3.- El arte de contar cuentos: qué son y cómo se cuentan

Hay una gran diferencia entre un cuento narrado y leído. ... me cuenta…), la cual perfectamente se puede materializar ... en que lo toma como un juego...

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Curso: El arte de contar cuentos en el aula de Infantil y Primaria. CAP Alcobendas’2005

©J.Quintanal ‘2005

3.- El arte de contar cuentos: qué son y cómo se cuentan 1.- El arte de contar cuentos Hay una gran diferencia entre un cuento narrado y leído. La utilidad que conlleva el arte de contar cuentos es superior al de su lectura. Y los niños, así lo perciben. Prefieren la narración a su lectura; incluso a la declamación y la representación, por mucho que ambas supongan un juego para él. Nada es comparable con la recreación que permite la narración de un cuento y el modo en que capta al niño. ¿Razones? Encontramos varias: -

Una primera tendremos que situarla en la libertad de la que goza el narrador, que puede expresarse con suma libertad, incluso llegando a transformar una narración y haciendo que no se parezca a la misma en otro contexto o situación.

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La expresividad del movimiento es un factor clave, cuya aplicación determina la calidad de la narración. Los ojos, la boca, las manos, el cuerpo, la voz, … todo ha de estar debidamente medido y “expresado” para obtener la mejor representatividad de la narración.

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La recreación, que como hemos dicho es la finalidad que busca la narración, se explicita mucho mejor modulando la voz, e interpretando sonoramente el texto. La lectura ha de limitarse al artificio del lenguaje, cuyo efecto muchas veces resulta cargante para el niño, y no consigue el efecto deseado. Además, los sentimientos (alegría, tristeza, miedo…), se resultan mucho más fáciles de transmitir con los ojos, los gestos y las formas, que con las palabras, limitadas en su vocabulario incipiente.

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En la narración resulta mucho más fácil mantener la atención del niño, que en la lectura personalizadota, pues el procesamiento mental que requiere es puramente receptivo, eliminando la interpretación cognitiva y el procesamiento de la información que supone la lectura del texto, la cual requiere una actitud de constate atención.

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La espontaneidad de la narración facilita la satisfacción del curioseo. El niño encuentra placer en saber lo que hacían sus mayores, o lo que hacen sus vecinos…

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La emotividad y la sensibilidad se consigue transmitir mejor con la presencia del narrador (lee para mí, me cuenta…), la cual perfectamente se puede materializar en la captación de la mirada del niño.

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El encanto de la personalidad del narrador lo facilita la espontaneidad de la narración, haciendo que la corriente de simpatía que se establece entre el narrador y el auditorio sea mucho más rápida e intensa que en el libro, donde al autor o al ilustrador, al comunicarse únicamente de forma simbólica, les cuesta unas cuantas páginas establecerla.

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La expresión sonora siempre podemos enriquecerla con otro tipo de soportes como guiñol, imágenes, etc, que tienen un efecto multiplicador de la expresividad del narrador, lo cual amplía notablemente las posibilidades de simbolización de cualquier texto, más allá de las simples imágenes de la ilustración.

