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que casi siempre nos introduce a cualquier cuento. A un mundo de ensueño donde la palabra, los sonidos ... no leían cuentos, les narraban anécdotas so...

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La emocionante historia de los “abuelos cuenta cuentos”

La emocionante historia de los “abuelos cuenta cuentos” Esta es la historia de un grupo de adultos mayores argentinos que han recibido el apoyo del estado y de la empresa privada con el objeto de ser capacitados en el hermoso y atrayente arte de contar cuentos. Así, estos abuelitos han podido llegar a niños y adolescentes de diferentes escuelas rurales, de frontera y también urbanas. La gran cualidad de estos “viejitos”es que poseen la chispa propia de quienes saben mantener a un grupo de personas atentas y entretenidas frente a un buen libro.

“H

abía una vez...” es la frase mágica que casi siempre nos introduce a cualquier cuento. A un mundo de ensueño donde la palabra, los sonidos y los gestos animan al oyente a viajar e imaginar hechos y protagonistas. “Contame un cuento abuelita”, es la invitación a la imaginación que hacen los niños. Y aunque este oficio ancestral parece haberse perdido en una sociedad tecnificada y multivisual, todavía hay gente que goza de la palabra hablada y hace del encuentro en la narración, un camino insospechado de comunicación afectiva. Lucy y Miguel tuvieron dos historias de vida diferentes. Lucy Yáñez (77) asistió a un colegio de monjas alemanas ubicado en Puerto Octay, a orillas del Lago Llanquihue, en el sur de Chile. Allí conoció las letras y la ensoñación que despiertan los libros. Miguel Hamerszlak (83) hijo de judíos polacos que llegaron a la Argentina después de la Primera Guerra Mundial, tuvo una infancia dura, llena de

estrecheces. Aunque sus padres no leían cuentos, les narraban anécdotas sobre su juventud en Europa. Miguel aprendió a hablar el castellano a los cuatro años, después del idish. Hoy, luego de una extensa y rica experiencia de vida junto a Susy, su esposa, y Lucy, el alma máter del grupo integrado por 42 abuelos, participan de las actividades del “Centro de formación de mediadores de lectura”. Con la sonrisa en los labios llegan a las escuelas donde son esperados por pequeños del primario o adolescentes, invitados por las mismas comunidades. ¿Y cuál es el secreto para mantener la atención de los chicos?, les pregunté. Obviamente, mi interrogante tiene que ver con el hecho de que los niños de hoy se mueven más en el mundo de la imagen que en el imaginario. “Hay que tener mucha chispa para contar el cuento. Tiene que ser atractivo, que haga reír o que

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haga llorar”, dicen ellos. Según agregan, lo importante es conocer el nivel intelectual del grupo, la edad, en qué grado escolar están, entre otras cosas. “El trabajo de los maestros es muy importante también porque deben prepararlos antes de nuestra visita. Esto es esencial para que tengan una expectativa de escucha”, dice Lucy. Colmos y adivinanzas Y si narrar es un arte, también puede entonces enseñarse. Así llegó a este grupo Susy Zaidenberg (75), esposa de Miguel Hamerszlak. Venía de Buenos Aires junto a su marido, a la ciudad de Mendoza donde vivía su hija. Ella posee cierto grado de sordera, pero pese a esa condición, igual participó de los talleres de narración. En un principio, Miguel se resistía a acompañarla ya que era el único hombre entre quince mujeres. Pero finalmente cedió y se “enganchó”. Ahora ríe y hace reír en las aulas con adivinanzas y “colmos”, que son aquellas preguntas sencillas que disparan respuestas disparatadas, llenas de humor: “¿Cuál es el colmo de un doctor? Que sus hijas se llamen Dolores y Remedios”. Sin embargo, cuando era chico, Miguel no supo del deleite en las letras ni en el cuento. Desde que era niño tuvo que trabajar al lado de su padre. A lo largo de su vida logró progresar económicamente, vivió diversas

crisis financieras y finalmente en el año 2002 decidió vender su empresa. “Quería cambiar de vida y al venir a Mendoza todo fue diferente. Lejos de la ajetreada vida de Buenos Aires, donde había escuchado mucho por radio a Héctor Gagliardi, un poeta costumbrista que relataba cosas sencillas de gente de barrio”, rememora.Y agrega que aún recuerda historias como “La chica de 15”, “La abuelita” o “El primer novio”, que fueron algunos de tantos títulos de relatos increíbles por su ternura y sencillez. Ahora, muchísimos años después, Miguel aprendió a achicarse entre los niños y sentarse a la misma altura. A tal punto que “el otro día los chicos me tuvieron que ayudar a levantarme del piso”, decía entre risas. Cuentos y recuerdo

