recopila las historias, les da contexto histórico y pone sus hipótesis a prueba a lo largo de este ameno libro. Su condición de ingeniero, con un máster en seguridad global, le permitió navegar con éxito a lo largo de las tres etapas que aborda Duncan en esta compleja historiografía colombiana sobre violencia y narcotráfico, a saber: 1) la violencia clásica (1948-1974); 2) la explosión del narcotráfico (1975-1990); y 3) La era de los señores de la guerra (1991-hasta el presente). Su provocativa hipótesis es que la violencia clásica de corte rural en Colombia, que bien hubiera podido devenir

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en los tradicionales movimientos reactivos de derecha-gamonal (tipo rondascampesinas de Perú), terminaron dando origen a organizaciones criminales de poderío regional, fortificadas gracias al negocio del narcotráfico. No se trata entonces de las tradicionales fuerzas coercitivas de poderosos ganaderos y agricultores que luchan contra guerrillas izquierdistas, tal como ocurrió en buena parte de Centroamérica (aunque es obvio que algunos de estos elementos están allí). No, en Colombia se trata de esos movimientos escalados hasta llevarlos al nivel de verdaderos ejércitos regionales, donde combaten abiertamente la fuerza pública colombiana (ejército y policía), la guerrilla y los diversos movimientos paramilitares, estos dos últimos tratando de ganar el control del negocio internacional de las drogas alucinógenas. Apoyado en las conocidas historias sobre la forma como operan las mafias italianas, Duncan hace una argumentación convincente para descartar ese tipo de caracterización (superficial), * G. Duncan (2006) Los Señores de la Guerra (Editorial Planeta, Bogotá).

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la cual aún prevalece en buena parte de los medios colombianos, especialmente cuando se refieren a los carteles de Medellín o Cali. Sólo a principios de los años noventa, argumenta Duncan, Pablo Escobar intentó crear algo parecido a una verdadera mafia (esto es, garantizar protección a quienes ayudaran a enfrentar al gobierno que pretendía extraditarlos a Estados Unidos). Como ya es sabido, ese esquema mafioso fracasó y las peleas intestinas entre los carteles llevaría a Escobar a su propia muerte (Bowden, 2002). De la acumulación originaria del whisky y el Marlboro (Clavijo, 1998) surgirían entonces los Señores de la Guerra (ejércitos regionales) que les abrirían las rutas del narcotráfico a los carteles urbanos. La novedad analítica de Duncan surge precisamente de voltear la causalidad (no es que el poderío estuviera en los centros urbanos, sino que éste provenía de los ejércitos regionales). De hecho, son estos ejércitos regionales los que determinan quién se apropia de estas rentas, a veces las FARC, el ELN o los diferentes bloques regionales de los paramilitares. Todo esto explica, por ejemplo, cómo ha sido posible que en años recientes (20052008) la guerrilla y los paramilitares infiltren la fuerza pública para conocer sus operativos, sus rutas de bloqueo marítimo-fluvial-aéreo. El negocio del narcotráfico depende, ahora más que en el pasado, del poderío de esos ejércitos en su despliegue geográfico, dados los modernos controles satelitales que aplican los gobiernos, especialmente los aliados con Estados Unidos. Éste es el nuevo aditamento que aspiran a controlar los Señores de la Guerra en pleno siglo XXI, además de la tradicional captura del propio Congreso y de los partidos políticos. Así, resulta aterradora la situación que viene enfrentando Colombia a nivel internacional.

Primero, se comprobó que el narcotráfico estuvo detrás del Proceso 8.000 de la administración Samper (1994-1998) y, segundo, ahora las Altas Cortes están investigando la crisis parapolítica que se ha desatado bajo la administración Uribe (2002-2008), donde aparecen implicados no menos de treinta congresistas, muchos de ellos miembros del partido de gobierno, y varios de ellos ya condenados. Este libro incluye las raíces De la acumulación históricas del prooriginaria del whisky y el ceso de desmovilización paramilitar Marlboro (Clavijo, 1998) de Santa Fe de Ralito (2003-2008), surgirían entonces los en Córdoba, y la Señores de la Guerra pugna entre sus diferentes facciones (ejércitos regionales) por controlar las principales rutas que les abrirían las del negocio del narcotráfico. Allí rutas del narcotráfico aparece la increía los carteles urbanos. ble historia del origen de las AUC bajo la inspiración de Pablo Guarín en Puerto Boyacá (Magdalena Medio), quien fue asesinado por el narcotraficante “alias” El Mexicano. Dichas AUC surgirían bajo el mando militar de Fidel y Carlos Castaño (Castro, 1996; Rangel, 1999). Tras la muerte de Fidel, Carlos logró un exitoso proceso de unificación durante el período 1995-2000, cuya estructura se creía ideal para iniciar el proceso de desmovilización en 2003 (Duncan, 2006, pág. 318ss). Su temible estructura tenía cobertura nacional: 1) Bloque Norte de Córdoba-Bolívar-Magdalena (Mancuso y Jorge 40, ganaderos de la zona); 2) Bloque Nutibara de Antioquia (Don Berna,