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En la experiencia compartida que supone contar un cuento, el niño percibe (de sus padres, de los profesores, de los narradores) que se acercan a su mundo y lo comprenden. Al compartir sus fantasías con quienes más quiere, el niño se siente seguro, pues sus conflictos se enredan en una maravillosa aventura. Téngase presente que la realidad que vive el niño es diferente de la del adulto y que sus necesidades y dificultades se resuelven de otra manera, diferente, en parte por medio de la fantasía que aportan los cuentos. Cada final feliz, para ellos supone la integración de un problema interno (miedo a ser abandonado, celos de su hermano, angustia …). Los cuentos les presentan personajes sobre los que proyectan sus esperanzas y miedos, angustias y ansiedades, y que les ofrecen soluciones para sus problemas (1). Incluso los momentos crueles, violentos o desagradables que tienen esos cuentos, vienen a ser una vía de escape para descargar la ansiedad acumulada, desterrar pesadillas o temores, tan frecuentes en algunos niños, que se les recomienda la narración de cuentos antes de acostarse. La narración de historias a los niños es un arte que se consigue perfeccionar en base a su experimentación. Cuando lo aplicamos en el aula, conviene respetar su sentido. S. Cone Bryant(2) se preguntaba si los maestros sabemos ¿qué intentamos explicar con los cuentos a nuestros alumnos?. Incluso, si sabemos ¿qué es esencialmente un cuento? Pensamos que esta es una cuestión en estos momentos clara: el deleite es el único fin. La narración del cuento despierta el espíritu creativo y recreativo del niño, para deleitarlo. Este efecto de “encantamiento” ha de mantenerse a lo largo de toda la narración, pues con la complacencia del auditorio se facilita la distensión de la atmósfera del aula, y por ende, al mantener un ambiente tan agradable, el profesor capta fácilmente su atención y genera un clima de mayor confianza y seguridad en sus alumnos, lo cual revierte indefectiblemente en la propia actividad escolar. 2.- La narración de historias en el marco escolar La capacidad recreativa del niño ya le aparece desde el primer año de vida, en que él es capaz de deleitarse y divertirse, muchas veces sólo. No obstante, su implicación en la narración de cuentos e historias, como agente participativo (creador o recreado), no aparecerá hasta los cuatro años, en que lo toma como un juego. Veamos su evolución en esta función de agente implicado en la narración: Hasta los dos años, la nota característica va a ser la expresividad y el movimiento. En un principio, entre los cuatro meses (etapa de los reflejos) y los ocho (en que organiza las percepciones y los hábitos), al niño le impresiona el movimiento (palmas, gestos…), sobre todo si va acompañado del ritmo sonoro que suponen versos y rimas. El niño no entiende lo que dice, pero se deleita con la melodía (cinco lobitos, palmas palmitas…) Más adelante, entre los ocho meses y los dos años (etapa sensoriomotora o de inteligencia práctica) es capaz de admirar imágenes gráficas, con pocas figuras, y captar sencillos relatos en torno a sus objetos familiares (oso, muñeca, etc). Los libros de imágenes contribuyen al conocimiento del entorno y a su iniciación en la función simbólica, por lo que conviene que acompañen la narración. De los dos a los siete años, encontramos un período bastante largo, caracterizado por su desarrollo lingüístico y por ser un período dominado por las imágenes. La función simbólica complementa el lenguaje, por lo que el niño ya admite la representación, el juego simbólico y el dibujo gráfico. Interioriza esquemas de acción que facilitan sus representaciones e imitaciones. Sus narraciones aún son muy egocéntricas y se acompañan de imágenes (de los libros o propias) de seres inanimados que cobran vida.

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Bettelheim,B. (1978) Psicanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica. Cone Bryant, Sara (1965) El arte de contar cuentos. Barcelona: Nova Terra. Págs. 19-20.

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La narración la sienten como un juego, recreándose en ella hasta límites insospechados. Además, en este período (etapa mágico-simbólica de su desarrollo) los cuentos fantásticos (de hadas, de duendes, de seres extraordinarios) representan su realidad interna, sus deseos, sus temores, encubiertos en las mágicas acciones y en el lenguaje metafórico de sus personajes. De los siete a los doce años, domina ya la palabra frente a la imagen (aunque la acompañe). Es un período de operaciones concretas donde aparece la reversibilidad del pensamiento, hace deducciones lógicas y se mueve en la línea del tiempo (secuencia). Esto, unido a su autonomía comunicativa (al dominar el lenguaje) hace que se sientan más comunicativos, con gran tendencia a la fantasía. Curiosean con el lenguaje y se recrean en sus nuevos aprendizajes. La narración es buena para el niño, pues le sirve para: •

Explicar las historias que imagina (comunicárselas a su entorno cercano) con lo que experimenta realidades ficticias (aprende a deleitarse e imaginar).



Aprende a construir historias significativas (con una estructura narrativa, que luego le servirá para situar su propia experiencia de vida. Además tiene que justificar la narración, con lo que evita la confrontación y el conflicto.



Aprende a dar sentido al mundo que le rodea, explicando su propia cultura.