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“Las monjitas nos hacían leer mucho”, dice Lucy. “Los cuentos que más me gustaron durante mi niñez fueron los de los Hermanos Anderson, pero además recuerdo con entusiasmo ‘El flautista de Hamelin’, entre otros”, afirma. Esta chilena, avecindada ya hace muchos años en la Argentina, sostiene que también le apasionaba leer la vida de los reyes de Europa y de Eva Perón, la esposa del ex Presidente

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Juan Domingo Perón.“Me atraían las novelas de amor que leía en las noches después de acostarme con una vela debajo de las sábanas. Si mi madre me descubría, yo le decía que “la schwester” (hermana en alemán) nos había dado lectura para la casa”, se ríe. Por su parte, Susy recuerda también con nostalgia su infancia. “Ni Miguel ni yo logramos compartir nunca con nuestros abuelos”, señala. “Llegué a Argentina a los 10 años; mi madre era rusa y lo más importante para la mujer en aquella época, era lavar, planchar y hacer las tareas del hogar. Por eso, a la noche debajo del acolchado de plumas, me escondía para leer los libros de la época como ‘La dama de las camelias’ o ‘Los Tres Mosqueteros’.¡Esto de pararme ahora delante de los chicos y decirles ‘soy la abuela Susy’ me llena de felicidad!”.

de narrar, un oficio olvidado”. Y eso es verdad: hay algo misterioso que crea ese ambiente especial de encantamiento. Los abuelos lo saben y se capacitan continuamente en talleres literarios donde aprenden nuevos relatos. En la actualidad el grupo de narradores mayores llega a más de cincuenta escuelas de Mendoza y a 12 rurales que apadrina la Empresa Distribuidora de Electricidad de Mendoza S.A. (EDEMSA). “Los cuentos de las abuelas nos matan de risa, pero también nos parten el corazón”, dice una de las tantas cartitas que reciben de los niños agradecidos. Bien se ha dicho: “Las palabras oídas tienen para los niños olor, sabor y color” y todavía hay historias que quieren ser contadas. Y como diría mi abuelita: “Colorín colorado, este cuento ha terminado…”

Los títulos más pedidos “El negrito Epaminondas”, “Garabato va, garabato viene” o “Uvas en los ojos”son algunos de los títulos con los que los abuelos narradores alientan la imaginación creadora de los chicos o el despertar al amor de los adolescentes. Lucy dice que ve a los niños y ¡ya sabe cuál de todos les va a gustar! “La voz es la única ilustración que se exige al narrador”, dice Dora Pastoriza de Etchebarne en su hermoso libro “El arte www.veintemundos.com - La revista para mejorar tu español

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Desde 2008 en la Argentina El programa “Abuelas y Abuelos Lee cuentos” forma parte del Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación de la Nación. El objetivo es convocar y organizar a voluntarios que tengan deseos de dedicar parte de su tiempo libre para leer a los niños. Esta invitación va más allá del nombre “abuelas y abuelos”, ya que se puede integrar cualquier persona. En la actualidad funcionan grupos en Buenos Aires (ciudad) y en las provincias de Berisso, General Villegas, Ituzaingó, Lanas, Luján. El programa también está presente en otras partes del país: Comodoro Rivadavia, Puerto Madryn, Mendoza, Esquel; Concordia, Urdenarrain; Corrientes, entre otros. En cada ciudad, se realiza una capacitación que brinda las herramientas fundamentales para comenzar a leer en las escuelas o en distintos lugares. Se organizan y planifican reuniones mensuales, se habla de libros, se distribuyen publicaciones editadas por el Plan Nacional de Lectura, se planifican talleres de lectura en voz alta y se conecta a los nuevos integrantes con los referentes de lectura de cada lugar.

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