LA INGENIERIA Y EL COMPORTAMIENTO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES Ing. José Luis Roces Consejero Académico del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) Keywords: Ingeniería, sociedad, comportamiento, competencias, liderazgo. Resumen Se describe a la ingeniería como actividad humana y su impacto en la evolución de la sociedad. La ingeniería nace de la necesidad de supervivencia y el crecimiento de los hombres y con ellos construye bienes que permiten el desarrollo de la sociedad. La Revolución industrial constituyó un cambio trascendente para la profesión de los ingenieros. Junto con la importancia creciente de la productividad, la aparición del “management” o teoría de la dirección impulsaron la creación de una nueva especialización como la ingeniería industrial. Su desarrollo en Estados Unidos sirvió de referencia para la adaptación de los planes de estudio en la Argentina. El Ing. Gerardo Lasalle fue un impulsor de los cambios y referencia para la nueva orientación. Con el tiempo transcurrido y la importancia que tiene la ingeniería en la sociedad moderna, se plantean los desafíos de formación actuales. La incorporación del desarrollo de nuevas competencias sistémicas que sirvan a la integración con otras disciplinas y el desarrollo de la capacidad de liderazgo, permitirán que la ingeniería contribuya a resolver los problemas de la sociedad actual, que requieren un marco ético, político y social como complemento a las soluciones tecnológicas.
Presentación La evolución del hombre: sus necesidades de sobrevivencia y crecimiento Formo parte de los que describen el origen del hombre como resultado de una efectiva evolución genética, proveniente de un proceso adaptativo al medio, que se produjo a lo largo de millones de años. Pero la esencia de esta transformación reside en un órgano básico: el cerebro. Todo el proceso de “hominización”, que permitió transformarse al hombre desde un mamífero insectívoro a su forma actual, está ligado a los cambios en la estructura nerviosa cerebral; con transformaciones en su sistema olfativo, su dominio del lenguaje verbal simbólico, la capacidad de “dirección u orientación voluntaria” generada en su córtex prefrontal y el desarrollo de su conciencia personal. (Roces, 2011) La humanidad es la consecuencia de una progresiva acumulación de hechos, cuyo origen es la capacidad de generar comportamientos diferenciados originados en nuestros cerebros. La humanidad como hecho cultural, es la resultante de la evolución de la capacidad cerebral de los seres humanos. La ingeniería, como actividad humana, evolución.
tiene un protagonismo esencial en esa
Sobrevivir, es el primer deseo de una persona y fuente de la existencia de todo ser humano. Hace 400.000 años para el Homo Erectus, el dominio del fuego fue la base para su alimentación y la sobrevivencia era una respuesta de carácter biológico. Hoy la sobrevivencia es de carácter socio-económico, para lo cual el cerebro del hombre se ha ido adaptando hasta lograr dominar el lenguaje y la tecnología. Desde el deseo de “sobrevivir” asegurando su alimentación hasta la voluntad de producir e intercambiar bienes y servicios; el cerebro humano ha ido mutando sus criterios de valor, como consecuencia de complejos cambios culturales. El fuego fue un recurso productivo y defensivo; con ello mejoró la capacidad de alimentación y de perpetuación de la especie, al evitar el ataque de los animales. Al asegurarse esa forma elemental de sobrevivencia, se abrió la posibilidad de pensar en su crecimiento. En esta necesidad de crecimiento, el hombre dio origen a la creación de los “artefactos”. Todo aquello que nace de su imaginación y del pensamiento del ser humano, aquello que no existe en la naturaleza. Hoy vivimos rodeados de artefactos, creaciones humanas resultantes de su ingenio. El hombre para crecer, sin saberlo todavía, se transformó en “ingeniero”. Usando su ingenio, su potencial cerebral. Mostrando su capacidad de crear, de transformar la naturaleza y por ende de desarrollarse en base a la producción de lo “artificial”. La creación de “artefactos” actuó como facilitadora de la sobrevivencia. La ropa, la maza, la rueda, la escritura, la siembra, la construcción de viviendas, el camino, la agricultura, todas son manifestaciones de la mente humana, trasformadas en artificios creativos que garantizan la sobrevivencia y permiten el crecimiento. Estas creaciones como manifestaciones de la vocación ingenieril del hombre primitivo, fueron resultado de su acción en comunidad. Son muestras de la cooperación y de la acción colectiva. La sobrevivencia y el crecimiento del hombre siempre han requerido dos cosas: la capacidad para generar “artefactos” y gente para su construcción. Lo individual y lo colectivo, absolutamente inseparables, explican la evolución humana. La Historia de la ingeniería Se reconoce, que a pesar de las manifestaciones tempranas de la ingeniería en el comportamiento humano primitivo, su desarrollo se inicia con la era agrícola (Año 8000 a.C.) , cuando los hombres dejaron de ser nómades y vivieron en lugares fijos para poder cultivar la tierra y criar animales que le servían de alimento.(UNESCO,2010) Hacia el año 4000 a.C., con los asentamientos alrededor de los ríos Nilo, Éufrates e Indo, aparecen poblaciones estables y comunidades en crecimiento.
Con ello la primera demanda de ingeniería fue la protección de las mismas, creando “muros protectores”. Luego la necesidad de asegurar las cosechas, plantearon la conveniencia de mejorar la “irrigación de los terrenos”. Esas mejoras hicieron atractivas su conquista por otras comunidades y con ello los primitivos “ingenieros civiles”, personas dedicadas a construir artefactos que aseguraban la sobrevivencia, se transformaron en “ingenieros militares”; pensando no sólo en como crecer sino como defender propiedades y poblaciones. En cada cultura hay numerosas muestras de esas acciones, obras que en muchos casos han trascendido en el tiempo, y hoy son “maravillas de la humanidad” y lugares turísticos por excelencia. En la civilización egipcia, el muro de Menfis y la Gran pirámide de Guiza en reconocimiento al faraón Keops, una construcción de base cuadrada de 230 m de lado y de 146 m de altura. Una proeza de la ingeniería y que se estima se construyó en un período de casi veinte años. En la Mesopotamia, región al norte del actual Irán, en el delta de los ríos Tigris y Eufrates, los sumerios construyeron murallas para ciudades y templos y canales de irrigación de sus tierras. La ciudad de Babilonia, es el mejor ejemplo de esas construcciones y de esa evolución que se transformó en centro de la civilización. Luego fue conquistada por los asirios, un pueblo guerrero, que aprovechó esa primitiva capacidad de ingeniería existente para construir las primeras armas usando el hierro, creando los carros de asalto y el ariete, una viga gruesa con una cabeza metálica que se usaba para abrir una brecha en las murallas rivales. Hacia el 1.400 a.C, el foco de la civilización pasó a Grecia, primero en la isla de Creta y luego en Mecenas. Allí se perfeccionaron las formas constructivas que existían en Medio Oriente. Con el tiempo se mejoró el conocimiento de la geometría y la construcción de la Acrópolis, donde sus vigas de mármol estaban reforzadas con hierro forjado, un imponente antecedente constructivo de la historia. El Partenón, primer templo con sus formas curvas, obra de los “arquitectos” griegos: Fidias, Ictino, Calícrates y Pheidias. Con los griegos, Platón, Aristóteles y Arquímedes se sientan las bases de la ciencia que luego serán utilizadas tanto por los físicos como los ingenieros. Los romanos avanzaron fuertemente en el dominio de los materiales pasando de la argamasa al hormigón y con ello generaron obras de ingeniería de orden civil: caminos, acueductos, puentes, edificios, construcciones que en el tiempo le permitieron consolidar un imperio, donde se podían trasladar y vivir con protección y seguridad, como nunca había ocurrido en el pasado. La manifestación más imponente de esas obras es la Via Apia, que en su origen tenía una extensión de 212 km, y que conectaba el Foro romano con la ciudad de Capua, cerca de Brindisi, puerto que conectaba con el Medio Oriente. La infraestructura de caminos fue una manifestación singular de la civilización romana, pero la más importante representación de su capacidad de ingeniería, fue la construcción de acueductos. La caída de Roma se describe como el fin de la Era Antigua. A ella le siguió un largo período, donde la ciencia y la ingeniería fueron presa del “oscurantismo” de la Edad Media. Esa decadencia occidental, nos llevaría a seguir esta historia mirando a Oriente. Y allí encontraremos una vez más el esplendor de las construcciones bizantinas de Estambul, los templos de la India y las
construcciones en China. Sólo el aporte del genio de Leonardo Da Vinci, reubica en la evolución de la Ingeniería occidental, ya por el 1500.
