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Los reyes de Israel fueron como aquéllos que el apóstol Pablo describe en Romanos 1:23-25, hombres que cambiaron la gloria de Dios por la adoración de...

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LOS REYES I

DE SRAEL

DR. BRIAN J. BAILEY

Título original “The Kings of Israel” Título en castellano “Los reyes de Israel” Registrado © por Brian J. Bailey, septiembre 2005. Libro de texto de Zion Christian University usado con permiso. Todos los derechos reservados. Primera edición en castellano: Guatemala, enero 2008.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina-Valera, \en su revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida por cualquier vía o bajo ninguna forma: electrónica, mecánica, fotocopiado, grabado o cualquier otra, sin la autorización escrita que exprese el consentimiento del autor Primera impresión enero 2008 Segunda impresión septiembre 2009, NY USA Zion Christian Publishers P. O. Box 70 Waverly, New York 14892

ISBN # 1-59665-245-4

AGRADECIMIENTOS Al equipo de trabajo de Instituto Bíblico Jesucristo Guatemala, por su labor en la traducción y edición de la edición en castellano. Al equipo editorial de ZCP: Carla Borges, Suzette Erb, Mary Humphreys, David Kropf, Justin Kropf, Sarah Kropf, Raquel Pineda, Caroline Tham y Suzanne Ying. Queremos hacer extensiva nuestra gratitud a estas queridas personas, porque sin ellas, y sin sus muchas horas de invaluable ayuda, este libro no habría sido posible. Estamos realmente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios.

ÍNDICE Prefacio Cronología de los reyes de Israel Jeroboam I Nadab Baasa Ela Zimri Tibni Omri Acab Ocozías Joram Jehú Joacaz Joás Jeroboam II Zacarías Salum Manahem Pekaía Peka Oseas El fin del Reino de Israel Lecciones de la historia de los reyes de Israel para nuestros días Apéndices

7 11 13 25 29 35 39 43 47 49 75 81 93 101 105 109 119 121 123 127 129 133 137 141 143

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PREFACIO Hemos adoptado como tema para este libro acerca de los reyes de Israel “la miseria del que se descarría”. Todos estos reyes tuvieron testimonio de los caminos del Señor. Sin embargo, abandonaron el camino de los justos y se deleitaron, no solamente en los caminos del mundo, sino también en los de Satanás. Los reyes de Israel fueron como aquéllos que el apóstol Pablo describe en Romanos 1:23-25, hombres que cambiaron la gloria de Dios por la adoración de una imagen “… de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén”. El resultado fue que la mayoría de estos 20 reyes tuvieron una vida y una muerte miserables. Es más, tenían al Todopoderoso como enemigo, en contraste con aquellos del linaje de David, quienes le tenían a Él como su amigo. Sus vidas sirven como lecciones para motivarnos a caminar en las sendas de justicia y para nunca apartarnos hacia otros caminos. Lamentablemente, desde tiempos inmemoriales los creyentes se han apartado de las sendas de justicia y se han

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unido a las filas de aquellos que fueron arrastrados por el error de los inicuos, conforme a las epístolas de Pedro (ver 2 P. 3:17). Eso no se aplicó solamente a estos reyes de Israel. El rey David lamenta el hecho de que algunos se desvían tras la mentira (Sal. 40:4), mientras señala que otros abandonan al compañero de su juventud (Pr. 2:17). En Proverbios 5:13-14 dice que ellos no “¡… han obedecido la voz de los que me instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi oído! Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación”. El corazón del pastor constantemente se lamenta por aquellos que han conocido la verdad y han abandonado los caminos del Señor. El estudio sobre los reyes de Israel va a revelar que en Israel hubo 20 reyes en un período relativamente corto de 209 años. El reino de Judá tuvo 20 reyes en un período de 345 años (desde el 931 a.C. hasta la caída de Jerusalén, en el 586 a.C.). Antes que el reino unido de Israel (las doce tribus) se dividiera en Israel (diez tribus) y Judá (dos tribus), había tenido solamente tres reyes: Saúl, David y Salomón, en un período de unos 120 años. Durante un período de 934 años, del 1066 d.C. al 2000 d.C., el Reino Unido de Gran Bretaña tuvo 40 soberanos. Así, comparando estos ejemplos con el reino de Israel, notamos el ritmo tan frecuente con que Israel cambiaba de rey. ¿Por qué era así? Salomón escribió: “Por la rebelión de la tierra sus príncipes son muchos; mas por el hombre

