Pedro Cayuqueo, periodista, lanza su nuevo libro “La historia

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Pedro Cayuqueo, periodista, lanza su nuevo libro “La historia secreta Mapuche”. | 1

por Constanza Michelson / The Clinic. El periodista Pedro Cayuqueo lanzará “La historia secreta Mapuche” (Ed. Catalonia) el 12 de noviembre en FILSA 2017. Pero nos advierte que no hay que confundirse con el título, no se trata de la lógica de las historias secretas de Jorge Baradit: no tiene la gramática de las conspiraciones, ni tiene el propósito de victimizar a nadie. Su objetivo es comprender el conflicto mapuche chileno actual, rescatando una historia bastante desconocida. La de un pueblo rico, ganadero, con una cultura y economía próspera, un pueblo mapuche desconocido en el imaginario social. “Fuimos derrotados militarmente, no somos los pobrecitos mapuche (…) Lo que tenemos es una guerra entre señores”. Ese es el orgullo que quiere restituir, porque para él, esto no es sólo un asunto de territorio, sino que de recuperación de autoestima. El origen del conflicto está a la vuelta de la esquina… -El libro cuenta lo que sucedió con los mapuche en el siglo XIX a ambos lados de la cordillera. Es una historia oculta, que no se enseña en el sistema educativo, pero está muy documentada. Se trata de una guerra que duró casi treinta años y que dejó a un pueblo rico, convertido en una minoría pobre. Y que hoy, en el siglo XXI, está tratando de conquistar derechos. Describes a un pueblo que dista mucho de la representación social predominante. -La situación hace ciento cincuenta años era muy distinta a la actual. Los mapuche no eran los de abajo pisoteados por los de arriba. Nuestros ancestros eran los señores de la economía, eran la aristocracia. Cuento como era el pueblo antes de la invasión chilena argentina. Uso referencias que escapan a la historiografía clásica, me baso en relatos de cronistas y viajeros que recorrieron el Wallmapu libre. Son crónicas muy realistas, sin agenda política detrás. Se trata de diarios de viaje, que dejan constancia de cómo era el pueblo, y es para maravillarse. Es totalmente distinto a lo que nos cuentan en la escuela de lo que éramos como sociedad. ¿Cuál es el gesto político de recuperar esta historia? -Una pregunta recurrente que me hacen, es qué paso con los mapuche, ¿por qué reclaman? Hay un desconocimiento brutal, suponiendo que este conflicto viene de Cristóbal Colón. Incluso la Presidenta Bachelet lo dijo en la cuenta pública de junio, que este conflicto tiene 500 años. Si no se sabe lo que nos pasó, entonces no se puede empatizar la reivindicación actual.

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¿Qué les pasó en el siglo XIX? -El conflicto en el siglo XIX tiene que ver con dos procesos que son paralelos, que comienzan en 1850, la “Pacificación de la Araucanía” por el lado chileno y la “Conquista del Desierto” por el lado argentino. Términos que en todo caso son de posverdad. Si hablas de pacificación, es como si en la zona hubiera un conflicto con gente conflictiva. Esa lógica es de Barros Arana, Vicuña Mackenna y Sarmiento, que tienen la idea de la civilización contra la barbarie. Nosotros éramos la barbarie que tenían que ir a civilizar. Pero lo que había era un pueblo que tenía las mejores tierras y que luego de mantener tratados por tres siglos con la corona española, es invadido por dos estados que recién nacían. Porque vieron en la riqueza Mapuche su desarrollo como estados. ¿Qué destino deja esta guerra en el sentimiento de ser chileno? -Chile quedó con un trauma de lo que pasó en el siglo XIX. Como para que los estudien los psicólogos, porque hay una negación de la historia. Hay una serie de episodios bélicos muy tristes, que fueron moldeando una memoria colectiva chilena. Creo que Chile tiene una gran culpa en el alma nacional. Mientras que en Argentina pasa otra cosa, están orgullosos de haber limpiado de indios la Patagonia. Allá fue una guerra de exterminio. En Chile, se privilegió avanzar fronteras y entregar pequeñas tierras a los mapuche pacíficos. O sea convivimos con los derrotados -Sí. Te encuentras con él en la feria, en las marchas. Tú eres el ocupante y te encuentras a diario con el ocupado. Comprender que esto es un conflicto de hace siglo y medio y no más, ¿le otorga entonces otro peso simbólico? -Esto les pasó a los bisabuelos de mi generación. Con perspectiva histórica esto fue anteayer. Yo tengo el título de merced de 1894 que le entregaron a mi bisabuelo, que era cacique, para que viviera en un terreno en Nueva imperial. Vivir arrinconado, como decía mi abuelo sobre su padre, porque las reducciones eran un corral de animales para él. Hoy se les llama “comunidad”, pero es un eufemismo de lo que hoy son campos de refugiados. Comunidad además tiene una connotación romántica, de ideal de izquierda. ¿No quedan atrapados a veces en esas ilusiones colonialistas sobre el pueblo indígena? -En el Wallmapu libre no existía la idea de comunidad, ese es un invento de antropólogos de izquierda y otros grupos. Por eso quiero que jóvenes y niños conozcan un pueblo que nunca han visto ni imaginado. No éramos una tribu que andábamos a poto pelado, comiendo moras.

