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68 PANORAMA DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO LA REVOLUCIÓN DEL LAISSEZ FAIRE y LA ECONOMÍA SMITHIANA 69 bargo, desde el punto de vista filosófico...

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Ernesto 5crepantl Stefano Zamagni

Panorama de historia del pensamiento economlco r

_

Editorial Arie!, s.A. Barcelona

66 2.2.

PANORAMA DE HISTORIA

DEL PENSAMIENTO

ECONÓMICO

Adam Smith

LA REVOLUCIÓN

EL «RELOJ

SMITHIANA

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de la república inglesa, y, sobre todo, después de la revolución Gloriosa (1688) y

la declaración de derechos 2.2.1.

DEL LAISSEZ FAlRE y LA ECONOMÍA

MECÁNICO»

y LA «MANO INVISIBLE»

La teoría de la gravitación uniyersal de Newton, al contribuir a la difusión de la idea de un universo ordenado y racional, ejerció una gran influencia en el pensamiento ilustrado. Según esta idea;-Ios feriÓmenosnaturales son reducibles a movimientos de los átomos regulados por leyes intrínsecas al estado de naturaleza. Dios habría creado el universo y, al mismo tiempo, las leyes que lo regu·Ian, y después se habría hecho a un lado. No sería necesaria su intervención continua para mantener ..unido el mundo, que sería capaz de autorregularse ~ completamente. Es más, puesto que el orden natural es racional, su conocimiento resulta accesible a la inteligencia humana. Este era el punto culminante de una concepción'filosófica que ya había sido planteada por Descartes: e! conocimiento racional es posIble, y cuanto más abstracto es más preciso resulta; la matemática constituye su instrumento más eficaz y potente, más potente que la propia observación. Esta concepción, a cuya difusión en Gran Bretaña contribuveron sobremanera las universidades escocesas, traspasó los límites de las cien~ias naturales y gozó de un éxito enorme incluso en la filosofía moral, donde su influencia enlazó y se confundió con la del iusnaturalismo. La idea de «orden natura¡" desempeñó un papel fundamental en el nacimiento de la economía política clásica: en ella tomó cuerpo la convicción de que las relaciones entre los hombres están reguladas por leyes mecánicas objetivas, con las que las leyes de! Derecho positivo, elaboradas por los propios hombres, podían esperar a lo sumo no entrar en contradicción. Sin embargo, la influencia que en e! siglo XVIII ejercieron las ciencias naturales sobre las ciencias sociales no resulta explicable únicamente por el enorme prestigio adquirido por las primeras; se explica también -y mejor- por una exigencia teórica en e! seno del pensamiento social y político de la época. El principal problema de la filosofía política europea en el período que va del inicio de! Renacimiento a la Revolución francesa consistía en dar cuenta de la vida social sin recurrir a presupuestos metafísicos. En la Edad Media, e! consenso social se regía por dos principios fundamentales: el de autoridad y e! de lealtad, ambos justificados por la suposición de la existencia de Dios. El problema del pensamiento social moderno era: ¿cómo es posible la vida social humana si se prescinde de estos dos principios y de su justificación metafísica? Una primera respuesta a esta pregunta la dieron Maquiave!o y Hobbes: e! natural egoísmo de los hombres hace imposible la vida social libre, y necesario el Estado absoluto; el principio de autoridad se basa en e! monopolio del poder, y no necesita legitimación; se rige por la violencia, y no obtiene la obediencia sino en virtud de la fuerza. A los ciudadanos, conscientes de un primitivo «contrato social» de sumisión y movidos por el instinto de conservación y e! deseo de seguridad, sólo les queda obedecer. De los repetidos actos de obediencia nació la sociedad civil. La alternativa sería la disgregación social y la ley de la selva. Así, es la fuerza la que fundamenta el Estado, y e! Estado el que hace posible la vida social. Ahora bien, esta solución podía resultar adecuada para los Estados absolutistas de los siglos XVI y XVII, pero no a partir de 1649, el año de la proclamación

(1689).