Y lo mismo podríamos decir, una vez que va introduciéndose en la técnica lectora, de la recepción de narraciones leídas. No obstante, esta segunda fórmula pierde todos los mecanismos, tan ricos, del relato oral (gesticulación, énfasis, ritmo, …) aunque mantenga su carácter de proceso dinámico de recepción y creación. Conviene que los maestros se tomen en serio la narración de los cuentos, y no hacerla excesivamente didáctica, para que no pierda su encanto y su magia. El cuento debe tomarse en serio, sentirlo como propio, y asimilarlo para transmitirlo, pues de lo contrario, no pasará de ser un ejercicio trivial e intranscendente. De la misma forma, que es necesario darle una cierta importancia al hecho de contar un cuento, cambiar de sitio, para que no resulte contagiado por el hastío de la rutina. Incluso que sea un lugar especial, decorado oportunamente para la ocasión. Téngase presente que el valor del cuento, en el aula, radica en el contacto personal, en la presencia real de la palabra, atractiva y perseverante, que el maestro o la maestra transmiten con sumo amor, para despertar la sensibilidad y la imaginación de los niños. 3.- La elección de los cuentos Pensemos,… ¿cuáles son los cuentos que más gustan a los niños? ¿por qué? ¿qué características tienen en común? Podríamos perfectamente resumirlas en tres: La continuidad y rapidez de su acción. Cada párrafo del relato es un acontecimiento, sucede algo, prescindiendo de explicaciones o descripciones recargadas. El hilo conductor no son los sentimientos, o los pensamientos, sino los hechos de sus personajes, lo que sucede, lo que hacen. Una segunda característica es la sencillez de su representación. Aparecen elementos comunes, muy conocidos por los niños, lo que facilita la actividad imaginativa. El contenido están acostumbrados a verlo, oírlo, olerlo, sentirlo… en su vida cotidiana, aunque vayan teñidas de un cierto halo de misterio o fabulación (por ejemplo, cuando los personajes son animales, fabulados). Y una cierta repetición de los hechos, que enmarca el ritmo narrativo. El elemento reiterativo, aunque presente a veces un cierto sentido acumulativo, siempre agrada al niño, porque facilita su comprensión.

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Podríamos añadir un cuarto, que sería la secuencia la cual, como ya demostrara Propp responde siempre a un mismo esquema narrativo: al principio se le presentan al niño los personajes, pasando a suceder unos hechos que generan en un problema; éste requiere la intervención del protagonista (en función de héroe), que algunas veces ha de enfrentarse al mal (simbolizado por el antihéroe), acabando por triunfar sobre él pues siempre el bien se impone sobre el mal. Cualquier obra, convenientemente caracterizada en el marco de la literatura infantil, responderá a estos cánones, lo que facilitará nuestra selección, permitiéndonos centrarla en las características formales de la obra: vocabulario, identidad de las imágenes, si las hubiera, ritmo narrativo e interés de los hechos para el niño, determinada por su identificación personal con ellos. Pero tengamos presente que: - Contamos si hemos vivido (o somos capaces de vivir, como ellos), si somos capaces de reconocer en nosotros mismos, qué hubiéramos hecho en dicha situación, aunque fuera ficticia. - Contamos si conocemos la historia que narramos, pues “contar es compartir”, no desde la frialdad de la memoria mecanizada, sino desde el corazón (no olvidemos que la narración es una recreación). - Contamos lo que conocemos, por lo que debemos conocer con intensidad la historia, sus personajes, todos sus aspectos y dimensiones, sintiéndonos actores de dicha situación. - Contamos desde la improvisación, pues la recreación nos exige que nos “hagamos con el público”, a través de nuestras palabras, pero también con la voz, con la expresividad de nuestros gestos y con la magia de su ambientación. - Y por último, tenemos que contar, divirtiéndonos, nunca de las frialdad de la narración. El arte de contar cuentos radica en la humildad de la propia recreación, nunca desde la intención moralizante (un gran error pedagógico). La finalidad es la recreación, todo lo demás es “consecuencia de”. Y del mismo modo es posible crear nuestras propias historias, y contárselas a los niños. Podemos para ello apoyarnos en personajes tanto reales (incluso que ellos mismos las protagonicen) como ficticios, haciendo que sucedan unos hechos perfectamente comprensibles por ellos, por formar parte de su entorno cercano, los cuales pueden exagerarse sin ningún miedo (un elefante, en cualquier cuento puede volar y resultar de lo más normal). Eso sí, no olvidemos, que al final la bondad debe triunfar en cualquier historia. Para sistematizar la creación personal del cuento, podríamos plantear las tradicionales tres etapas, que caracterizan toda narración: 1º - (Planteamiento) Describir la situación. Puede hacer referencia a temas tanto reales como imaginarios. En esta descripción deben presentarse los personajes, los lugares y todos los elementos significativos que vayan a protagonizar nuestra historia. Entre ellos, no pueden faltar quienes representen el bien y el mal. 2º - (Nudo) Introducir unos hechos, un problema, sin olvidar que deben ir convenientemente relacionados con los personajes anteriormente presentados. La secuencia de los hechos debe ir complicándose progresivamente, para resaltar la necesidad de bondad, que rematará el cuento. 3º - (Desenlace) Este será el desenlace, donde el héroe, la justicia o el bien acaban imponiéndose y devolviendo la normalidad a la vida cotidiana, poco antes alterada. No obstante, de acuerdo con las premisas que acabamos de plantear, abogamos por un buen derroche imaginativo del narrador, creando con espontaneidad sus propias historias a partir de objetos, intereses o acciones cotidianas de los niños. Este tipo de recreaciones le permitirá acomodar los modelos de actuación del niño, en virtud de sus intereses más próximos y hasta tener una continuidad inusitada (por ejemplo, una marioneta muy rudimentaria establece amistad con los niños del aula, para “regular” sus acciones cotidianas, valorando y aconsejándoles su control de modo personalizado).