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Ahí donde los conservadores ven indios y barbarie, parece que el progresismo sueña con el buen salvaje. ¿Hay que tensionar la idea en torno a la identidad mapuche? -A la izquierda le cuesta mucho entender lo mapuche desde una mirada de descolonización, lo hace más bien de manera paternalista. Y nosotros tenemos que tomar las riendas de nuestro destino, esa es la autodeterminación. Y con un discurso que conecte con la modernidad. No puede ser uno del weichafe del siglo XV. Quiero que se entienda la magnitud de lo que nos pasó como pueblo. Pero retrato a los mapuche con contradicciones, viejos que negociaron, traicionaron, pelearon, pactaron. Hay que combatir, para efectos del presente, las idealizaciones estúpidas. LOS MAPUCHE MILLONARIOS Tu propuesta es parecida al camino gay, no se trata sólo de derechos, sino del orgullo. -Somos un pueblo derrotado y humillado, menospreciado y estamos recién recuperando la autoestima. Cuando surge el orgullo negro en Estados Unidos, aparece algo que para toda reivindicación es muy importante, el autoestima como ser humano. Y eso te lo otorga un ethos cultural, una forma de ver el mundo. Y cuando tu forma de ver el mundo es constantemente humillada, maltratada, tú vas a estar enfermo. Estamos en proceso de sanación por maltrato. PUBLICIDAD Igual hay quienes critican a cierto movimiento gay, por ganar poder y reproducir el capitalismo. Héctor Llaitul, vocero de la CAM, plantea que la lucha mapuche es también contra el capitalismo. -Entiendo la postura de Héctor, es un análisis marxista de la realidad bajo el paradigma de la lucha de clase. Ve al mapuche como clase oprimida, y al capitalismo como enemigo de la humanidad. Legítima, pero es la mirada de un grupo sin gran adhesión y no de todo el pueblo mapuche que es muy diverso en posturas políticas y organizaciones. El marxismo nunca ha sido mayoritario en el pueblo mapuche, ni siquiera en los años sesenta de fiebre revolucionaria. En el mundo, los grupos que usan violencia política suelen ser minoritarios. Para los mapuche de campo, la lucha es entre propietarios, no entre el pobre con el patrón. Se trata de propietarios mapuche despojados de sus tierras por el Estado y propietarios de origen europeo que las recibieron. Es un conflicto entre jefes, entre lonkos, no entre clase baja y clase alta. ¿Pero que queda hoy de clase alta?

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-Sin ser clase alta, lo fue en el pasado y se comporta como tal. Somos aristocráticos, porque somos una sociedad de clanes. Cada clan tenía un jefe, todos somos descendientes de lonkos, de una casa real. Por eso el orgullo, la dignidad, la rebeldía, la autosuficiencia mapuche está muy presente. Como aristócratas pobres Mi abuelo era como un personaje de los libros de José Donoso, como esa clase caída en desgracia, pobre pero que mantenían al mayordomo, conservaban esa estampa aristocrática terrateniente. Porque la historia les pasó por encima sin darse cuenta. Mi abuelo tenía la estampa de hijo de cacique, incluso con un racismo vernáculo con los chilenos. ¿Y el límite entre el orgullo y la supremacía racial? ¿qué pasa con los campesinos pobres que no se identifican a lo mapuche, no sirve ahí más el análisis de la lucha de clases? -Sí, hay que ver cómo hacer que esta autoestima no se vaya por caminos perversos. El orgullo étnico es peligroso. Mira, en la misma cultura mapuche está el antídoto para eso, nuestro ethos cultural previene de lo fratricida con los chilenos, colonos y pequeños agricultores de la zona. Los cronistas del siglo XIX hablan de una sociedad muy abierta al cruce cultural racial. Los lonkos escribían cartas al diario y a las autoridades de la época, ahí está el pensamiento profundo de aquellos líderes mapuche. La utopía siempre fue la convivencia, construir un mundo donde quepan muchos mundos. Esa no parece ser la idea que más se resalta hoy, a propósito del conflicto. -Es que estamos en periodo de conflicto, y se acentúan las diferencias. Se fortalecen las fronteras étnicas, para captar militancia. Y ahí el discurso es blanco y negro, es propaganda. Los comunicados de muchas movilizaciones mapuche y distintos referentes hay que mirarlos con espíritu crítico. ¿Y en esa propaganda no habría que cuidarse de los discursos de fanatismo étnico? -El fenómeno que veo con preocupación es el del integrismo religioso. Que en el caso mapuche pudiera adquirir un canal de expresión por la vía del martirio. Hay personas que plantean esta idea de una guerra religiosa, del weichan. La idea de la guerra como rito final, el retorno de los guerreros y machis. Con una mirada muy idealizada, y fantasiosa de la cultura mapuche. Me preocupa que ese discurso prenda en adolescentes que buscan trascendencia. Yo insisto en que tenemos todavía elementos culturales identitarios mucho más relevantes que una muerte combativa para llegar a un paraíso con veinte doncellas. Hay que reivindicar la utopía, pero en un mundo moderno.