Las clases sociales emergentes creadas por el desarrollo capitalista, excluidas del gobierno en los Estados absolutistas, luchaban por obtener lo que les pertenecía, si es cierto que dinero es poder. Así, por una parte necesitahªn un filo~po,. ..~ .. lítica en la que pudiera justificarse la sociedad civil independientemente de la existencia del Estado. Por otra, era necesario que dicha justificación tuviera en cuenta los procesos reales de transformación de la riqueza. Si la filosofía del Leviatán partía de la suposición de! egoísmo natural de los individuos para justificar el Estado, entonces se trataba de demostrar que la vida social libre era posible incluso en presencia de los egoísmos individuales. Y como quiera que el ámbito de acción de los egoísmos humanos es el de la actividad económica, era necesario un desplazamiento del interés de la política a la economía. Finalmente, puesto que había que excluir cualquier justificación de índole metafísica, también era necesario formular dicha justificación en términos «científicos», en lugar de hacerlo en términos puramente especulativos. Una de las vías que se intentaron fue la iusnaturalista. Existiría un «orden natura¡", que presupone la libre exteriorización de las actividades humanas. El «orden positivo», basado en las leyes y las convenciones, fundamenta el Estado, pero únicamente es legítimo si no entra en contradicción con el anteriOl: Se trataba de un camino peligroso, como demostraron las dificultades que encontró Locke para justificar la desigualdad en la distribución de la propiedad y de la riqueza, y como demostrarían aún mejor los resultados radicalmente igualitaristas que aquella filosofía llegó a producir en Francia. Una vía distinta fue la que intentaron los empiristas y los filósofos de! «sentido mora¡" ingleses y escoceses, que partían de la suposición de la existencia de una natural «benevolencia», o «sentido de humanidad», o «simpatía», en la actitud de! hombre hacia sus semejantes. Si los individuos no son naturalmente egoístas, tienden espontáneamente a asociarse, y no es necesaria ninguna intervención externa para dar sentido a la vida social; ni Dios ni el Estado son necesarios: es suficiente suponer una particular estructura de la psique humana. Ahora bien, áparte del hecho de que con ello se resolvía e! problema simplemente negando su existencia, la principal dificultad de tal planteamiento radica en qu~ la suposición de la que depende -la benevolenciano sólo no responde al :e~tIdo común, sino que tampoco resulta sustancialmente distinta de otras SUpOSICIOnes metafísicas; no es, por lo tanto, menos arbitraria e indemostrable que ellas. Tanto Hume como Hutcheson -el maestro de Smith-, así como e! propio Smith se movieron en esta dirección. Sin embargo, la principal contribución de S~ith, la que ha hecho que se le considere el padre a la vez de la ci~~j!!..t::conómic_ª..y de! liberalismo mode~dó precisamente en e! m.omenío e~ e~,que introdujo una innovación en aquella tradición. El golpe de gemo no consIstIO en rechazar el planteamiento empirista, sino en llevado hasta sus últimas cOJlsecúen' " cindiendo incluso de la arbitraria hipótesis~~~eJl~Y2!encia. Con e! «teorema» de la «mano invisible», SmIt ra ara ~demostrar simple- ffl6. mente esto: que los individuQL ~irven al interés colectivo precisamente en tanto se v.;) g¡;¡¡¡npor el interés versonq1 ... Una tentativa parecida la había realizado el médico Quesnay, qmen, sm em-

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bargo, desde el punto de vista filosófico había permanecido vinculado a un planteamiento iusnaturalista, mientras que se había servido de una analogía biológica para demostrar la tendencia natural al orden de los agregados sociales. El orden natural de Quesnay se asemejaba sobremanera al apólogo de Menenio Agripa, y no lograba enfocarel-papdé[tl{; aO{;fr1peñafian las acciones humanas a la hora de asegurar el equilibrio social:LotsÚjetos económicos a los que se refería Quesnay eran agentes sociales colectivos, clases de individuos, pero no individuos. Smith estuvo muy influenciado por Quesnay; más bien se puede decir que el componente propiamente «clásico» de su pensamiento, que después sería desarmllado por Ric~rdo y sus seguidores, surgió precisamente del intento de asimilar algunas ideas fundamentales, y de corregir algunos errores secundarios, del pensamiento de Quesnay. Sin embargo, hay otro componente del pensamiento de Smith que ~e distancia claramente del planteamiento fisiocrático, y es el que pretende demostrar el ,teorema de la mano invisible. Aquí desaparecen los agentes colectivos, y las analogías organicistas resultan inútiles. El modelo científico de referencia es la mecánica; los objetos estudiados son átomos sociales. No en vano Smith está considerado el fundador de la ciencia económica incluso por los economistas neoclásicos, además de por los clásicos.

2.2.2.

DESARROLLO

y DISTRIBUCIÓN

DE LA RENTA

En 1776, se publicó la Investigación sobre la natw:a1ez.a..y causas de la riqueza sin duda uno de los pilares del pensamiento económico mode~o. La obra se inicia con un análisis «
d.e...lq~,