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entendido y sabio permanece estable” (Pr. 28:2). La Nueva Versión Internacional dice: “Cuando hay rebelión en el país, los caudillos se multiplican; cuando el gobernante es entendido, se mantiene el orden”. Sin embargo, en Israel no hubo rey que comprendiera los caminos del Señor, pues todos eran malvados y rebeldes. En consecuencia, reinaron sólo por cortos períodos de tiempo, y la tierra tuvo muchos gobernantes, de los cuales todos eran corruptos. Así, con la caída de Samaria (su capital) ante el ejército asirio, Israel fue a la cautividad en el año 722 a.C. A continuación hay una tabla que muestra a los reyes de Israel, con las fechas y la duración de su reinado. Por favor note que la aparente disparidad entre las fechas de los reinados y el período de tiempo que reinaron, se debe a que se emplearon dos calendarios. El calendario judío varía considerablemente del que hemos aceptado en la Era de la Iglesia. Una diferencia es que el método escritural calcula una fracción de un año como si fuera un año completo. De aquí la disparidad aparente de las fechas. Segundo de Reyes capítulo 17, describe los últimos días de Israel, el Reino del Norte, cuando cayeron ante los reyes de Asiria. Este capítulo muestra la razón de la ira de Dios: habían quemado incienso a sus estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso. Ellos no quisieron oír, aunque Dios dio palabra en contra de Israel a través de los profetas. Rechazaron Sus estatutos y Su corrección, y fueron tras las naciones paganas que estaban alrededor de ellos. El Señor estaba

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muy enojado con Israel y los quitó de su vista. Así fue sacado Israel de su propia tierra y llevado a Asiria. No quedó nadie, sino solamente la tribu de Judá.

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LOS REYES DE ISRAEL ENUMERADOS EN ORDEN CRONOLÓGICO CON LA DURACIÓN BÍBLICA DE SUS REINADOS

REY

REINO (A.C.)

Jeroboam I, hijo de Nabat 931 – 909 Nadab, hijo de Jeroboam I 909 – 908 Baasa, hijo de Ahías 908 – 886 Ela, hijo de Baasa 886 – 885 Zimri, siervo de Ela 885 Tibni, hijo de Ginat 885 – 880 Omri, capitán del ejército: 885 – 874 (traspuesto con Tibni) Acab, hijo de Omri 874 – 853 Ocozías, hijo de Acab 853 – 852 Joram, hijo de Acab 852 – 841 Jehú, hijo de Josafat 841 – 814 Joacaz, hijo de Jehú 814 – 798 Joás, hijo de Joacaz 798 – 782 Jeroboam II, hijo de Joás 793 – 753 (regencia simultánea con Joás) 793 – 782 Zacarías, hijo de Jeroboam II 753 Salum, hijo de Jabes 752 Manahem, hijo de Gadi 752 – 742 Pekaía, hijo de Manahem 742 – 740 Peka, hijo de Remalías 752 – 732 (traslapando años con Pekaía) 742 – 740 Oseas, hijo de Ela 732 – 722 Caída de Samaria 722

DURACIÓN 22 años 2 años 24 años 2 años 7 días 6 años 12 años 22 años 2 años 12 años 28 años 17 años 16 años 41 años 6 meses 1 mes 10 años 2 años 20 años 9 años

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JEROBOAM I, HIJO DE NABAT Puso el cimiento del mal que corrompió el reino Las referencias escriturales para este estudio de Jeroboam se encuentran en 1 Reyes 11:26 – 14:20 y 2 Crónicas 10:2 – 13:20. El rey Jeroboam reinó desde el 931 hasta el 909 a.C. (22 años). Jeroboam I fue el primer rey de Israel compuesto por las diez tribus del Norte, después de la división del reino. En cierto sentido, él fue el fundador del reino dividido. En la vida, es un principio que el fundador (de una compañía, iglesia o nación), marca el estilo y la visión para las generaciones futuras. Esto puede verse claramente en la religión musulmana, en la mormona y en la budista, las cuales fueron moldeadas por sus fundadores. Su doctrina original se ha mantenido virtualmente igual y, a través de los siglos, ha formado el destino de sus seguidores. En estas religiones, todos los maestros que vinieron después, buscaron interpretar los dichos de sus fundadores. En un sentido positivo, esto puede ser visto en el cristianismo. Primero, a través de los cuatro evangelios, el Nuevo Testamento registra los dichos y enseñanzas del Fundador, el Señor Jesucristo. Los demás libros que componen las Escrituras del Nuevo Testamento, se dedican a exponer las enseñanzas de Cristo. Asimismo registran las obras de Sus discípulos. También, queda claro que las