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ex gatillero de Escobar y ex EPL); 3) Bloque Central de Zona Cafetera y Valle (Macaco, ex gatillero de los Rodríguez); 4) Bloque Medio Cundinamarca-Tolima (Isaza, colono) y 5) Bloque Casanare-Meta (Buitrago y Llanos en guerra abierta contra Arroyave, todos colonos de la región). Por último, se relata la pérdida de mando del propio Carlos Castaño tras ese proceso de unificación, a finales de 2001. Esto debido a su insistencia en dejar el negocio del narcotráfico. Posteriormente se difundiría la noticia del asesinato de Carlos Castaño a manos de paramilitares asociados con su otro hermano, Vicente Castaño. Así, mientras los restos del Cartel de Medellín habían sido absorbidos y “pacificados” por el Bloque Nutibara de Don Berna, el Cartel del Valle enfrentaba la extradición de los Rodríguez Orejuela a Estados Unidos (pagando penas modestas gracias a sus delaciones). Pero la violencia del narcotráfico continuaría en todo el Norte del Valle, donde los Señores de la Guerra (Don Diego y Jabón) lograrían simultáneamente contener los ataques guerrilleros y preservar sus negocios. Éstos fueron tan exitosos que lograron organizar su propio ejército (Bloque Calima) y presentarse como si fueran paramilitares pura sangre con el fin de aspirar a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005). En junio de 2006, la Corte Constitucional entró a detallar y limitar las condiciones de acceso a dicha Ley, mientras el gobierno continuaba buscando alternativas para dar mayores beneficios a los desmovilizados. Entre tanto, el país observa con gran preocupación cómo sigue rampante el negocio del narcotráfico a manos de la guerrilla y el paramilitarismo,

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donde hasta el ELN ha tenido que recurrir a ello para “sobrevivir” financieramente. Duncan, tras su completo relato y análisis, aplaude el proceso de desmovilización paramilitar, pues a fin de cuentas ha implicado el registro y procesamiento judicial de unos 30.000 combatientes. Pero también es consciente que nada está garantizado mientras pulula un negocio tan rentable como el del narcotráfico. De hecho, el país asiste con escepticismo a un proceso donde se ha hecho evidente el llamado “reciclaje” de los ejércitos de las AUC (volviendo a sus conocidos “negocios”). En paralelo, la guerrilla de las FARC ha empezado a copar nuevamente los territorios de Chocó y Urabá dejados por las AUC. En síntesis, este proceso de desmovilización no podrá acabar ni con la guerrilla, ni con los Señores de la Guerra, mientras la fuerza pública de Colombia no esté en capacidad de llenar esos espacios y garantizar su presencia de forma continua. Por todas estas razones, el país debe prepararse para nuevos “impuestos de guerra” a partir de 2010, así como una ampliación y elevación del IVA, si es que algún día queremos estar en capacidad de entrar a cobrar los “dividendos de la paz”.

Referencias Bibliográficas Bowden, M. (2002), Killing Pablo: The Hunt for the World’s Greatest Outlaw, Penguin Books. Castro, G. (1996), En secreto, Editorial Planeta, Bogotá, marzo. Clavijo, S. (1998), “Los dividendos de la paz y los costos de la guerra en Colombia”, Documento de Trabajo, Cede, Universidad de los Andes, Bogotá, junio. Duncan, G. (2006), Los Señores de la Guerra: de paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia, Editorial Planeta, Bogotá. Rangel, A. (1999), Colombia: guerra en el fin de siglo, Tercer Mundo Editores, Bogotá.