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culante, el empleado en comprar materias primas y en pagar trabajo y energía. El fondo de salarios es la parte del capital circulante que sirve para remunerar el trabajo. En términos reales, es una parte de los bienes producidos en un ciclo productivo que sirve para mantener a los trabajadores empleados en el ciclo productivo siguiente. En efecto, los salarios se pagan antes de la venta del producto, y para los capitalistas --que los anticipan- constituyen capital. La teoría de la distribución de la renta entre las clases sociales desempeña un papel fundamental en la teoría smithiana del desarrollo. En efecto, las tres clases fundamentales: capitalistas, trabajadores y terratenientes, se diferencian entre sí tanto en el tipo de requisitos productivos que poseen -capital, trabajo y tierracomo en la forma que adoptan sus respectivas rentas: beneficios, salarios y rentas de la tierra. La conexión entre los tipos de requisitos productivos poseídos por las diversas clases y el modo en que gastan sus rentas constituye la esencia de la teoría de la acumulación de Smith. Los terratenientes, que no poseen capital productivo, no están interesados en su crecimiento y carecen de estímulo para ahorrar y acumular capital. Su propensión al ahorroes nula, como lo es su contribución al incremento de la riqueza nacional. Los trabajadores, por su parte, únicamente poseen su trabajo. Las coaliciones de los capitalistas y su capacidad de influir en el gobierno y el Parlamento cooperan con las fuerzas de la competencia en el mercado de trabajo para empujar al salario real al nivel de subsistencia; y con una renta de subsistencia la propensión al ahorro no puede ser sino nula. Por ello, ni siquiera los trabajadores realizan una contribución positiva al incremento de la riqueza de la nación, aunque sí realicen una contribución esencial a su producción. Los capitalistas, en cambio, poseen el capital productivo y aspiran a su ampliación, por lo que tendrán una elevada propensión al ahorro: de ahí que, cuanto mayor sea la parte de la renta nacional que corresponda a beneficios, más alto será el ritmo de crecimiento de la riqueza de la nación. El interés general de la nación, por tanto, coincide con el interés particular de la clase burguesa. También resulta importante en esta concepción la distinción smithiana entre trabajo productivo e improductivo. El primero es el empleado en producir mercancías; el segundo, el empleado en servicios personales u otras actividades asimilables a éstos. Smith tenía en mente la diferencia que existe entre los obreros que dependen de los capitalistas y los sirvientes que dependen de las «clases ociosas». La acumulación es acumulación de las mercancías. Por ello, el trabajo productivo resulta indispensable para mantener la acumulación, mientras que el improductivo no. De ahí la exigencia, para una economía que pretenda crecer, de reducir al mínimo el porcentaje de trabajadores empleados en actividades improductivas.

2.2.3.

EL VALOR

Smith realizó. también una importante contribución al problema de la eXRlicacióE_~~1valor de las mercancías. aunque..no llegó a fo;rn¡¡-arllla teoría total~!:.nte satisfactoria. Su punto de partida era el reconocimiento del hecho de que la estructura de un proceso productivo puede representarse en términos de la serie

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de cantidades de trabajo empleadas para producir los bienes. En efecto, incluso e! telar que utiliza el trabajador para producir e! tejido ha sido producido, a su vez, mediante el trabajo, ayudado por otros medios de producción. «El trabajo, por tanto, es la medida real del valor de cambio de todas las mercancías. El precio real de cada cosa, lo. que cada.cosa cuesta realmente a quien necesita adquirida, es e! esfuerzo y la molestia de adquirida» (p. 133). Smith dedujo de ello que un requisito previo necesario para que una mercancía tenga valor es que ésta sea el producto del trabajo humano. Por otra parte, el valor de un bien se mide por la cantidad de trabajo que dicho bien puede «exigin>: «el valor [de las mercancías] para quien las posee y necesita intercambiarlas con algún nuevo producto es exactamente igual a la cantidad de trabajo que éstas le permiten comprar o exigir». Smith vio claramente que la medida del valor en trabajo exigido no coincide con la cantidad de trabajo contenido en las mercancías. Tal coincidencia se podría verificar. a:!menos «en aquel estadio primitivo y tosco de la sociedad que precede a la acumulación de capitales y a la apropiación de la tierra L..], Si en un pueblo de cazadores, por ejemplo, matar un castor cuesta normalmente el doble de trabajo que matar un ciervo, de manera natural un castor se intercambiará por dos ciervos. Es natural que lo que habitualmente es e! producto del trabajo de dos días o dos horas tenga un valor doble de lo que usualmente es el producto del trabajo de un día o una hora [...]. En esta situación, todo el producto del trabajo pertenece al trabajador, y la cantidad de trabajo comúnmente empleada para obtener o para producir una mercancía es la única circunstancia que puede regular la cantidad de trabajo que ésta debería habitualmente comprar, exigir o recibir a cambio» (pp. 150-151). En estas especiales condiciones, pues, la cantidad de trabajo exigido coincide con la cantidad de trabajo contenido. Las cosas cambian cuando se pasa de un sistema en el que todo e! producto del trabajo pertenece al trabajador a uno en el que el control de los medios de producción -y, en consecuencia, de la producciónya no está en manos de aquél. Cuando, además de los trabajadores, participan en la división del producto los capitalistas y los terratenientes, e! valor de cambio de una mercancía debe ser tal que permita el pago de un beneficio y de una renta de la tierra, además de un salario. De ello se deriva que la cantidad de trabajo que la mercancía puede pagar debe ser superior a la empleada para producida. Por tanto, en una sociedad capitalista e! trabajo contenido ya no constituye una buena medida del valor de cambio de las mercancías. El trabajo exigido es un precio relativo; es el valor de una mercancía expresado en términos del de otra: el trabajo que se puede comprar con ésta. Desde e! momento en que e! precio depende de las rentas pagadas para producir la mercancía, Smith lo expresa como suma de dichas rentas: salarios, beneficios y rentas de la tierra. Aquí, en aras de una mayor simplicidad, ignoraremos las rentas de la tierra. Imaginemos una economía en la que se produce, en una tierra gratuita, una sola mercancía -pongamos trigo- a partir de sí misma (semillas) y del trabajo. La mercancía, que mediremos en toneladas, se utiliza, además de como bien de capital, como bien salarial. Asumamos, también en aras de la simplicidad, que el salario se pague después de realizado el trabajo. Sea k el coeficiente de capital, esto es la cantidad de semillas necesarias para producir una tonelada de trigo; 1 el coeficiente de trabajo, es decir la cantidad de horas-trabajo utilizadas directamente para