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4.- Cómo contar un cuento Ya hemos dicho que el arte de contar cuentos, se perfecciona con la práctica. No obstante, amén de la buena voluntad, al narrador pueden orientarle algunas precisiones sobre su actuación ante los niños. Una primera cualidad que debe tomar en consideración el narrador, es que ha de transmitir, y no se transmite lo que no se tiene. En este sentido debemos no sólo conocer la historia que desea narrar, sino además, tenerla en cierto modo asimilada, al objeto de imprimirle su propia emoción, de “transmitirla” porque la sentimos y nos la creemos nosotros mismos. Además, hemos de saber que el narrador se convierte en intérprete de los hechos que va a narrar, cuyo protagonismo, puede acabar en él, o trasmitírselo, en aras a su destreza, a los propios niños del auditorio (haciéndoles participar de la narración mediante preguntas, repeticiones, o intervenciones esporádicas). Esta fórmula favorece su implicación y hace que vivan más intensamente la narración. No obstante, todos somos personas limitadas, y resulta necesario ser conscientes de nuestras limitaciones. Parte del éxito que se consigue con una narración estriba en la intensidad con que el narrador se empeña en transmitir al grupo. Captar su atención es una condición imprescindible para lograr el éxito de la experiencia, pues en caso contrario, podemos hacer que una bonita historia resulte mediocre y pierda todo su encanto. Si el narrador no se cree capaz de conseguir “captar” únicamente en base a sus palabras, expresiones o la representación que va a hacer, o cuando piense que la narración resultará mucho más intensa con un apoyo externo, no importa que se ayude de elementos complementarios que refuercen su aportación personal. En cuanto al ambiente, que como sabemos, ayuda, es bueno mantener una proximidad con el auditorio, incluso que éste esté lo más próximo al narrador (en semicírculo, por ejemplo). Cuando es personal, la narración conviene hacerla en el regazo, pues los niños actúan en todo momento movidos por sus sentimientos y emociones. Una vez iniciado el relato, es necesario mantener la tensión, y el clima generado, de encanto o misterio. La atención del auditorio ha de responder a la propia narración, y el niño ha de verse embaucado por ésta. En el aspecto formal son tan importante el lenguaje verbal como el no verbal. La expresión ha de resultar clara, nítida, y movida por los intereses que la propia narración imponga a la voz. Eso sí, sin exageraciones innecesarias. La sencillez ha de caracterizar toda la expresión, pues será la mejor forma de aportar naturalidad a nuestra narración. Como dice Cone Bryant (3) “contar un cuento consiste en excluir todos los elementos extraños y buscar la brevedad, la sucesión lógica de las ideas y la claridad de la alocución”. No podemos ignorar la dramatización que conlleva toda expresión narrativa. Esto no significa que tengamos que convertirnos en “actores” que dramatizan un relato, no, ni mucho menos. La narración requiere únicamente identificarse con cada situación, y poniéndonos en la piel de los personajes, transmitir sus propios sentimientos ante los hechos acaecidos. Se trata de interpretar la narración sólo hasta el punto de facilitar que el auditorio se lo imagine. Siempre de manera espontánea, y por supuesto, haciendo que nos salga de dentro, de modo agradable. Hemos de demostrar confianza en nosotros mismos, demostrar entusiasmo en lo que hacemos, y veremos cómo la facilitad expresiva irá mejorando a medida que uno pierde la conciencia del yo, para sentirse dentro de la narración. Y del mismo modo, su expresividad resultará cada vez más intensa. Otras recomendaciones las encontramos en Meves, Amo y Cervera(4): No comenzar con algo nuevo hasta que merme el interés por el tema anterior, narrar despacio, para dar a los niños oportunidad de que interrumpan el relato, de que hagan preguntas o manifiesten su 3 4