nos
Este relato histórico, ¿Qué nos demuestra? Varias cosas. Una, que la evolución de la civilización y la sociedad siempre estuvieron acompañada de los avances y creaciones del intelecto, entre ellas, las obras de ingeniería. Segundo, que la ingeniería es emergente y constituyente del desarrollo humano. Esto lo vimos en los ejemplos de la antigüedad y lo comprobamos en el presente. Cada evolución política, económica y social está acompañada de “artefactos” que resultan ser manifestaciones de la creación del ingenio humano. Finalmente, los resultados de la ingeniería son obras del comportamiento humano. No hay obra de ingeniería, que no sea la resultante de un grupo de hombres. No hay proyectos de la individualidad. Cuando estos aparecen, son obras de arte, pero no de ingeniería. La ingeniería es una resultante de la labor conjunta de los hombres. Por ello desde mi convicción, no es viable pensar en un ingeniero que no contemple en su formación y en su desempeño la imperiosa necesidad de comprender el comportamiento humano, como la esencia de su acción creativa. La ingeniería y la organización de los hombres. De este breve relato histórico surge otra evidencia obvia, que hay una relación permanente entre la obra de ingeniería y la necesidad de considerar desde el diseño hasta la ejecución, las capacidades humanas que la harán viable. En las construcciones primitivas, el hombre era “un recurso”. Aportaba energía física para mover o transformar los materiales disponibles. Con el tiempo se demandó una habilidad expresada en un oficio y luego más cercano al presente al ser humano se lo considera en su capacidad plena, como suma de conocimientos, habilidades, actitudes, valores y formas de procesamiento mental. Esta evolución en la consideración del hombre en su trabajo, ha tenido su respuesta en el desarrollo de las disciplinas que estudian el comportamiento humano como la antropología, la psicología, la sociología y la ergonomía. Sin embargo a pesar de esta evidencia, por muchos años, tanto la formación como la actividad profesional de los ingenieros estuvieron alejadas de la interpretación del comportamiento humano. Esta condición, ha llevado a la creencia generalizada que detrás de un ingeniero se esconde un individuo calculador, insensible, súper racional y nada emocional. Esta descripción de carácter universal recoge una evidencia, generada por años, donde se concibió la capacidad del ingeniero centrada en el diseño y el cálculo y se dejaba en manos de otras profesiones u oficios, la ejecución de las obras que aquel pensaba. Esta disociación y alejamiento entre el pensar y el hacer, está reafirmada en la formación y la práctica profesional del ingeniero “tradicional”. Pero ello es una subestimación de la profesión. Me resulta difícil imaginar la gestación de las obras monumentales que los egipcios, sumerios, griegos o romanos
nos dejaron, pensando que fueron fruto de ingenieros (o arquitectos de la época), que estaban lejos de la obra o sin contacto con la gente que tenía que construírlas Si bien esa lejanía es inexplicable, es admisible imaginar –que en esa época- la relación interpersonal, se basaba en la sumisión (en casos extremos como la esclavitud) o en la obediencia absoluta, como única respuesta de los hombres que estaban a cargo de la ejecución. No era lejanía, sino comúnmente desconsideración o maltrato. Esta tradición, se acrecentó en la Era feudal, y en la Era industrial. Su persistencia en el tiempo, fue la generadora de los procesos sociales de reivindicación, que dieron origen a los sindicatos y los partidos políticos afines al laborismo y al socialismo. En el mundo moderno, la sumisión en el ambiente laboral ya no es viable y por ello hoy es imprescindible una capacidad comunicacional y de relación interpersonal en el ingeniero moderno, que en el pasado no era frecuente. La ingeniería es “creación humana”: combina ideas, conceptos, cálculos y los transforma en proyectos para generar artefactos útiles a las personas. Por ello es el resultado de una creciente relación humana, entre los que diseñan, dirigen y construyen. La ingeniería nace de la necesidad de supervivencia y el crecimiento de los hombres, y con ellos construye bienes que permiten el desarrollo de una sociedad. La definición del ingeniero como profesión “Persona que ejerce la ingeniería” “Hombre que discurre con ingenio, las trazas y modos de conseguir o ejecutar algo” (RAE) El ingeniero no es un inventor, no es un científico, no es un investigador, aunque puede ser todo ello, si cambia su rol básico. ¿Qué se espera de un ingeniero?: Que aplique un conjunto de conocimientos científicos, técnicos y sociales, para crear, mejorar, mantener e implementar obras y procesos, que permitan resolver las necesidades de la sociedad. La historia nos ha demostrado, que esas necesidades de la sociedad, llevaron a que la profesión evolucionara desde lo “defensivo–militar” a focalizarse en la actividad civil. Las primeras escuelas de ingenieros en Europa, nos conectan con la Escuela de Minería y metalurgia de Freiberg, Alemania (1702), con la Universidad técnica checa de Praga (1707) y la École Nationale de ponts et chaussées de Paris, Francia (1747), instituciones formadoras de ingenieros que debían dar respuestas a las demandas crecientes de una sociedad que se iba transformando de rural a urbana (UNESCO, 2010). La aparición de la Revolución Industrial, desde 1750 hasta principios del 1900, constituyó un cambio trascendente para la profesión de los ingenieros. La expansión de las carreteras, del ferrocarril, de la mecanización en la industria textil, el dominio creciente de los procesos siderúrgicos y el crecimiento de la