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producir una tonelada de trigo. Si A es el trabajo directa e indirectamente contenido en una tonelada de trigo, AA será el contenido en las k toneladas de trigo utilizadas como semillas. Por tanto, será: 'H·

_.n·'

A=l+AA=-.

...

1 -

1- k

Ahora, sean r la tasa de beneficio; w y p; el salario monetario y el precio monetario de una tonelada de trigo; p/w será el trabajo exigido por ésta, y w/p, e! salario real. El precio del trigo será igual a la suma de los costes soportados para producirlo y los beneficios obtenidos por los capitalistas. El coste del trabajo es wl; el coste del capital. pk; el beneficio, pkr. Por tanto, tendremos que p = wl + pk + pkr. Expresando el precio en trabajo exigido:

E.= 1+E. k (1 +r) w w

1 l-k(I+r)

Se ve enseguida que el trabajo exigido es mayor que el trabajo contenido porque existe un beneficio; y que es tanto mayor cuanto más alto sea dicho beneficio. Asimismo. se puede decir que el precio de la mercancía no es otro que la suma de los salarios y de los beneficios (y del capital) pagados para producida. Sin embargo, resulta igualmente claro que la ecuación del trabajo exigido no sirve para determinar el trabajo exigido, que es conocido en la medida en que lo sea el salario real, sino' únicamente la tasa de beneficio, que resulta así determinado residualmente. Se obtienen resultados similares en el caso general en el que se producen n mercancías, aunque no es necesario demostrado aquí. La teoría del valor basada en el trabajo exigido es una impecable teoría de los precios, si presupone una teoría del beneficio como residuo. Sin embargo, en este asunto Smith se dejó llevar a veces por afirmaciones erróneas. Una de ellas es que un aumento de los salarios puede conducir a un incremento de los precios, en lugar de a una disminución de los beneficios; otra es que el beneficio serviría para remunerar el riesgo, o incluso la disagreableness, afrontados por quien anticipa el capital; otra más es que «salario, beneficio y renta de la tierra son las tres fuentes originarias [...] de todo valor de cambio» (p. 155). Juntas, estas tres afirmaciones harían pensar en una teoría no residual del beneficio, lo cual llevaría a un grave error lógico en una teoría del valor basada en el coste de producción. De estas afirmaciones erróneas surge la llamada teoría aditiva del valor, la teoría que determina el valor de una mercancía con la suma de las rentas pagadas para producida. Hay que tener presente que, cuando se habla de lo erróneo de dicha teoría, se alude no tanto a la idea de que el precio de la mercancía pueda expresarse como suma de las rentas, sino a la interpretación que hace de las rentas las fuentes originarias de! valor: Según tal interpretación, salaríos y beneficios vendrían determinados por las fuerzas de la oferta y la demanda en los mercados de «factores»; luego su suma determinaría el valor de la mercancía. Sin embargo. a partir de la ecuación de! trabajo exigido se ve enseguida que, si en ésta se predeterminan el salario y el beneficio, no queda ya ninguna variable por determinar: el problema está sobredeterminado. No obstante, Smith no llegó a plantear el pro-

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blema en estos términos, y no sólo no fue del todo consciente de las razones por las que una medida del valor en trabajo exigido resulta preferible a una en trabajo contenido, sino que ni siquiera llegó a comprender las trampas que encerraba llna explicacióll 110 rC3idual del beneficio en e! ámbito de una teoría del valor basada en el costede_-PhQducción.

