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ESPARTA Y ATENAS, SIEMPRE RIVALES
Esparta y Atenas no sólo rivalizaban en la búsqueda de la hegemonía sobre la Hélade, sino que también reflejaban modelos sociales contrapuestos…
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ESPARTA LA GLO R IA GU ER R E R A
TI RT EO (Poeta espartano c.630 a.C.)
EL EG Í AS
Ningún hombre su valía en la guerra ha demostrado antes de soportar el enfrentamiento con la sangre y la muerte, cerca del enemigo y luchando con sus propias manos. Aquí es donde está el coraje, la posesión humana más preciada, aquí está el premio más noble que a un joven hombre le es dado. Y sucede algo bueno, que con él comparten su ciudad y su gente, cuando un hombre se planta junto a las lanzas de quienes están al frente, impávido, todo pensamiento de cobarde huida olvidado, y con un corazón tenaz, perseverante y bien templado, aun tiene palabras de aliento para el hombre que lucha a su lado...
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Pieza cerámica con decoración representando a un grupo de hoplitas.
Es hermoso que el varón fuerte que pelea por la patria muera cayendo en primera fila… Peleemos con valor por esta patria y muramos por los hijos, sin cuidarnos en manera alguna, ¡oh, jóvenes!, de la vida. Combatid empero estrechos unos con otros, y no comencéis medrosos la vergonzosa fuga. Antes bien, poned en el ánimo grande y poderoso coraje, y despreciad la existencia para pelear con hombres.
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PLU TAR CO (Historiador griego. S I d.C.)
“ V I D A S P A R AL E LA S” – L IC U RG O
(XVI) Nacido un hijo, no era dueño el padre de criarle, sino que tomándole en los brazos, le llevaba a un sitio llamado Lesca, donde sentados los más ancianos de la tribu, reconocían el niño, y si era bien formado y robusto, disponían que se le criase repartiéndole una de las nueve mil suertes; mas si le hallaban degenerado y monstruoso, mandaban llevarle las que se llamaban apotetas o expositorios, lugar profundo junto al Taigeto; como que a un parto no dispuesto desde luego para tener un cuerpo bien formado y sano, por sí y por la ciudad le valía más esto que el vivir. Por tanto, las mujeres no lavaban con agua a los niños, sino con vino, haciendo como experiencia de su complexión, porque se tiene por cierto que los cuerpos epilépticos y enfermizos no prevalecen contra el vino, que los amortigua, y que los sanos se comprimen con él, y fortalecen sus miembros. Había también en las nodrizas su cuidado y arte particular; de manera que criaban a los niños sin fajas, procurando hacerlos liberales en sus miembros y su figura; fáciles y no melindrosos para ser alimentados; imperturbables en las tinieblas; sin miedo en la soledad, y no incómodos y fastidiosos con sus lloros. (…) Mas a los jóvenes Espartanos no los entregó Licurgo a la enseñanza de ayos comprados o mercenarios, ni aun era permitido a cada uno criar y educar a sus hijos como gustase; sino que él mismo, entregándose de todos a la edad de siete años, los repartió en clases, y haciéndolos compañeros y camaradas, los acostumbró a entretenerse y holgarse juntos. En cada clase puso por cabo de ella al
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que manifestaba más juicio y era más alentado y corajudo en sus luchas, al cual los otros le tenían respeto, y le obedecían y sufrían sus castigos, siendo aquella una escuela de obediencia. Los más ancianos los veían jugar, y de intento movían entre ellos disputas y riñas, notando así de paso la índole y naturaleza de cada uno en cuanto al valor y perseverar en las luchas. De letras no aprendían más que lo preciso; y toda la educación se dirigía a que fuesen bien mandados, sufridores del trabajo y vencedores en la guerra; por eso, según crecían en edad, crecían también las pruebas, rapándolos hasta la piel, haciéndoles andar descalzos y jugar por lo común desnudos. Cuando ya tenían doce años no gastaban túnica, ni se les daba más que una ropilla para todo el año; así, macilentos y delgados en sus cuerpos, no usaban ni de baños ni de aceites, y sólo algunos días se les permitía disfrutar de este regalo. Dormían juntos en fila y por clases sobre mullido de ramas que ellos mismos traían, rompiendo con la mano sin hierro alguno las puntas de las cañas que se crían a la orilla del Eurotas; y en el invierno echaban también de los que se llaman matalobos, y los mezclaban con las cañas, porque se creía que eran de naturaleza cálida
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ATENAS LA DE M O CR A C I A
PE R IC LE S (Gobernante y orador ateniense; 495-428 a.C.)
Discurso fúnebre, pronunciado en memoria de los atenienses caídos en la guerra del Peloponeso.
“Pues tenemos una Constitución que no envidia las leyes de los vecinos, sino que más bien
somos
ejemplo
para
otros
que
imitadores de los demás. Y su nombre, por atribuirse no a unos pocos, sino a los más, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en las disensiones particulares […] Y nos regimos liberalmente no sólo en lo relativo a los negocios públicos, sino también en lo que se refiere a las sospechas recíprocas sobre la vida diaria, no tomando a mal al prójimo que obre según su gusto, ni poniendo rostros llenos de reproche, que no son un castigo, pero si penosos de ver […]. También nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen, para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres. …Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicie, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar que como jactancia de palabra. Y el
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reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie, sino que el no huirlo de hecho, eso sí que es más vergonzoso. Arraigada está en nosotros la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública. Pues somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción […] Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; mientras que en los otros [los espartanos] la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. […]. Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto.”