minería de carbón, permitieron que Gran Bretaña, pasara a dominar a través de sus ingenieros muchas de esas transformaciones, y en poco tiempo lograra consolidar un imperio, transformándose en la primera potencia capitalista del mundo. A la que le siguieron Francia, Alemania, Bélgica y más tarde Italia, Austria, Rusia, Estados Unidos y España. En todas ellas la ingeniería, como profesión, fue un factor decisivo para el desarrollo. La urbanización se aceleró con la industrialización, promoviendo la aparición de grandes conglomerados fabriles: Manchester (Inglaterra) con la producción textil, Essen (Alemania) con el acero, Lille (Francia) con la producción de carbón, entre muchas otras. En todos los casos, la demanda profesional del ingeniero creció y se articuló sobre la base de las orientaciones clásicas de la ingeniería civil y la ingeniería mecánica. Con estas transformaciones se fue gestando una ampliación de la profesión. Las nuevas empresas industriales reclamaban un ingeniero que a sus competencias de cálculo y diseño, agregara capacidades de dirección de grupos humanos que se organizaban detrás de las producciones en serie. Los problemas técnicos eran acompañados de problemas sociales y laborales, con los cuales los ingenieros civiles tradicionales se tenían que enfrentar por primera vez. Estaba en marcha una transformación importante para la ingeniería, la necesidad de formar un ingeniero con perfil industrial. No era solo un problema técnico ni social, aparecía por primera vez una clara necesidad de combinar la ingeniería con la economía, el cálculo de costos y la organización de las tareas. Además de comprender la dimensión de las inversiones y su rentabilidad. El capitalismo creciente había generado un nuevo lenguaje para interpretar el producto del trabajo humano y los ingenieros se mostraban potencialmente aptos para su dominio. La aparición de la Teoría General de Dirección Con la Revolución Industrial, la forma de agrupamiento de los hombres, la necesidad de intercambio e interacción entre productores y compradores se volvió más intensa y la organización política de la sociedad definitivamente cambió. Las instituciones se modificaron y en especial la aparición de la empresa industrial, provocó alteraciones en la vida social de significación. Las relaciones se tornaron más “dependientes” y sincronizadas y la necesidad de capacidades de dirección estalló como no había ocurrido anteriormente. Hasta casi 1750 todas las empresas de gran escala eran gubernamentales. El famoso Arsenal de Venecia era del Estado, como también las “manufacturas” destacadas, como las fábricas de porcelana de Meissen y Sevres, eran del gobierno. Pero ya en 1830 la empresa privada comenzaba a dominar en Occidente y cincuenta años más tarde a la fecha de la muerte de Marx en 1883, la empresa capitalista privada se había difundido por todas partes con excepción de algunas regiones de Asia y de África. La invención de la máquina de vapor como fuente energética para la producción ocurrida en 1776 por iniciativa de James Watt, y el desarrollo de un nuevo marco de ideas, como las propuestas por Adam Smith en la obra “La riqueza de las
Naciones”, fueron generando una conjunción de conceptos y creencias que enmarcaron lo que hoy conocemos como el “capitalismo”. En pocos años más, se produjeron cambios sociales trascendentes con la incorporación de una importante masa laboral a las organizaciones productivas, la creación de las clases medias y la transformación de las universidades en ámbitos de formación no restringido sólo a las élites. (Drucker, 1993) Época de invenciones, de emprendimientos y de conflictos sociales derivados de las implícitas contradicciones del capitalismo y de la aparición del proletariado y el crecimiento de los sindicatos. Reivindicaciones naturales y propias del ser humano, que para Frederick Taylor, un “ingenioso” americano, tenían una única respuesta: cambiar las formas de trabajo para aumentar la productividad laboral y en base a ello lograr una fuente genuina de mejora de los salarios y una mejora en la distribución. La importancia de la “productividad” en el resultado de una actividad empresarial, dio origen al “management”, como disciplina básica de la dirección de las instituciones, que con el tiempo se constituyó en una componente esencial del capitalismo. (Drucker,1970) La Teoría General de la Dirección ó Management, nació de una necesidad social y fue en sus inicios el fruto de la mente de dos ingenieros; el mencionado Taylor en EE.UU. y Henri Fayol, en Francia. La filosofía de Taylor buscaba lograr un equilibrio y armonía entre trabajadores y dueños. A pesar de ello generó discordias por la abusiva aplicación de los “estándares de producción”, por parte de los dueños de las plantas, que exigían incrementos físicos y monotonías que no eran admisibles para los obreros y los sindicatos. Desconocían los criterios básicos de carga de trabajo y recuperación física, que estaban explícitos en la definición de los “Métodos” de Taylor. El avance de los trabajos de Gilbreth, Emerson, Gantt y Maynard –todos ingenieros- en años posteriores, puso orden y razonabilidad, dando origen a la denominada “administración científica” y el “estudio de métodos y tiempos”, base de la organización del trabajo en todo el mundo. En Francia, Henri Fayol , se focalizó en el diseño de la estructura organizativa y en su libro ”Administration Industrielle et Générale”, publicado en 1916, propuso las funciones básicas que toda empresa bien organizada debía disponer, como también cuales eran las actividades que todo administrador debía realizar. Si bien Taylor es considerado el precursor del concepto de productividad, Fayol es reconocido como el padre de la administración. Ambos autores son conocidos como los “fundadores” del management, pues ellos establecieron las bases para los desarrollos posteriores, que en algo más de cien años, la transformaron en la disciplina básica de todos los directivos en el mundo. Una vez más, la ingeniería no estuvo ajena a encontrar soluciones a los problemas de la sociedad derivados de la Revolución Industrial.