2.2.4. ,1

MERCADO

y COMPETENCIA

La teoría del trabajo exigido desempeñó un importante papel en la teoría smithiana de! crecimiento. En efecto, una condición necesaria para la existencia de una tasa de crecimiento positiva es que e! trabajo exigido por el producto neto sea superior la cantidad de trabajo empleada para producirlo. Sólo en este caso puede existir e! excedente necesario para sostener la acumulación de capital. Por el contrario, la teoría aditiva de! precio, en cuanto tiende al abandono de una explicación basada en el coste de producción, parece destacar las fuerzas de la demanda como determinantes fundamentales de los precios de las mercancías. Unida a una teoría del beneficio como remuneración normal de la actividad empresarial, ésta parece prestarse al intento de demostrar la eficacia en cuanto al repal1.0 (o incluso la justicia distributiva) del equilibrio competitivo. Si bien algunos seguidores de Smith -de los que se hablará en próximos capítulos- continuarán en esta línea más que e! propio Smith, no hay duda de que fue él quien inició e! camino .. Aquí resulta importante la distinción entre precio de mercado y precio natural: el primero es el precio efectivo de una mercancía en un determinado momento; el segundo es e! que permite pagar a los trabajadores, los capitalistas y los terratenientes a los tipos normales de retribución. El precio de mercado depende de las fuerzas de la oferta y la demanda. En presencia de un exceso de demanda, el precio de mercado aumentará, mientras que disminuirá si la oferta supera a la demanda. Sin embargo, «el precio natural es, en cierto sentido, el precio central alrededor e! cual gravitan continuamente los precios de todas las mercancías» (p. 160); y esto sucede precisamente a causa de la competencia, que regula el funcionamiento de los mercados. Smith ilustró este proceso mediante un ejemplo esclarecedor. Supongamos que un luto público provoque un aumento de la demanda de tela negra. Se intensificará la competencia entre los compradores, lo cual hará aumentar e! precio de la tela negra; cuando el precio de mercado supere al precio natural, el capital invertido en la producción de tela negra obtendrá un rendimiento superior al que podría conseguir en otras industrias. Los capitalistas que produzcan esta mercancía se verán estimulados a ampliar la producción, mientras que se transferirán nuevos capitales, procedentes de otros usos, a dicha producción. De ello resultará un aumento de la oferta de tela negra, que en un determinado momento podrá incluso superar la demanda; esto, a su vez, hará disminuir e! precio de mercado. Este proceso de ajuste continuará hasta que e! precio de mercado vuelva al nivel natural. El precio natural está determinado por los costes de producción, pero realizado en el mercado. Las fluctuaciones del precio de mercado dependen de las

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fuerzas de la demanda, pero están reguladas por las condiciones de producción. El proceso de ajuste arriba descrito es parte integrante de! mecanismo de mercado mediante e! que la economía se ajustaría a su vereda de equilibrio «natural». El interés personal es el motor de! sistema, la fuerza que le impide sumirse en el caos. El elevado número de operadores, el conocimiento de las condiciones de precio por parte de los compradores y vendedores, la movilidad de los capitales y la ausencia de barreras de acceso, son todas ellas condiciones que limitan, hasta anulada, la capacidad de cada agente individual de influir en los precios en provecho propio. Bajo tales condiciones, las fuerzas del mercado harán que se produzcan precisamente aquellas mercancías y precisamente en aquellas cantidades que mejor satisfagan la demanda final. En una situación de equilibrio, las fuerzas de la demanda regirán la distribución de! capital entre las diversas industrias. Mientras que las condiciones de la oferta determinan los precios relativos, las de la demanda determinan las cantidades relativas de los bienes producidos. En esta concepción, el mercado es su propio guardián y se autorregula completamente. De este modo, mientras que todo el mundo es libre de perseguir sus intereses personales, de hecho cada uno resulta controlado por una ley impersonal. Cada uno es llevado por una «mano invisible» a contribuir a la realización de un equilibrio económico que no formaba parte de sus intenciones. Se trata del teorema smithiano de la «mano invisible», que afirma que, en condiciones de equilibrio competitivo: a) l¡;¡producción permite ofrecer aquellas mercancías que demandan los consumidores; b) los métodos productivos elegidos son los más eficientes; c) las mercancías se venden al precio más bajo posible, es decir, a aquel que representa «lo que realmente cuesta la mercancía a la persona que la lleva al mercado». ,

El límite principal de esta magnífica constmcción es que quedó sin demostrar. En particular, Smith no logró demostrar ni que aquel equilibrio existe, ni que es único, ni que es estable. Sin embargo, respecto a estos tres puntos -si bien son fundamentalesno se puede ser demasiado severo con Smith, puesto que aún hoy los economistas han de vérselas con los problemas de su unicidad y su estabilidad, mientras que los de su existencia sólo se han resuelto en época muy reciente.