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EL CONFLICTO -¿Cuál reivindicación actual es irrenunciable? Como pueblo en proceso de sanación tras un siglo de maltrato psicológico material, físico y espiritual, estamos en una especie de renacimiento cultural, intelectual, artístico, político. Incluso los que plantean la violencia política como camino, son parte de ese renacimiento. Pero es un proceso en que todo debe ponerse en discusión. No me parecería que algún mapuche plantee una verdad absoluta de lo que tenemos que hacer y lo que somos. Incluso seria poco mapuche, porque en nuestra cultura un valor fundamental es el de la libertad. Entiendo el proceso de reparación de la autoestima, pero qué respuesta hay para el ¿qué quieren? -Hay consenso en gran parte en que somos un pueblo que merece un trato distinto por parte de los Estados. Recibimos un trato racista y despectivo desde la guerra hasta ahora. No somos reconocidos en nuestro valor para la sociedad en su conjunto. Esto no es poesía, es tan así que no existimos en la Constitución. Ahora, la demanda más mediática y coyuntural, es la de la tierra. Es el despojo que vino luego del gran despojo del siglo XIX, hablo del gran robo ocurrido en el siglo XX con las pocas tierras que nos entregaron. El último fue en dictadura, con la entrega de muchas tierras a las forestales. Esa reivindicación es la que está en la agenda pública y donde está radicada la violencia política. ¿Y cómo se llama esa violencia, terrorismo? -Es protesta política violenta lo que tenemos hoy en el sur. Lo mismo que cuando en Santiago en una marcha queman un bus del Transantiago o se pitean un paradero. No es terrorismo, porque no hay ninguna organización mapuche estructurada con el fin de atacar población civil. Hay organizaciones que recurren a la protesta violenta, atacando propiedad privada, maquinaria en estos casos. Esto en ninguna parte del mundo califica como terrorismo. Los muertos que ha habido son mayoritariamente mapuche. Y el caso del crimen del matrimonio Luchsinger Mackay, que yo que he reporteado largamente, estoy convencido de que es un ataque que tenía que ver con un asalto a una propiedad, vinculado al tema mapuche, porque también hay bandidaje asociado al conflicto. Y que terminó con un crimen brutal. Pero no hay ninguna campaña de asesinar ancianos. Es un hecho aislado. Los jueces del sur, esto lo tienen muy claro. La discusión si es o no terrorismo, es absurda, la discusión es como resolver políticamente la situación de un pueblo que fue despojado de su territorio, apoyado por el ejecutivo.

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¿Qué salidas ves al conflicto? -El de la tierra tiene solución obvia en el patrimonio forestal. Tienen más de un millón de hectáreas en zona mapuche y ahí hay muchos conflictos. Por lo tanto, la solución política es que el Estado negocie con las forestales la entrega de tierras. Esa negociación puede ser por el mecanismo de expropiación, compra de tierras, da lo mismo. Pero es lo que ningún gobierno se ha atrevido a hacer. ¿Porqué hay como un SQM forestal? -Una de las aristas que se estaba investigando y que se cerró, acerca del financiamiento político, tenía que ver con el grupo Angelini. Hay una trenza entre el poder económico y político de larga data. Y la forestal financia la política hace décadas, entonces hay un conflicto de interés evidente. ¿Y respecto de la demanda por reconocimiento? -Tengo la sensación que para resolver el conflicto más profundo, el del trato, habría que hacer algo como los llamados parlamentos. Eran instituciones que regulaban la convivencia, en que se sentaban a discutir entre iguales, entre dos naciones. Existían para establecer acuerdos entre autoridades, resolver controversias, firmar acuerdos comerciales, etc. Distinto a las mesas de diálogo de hoy, que son un chiste. Éstas son básicamente un gobierno de turno, reuniéndose con su clientela política indígena, para hablar de proyectos de desarrollo y superación de la pobreza. Esto lo veo posible a largo plazo. Veo un cambio generacional y cultural potente, que podría permitir que en las décadas que vienen ambas sociedades puedan dialogar. Porque son sociedades que están condenadas a convivir. Está la idea de construir una utopía compartida, en un territorio que es compartido y que además es el paraíso. Los mapuche defendemos el paraíso. Esto también le da la oportunidad al chileno, que está siempre con su identidad a medio morir saltando, mirando a los gringos y Europa, de encontrarse con una riqueza de la cultura local, fantástica. 17 Octubre, 2017 Fuente: http://www.theclinic.cl/2017/10/17/pedro-cayuqueo-no-eramos-una-tribu-andabamos-poto-pel ado-comiendo-moras/

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