El management o la llamada Teoría General de la Dirección, nació de la iniciativa de los ingenieros, con el objetivo de encontrar equilibrio y organización en los lugares de trabajo. Aunque, contradictoriamente, en la opinión pública, los ingenieros, seamos identificados por estar solo centrados en las ecuaciones y alejados de los problemas humanos de la sociedad. La creación de la Ingeniería Industrial Todas las fuentes acuerdan que esta rama de la ingeniería, nace del impacto de la Era industrial, y es la consecuencia de la creciente importancia que generó la necesidad de resolver los problemas técnicos y organizativos en las plantas industriales. Si bien ello comenzó a ocurrir a mediados del siglo XVIII, recién en 1909, se registra el primer curso con la denominación específica de Ingeniería Industrial en la Pennsylvania State University y casi veinte años después, la Cornell University otorga el primer doctorado en ingeniería industrial a Ralph M. Barnes, destacado precursor de la especialidad. Esta respuesta educativa tardía, explica desde el comienzo las dificultades en comprender por la sociedad y por los ámbitos académicos, el alcance de esta especialidad dentro de la ingeniería. Hasta ese momento, todo hace pensar que el primer siglo de la Era Industrial, estuvo apoyado desde la ingeniería en el diseño y construcción de máquinas e instalaciones, propiciada por un conjunto de inventos, pero postergando toda consideración sobre las necesidades humanas y los aspectos económicos que surgían de las decisiones en el uso de los distintos recursos productivos. Recién después de 1930, la obra fundacional de los ingenieros de métodos y de organización del trabajo, tomó relevancia. Se reconoció que al enfoque básico de la tecnología de transformación (materiales y máquinas), propio de la Ingeniería tradicional, había que incorporarle un conjunto de técnicas y prácticas, con aportes de la psicología, la sociología, la economía y la contabilidad que daban origen a una nueva ingeniería. La Ingeniería industrial se basa en la tecnología de los procesos y a ella le incorpora la “tecnología de gestión” para hacerlos más efectivos, confiables y económicos. Una muestra de ello es una breve e incompleta reseña de los aportes aparecidos desde 1930 hasta el 2000, que han sido ya incorporados al conocimiento y la profesión de los ingenieros industriales en el mundo. Aportes a la Ingeniería Industrial Los siguientes aportes han influido en el desarrollo de la Ingeniería Industrial:
1930. Técnica de prevención de defectos - Leonard A. Seder
1931. Cuadros de control - Walter Shewhart
1932. Ingeniería de métodos - H.B. Maynard
1943. Diagrama causa-efecto - Kaoru Ishikawa
1947. Efecto Hawthorne - George Elton Mayo
1947. El método Simplex - George Bernard Dantzig
1950. Calidad “control estadístico de procesos” - William Deming
1950. Taichi Ohno-Sistema de Producción Toyota
1951. Administración por Calidad Total (TQM) - Armand Feigenbaum
1955. Diseño de experimentos - Genichi Taguchi
1958. Técnica de Revisión y Evaluación de Programas (PERT) – Dto Defensa (USA)
1960. Sistema SMED - Shigeo Shingo
1960. Diagrama de afinidad - Jiro Kawakita
1960. Ingeniería estadística - Dorian Shainin
1966. Círculos de calidad - Joseph Moses Juran
1967. Administración de la mercadotecnia - Philip Kotler
1969. Administración moderna - Peter Drucker
1970. Sistema de Mantenimiento Productivo Total - Seiichi Nakajima
1972. Sistemas socio-técnicos - Russell Ackoff
1979. Estrategia competitiva - Michael Porter
1980. Cero defectos - Philip B. Crosby
1980. Modelo de Kano - Noriaki Kano
1980. Teoría de las restricciones - Eliyahu M. Goldratt
1985. Método Kaizen - Masaaki Imai
1985. Cadena de valor- Michael Porter
1988. Sistema de producción Toyota –Taichi Ohno
1990. Seis Sigma - Mickel Harry
1990. Gestión del cambio-J.P.Kotter
1991. Costeo ABC- R.Kaplan-R.Cooper
1992. Balanced Scorecard - Robert S. Kaplan
1993. Benchmarking estratégico- G.H.Watson
1993. Procesos de reingeniería - Michael Hammer
1994. Competencias centrales- C.K.Prahalad – G.Hamel
1995. Las disciplinas del valor- M.Treacy –F.Wiersema
1998. Cadena de suministros- A.T.Kearney
Todas estas técnicas, que hoy componen una “tecnología de gestión de procesos”, son ejemplos del aporte de la Ingeniería Industrial a la solución de los problemas de la producción de bienes y servicios. Su aplicación efectiva requiere no solo de conocimientos específicos, sino que combinan la necesidad de entender lo que ocurre en el proceso de transformación de una industria, partiendo desde las bases técnicas, incorporando los factores económicos y por sobre todo, interpretando el comportamiento humano para hacer efectivas las decisiones que surjan de esos análisis. La ingeniería industrial, no solo apareció para dar respuesta a las demandas de organización de las plantas industriales, sino que en el tiempo fue responsable de generar una tecnología para asegurar el crecimiento de la productividad y la competitividad de las empresas. Ello requirió cada vez más, que los primeros ingenieros industriales, tuvieran que incorporar muchos conocimientos nuevos a su formación de base, en especial de economía, estadística, investigación operativa y de dirección y organización de empresas. La Segunda Guerra Mundial, fue el escenario dinamizador de todos los aportes que la Ingeniería Industrial. Muchos afirman que gran parte del éxito aliado, estuvo fundamentado en la mejora significativa de la productividad americana, en la producción de equipamiento militar y de transporte. Esto puede haber sido así, pero lo cierto es que el proceso de reconstrucción tanto de Europa como de Japón, estuvo guiado de la mano de muchos ingenieros americanos que difundieron las técnicas productivas en los ámbitos fabriles de esas regiones. De la mano del Plan Marshall se produjo la más importante transferencia deliberada de tecnología de gestión de procesos que registra la humanidad en tan corto tiempo. En esos años, las definiciones de la nueva especialidad de la ingeniería, ya tenía estos alcances: -“Ingeniería industrial es el enfoque de ingeniería que aplicado a todos los factores, incluyendo el factor humano, se focaliza en la producción y la distribución de bienes y servicios” (Maynard, 1953) - Ingeniería Industrial es el diseño de situaciones para la coordinación efectiva de hombres, máquinas y materiales, con el propósito de obtener resultados deseados en una forma óptima .Se diferencia de otras ingenierías en la consideración del factor humano, junto con los aspectos técnicos de la situación, y la integración de todos los factores, que influencian a esa situación” (Leher,1954) Como una rama de la Sociedad de Ingenieros Mecánicos (SME), en 1948 se creó la Asociación de Ingenieros Industriales (AIIE) que al poco tiempo de creada acordó una definición tal como: - “ingeniería Industrial se dedica al diseño, la mejora y la instalación de sistemas integrados de hombres, materiales y máquinas. Ella requiere conocimiento y habilidades de matemática, física y ciencias sociales, junto con la aplicación de principios y métodos del análisis y diseño de ingeniería, que se usan para