2.2.5.

LAS DOS ALMAS DE SMITH

Resulta conveniente concluir esta breve expOSlClOndel pensamiento de Smith volviendo a una tesis a la que habíamos aludido al comienzo de este apartado. Existen dos componentes distintos en la teoría económica smithiana. Para simplificar; los llamaremos componente macroeconómico y componente microeconómico. Están estrechamente ligados entre sí y es difícil separados, pero resulta posible y útil hacerlo. Los núcleos fundamentales de dichos componentes están constituidos por la teoría de! excedente y la de! equilibrio competitivo indivi-

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dualista. Las propias raíces filosóficas de ambas teorías son distintas: se podría fácilmente rastrear las fuentes empiristas y «moralistas» de la teoría del equilib,.¡o competitivo remontándonos a la influencia de Hume, de Hutcheson y de Shaftesbury, una línea que enlazará a Smith con Bentham y Stuart Mill; igualmente, no seria difícil remontarse a la raíz iusnaturalista de la teoría del excedente y a la influencia de Locke y de Quesnay, línea de pensamiento que continuará posteriormente con Ricardo y los socialistas ricardianos. Pero no es este el,lugar adecuado para profundizar en dicho tema; baste habedo mencionado. Unicamente añadiremos que, si bien Smith se mostró perfectamente consciente, en el plano filosófico, sólo del primer tipo de influencia, no por ello el segundo es menos fuerte, tal como lo demuestra la presencia en su obra de la tensión -plenamente iusnaturalistaentre el ser de la historia y de las instituciones, por una parte, y el deber ser del orden natural, por la otra. Esta tensión llevará a Smith a esbozar tina teoría del beneficio basada en la explotación, así como a maldecir «el espíritu de monopolio de los comerciantes y manufactureros que ni son, si habrían de ser, los gobernantes de la humanidad» (p. 483). Resulta posible vincular todas las ideas de Smith a aquellos dos componentes teóricos: el macroeconómico, basado en la teoría del excedente, y el microeconórnico, basado en la teoría del equilibrio competitivo individualista. Por ejemplo, el primero constituye la base de la teoría del crecimiento, y fue elaborada, en efecto, en un intento de adaptar el análisis de Quesnay a una economía no estacionaria, con todo lo que de ello se deriva en cuanto a los agentes económicos colectivos, las clases sociales, los tipos de renta y las formas de gasto. También pueden vincularse a este primer componente la distinción entre trabajo productivo e improductivo, la explicación del valor en términos de trabajo contenido y exigido, y la teoría del beneficio como renta residual. La segunda teoría, en cambio, constituye el fundamento del teorema de la mano invisible, de la idea de la economía capitalista competitiva como orden económico natural, de la teoría aditiva de los precios en conexión con la explicación del beneficio como remuneración del riesgo y de la teoría de los diferenciales salariales. Los sujetos económicos que aparecen en esta segunda teoría ya no son agentes colectivos, como las clases sociales, sino individuos: por ejemplo, compradores o vendedores de una determinada mercancía que deciden qué cantidad demandar u ofrecer sobre la base de un precio que ellos no pueden alterar; o bien unos determinados capitalistas que deciden transferir las inversiones de un sector a otro en busca de una mayor tasa de beneficio. Para entender hasta qué punto estos dos componentes de la teoría de Smith son verdaderamente distintos y, sin embargo, se hallan estrechamente vinculados entre sí, resulta conveniente observados aplicados a un problema específico: el de la explicación de la naturaleza del trabajo y del nivel de su retribución. El capítulo V del libro l de la Riqueza de las naciones se inicia con las siguientes palabras: «El precio real de cada cosa, lo que cada cosa cuesta realmente a quien necesita adquirida, es el esfuerzo y la molestia de adquirida. El valor real de cada cosa para quien la ha adquirido y necesita emplearla o intercambiarla con otra es el esfuerzo y la molestia que ésta puede ahonade, imponiéndosela a otros. Lo que se adquiere con moneda o bienes se compra con el trabajo, igual que lo que se adquiere con el esfuerzo del propio cuerpo. Esta moneda y estos