op.cit. pág.97 Citados por Asensi,J op.cit pág.5)

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agrado o su repulsa. Un buen ejercicio de memoria es invitar a los niños a que narren el cuenta de forma alternativa con nosotros “Entonces Caperucita le preguntó…(miños) “Abuelita, ¿qué ojos más grandes tienes?…” Con esta participación, se estimula su creatividad. Si esto no se hace, al menos conviene recurrir a plantear algunas preguntas que fijen la atención y propiciar la participación de ese modo: “¿sabéis lo que pasó? ¿No 9magináis lo que le dijo?...” Y por supuesto, combinar la palabra con otro tipo de recursos igualmente comunicativos como los títeres, marionetas, carteles, sombras, audiovisuales, etc, según la finalidad que en cada caso oriente nuestra actuación. Por último, significar que no hay métodos o sistemas (recetas) que permitan alcanzar la maestría en el arte de contar cuentos. La única fórmula válida para conseguirlo es la propia experiencia. El narrador es obra de sí mismo y de su relación con los otros. Es imposible dar una imagen ante los niños (no ha lugar la máscara, pues se da la cara), ha de manifestar su propia imagen. A partir de ahí, es posible “construirse”, e incluso generar un estilo propio. Este estilo se perfecciona desde la experimentación, con la práctica, pues cada situación es diferente y determina un modo específico de desarrollo. 5.- La tradición oral El hombre ha perpetuado su conocimiento a través del lenguaje. Este conocimiento, conformando la llamada “sabiduría popular” pasa de padres a hijos, de generación en generación, para entrar a formar parte de su propia cultura: éstos escuchan, retienen y transmiten a sus pequeños, para que de nuevo transmitan ese conocimiento, las más de las veces en forma de cuento o canto. En palabras de Vladimir Propp, es una forma de “expresar las bases morales de un pueblo”. “Érase una vez… un cuento”. El cuento oral que fue, a través de los siglos, una manifestación viva por la cual, las diferentes culturas, realizaron durante generaciones, la transmisión de sus leyendas y de sus tradiciones(5). Esta misma tradición, la escuela debe cultivarla, e integrarla en el sentimiento de sus alumnos. En primer lugar porque es un manantial inagotable donde bebe toda la literatura infantil (pensemos cómo fueron creadas las primeras obras de este género). Pero además, porque resulta plataforma ideal para la creación y la recreación, pues “la cultura es, a la postre, forja de todos”(6) No obstante, hemos de reconocer la preeminencia que tienen la palabra en el folclore. Es sobre todo, tradición oral (tanto en formatos reducidos que aportan expresividad como las canciones, retahílas, aleluyas, refranes,… como en las narraciones que no pierden esa espontaneidad (fábulas, mitos, cuentos,…). En palabras del profesor Medina, podemos decir que “las creaciones populares son venero inagotable y valiosísimo de recursos educacionales, porque son coincidentes con las tendencias, necesidades o intereses de los niños”. Además hemos de identificar en ellos, un acervo de cultura popular, no exenta de unos valores importantes y necesarios para un desarrollo armónico y una convivencia sana. Amén de este tipo de aportaciones, moviéndonos únicamente en el plano pedagógico, encontramos en este tipo de literatura una notable contribución al desarrollo del niño en ámbitos como el: -

Lingüístico: la experimentación sonora y rítmica estimulan una mejor y mayor aplicación léxica, y la ampliación de los campos semánticos del conocimiento.