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A R IS TÓ FA NE S (Dramaturgo. 444 a. C. y el 385 a. C.)
LA S N UB ES
“Voy a decir cuál era la educación antigua, en los tiempos florecientes en que yo predicaba la justicia, y la modestia reinaba en las costumbres. En primer lugar, era necesario que ningún niño pronunciase imperfectamente. Los que vivían en un mismo barrio iban a casa del maestro de música, recorriendo modestamente las calles desnudos y en buen orden, aunque la nieve cayese tan espesa como la harina del cedazo; después se les enseña el canto “Temible Palas, destructora de El pedagogo
ciudades”, o el que principia: “Grito resonante a lo
José Garnelo (1866-1944)
lejos”, conservándoles el aire que les habían dado sus antepasados. Si alguno de ellos trataba de
hacer alguna payasada, era inmediatamente castigado con buenos azotes por enemigos de las Musas.”
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M AR Y R EN AUL T (Novelista inglesa; 1905-1983)
AL E XIA S D E AT E NA S
Desayuné, llamé a mi tutor, y partí para la escuela. Podéis imaginar que tuvimos mucho de qué hablar por el camino. Mi tutor era un lidio llamado Midas, que sabia leer y escribir; era un esclavo caro para emplearlo como pedagogo, pero mi padre no era partidario de poner a los niños a cargo de esclavos que no sirven para nada más. Midas había estado ahorrando durante algún tiempo para comprar su libertad, copiando discursos para los tribunales durante su tiempo libre; pero había costado mucho dinero, creo que diez minas, y no había reunido aún la mitad. Últimamente mi padre le había prometido que si cuidaba bien de mí hasta que yo cumpliera los diecisiete años, le daría la libertad como ofrenda a los dioses.
(…)
Aquel año, en las fiestas de Dioniso, mi padre nos llevó a mi madre y a mí al teatro. Le gustaba mucho el poeta autor de la obra, porque se burlaba de los sofistas y de los demócratas y de cuantos querían subvertir la Ciudad con algo nuevo. Cidila nos acompañó para cuidar de mi madre, y Sostias para llevar los cojines; mi padre le dio dos óbolos para que asistiera a la representación. El día era claro y hermoso;
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unas pequeñas nubes cruzaron sobre el teatro, empujadas por el viento hacia el mar. Mi madre y Cidila fueron a los asientos reservados para las mujeres. Llevaba un par de aretes nuevos, de oro, que mi padre le había regalado, de los cuales pendían unas hojitas que temblaban al volver ella la cabeza. Los asientos estaban ya llenándose. Las pieles de cabra y las ropas sin teñir de los trabajadores, en los bancos de la parte alta, y los brillantes colores en los asientos más bajos, daban al conjunto el aspecto de una gran flor, apoyada contra el flanco de la Ciudad Alta, en un cáliz de hojas secas. En la actualidad a menudo me pregunto por qué asisto aún a la representación de las obras de Aristófanes, cuyas manos están manchadas, si las palabras pueden manchar las manos que las han escrito, con la sangre que me era más querida en la tierra. Ese día fui con desgana, a causa de sus burlas de Sócrates, que todos repetían. Sin embargo, en aquella comedia había un canto sobre los pájaros, tan hermoso, que le cosquilleaba a uno la nuca. Cuando Aristófanes canta, hace su propio cielo y tierra; lo bueno es aquello que él elige, y donde él coloca sus altares descienden los dioses. Plutón dice que a ningún poeta debiera permitírsele hacer eso; y ahora es demasiado distinguido para discutir con él. Sea como fuere, Aristófanes no ganó el premio aquel año. Fue otorgado a una comedia titulada Los ebrios jaraneros, que suscitó gran furia en el auditorio contra los profanadores de hermas y blasfemos. Esperábamos a mi madre afuera, cuando un hombre se acercó. -Me quedé para decirte, Miron, que tu esposa ha regresado a tu casa. Pero no estés ansioso; mi propia esposa la ha acompañado, y dice que no es nada grave. Debe saberlo, pues ha tenido ya cuatro. El hombre sonrió y mi padre le dio las gracias con mayor calidez que la que le demostrara al principio. -Bien, Alexias -dijo-. Vamos, pues, a casa. Estaba muy animado durante el camino de regreso, y hablaba de la comedia. No recuerdo lo que le contesté. Entró a ver a mi madre y yo quedé solo.
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Busca en bibliotecas o internet… Renault, Mary- Alexias de Atenas
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Para saber más… Jaeger, Werner- “Paideia” Libro I (Fondo de Cultura Económica; México, 2001) http://investigayaprende.wordpress.com/webquest/1%c2%ba-eso/ciencias-sociales/la-vida-en-grecia/ http://www.artehistoria.jcyl.es/civilizaciones/videos/230.htm http://www.laguia2000.com/edad-antigua/143 http://www.oya-es.net/reportajes/pericles.htm http://www.300spartanwarriors.com/