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bienes nos ahonan, en efecto, dicho esfuerzo. Éstos contienen el valor de cierta cantidad de trabajo que nosotros intercambiamos con lo que en aquel momento se considera que contiene una cantidad igual. El trabajo es el primer precio, la originaria moneda de compra con la que se pagan todas las cosas. No ha sido ni con el oro ni con la plata, sino con eltrabajo, como se han adquirido originariamente todas las riquezas del mundo, y su valor; para quien las posee y necesita intercambiadas con algún nuevo producto, es exactamente igual a la cantidad de trabajo que éstas le permiten comprar o exigin> (p. 133). Este famoso pasaje se ha interpretado de dos maneras totalmente diferentes conespondientes a dos líneas de pensamiento distintas. Ri'cardo y sus seguidores, los socialistas ricardianos, así como Marx y los marxistas, han puesto el acento en la «cantidad de trabajo» con la que se han producido las mercancías y que ha sido exigida por éstas. En este contexto, por trabajo se entiende «gasto de energía», un servicio productivo que puede definirse merceológicamente y medirse con una unidad objetiva, por ejemplo horas de trabajo por hombre. Esta mercancía entra en la producción de otras mediante relaciones técnicas objetivas y se intercambia con otras mediante relaciones de intercambio objetivas. Su papel productivo y su valor son independientes de las decisiones de los individuos y de su psicología. La determinación de su precio y de su papel productivo puede realizarse en términos macroeconómicos, ignorando completamente a los individuos particulares. De ahí que una teoría de la distribución basada en el concepto de «salario» como «salario natural» y en el de «exce, dente» como «deducción del producto del trabajo» no puede ser sino una teoría macroeconómica, y no requiere fundamento micra económico alguno. Del mismo modo, una teoría del valor basada en el trabajo contenido y en el trabajo exigido no puede ser sino una teoría objetiva del valor, y no requiere fundamento psicológico alguno. Una interpretación completamente distinta del anterior pasaje es la formulada por Jevons, sobre la base de las teorías propuestas por Bentham y Gossen, más tarde aceptada por todos los economistas neoclásicos. Señalemos, sin embargo -a modo de inciso-, que ya Galiani había tratado de explicar de esta manera la teoría del valor-trabajo (de Locke y de Petty). Jevons insiste en el aspecto de la «fatiga y el fastidio» del trabajo. Éste se define ahora como un «esfuerzo penoso del cuerpo y de la mente ejercido parcial o totalmente con la perspectiva de un bien futuro» (p. 221). Se trata, evidentemente, de «un caso de utilidad negativa». Su medida se expresará en términos de «penalidad», y no es posible definida como magnitud objetiva. En efecto, cada individuo tiene sus propias ideas acerca de cuán «penoso» le resulta su trabajo. Una teoría del precio del trabajo que parta de esta interpretación forzosamente habrá de tener fundamentos microeconómicos, al no poder dejar de considerar las decisiones individuales. Así, las teor~as del valor y de la distribución que pretendan interpretar el trabajo en este, sen~l~o no podrán evitar partir de la psicología de los individuos; y se las podra defimr razonablemente como teorías subjetivistas del valor y de la distribución. No hay duda de que el pasaje de Smith se presta a ser interpretado legítimamente de ambas maneras. Pero aún hay más. El capítulo X del libro l, en el que Smith afrontó el problema de la estructura de los diferenciales salariales, empieza así: «L~,§, . las desventajas de los distintos empleos del trabajo y de los I ~

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2.3. fondos en el mismo ambiente deben ser, en su totalidad, iguales o tender continuamente a la igualdad. Si en un mismo ambiente un empleo fuera de manera evidente más o menos ventajoso que los otros, serían tan numerosas las personas _qu~e amontonarían en el primer caso o lo abandonarían en el segundo, que harían que muy pronto sus ventajas o desventajas volvieran al mismo nivel que para los otros empleos, Así sucedería al menos en una sociedad donde las cosas se abandonaran a su curso natural, donde existiera perfecta libertad y donde cada hombre fuera perfectamente libre tanto de elegir la ocupació11 que juzgara más conveniente como de cambiarla cada vez que le pareciera oportuno. El interés llevaría a cada hombre a buscar el empleo ventajoso y a abandonar el desventajoso» (pp. 201 -202). Este pasaje parece dar la razón a la interpretación neoclásica: Efectivamente, obsérvese la referencia a las decisiones individuales en el texto destacado por nosotros en cursiva, donde Smith habla de «cada hombre» y de su libertad de «elegir». La legitimidad de dicha interpretación la confirma el hecho de que, para Smith, la primera determinante de los diferenciales salariales la constituye la «cualidad de agradable o desagradable», o bien la «levedad o dureza» del trabajo. Así, a fin de que ,das ventajas o desventajas de los diversos empleos del trabajo» sean «perfectamente iguales» es necesario que los diferenciales salariales reflejen las diferencias de «penalidad». Esto sucedería en una situación de libre competencia, esto es, en una situación en la que «existiera perfecta libertad y donde cada hombre fuera perfectamente libre de elegir [oo.]».Y a este punto de vista es al que nos referíamos al hablar de la teoría del equilibrio competitivo individualista como del componente microeconómico del pensamiento de Smith. Naturalmente, Ricardo y Marx disentirían de tal interpretación, y no estarían del todo equivocados. En efecto, el segundo determinante de los diferenciales está constituido -siempre según Smith- «por el alto o bajo coste de aprendizaje»; y éste puede interpretarse como un determinante objetivo. Efectivamente, los costes de aprendizaje de un oficio -sugerirá Marx- vienen dados por la cantidad de trabajo empleado para producir una determinada capacidad laboral, y pueden determinarse con referencia a la «tecnología educativa» disponible en una sociedad dada en una época dada, es decir, de nuevo en términos objetivos y macroeconómicos. A este tipo de interpretaciones nos referíamos cuando aludíamos a la teoría del excedente como el componente macroeconómico del pensamiento de Smith. Veremos que casi todos los seguidores de Smith en la época que va desde la publicación de la Riqueza de las naciones hasta el final de las guerras napoleónicas desarrollarán precisamente las ideas vinculadas a la teoría del equilibrio competitivo individualista; lo cual -sea dicho de paso- explica también por qué Ricardo, para restablecer la autoridad de la teoría smithiana del excedente, habrá de hacer una revolución tomando precisamente a Smith como blanco preferente. Sólo resta añadir, para mayor claridad, que una contribución fundamental al desarrollo teórico y •.•la consolidación cultural del componente microeconómico del pensamiento de Smith, en detrimento del macroeconómico, fue la realizada por Bentham, el fundador del utilitarismo. Más adelante volveremos sobre ello.