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vidas de Sus seguidores deben ser medidas con Su ejemplo sin mancha, dedicado y sin culpa. Debemos caminar en este mundo como Él caminó. Habiendo establecido este principio, nos damos cuenta que Jeroboam hizo exactamente esto con el reino de Israel. Una y otra vez, los reyes que siguieron son reprochados por caminar en los caminos de Jeroboam, los que, como veremos pronto, fueran caminos extraordinariamente malvados.

Cómo llegó Jeroboam a reinar sobre Israel Antes de ver su carácter pecaminoso y el ejemplo que estableció para las futuras generaciones de reyes, tomemos en cuenta los primeros años de vida de Jeroboam, tal como los revelan las Escrituras. A pesar del hecho de que su madre era una viuda, parece que Jeroboam era un hombre rico, con la habilidad de equiparse a sí mismo y a otros para la guerra. De hecho, al principio Jeroboam nos es presentado como un adversario del rey Salomón, quien fue el último rey del reino unido de Israel antes que éste fuera dividido. Como veremos pronto, Jeroboam fue levantado por el Señor para afligir a Salomón (1 R. 11:26) por su desobediencia. Salomón tuvo un buen comienzo. A edad temprana, el Señor lo amó y lo llamó Jedidías, que significa “amado del Señor” (2 S. 12:24-25). Su padre, el rey David, lo había criado para ser un hombre sabio. Cuando Salomón ascendió al trono, el Señor lo visitó en un sueño y le

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preguntó qué le gustaría que Él le diera. Salomón pidió sabiduría, una petición que complació al Señor, Quien le concedió su petición de forma abundante y añadió a ésta tanto riquezas como honor (1 R. 3:1-15). Sin embargo, más adelante en su vida, Salomón no cumplió con las leyes para los reyes (Dt. 17:14-20). Éstas prohibían específicamente tener muchas esposas, para que ellas no desviaran el corazón del rey para seguir al Señor. Leemos en 1 R. 11:1-8 que cuando Salomón era viejo, sus mujeres desviaron su corazón para ir tras otros dioses. Por esto, el Señor levantó adversarios: Hadad el edomita y Rezón de Soba (quien reinó en Damasco y fue enemigo de Israel durante todo el tiempo, los últimos días de la vida de Salomón). Jeroboam, el hijo de Nabat, también levantó su mano contra el rey. Cuando Salomón estaba construyendo Milo y reparando los portillos de la ciudad de David, vio que Jeroboam (un efrateo de Sereda) era tanto industrioso, como valiente y esforzado. Jeroboam estaba cumpliendo Proverbios 22:29: “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; No estará delante de los de baja condición”. Entonces Salomón lo hizo gobernador sobre toda la casa de José. Después de esto, leemos en 1 Reyes 11:29-37: “Aconteció, pues, en aquel tiempo, que saliendo Jeroboam de Jerusalén, le encontró en el camino el profeta Ahías silonita, y éste estaba cubierto con una capa nueva; y estaban ellos dos solos en el campo. Y tomando Ahías la capa nueva que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos,

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y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus; y él tendrá una tribu por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel; por cuanto me han dejado, y han adorado a Astoret diosa de los sidonios, a Quemos dios de Moab, y a Moloc dios de los hijos de Amón; y no han andado en mis caminos para hacer lo recto delante de mis ojos, y mis estatutos y mis decretos, como hizo David su padre. Pero no quitaré nada del reino de sus manos, sino que lo retendré por rey todos los días de su vida, por amor a David mi siervo, al cual yo elegí, y quien guardó mis mandamientos y mis estatutos. Pero quitaré el reino de la mano de su hijo, y lo daré a ti, las diez tribus. Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre. Yo, pues, te tomaré a ti, y tú reinarás en todas las cosas que deseare tu alma, y serás rey sobre Israel”. Luego, cuando Salomón fue evidentemente informado de esta profecía, buscó matar a Jeroboam, pero Jeroboam huyó a Egipto. Encontramos que Sisac, el rey de Egipto, se volvió amigo de Jeroboam. Al morir Salomón, el pueblo mandó a llamar a Jeroboam y lo hizo rey sobre todo Israel (1 R. 12:20), pues para entonces, la profecía de Ahías en 1 Reyes 11:30-39 se había vuelto de conocimiento popular. Durante ese tiempo, Jeroboam debió haber causado una impresión sobre el pueblo, dejando claro que él era el líder sobre la casa de José.