especificar, predecir y evaluar los resultados que se obtienen de esos sistemas” (AIIE, 1955). Estas definiciones nos sirven para afirmar ciertas consideraciones. Desde su origen la ingeniería industrial se transformó en la primera rama de la ingeniería que “formalmente” reconoció al factor humano como parte de un sistema integrado. Este concepto de “integración” provocó un cambio en la consideración de los factores productivos. Las máquinas y los materiales que por siglos habían sido el centro de atención de la profesión, pasaron a compartir su foco con la importancia del ser humano dentro de la producción de “artefactos”. Esta visión, compartida desde el origen y formalizada 50 años después de la creación de la carrera, además reconocía la existencia de un enfoque “sistémico”, como conjunto integrado e interaccionante de factores y dejaba atrás el enfoque clásico “mecanicista” que dominó las corrientes de pensamiento humano por siglos. En el pensamiento mecanicista, prevalece la linealidad de la causa y el efecto, en cambio el pensamiento sistémico, parte de la existencia de la multicausalidad y del efecto reforzador de los efectos sobre las causas. El mecanicismo asume al hombre como un “ser racional”, lógico. El sistemismo reconoce en el hombre una integralidad de “ser racional y sensible”, y destaca su emocionalidad. Con estas diferencias, se ponía en marcha un rico debate que ha perdurado por varias décadas, pero que hoy ha encontrado su convergencia en el marco de la Teoría de la Complejidad. Los que usamos estos conceptos, con el tiempo hemos aprendido a conjugar los “y” en vez de las clásicas controversias basadas en los “o”. Muchas de las rigideces atribuidas al comportamiento de los ingenieros, subyacen en no haber considerado el potencial que proviene de las condiciones de la bilateralidad de nuestro cerebro. Focalizándose solamente en las respuestas lógicas; cuando como hombres somos seres lógico-emocionales. La Ingeniería industrial responde, desde su creación, a la necesidad de considerar al hombre como una “totalidad” dentro de los sistemas productivos. Si bien ello ha sido una pauta desde su origen no fue fácil, ni lo sigue siendo todavía, lograrlo en la formación y en el ejercicio profesional. La Ingeniería Industrial en la Argentina La Argentina, nunca estuvo ajena a la evolución de los avances y cambios de la ingeniería y por ello es de destacar que en 1935, la Facultad de Ciencias Exactas, Física y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde se formaron los primeros ingenieros argentinos puso en marcha un programa de estudio orientado a la Ingeniería Industrial. Sobre la base del programa existente de Ingeniería Civil , con incorporaciones de materias de química e industrias extractivas y manufactureras y la reducción de materias de construcciones e hidráulica. Fue precisamente, entre otros destacados precursores, el Ingeniero Gerardo Lassalle, quien con el tiempo contribuyó decididamente en la transformación de ese plan inicial. En 1958 se reorientó la carrera en forma consistente a las definiciones que para esa época, eran las vigentes en Estados Unidos. Para ello se incorporaron
las técnicas de la medición de la productividad, los conceptos de la organización del trabajo, y de economía, tanto a nivel macro como micro. Esa temprana actualización, todavía no recogía los avances del management (TGD), como ciencia separada y mucho menos la incorporación de materias humanísticas que permitieran interpretar el comportamiento humano en su plenitud. Se proponía para los egresados de la carrera, una evidente diferencia con los restantes ingenieros y una competencia creciente con los profesionales de ciencias económicas: contadores y licenciados en administración, que compartían alguna formación similar alrededor del funcionamiento de las empresas y organizaciones. El crecimiento en el tiempo de la matrícula de la ingeniería industrial, demostró la pertinencia de la carrera, que con los años se consolidó en la especialidad de mayores egresados de muchas de las facultades de ingeniería del país. Entre los sesenta y los setenta, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires consolidó su liderazgo en la formación de los ingenieros industriales del país y sus cátedras y planes de estudio fueron la referencia de las demás facultades de la Argentina y de la región. En ellos, a partir de la formación básica en ciencias que debe poseer todo ingeniero, se incorporaron conocimientos específicos de economía, investigación operativa, estadística, organización industrial, y ciencias de la dirección. El perfil original del ingeniero industrial, que hasta esa época estaba representado por las cátedras de industrias, guiadas por los ingenieros: Rene Dubois, Jorge Gaibisso y Francisco Grasso; se complementó con el aporte destacado de los ingenieros Mario Bertoletti, Pablo Maronna, Isidoro Marín, Osvaldo Mermoz y Manuel Solanet, entre tantos otros, que con sus conocimientos sobre los aspectos de la gestión de las empresas, fueron completando el perfil del ingeniero industrial. El ingeniero industrial para esa fecha, se convirtió en un ingeniero con formación en ciencias básicas, mecánica, electricidad, construcciones y materias del ciclo profesional que se dividían entre las de los procesos industriales y las de la gestión de empresas. A partir de los ochenta, la Era industrial va perdiendo su impulso y va dejando su lugar a la llamada Era de la Informática. Se produjo un profundo cambio en los criterios organizativos de producción, y junto con ellos, la hegemonía de las ideas y las nuevas técnicas productivas dejaron de provenir de Estados Unidos y se originaron en Japón, de la mano de los ingenieros orientales, herederos de aquellos profesores que llegaron a sus tierras, luego de la guerra. Este cambio de escenario, estuvo enmarcado por la “globalización” y con ello el factor competitividad pasó a ser la variable crítica de los países en el mundo. El cambio de era y de criterios productivos, junto con la creciente importancia de la informática y la automatización en los procesos industriales, pusieron nuevamente en esa época, una tensión en la formación de los ingenieros.
Se necesitó adaptar la formación y la práctica a las nuevas herramientas informáticas y preparar a los docentes ante un nuevo paradigma: el procesamiento de la información a velocidades nunca imaginadas. La capacidad de cálculo se transformó y en cambio, se aceleró la necesidad de la capacidad de análisis e interpretación. La experiencia de transformación industrial de los ochenta Desde mi trayectoria profesional, la década de los ochenta fue la de mayor impacto en mi formación y experiencia, como ingeniero industrial. Logré una beca del Gobierno de Bélgica, para estudiar “management” o ciencia de la dirección, lo que me permitió tomar cursos en las mejores universidades y escuelas de Europa. Luego completé mi formación en el Oxford Center for Management Studies, con un postgrado en Ciencias de la Dirección. Participé de estudios comparados de productividad de la industria automotriz europea y japonesa y completé una formación en desarrollo organizativo y gestión del cambio, que me resultó esencial en mi trayectoria durante diez años en la transformación industrial de Siderca, la fábrica de tubos de acero sin costura del Grupo Techint. El impacto de los conocimientos recibidos en Europa fue tal que a partir de ello impulsé la incorporación de la informática en la escuela técnica, la enseñanza dual (escuela-empresa), la formación profesional de oficios y técnicos, la incorporación de las disciplinas humanísticas en los planes de estudio de ingeniería, el desarrollo del pensamiento sistémico en los directivos y la aplicación de las técnicas de productividad, a través del mejoramiento continuo en las industrias. Fueron años de trabajo intenso en las plantas industriales de la Organización Techint (por entonces Propulsora, Siderca y luego Siderar), promoviendo cambios en las formas productivas, incorporando la multiplicidad en los operarios, el relevo en el puesto, el trabajo en “islas”, los grupos de mejora de la calidad, del control estadístico de los procesos, de ergonomía aplicada, de “cero accidente”, y de tantas otras prácticas, que permitieron confirmar que los cambios son posibles, aún con argentinos. Como decía un profesor mío de Oxford, John Humble, los argentinos son las personas que más se denigran en el mundo y dudan permanentemente de su capacidad. Sin embargo, 56 acuerdos de mejora de productividad negociados con el gremio y un 230% de mejora de productividad son testimonio de esos fecundos años de transformación y de los logros posibles. ¿Cuál fue la principal lección que recibí? Algo que desde el primer día en que mi abuelo me “invitó” a trabajar en su fábrica, teniendo once años, comencé a aprender. Pero que en mi formación universitaria, nunca me lo mencionaron. El trabajo es una actividad humana. La ingeniería tiene la misión de hacer más efectivo ese trabajo. No hay acciones de la ingeniería que se logren en soledad o aislados, son todos resultados de grupos humanos. Toda idea por creativa o genial que sea, solo se transforma en un hecho innovador y efectivo, cuando se conjugan el intelecto con la voluntad de los que lo tienen que hacer. Por ello se requiere el respeto y la comprensión de la gente que trabaja.