2.3.1.

La ortodoxia smithiana UNA ÉPOCA DE OPTIMISMO

Los cuarenta años transcurridos desde la publicación de la Riqueza de las naciones a la de los Principios de Ricardo constituyeron una época de entusiasmo y optimismo, tanto para la burguesía inglesa, que se hallaba en la fase más intensa de la revoluciÓn industrial. como para la continental, en particular la francesa, inmersa en el intento- de realizar el sueño de la Ilustración. Seguramente ninguno de los intelectuales de la época representó mejor esta ola de entusiasmo que William Godwin (1756-1836) y Antoine Nicolas de Condorcet (1743-1794): el primero, con sus tesis sobre la perfectibilidad humana y su programa de reforma radical de la sociedad, expresadas en la Investigación acerca de la justicia política (1793); el segundo, con la idea, planteada en Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano (1795), del progreso continuo del conocimiento científico y de las bases morales de la convivencia social. Es cierto que tampoco faltaron voces pesimistas. Una fue la de Thomas Robert Malthus (1766-1834), quien precisamente en 1798, en una polémica frente al optimismo de Godwin, publicaba el Ensayo sobre el principio de población. Sin embargo, se trataba de la voz aislada de un pastor conservador, exponente del punto de vista de una clase de la que no se podía esperar sino pesimismo en una época en la que la burguesía, sus mercancías, sus armas y sus ideas, triunfaban en todos los frentes. El «principio malthusiano de población» es una expresión, formulada de manera neta y clara, de aquel antiguo pesimismo religioso referente a la naturaleza avariciosa y los efectos de la incontinencia humana, que ya Botero, Cantillon, Ortes y otros habían expresado: los medios de subsistencia ofrecidos por la naturaleza crecían según una progresión aritmética, mientras que las bocas que alimentar crecían a un ritmo exponencial. En Malthus encontramos además la capacidad de extraer todas las consecuencias políticas de su «principio». Puesto que las clases bajas no son capaces, como las altas, de usar el freno moral para controlar los efectos catastróficos de aquella ley de la naturaleza, entonces debe permitirse al menos que la naturaleza cuide de sí misma. Ergo: la beneficencia y la ayuda a los pobres deben ser desalentadas y abolidas. Desde el punto de vista de la teoría económica, el principio de población es importante sobre todo por el uso que de él hicieron Ricardo y Torrens en su teoría de los salarios. Sin embargo, hay que recordar también las implicaciones que dicho principio tenía para los rendimientos decrecientes en agricultura, tema sobre el que ya James Anderson (1739-1808), en An Inquiry into the Nature of the Com Laws (1777), había formulado importantes tesis. Volveremos a hablar de ello en el próximo capítulo. En cualquier caso, y como ya se ha mencionado, Malthus representaba una excepción respecto al general optimismo de los economistas postsmithianos; probablemente «postsmithiana» sea el mejor término para definir una economía política que finalmente había encontrado sus foundations en la Riqueza de las naciones. Por primera vez, en toda Europa los economistas descubrieron que hablaban el mismo lenguaje y que tenían las mismas ideas de los propósitos, los límites y el objeto de investigación de la ciencia económica: las que les había asignado Smith.