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Esta profecía en 1 Reyes 11:30-39 también contenía una promesa de Dios: “Y si prestares oído a todas las cosas que te mandare, y anduvieres en mis caminos, e hicieres lo recto delante de mis ojos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré casa firme, como la edifiqué a David, y yo te entregaré a Israel”. Por tanto, a Jeroboam le estaban siendo ofrecidas las mismas bendiciones de David. El Señor no hubiera hecho semejante promesa si Jeroboam no hubiera sido un hombre de inusual habilidad y cualidades para el liderazgo. Mark Twain hizo la observación que el verdadero carácter de un hombre es revelado cuando le dan autoridad y responsabilidad, no cuando está pasando por tiempos difíciles. Ciertamente, las buenas cualidades de Jeroboam, ser industrioso y valiente, fueron eclipsadas por aquellas que salieron a la superficie cuando se convirtió en rey.

Los pecados del rey Jeroboam En lugar de caminar en los caminos del Señor y confiar en el Señor para asegurar el reino, Jeroboam buscó retener el reino haciendo dos becerros de oro y diciéndole al pueblo: “… he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto” (1 R. 12:28). Puso uno en Betel y el otro en Dan para que el pueblo no sacrificase en Jerusalén, pues temía que el corazón de ellos pudiera volverse a Roboam, el hijo de David, y a la adoración en el templo.

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Jeroboam pecó nuevamente al echar a los sacerdotes de Dios (los levitas), poniendo en su lugar sacerdotes de entre lo más bajo del pueblo. Además, de su propio corazón ordenó un nuevo día de fiesta, el día 15 del octavo mes, para imitar la fiesta de los Tabernáculos, la cual el Señor había ordenado para el séptimo mes (1 R. 12:31-33).

El temor al hombre Vemos que estos actos de Jeroboam estaban enraizados en el temor al hombre. Si sólo hubiera seguido los preceptos de David, que dijo: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Sal. 27:1). Debido a que Jeroboam no puso en primer lugar en su vida el amor al Señor, todos estos temores de perder el reino lo llevaron a idear la maldad que trajo a Israel a la ruina. Si tan sólo hubiera confiado en la palabra que el Señor había dado a través de Ahías, de caminar en Sus caminos y obedecer Sus mandamientos, entonces el Señor le habría construido una casa segura. En lugar de hacer al Señor el objeto de sus afectos, muchas personas son gobernadas por el miedo, el cual se presenta de muchas formas y disfraces: temor a la opinión o las acciones de los hombres, miedo a la pobreza o a perder un trabajo o posición, o aún a perder popularidad. Pero aquel que teme al Señor y pone su confianza en Él nunca será avergonzado (Sal. 25:20). Como hizo el rey Saúl antes que él, que también deseaba la alabanza del hombre más que la alabanza de Dios, Jeroboam sólo pensaba en sí

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mismo. Ahora, el Señor mismo declaró en Juan 5:44: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” Por tanto, cuando buscamos la gloria que da el hombre, no podemos creer ni confiar en el Señor.

Jeroboam no se arrepiente Como resultado de los pecados de Jeroboam, el Señor envió, de Judá, a un hombre de Dios para proclamar la Palabra del Señor. El hombre de Dios se paró junto al altar de Betel: “… clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres… Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra de Jehová” (1 R. 13:2,5). Jeroboam, que estaba parado allí, no se arrepintió. En su lugar, extendió su mano y ordenó que este hombre de Dios fuera capturado, “mas la mano que había extendido contra él, se le secó, y no la pudo enderezar” (1 R. 13:4). Luego leemos en el versículo 6: “Entonces respondiendo el rey, dijo al varón de Dios: Te pido que ruegues ante la presencia de Jehová tu Dios, y ores por mí, para que mi mano me sea restaurada. Y el varón de Dios oró a Jehová, y la mano del rey se le restauró, y quedó como era antes”. Jeroboam no se volvió de sus malos caminos aun después de esta demostración del descontento de Dios, y también

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de Su misericordia para con el rey al sanar su brazo. La tierra de Samaria fue llenada con altares paganos. El rey continuó consagrando como sacerdotes para esos altares paganos, a cualquiera que él quería de lo más bajo del pueblo. Según las palabras de la Escritura, esto se volvió pecado para la casa de Jeroboam, por lo que Dios decidió cortarla de la faz de la tierra (1 R. 13:33-34).