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Creativo: la plasticidad del lenguaje facilita la experimentación a partir de fórmulas de la tradición, para acomodarlas a nuevos planteamientos, o simplemente para recrearse con ellas. También tendremos que considerar que los cuentos, dotados de orden, norma, equilibrio, suponen un modelo para la expresión narrativa personal.

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Asensi Díaz, J. (1998) El cuento oral y sus valores educativos. En Boletín AEL (Asociación Española de Lectoescritura) nº 2. Marzo. Págs. 3-7. 6 Medina, A. (1990) La tradición oral como vehículo literario infantil. Sus La literatura Infanil. Sus valores educativos. En Cerrillo, P. y García Padrino, J. (coords.) Literatura Infantil. Cuenca: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. (Págs. 37-65)

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Ético: ya hemos hecho referencia a los valores, positivos, que conllevan, imprimiendo en la personalidad del niño, la necesaria implantación de la bondad frente a cualquier fórmula de maldad.

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Sociológicos: no podemos ignorar que son un recurso ideal para el anclaje idiosincrásico del sujeto, haciéndole sentirse miembro de una comunidad social, rica, que valorará positivamente.

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Psicológicos: dando respuestas a muchos de sus interrogantes, favoreciendo la interpretación de sus experiencias y desarrollando su capacidad creativa (pues se prestan fácilmente a cualquier juego o recreación).

Para acentuar el valor pedagógico de la narración, encontré en una ocasión una frase que me gustó:”Si queremos enseñar a pensar a nuestros hijos, antes tenemos que enseñarles a usar la imaginación”. Pienso que debiera ya formar parte de nuestra cultura (pedagógica), por la gran verdad que lleva dentro. Y no podríamos ignorar el elemento lúdico que siempre les acompaña, el cual genera en el niño sentimientos de goce muy intensos: musicalidad, goce, gracia, ingenio, … .y sabiduría. Lo tiene todo, no en vano se ha ido forjando a lo largo del tiempo, con la suma de muchos creadores. 6.- Algunas técnicas escolares para que los niños puedan crear (e imaginar) cuentos Partiendo de la necesidad de comunicarnos en el aula, entendemos que la creación literaria (oral) puede ser un recurso excelente para dicha experimentación. Inicialmente, en los primeros niveles, de la Educación Infantil, el niño más que reador es recreador del cuento, y podemos hacerlo partícipe de nuestra narración, mediante preguntas, comentarios y diálogos que le ayuden a seguirla de forma coherente. No obstante, cuando su pensamiento alcanza cierto grado de autonomía, el cuento nos sale al paso, brindándonos la posibilidad de proyectar la imaginación creadora en obras espontáneas pero bien divertidas para crear en el contexto del aula. En palabras de Fabregat(7) “el cuento es la llave mágica que abre las puertas y los corazones a la escucha y a la participación. El ingenio, la creatividad, la poesía, las frustraciones y los temores, los deseos y las impotencias se abren paso a través de la ventana de la expresión oral, para llenarnos de sorpresas y de magia”. Desde que Rodari (fallecido hace ya un cuarto de siglo) iniciara sus experiencias recreadoras con los cuentos, hasta hoy , no han dejado de surgir técnicas y recursos que potenciaran la creación de narraciones en el aula. A continuación vamos a presentar algunas, no sin el perfecto convencimiento de plantear una somera muestra de recursos, que bien puede enriquecerse no sólo con la lectura de sus obras(8) como la de distintos autores especialistas en la materia, sino además, pudiéndola ampliar con la recopilación de numerosas experiencias que a diario se llevan a efecto en el aula. • Comencemos con el propio Rodari, y su binomio fantástico. A partir de dos palabras, dispares semánticamente, se produce un choque insólito que los niños salvan con gran imaginación para componer frases generar historias a partir de ellas: > Elefante – cuaderno > Cafetera – pañuelo

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La historia del elefante que perdió su cuaderno. La del pañuelo que buscaba una cafetera para regalar a su novia.



Cuentos con distintos finales. Otra técnica de Rodari, que estimula mucho la creatividad. Se trata de contarles una historia (o inventarla entre todos), pero no rematarla, sino cortarla en el momento de mayor intriga, para pedir a los niños que sean ellos quienes sugieran finales diferentes para el mismo cuento.