No hay espacio para logros duraderos, cuando creemos que ello surge de la soberbia de los “inspirados”, ni de la imposición de la autoridad que solo proviene de la jerarquía o del conocimiento técnico. Nuestra formación de ingenieros tiene todavía, a mi entender, algún resabio de esa soberbia del “sabelotodo”, que en cierta medida explica en gran parte nuestros fracasos como profesionales. En mis 45 años de ingeniero, no recuerdo situaciones importantes derivadas de fracasos técnicos, pero sí infinidad de casos derivados de la falta de consideración de los aspectos humanos. Mis 15 años en la Organización Techint, fueron un campo de experimentación fecundo y de aprendizaje permanente, que consolidaron mis creencias sobre lo que es el rol del ingeniero. En la figura del Ingeniero Roberto Rocca (1922-2003), quiero destacar la ejemplaridad de un ingeniero que conjugaba el conocimiento técnico, con la sensibilidad humana y la pasión por la industria, como impulso de la sociedad. La formación del ingeniero del futuro En el momento de la vida de hacer “balances”, se hace casi natural, mirar hacia atrás y pensar hacia adelante. Por ello, quisiera dejar testimonio sobre cómo veo la formación del ingeniero actual, y en base a todos los cambios tecnológicos y sociales ocurridos, cómo la imagino en el futuro. Me referiré al ingeniero en general. Parto de una posición que resulta ser mi creencia fundamental, reiterada en esta presentación: la ingeniería no se puede ejercer sin tener alguna comprensión del comportamiento humano. Desde sus orígenes, como lo hemos comentado, ella dio respuesta a las necesidades de sobrevivencia y crecimiento del hombre. Desde su ejecución, toda obra de ingeniería se basa en la participación del hombre en algunas de las etapas de transformación. Frente a ello parece paradójico, la insuficiencia de la formación humanística en todos los planes de estudio de la formación de un ingeniero. Mis años en la dirección académica de una universidad como el ITBA, también me demuestran lo difícil que es lograr esos cambios, y sobre todo, superar las creencias que la profesión puede dividirse entre ingenieros “duros” e ingenieros “blandos”. Esta falsa dicotomía encierra una de las razones fundamentales por lo cual los planes de estudio siguen estando atrás de las demandas reales en la profesión. Dicho esto no debe haber confusión, lo esencial de un buen ingeniero, es su formación en ciencias básicas: matemática, física y química. Con ello nos aseguramos la comprensión de los fenómenos naturales y artificiales y sobre todo nos preparamos para la adaptación a los cambios tecnológicos. Ello es una condición “innegociable” de una buena formación. Toda exigencia que las instituciones educativas hagan en todos los niveles de la enseñanza será insuficiente, si uno no contempla el impacto que tiene en la formación lógicocientífica del ingeniero.
Luego hay un conjunto de materias y conocimientos que deben impartirse para atender a lo propio de la especificidad de cada rama de la ingeniería. Teniendo en cuenta el desafío del futuro, se necesitan muchas disciplinas de integración.(Duderstadt,2008) . Con ello me refiero a ejemplos como la mecatrónica, integradora de la mecánica con la electrónica. La bioingeniería, integradora de la biología con la ingeniería. La Ingeniería de los materiales, que es otra expresión de integralidad, una demanda de la época, frente a los cambios profundos en la nanotecnología. La Ergonomía o ingeniería humana, que integra los factores humanos, en el diseño y la construcción de productos y equipos.(Dowell,Long,1998). El entretenimiento con la ingeniería a través de los juegos y aplicaciones digitales. Estos diseños “integradores”, se enfrentan con la limitada interpretación de las demandas ocupacionales del futuro, por parte de muchos directivos universitarios, frecuentemente alejados de las organizaciones productivas o con pocos vínculos entre la universidad y la empresa. Eso retrasa los cambios y los claustros universitarios se convierten en frecuentes ofertas conservadoras de lo tradicional. Hoy asistimos a una convergencia científica entre: la medicina, con la biología molecular, la nanotecnología y la ingeniería, dando origen a nuevas especialidades. El gran dilema es: ¿Quién los forma?, ¿Cómo se forman?. Si la demanda pasa por resolver problemas de salud del hombre, ¿Cuánto sabemos de su comportamiento?, ¿Cómo se relacionan un ingeniero con un biólogo? La interactividad y la conectividad global, han abierto el camino del comercio, los entretenimientos, la educación a distancia, los medios de información. ¿Quién es el ingeniero que está preparado para esa demanda?. Una vez más ¿Cuánto sabemos de la conducta humana, para acertar en estos nuevos diseños? Como resultado de esta convergencia: átomos, bits y genes son los nuevos componentes de la innovación. La competitividad de una empresa y de una nación depende de cómo puede darse respuesta a esta integración fenomenal de conocimientos, que no tienen respuesta desde el enfoque tradicional de la formación de un ingeniero. Por ello, es que en la mayoría de las sociedades, el sistema educativo está inadaptado a los rápidos cambios que se han producido en la evolución tecnológica. Los conocimientos tecnológicos se duplican cada dos años: ¿Cómo formamos un ingeniero, si siempre será un producto semi-elaborado, frente a esa dinámica de cambio?. ¿Qué es lo esencial en su formación? Los desafíos globales del mundo: la sustentabilidad, el acceso al agua, la urbanización, la salud, la seguridad (el terrorismo), la energía, entre otros; son todas demandas potenciales de los futuros ingenieros.(UNESCO,2010). Cuando uno se interna en cada una de ellas encuentra siempre, dos factores comunes en las posibilidades de su solución. Uno, son temas de la complejidad. Esos temas no pueden ser comprendidos sin un entrenamiento en el pensamiento sistémico.(Francois,1986). Pues responden a la existencia de muchas variables interaccionantes, que no pueden ser comprendidas desde una única profesión. No pueden ser resueltos con modelos reduccionistas, ni