La ordenación ministerial Tenemos que hacer una pausa aquí para considerar la ordenación de los sacerdotes o ministros de Dios. Estos son predestinados por el Señor desde antes de la fundación del mundo. Específicamente, Efesios 4:11 declara que Cristo dio los dones ministeriales de apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro. El principal criterio para ser escogido es la fidelidad, como declara el apóstol Pablo en 1 Timoteo 1:12: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio”. En Hebreos 8:5 leemos que “… se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”. Moisés fue fiel en toda su casa haciendo toda la voluntad de Dios, estableciendo así (a través del tabernáculo y los mandamientos) las bases del código moral y religioso para la nación de Israel durante la dispensación de la Ley. De hecho, espiritualmente Moisés también estableció el fundamento y el modelo para la Iglesia ya que, bajo el Nuevo Pacto, esos mismos Diez Mandamientos deben ser escritos en las tablas de carne de nuestro corazón.

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En Números 3:6-8, el Señor le ordenó a Moisés que la tribu de Leví fuera separada para el servicio del tabernáculo. Por eso, el que Jeroboam cambiara el sacerdocio y trajera a aquellos que no eran de la tribu de Leví, era contrario a la voluntad de Dios. Por lo tanto, la Ley de Moisés no fue guardada por las diez tribus del Norte y el pecado abundó. ¡Cuánta influencia tienen los ministros! Pueden llevar al pueblo a los caminos de justicia o apartarlos de los preceptos de Dios.

El criterio principal para ser elegidos es la fidelidad.

Juicio sobre Jeroboam y su casa Entonces Abías, el hijo de Jeroboam, se enfermó y el rey envió disfrazada a su esposa, al profeta Ahías para preguntar acerca de la salud de su hijo. Pero Ahías declaró que ese hijo sería el único de los hombres de la casa de Jeroboam que sería sepultado; los demás serían comidos por los perros o por las aves en los campos. Cuando ella regresó a casa, el hijo murió e Israel hizo duelo por él, porque fue hallado en el que buscó al Señor alguna cosa (1 R. 14:1-18). Con respecto al fin de este hijo, en la Escritura se decreta un principio que leemos en Isaías 57:1-2: “Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es

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quitado el justo. Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios”. Por tanto, este hijo heredó las promesas concernientes a la muerte de los justos. En el Salmo 41:3 se da otra promesa a los justos: “Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; Mullirás toda su cama en su enfermedad”. Pero acerca de Jeroboam, el profeta Ahías (que había sido usado por Dios para promoverlo como gobernante sobre Israel) pronuncia estas solemnes palabras de reprensión y juicio: “Ve y di a Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel: Por cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe sobre mi pueblo Israel, y rompí el reino de la casa de David y te lo entregué a ti; y tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos, sino que hiciste lo malo sobre todos los que han sido antes de ti, pues fuiste y te hiciste dioses ajenos e imágenes de fundición para enojarme, y a mí me echaste tras tus espaldas; por tanto, he aquí que yo traigo mal sobre la casa de Jeroboam…” (1 R. 14:7-10). Durante sus reinados hubo guerra continua entre los dos reyes, Roboam de Judá y Jeroboam de Israel (1 R. 14:30; 15:6). Las naciones quedaron exhaustas por esta guerra civil causada por la maldad de sus gobernantes. La paz trae prosperidad, pero “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Is. 57:21).

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Análisis del carácter de Jeroboam A Jeroboam le fue dada una de esas raras oportunidades en la vida, la de alcanzar un alto nivel de liderazgo nacional. Aún más, le fue dada una promesa soberana de parte del Señor, que él recibiría una casa segura y que entraría en las promesas de David. ¡Qué futuro tan brillante el que fue puesto ante él! Pero, ¿qué hizo él con semejante oportunidad? Despreció al Señor y Sus caminos, y en lugar de eso, caminó tras el consejo de su propio corazón. Sus compañeros eran hombres vanidosos y perversos (2 Cr. 13:7). Como ya hemos visto en nuestro estudio sobre su contemporáneo, Roboam de Judá, en nuestro libro “Los reyes de Judá”, Roboam falló porque no dispuso su corazón para buscar al Señor. Sus cualidades dignas de alabar, de hombre valiente e industrioso, no pudieron cubrir un corazón que era intrínsecamente impío. Esto debemos tratar de aprender en estos estudios sobre el carácter: las buenas virtudes no pueden hacer expiación por la maldad. Nuestro Señor nos hace la advertencia perpetua de que el primer mandamiento es amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, y que el segundo es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Las demás cualidades de Jeroboam no podían compensar su falta en el cumplimiento de estos deberes primordiales del hombre durante su viaje terrenal. Su vida fue una vida de rebelión. Primero se rebeló contra Salomón (2 Cr. 13:6) y luego contra Dios. Dios hirió a Jeroboam en el vigésimo segundo año de su reinado y murió.