La palabra interrogada. A Rodari le gustama plantear interrogantes a los niños, al objeto de potenciar su imaginación. Aplicada a los cuentos, se trata de seleccionar

Fabregat,A.M. (1990) Cómo crear cuentos en la escuela. Buenos Aires: Gram. Pág.13. Rodari, G. (1985) Gramática de la Fantasía. Barcelona: Fontanella.

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una palabra que nos resulte muy sonora, llamativa, y focalice nuestra atención. A partir de ella nos plantearemos distintos porqués, seleccionando uno muy curioso para crear una historia imaginada con él, a modo de explicación verosímil (aunque no sea real) del mismo. ¾ AVE: ¿Por qué…. Las aves tienen alas?.... •

Las preguntas que sirven para inventar cuentos ¿Quién? ¿Dónde? ¿Qué hacía? ¿Qué dijo? ¿Qué le contestaron? ¿Cómo terminó? Siguiendo la pauta de estos interrogantes, y dándoles respuesta lógica a todos ellos, es posible crear una historia muy sencilla. El maestro o la maestra puede ir planteando las preguntas para que los niños respondan con su creación imaginada. Incluso es posible modificar las preguntas, para evitar la monotonía y, además, orientar la narración hacia otros derroteros. ¾



Un elefante muy canijo, que vivía en un zoo de Puertollano, se escapó un día de verano, para pasear por el campo. Se encontró con una hormiga muy charlatana, y le dijo ¿Cómo es que eres tan chiquita? A lo que le contestö: llevo tanto tiempo paseando, que los rayos del sol me han ido encogiendo. Por lo que asustado, regresó rápidamente al zoo, y desde entonces, siempre lo vemos, bien tapadito y a la sombra.

¿qué pasaría si…? Muy imaginativa esta técnica. Pensemos, ¿qué pasaría si…? Y a partir de una hipótesis insólita, extraña, maravillosa, y hasta absurda, creamos un cuento. ¾

¿Qué pasaría si… en la ciudad llovieran lacayitos?... (La imaginación es libre).



El cuento del cuadro. Hoy en día, que la imagen nos inunda, es posible encontrar sentido a tanta iconografía, y buscar las historias que se esconden detrás de todas ellas. Se trata de observar un cuadro, una imagen, una obra plástica, e imaginar una historia que explique lo que simboliza la obra. Se trata de que los alumnos, observando el cuadro, perciban lo que les dice éste, y cuáles son los elementos que lo simbolizan. A partir de ahí, se crea la historia narrativa.



La metáfora creativa. La metáfora (“alegoría en que unas palabras se toman en sentido recto y otras en sentido figurado”).es un recurso literario que desde Góngora a la Generación del 27, ha resaltado la creatividad e imaginación del autor. Podemos plantar algunas de las conocidas, o podemos inventarlas, para a partir de ellas provocar un cuento un tanto surrealista que nos lo explique. ¾ ¾ ¾ ¾ ¾



“Tigres del tamaño del odio” (V. Aleixandre) “Érase un hombre a una nariz pegado” (F. de Quevedo) “Los árboles cantan como si fueran aves” (V. Aleixandre) “La tristeza sacude su melena de vidrio” (G. Lorca) “El sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso” (G. Lorca).

Los limerick. Para alumnos más mayores y creativos, sugerimos este género creado por Rodari. Se trata de una estrofa de cinco versos: el primero define al protagonista, el segundo indica sus características, en el tercero y cuarto se asiste a la realización del predicado (explicar lo que hizo) y el último se reserva para la aparición de un epíteto final, de carácter extravagante. La rima, conviene que aparezca, aunque no se someta a ninguna norma para ello. Veamos un ejemplo: ¾

Era un viejo de colina, de naturaleza fútil y cansina, sentado sobre una roca, cantó nanas a una oca, aquel didáctico viejo de colina.

Un señor muy pequeño de Sevilla se subió en lo alto de una silla.; y aún estando en las alturas, no aumentó nada su estatura aquel figurilla, microenano de Sevilla.

Y, eso sí, tengamos especial preocupación en que todo cuento acabe con un buen final: * Vivieron felices, y comieron perdices. * Colorin colorado, este cuento se ha acabado (terminado, ha finalizado) * Terminaron contentos, y como me lo contaron, os lo cuento. *… … … O uno, que los niños hayan imaginado, para rematar el cuento que hemos contado.

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