fórmulas algorítmicas, a las que con frecuencia hemos recurrido en la ingeniería tradicional. Requieren integrarse con variables sociales, económicas y ecológicas. Segundo, son temas éticos y políticos. No pueden ser resueltos solo con un enfoque económico o tecnológico. Requieren capacidad de comprensión de los intereses puestos en juego, capacidad de diálogo y cooperación. No pueden ser resueltos desde la imposición y mucho menos sin una evolución del nivel de conciencia que permita valorizar el bien común. Exigen competencias interpersonales en las que al menos, los ingenieros no hemos sido formados. Se requiere una forma de aprender de segundo orden, reconsiderando y reconceptualizando en base a un diálogo generativo, donde se incorporen distintos enfoques. (Roces, 2011) Ambas demandas, a mí entender, requieren de una formación distinta. Complementariamente a los conocimientos tradicionales se deben incorporar dos disciplinas del siglo XX: una, el pensamiento sistémico y la otra, la dirección de organizaciones (o management), enfatizando en especial en el desarrollo de las capacidades de liderazgo para asegurar los cambios necesarios. Algunos piensan que nos enfrentamos a una época de cambios, y su respuesta es la que conocemos desde la Antigüedad: sigamos actuando igual y promovamos algunas adaptaciones. Pero otros pensamos que estamos frente a un cambio de época, y frente a ello debemos pensar distinto y transformarnos, en especial desarrollando nuevas capacidades. La ingeniería es una profesión basada en el pensar y el hacer. Como tal, tiene en su raíz un profundo sentido ético que proviene de ser “viabilizadora” de la sobrevivencia y el desarrollo del hombre, o sea, su sustentabilidad. Para ser facilitadores de los cambios necesarios en las organizaciones de esta nueva sociedad, esa capacidad de pensar y hacer, debe enriquecerse con la vocación de liderar las transformaciones. Ello no se logrará sólo a través de nuestra especialización técnica, es preciso estimular desde temprano en la formación del ingeniero, su sentido social, basado en el respeto de los hombres, fomentando comportamientos generadores de credibilidad y confianza. Su formación técnica es una condición necesaria, pero no suficiente para enfrentarse a los dilemas de la complejidad. Los ingenieros además de saber responder el know what y el know how, debemos ser conscientes de poder responder al know when y al know who. En este mundo complejo, dejamos de ser “enciclopedistas del saber-hacer” y necesitamos convertirnos en “enciclopedistas del ser –sabiendo hacer”. El impacto de la ingeniería en la Sociedad del futuro Desde el inicio de la civilización humana, la ingeniería tuvo su impacto en la sociedad, por la creación de los artefactos –tangibles o intangibles– que generaron caminos, canales, acueductos, bombas de agua que permitieron la creciente “urbanización”. Las máquinas y la electricidad hicieron viable la producción de bienes y las comunicaciones y la informática, la virtualización del mundo actual.
Toda innovación de la ingeniería, desde la fundición de los metales hasta la electrónica, ha tenido su impacto en la sociedad. El hecho es que en toda actividad de ingeniería los procesos se producen como resultado de una sinergia entre personas, máquinas (artefactos), materiales y organizaciones, y de ello derivan las contribuciones en la sociedad. (UNESCO, Bugliarello, 2010) Elegir tecnologías, promover diseños, establecer especificaciones técnicas, hacer cálculos, entender a los clientes dándoles el servicio correspondiente, dirigir a los colaboradores y alcanzar una rentabilidad razonable para hacer viable una inversión, son las demandas del ingeniero en el mundo competitivo, global y virtual en que vivimos. Según creemos y en base a la experiencia, solo ello es alcanzable si la profesión de ingeniero ha sido guiada por el camino de la integración y no de la parcialización o de la rigidez conceptual. La sociedad actual le propone importantes demandas a la ingeniería; la explosión de la urbanización, la endémica pobreza de un cuarto de la población mundial y las consecuencias del cambio climático, son algunas de las manifestaciones más cruciales a atender. Esto pone a la ingeniería y la sociedad en un desafío para resolver problemas que no son solo de naturaleza tecnológica, sino problemas sociales donde la formación y la trayectoria profesional de los ingenieros se ponen a prueba, para generar proyectos y obras en beneficio de la comunidad. Algunos hablan de la responsabilidad social de la ingeniería, recordando que alguna vez su capacidad fue usada para generar armas de destrucción letal, pero hoy esa capacidad debe convertirse en una fuerza de progreso social, resolviendo problemas prioritarios de la sociedad. Otros hablan de la misión del ingeniero frente al desarrollo sustentable de la humanidad y proponen que con ese propósito, debe demostrar en su práctica diaria:
Una comprensión de lo que significa la sustentabilidad. Las capacidades para trabajar profesionalmente en su logro. Valores personales que expresen responsabilidades más amplias en lo social, en lo ambiental y en lo económico, de modo de orientar y estimular a otros a aprender y participar.
(Forum for the future, 2000) Pero hoy la profesión no está preparada plenamente para encarar ese rol frente a la sociedad. Son escasos los ingenieros que asumen como parte de su rol profesional, la participación pública o política en instituciones o partidos políticos, que tengan impacto en decisiones que afecten a la sociedad.