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Qué prometedora fue su vida cuando joven, pero qué miserable fracaso y decepción probó ser su vida al final. Tan serios fueron los pecados de Jeroboam, que Dios decidió entregar a Israel. Como el primer rey de las diez tribus del norte, hizo pecar a Israel de acuerdo con 1 Reyes 14:16: “Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel”. El legado de Jeroboam a las generaciones siguientes fue el de una promesa de juicio, debido al fundamento que él había puesto en el reino de Israel. Bien podríamos preguntarnos qué fundamento hemos puesto para que las generaciones futuras construyan sobre él. ¿Ha dejado nuestra vida promesas de bendición por parte de Dios sobre aquellos que sigan y hereden nuestras funciones?

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Nadab

NADAB, HIJO DE JEROBOAM I Caminó en los caminos malvados de su padre La referencia escritural para este estudio sobre Nadab se encuentra en 1 Reyes 15:25-31. El rey Nadab reinó por dos años, del 909 al 908 a.C. Entendemos que Nadab empezó a reinar sobre Israel en el segundo año de Asa, rey de Judá. Poco es registrado de Nadab, excepto que era hijo de Jeroboam y que hizo lo malo a los ojos del Señor. Caminó en los caminos de su padre y en el pecado con el que aquél hizo pecar a Israel. Así, en Judá, el Reino del Sur, estaba el justo rey Asa, quien expulsó a los sodomitas y quitó los ídolos que había hecho su padre Abiam. En cambio, en el Reino del Norte reinaba un hombre malvado que hizo lo malo ante los ojos del Señor. Ahora, podríamos preguntar por qué Abías, el hijo bueno de Jeroboam, no vivió y sucedió a su padre. ¿Hubiera sido posible que, por su bondad, él hubiera llevado a Israel de regreso a Dios? Sin embargo, la respuesta es que el pueblo tiene el rey que se merece. ¿Hubiera Israel, quien caminaba en los caminos de Jeroboam I, querido cambiar? ¡No! Así que recibieron a Nadab, un rey de acuerdo a su corazón. Además, ¿hubiera Abías sido lo suficientemente fuerte para soportar los caminos del pueblo sin ser corrompido por ellos? Muchos de los reyes descubrieron que sus consejeros cercanos eran demasiado fuertes para ellos. Citamos al rey

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David: “Y yo soy débil hoy, aunque ungido rey; y estos hombres, los hijos de Sarvia, son muy duros para mí; Jehová dé el pago al que mal hace, conforme a su maldad” (2 S. 3:39).

El juicio se manifiesta en la casa de Jeroboam Teniendo en mente que el Señor eligió al malvado Nadab y no al justo Abías para reinar sobre Israel, deberíamos considerar que el Señor había decretado que la casa de Jeroboam y sus descendientes masculinos serían malditos. Por tanto, esto requería que los justos fueran quitados, para que pudieran escapar del juicio decretado sobre la simiente de Jeroboam. ¡Cuán maravillosos son los caminos del Señor! O, como el apóstol Pablo escribió en Romanos 11:33: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” El malvado Nadab duró solamente un corto período sobre el trono, antes de que los juicios decretados empezaran a ser ejecutados. Mientras el rey estaba haciendo un asedio, Baasa conspiró contra él y lo hirió en Gibetón (1 R. 15:27). Otra verdad que se vuelve aparente en el estudio de estos reyes es que el castigo de los padres recae sobre sus hijos. Esto puede ser visto desde los primeros tiempos de la historia de la raza humana. Fue Canaán quién sufrió por los pecados de Cam, como leemos en Génesis 9:24-27 de la NVI: “Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de lo que su hijo menor le había hecho, declaró:

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Nadab

‘¡Maldito sea Canaán! el más bajo de sus esclavos.’ Y agregó: ‘¡Bendito sea el Señor, Dios de Sem! ¡Que Canaán sea su esclavo! ¡Que Dios extienda el territorio de Jafet! ¡Que habite Jafet en los campamentos de Sem, y que Canaán sea su esclavo!’” Mientras escribo, acabo de ser notificado sobre un pastor cuya hija mayor abandonó a su esposo y a sus hijos para irse con un hombre que conoció mientras conversaban por medio del internet. El pastor no había caminado rectamente ante el Señor y, como resultado, el juicio cayó sobre su primogénita (muchas veces el juicio viene sobre el primogénito o sobre el que hereda la posición). Debido a que él había cometido el pecado de adulterio con Betsabé, la hija del rey David fue violada y sus dos hijos asesinados (2 S. 13). Más adelante en este libro, veremos que el juicio pronunciado sobre Acab cayó sobre sus hijos.

¡Oh, que por medio de una vida justa dejemos a nuestros hijos una bendición, y no una maldición causada por nuestra maldad!

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BAASA, HIJO DE AHÍAS El vengador de la casa de Jeroboam I Las referencias escriturales para este estudio del tercer rey de Israel se encuentran en 1 Reyes 15:27 – 16:6 y 2 Crónicas 16:1-6. El rey Baasa empezó a reinar en el tercer año de Asa, y reinó 24 años en Tirsa, desde el 908 hasta el 886 a.C. De acuerdo al dicho de Ahías silonita (1 R. 15:29), Baasa tomó control del trono conspirando contra Nadab, hijo de Jeroboam, e hiriendo a toda la casa de Jeroboam.

Dios usa al malvado Baasa para juzgar a los malvados Cuando a través de la Palabra de Dios, consideramos que el Señor pronuncia juicios contra aquéllos que no caminan rectamente, debemos esperar que los que ejecutan esos juicios sean hombres de integridad. Sin embargo, rara vez es este el caso. En el proceso final de los juicios, los siete ángeles que derramarán las últimas siete plagas son de una pureza exquisita: “y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro” (Ap. 15:6). En realidad, este debería ser el estado moral y espiritual de aquéllos a quienes se les confía el juzgar a otros. Aunque la realidad es que el Señor a menudo usa a los viles para juzgar a los justos. En el caso de las naciones, los pueblos paganos de Egipto, Asiria y,

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más tarde, Babilonia, fueron usados para hacer estragos contra la nación de Israel. Baasa no era mejor que aquel a quien mató, ya que leemos que hizo lo malo ante los ojos del Señor y caminó en el camino de Jeroboam (1 R. 15:34). Si bien el Señor exaltó a Baasa desde una posición muy baja después que éste ejecutó el juicio sobre la casa de Jeroboam, al examinar cuidadosamente las Escrituras, no parece que Baasa haya matado a los descendientes de Jeroboam porque el Señor se lo haya ordenado. Baasa mató por sus propios motivos egoístas. Efectivamente, era un traidor por haber matado al rey mientras éste estaba peleando contra los filisteos. Al hacerlo, estaba debilitando a su propia nación. ¿No fue ese un acto traicionero? Ciertamente creo esto, y no fue el último en la historia del Reino del Norte. Como veremos, lo que un rey hacía, con frecuencia volvía a ocurrir después. Toda vez se introduce un acto malvado en el corazón de una nación, tiende a volver a salir a la superficie, un hecho que vemos en muchas otras naciones hoy. Así que la palabra del Señor vino a Jehú, hijo de Hananí, contra Baasa: “Por cuanto yo te levanté del polvo y te puse por príncipe sobre mi pueblo Israel, y has andado en el camino de Jeroboam, y has hecho pecar a mi pueblo Israel, provocándome a ira con tus pecados” (1 R. 16:2). Esa pequeña frase, “te levanté del polvo”, sugiere que Baasa venía de una familia de circunstancias muy humildes. Al examinar sus obras malvadas, casi parece