Son pocos los ingenieros que se interesan por temas de importancia social, la mayoría concentra sus energías en posiciones directivas o como tecnólogos en empresas y organismos públicos y privados. La opinión pública, tampoco le reclama a un ingeniero su participación en la solución de esos problemas, pues asume que no son temas de su incumbencia profesional. Estas son algunas pocas razones por las cuales las ofertas de capacidades de ingeniería y la demanda de solución de problemas complejos, no se encuentran como deberían. Sin embargo, paradójicamente, en otras profesiones como las de abogacía y ciencias económicas, sin tener las capacidades tecnológicas que se requieren, suelen ser las que con más frecuencias lideran esas soluciones. Esta situación genera, a mí entender, una oportunidad; la de acrecentar el rol del ingeniero en los proyectos de cambio de la sociedad. Ello, para ser posible, reclama una revisión urgente en los criterios que se usan en su formación y un protagonismo desde los propios profesionales. Para hacerlo hay que descomponer e interpretar las capacidades y competencias que un ingeniero necesita en el ejercicio de su profesión. Las capacidades básicas son los conocimientos propios de la ingeniería, provenientes de las ciencias básicas, las ciencias aplicadas y la tecnología. Incluyendo en forma relevante a la informática como el lenguaje funcional de la era virtual. Ello hoy, está presente en casi todas las propuestas curriculares. Pero donde es necesario producir cambios es en la enseñanza de otras competencias. Ellas son de dos tipos: las específicas de la especialidad y las genéricas, común a todas las especialidades. Dentro de las específicas es importante que los ingenieros futuros complementen los conocimientos propios de su especialidad (mecánica, industrial, electrónica), con habilidades en gestión de proyectos, diseño de productos y procesos, economía y dirección de personas y organizaciones. Frente a una economía de innovación, se requieren formación y experiencias en los campos mencionados antes de egresar de la universidad, para facilitar su transición al ejercicio profesional. Esto hoy se logra en pocas carreras y en gran parte estas ausencias, se cubren en cursos de postgrado. Las competencias genéricas, son esenciales para la efectividad profesional de un ingeniero, ellas son tres: Las instrumentales, tales como las habilidades cognoscitivas de comprender y pensar, y también las destrezas lingüisticas, como las de saber escribir y hablar en varios idiomas. El mundo global ya excluye a aquellos que no tienen estas habilidades. Es un problema a resolver desde los niveles iniciales y medios de la educación, que hoy se ha agravado al llegar a la universidad. Las interpersonales, son las que se hacen más evidentes en la capacidad de establecer conversaciones, expresar los sentimientos, gestionar las emociones, trabajar en equipo, demostrar un compromiso social y ético. Estas serán críticas
en cualquier escenario futuro, pues la profesión funcionará sólo por proyectos multidisciplinarios, que requerirán integrar personas “diversas” de muy distinta formación y de culturas diferentes. Exige cambios metodológicos en la enseñanza de la ingeniería, sin agregado de nuevas materias. Las sistémicas, con los comportamientos clave para enfrentarse con los temas de la complejidad “micro” y “macro”. Dependiendo de ello, la posibilidad de interpretar totalidades, interacciones, recurrencias y dinámicas de las variables que intervienen en cualquier situación. Ello incluye la comprensión del entorno, el ambiente y la cultura. La ingeniería actual se ha vuelto “sistémica e híbrida” y tiende a ser una profesión “integradora del todo” (M.Sobrevila, 2006). Requiere experiencias formativas extracurriculares y docentes dispuestos a estimularlas, El éxito profesional está vinculado, sin dudas, a la capacidad técnica y a las habilidades necesarias para detectar los problemas, analizarlos y darles una solución adecuada. Estas capacidades son imprescindibles, pero no son suficientes. Cada vez más en el mundo de hoy un profesional exitoso requiere, además, una sólida formación en valores, o sea una formación ética. Formar en valores de manera explícita supone abrir espacios para la reflexión, el análisis, el razonamiento acerca de acciones humanas en situaciones concretas, y en particular, acerca de acciones profesionales concretas. En el ejercicio de la profesión, los valores están permanentemente presentes en cada decisión. La acción realizada o a realizar, la toma de decisiones, suponen el ejercicio de la libertad e implican grados de elección posibles y variables. En tanta reflexión ética, la formación en valores implica el cuestionamiento, la interpelación acerca de las acciones en su situación, y de los principios, criterios y valores en los que ellas se fundan. Esto último representa a mí entender, uno de los desafíos más importantes, en la formación de un ingeniero: el desarrollo de sus competencias de liderazgo, imprescindibles para producir cambios efectivos en una comunidad. (Reggini, 2002) Por mi trayectoria profesional en organizaciones productivas, de servicio y educativas, soy un convencido que esas instituciones son el reflejo de la capacidad de dirección y liderazgo de los que la conducen. No hay capacidad técnica que pueda superar el nivel de capacidad directiva de los superiores. Hablar de competencias de liderazgo, me relaciona con mi foco profesional de los últimos 15 años. Recojo experiencias de desarrollo de varios centenares de directivos en ese período, que me confirman dos cosas: una, las competencias de liderazgo son desarrollables, no alcanzan las condiciones innatas o de personalidad de cada uno. Dos, los ingenieros si bien no hemos sido formados humanísticamente, somos a los que más nos atrae y entusiasma estas posibilidades de desarrollo, cuando ellas son prácticas y sensatas. En los últimos siete años, el Centro de desarrollo de Liderazgo (CDL) del ITBA es responsable de la formación de más de 500 líderes, como resultado de esta iniciativa. (Roces y otros, 2012) Al contrario de lo que piensa la mayoría de las personas, el potencial de desarrollo de las capacidades de liderazgo en los ingenieros, es grande. No están expresadas
por su tendencia a dar órdenes y orientar a soluciones, sino en la posibilidad de encontrar respuestas cooperativas entre los miembros de un grupo de trabajo, como base de la solución de los problemas. Esta afirmación no debe ser interpretada como que el interés del ingeniero en estos temas en un hecho espontáneo; sino por el contrario se transforma en un hecho deliberado, cuando el ingeniero es “consciente” de la necesidad de mejorar sus capacidades interpersonales de comunicación y vínculo. A modo de síntesis de lo que quise compartir en relación a la ingeniería y el comportamiento humano, quiero recordar tres opiniones: Vannevar Bush, famoso ingeniero americano y ex presidente del MIT dijo: "Al terminar mi carrera yo era un verdadero ignorante. Conocía sólo un poco de matemáticas y física. Me había recibido de ingeniero, pero no era un ingeniero. Un Ingeniero tiene que saber mucho de la gente, de cómo organizar y trabajar en equipo, de la manera en que los negocios dan ganancias y quiebran, del modo en que las cosas nuevas se conciben, se analizan, se desarrollan, se fabrican y son utilizadas. Tuve que reorientar mis pensamientos después de una experiencia poco feliz. De hecho, por primera vez, resolví convertirme en un ingeniero cabal y decidí entonces hacer el aprendizaje de los hombres así como el de las cosas” La Royal Academy of Engineers, expresa uno de los objetivos del desarrollo de los ingenieros como: “Mantener un rol de liderazgo, reconociendo la responsabilidad del ingeniero para liderar el debate y la acción en un amplio número de temas, tienen una vital importancia e impacto en la sociedad” Y como síntesis el pensamiento del gran filósofo español Ortega y Gasset, reflexionando sobre la importancia de la formación cultural y la visión a largo plazo: “Para ser ingeniero…..no basta con recibirse de ingeniero “ Gracias a la Academia Nacional de ingeniería, por la oportunidad de poder expresar mis ideas, con esta presentación. Referencias Dowell J, Long J, 1998. Engineering discipline of human factors, University College London. Drucker,P.1970.Tecnología, Administración y sociedad.Ed.Noble. Drucker,P.1993.La sociedad postcapitalista. Ed.Sudamericana. Duderstadt,James, 2008.Engineering for a changing world, Millenium project, University of Michigan. Forum for the future, 2000. Sustainable business models. Francois Charles,1986. Enfoques sistémicos en el estudio de las sociedades,GESI.
Reggini,Horacio,2002. Educación,ciencia y técnica. Boletín 50 de la Academia Nacional de Educación. Roces,J.L, 2011.Valor Perdurable, TEMAS Roces,J.L.y otros,2012, Desarrollando líderes, TEMAS. Royal Academy of Engineering,2005. The engineer’s contribution to society. Sobrevila,Marcelo A. La formación de los ingenieros en la República Argentina, CONFEDI, 2006. UNESCO, 2010. Engineering issues, challenges and opportunities for development.