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que había sido un rufián. Es claro que sus pecados están conectados con la idolatría; pues con la adoración de altares paganos, todos los demás pecados se manifiestan. Por eso, la tierra fue llena de inmoralidad y de todo pecado sórdido conocido por la humanidad. Tomando nuevamente las palabras del profeta, leemos acerca de los juicios que son pronunciados contra Baasa: “he aquí yo barreré la posteridad de Baasa, y la posteridad de su casa; y pondré su casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat. El que de Baasa fuere muerto en la ciudad, lo comerán los perros; y el que de él fuere muerto en el campo, lo comerán las aves del cielo” (1 R. 16:3-4). Notamos que cuando los juicios contra los malvados Hay gran son pronunciados por Dios, bendición para los muy a menudo incluyen la descendientes de frase: “y tu posteridad será los justos quitada”. En lo que respecta a los justos, hay una gran bendición para sus hijos y generaciones sucesivas. El Señor ha prometido que ellos heredarán la bendición de sus padres. ¿Por qué? Porque las buenas obras de los padres continuarán siendo practicadas por su posteridad y, por tanto, en la eternidad continuarán recibiendo bendiciones y recompensas. Recibamos una confirmación bíblica por los siguientes versículos: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se

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les descubren después. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas” (1 Tim. 5:24-25).

El malvado Baasa también es juzgado Durante el reinado de Baasa hubo guerras continuas con Asa, el rey de Judá. El hecho de que el reino había sido dividido por la voluntad de Dios nunca fue aceptado realmente, y siempre existió el deseo de retornar a la casa de David el reino de las diez tribus del Norte. Esto fue así, aunque el Señor había dado a conocer Sus deseos en los días del primer rey de Judá, Roboam: “Así ha dicho Jehová: No vayáis, ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel; volveos cada uno a su casa, porque esto lo he hecho yo. Y ellos oyeron la palabra de Dios, y volvieron y se fueron, conforme a la palabra de Jehová” (1 R. 12:24). Baasa decidió edificar Ramá para no dejar que ninguno saliera o entrara a Asa, rey de Judá. En efecto, estaba tratando de derribar el reino de Judá. Sin embargo, Asa era más justo que Baasa y logró hacer una alianza con el rey de Siria, Ben-adad, para atacar a Israel. Debido a esto, Baasa tuvo que dejar de edificar Ramá. Luego Asa tomó todo el material de construcción y edificó otros dos pueblos, Geba de Benjamín y Mizpa. Así, Baasa fue disminuido grandemente y moró en Tirsa (2 Cr. 16:1-6). Oh, ¡cómo sufren los malvados en esta tierra por sus planes perversos! Lo que hacen les regresa sobre su propia cabeza. Cuántas veces he visto eso durante mi vida.

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Aquéllos que pensaron hacer planes para alcanzar sus malvados deseos siempre han caído. A menudo buscan promoverse a sí mismos, pero su fin es miserable. Otros toman sus bienes y, muchas veces, su familia sufre grandemente. Santiago 4:1-3 nos dice cuál es el origen de las guerras: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Está registrada la terrible condición de la tierra: “En aquellos tiempos no hubo paz, ni para el que entraba, ni para el que salía, sino muchas aflicciones sobre todos los habitantes de las tierras. Y una gente destruía a la otra, y una ciudad a otra ciudad: porque Dios los turbó con toda clase de calamidades” (2 Cr. 15:5-6). Mucho se ha escrito sobre Baasa con respecto al hecho de que provocó al Señor a ira por ser como la casa de Jeroboam. Tal vez no estaría mal citar un teólogo de una era ya pasada, quien dijo: “había algo muy extraño en la perversidad e indiferencia de los reyes de Israel, quienes cuando veían que las familias de los reyes precedentes eran obviamente derrocadas por el mandato de Dios por haber adorado los becerros, y ellos mismos los habían derrocado, sin embargo ellos adoraron los mismos becerros y los pusieron delante del pueblo para que los adoraran, para

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que no retornaran al templo y a Asa, rey de Jerusalem; aunque los profetas denunciaron esto y los amenazaron con su destrucción. Verdaderamente el diablo y la ambición de reinar les cegó y les privó de su buen juicio. Por tanto ocurrió, a través del justo juicio de Dios, que todos fueron los verdugos unos de otros: Baasa fue el verdugo de los hijos de Jeroboam; Zimri fue el verdugo de los hijos de Baasa y el verdugo de Zimri fue Omri”N.T..

N.T. C. A. Lapide, citado por Keil y Deutsch en Commentary on the Old Testament, The First Book of Kings, p. 223, “Comentario del Antiguo Testamento, Primer Libro de Reyes”.

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ELA, HIJO DE BAASA El bebedor La referencia escritural para este estudio de Ela se encuentra en 1 Reyes 16:6-14. Ela empezó a reinar en el 26º año de Asa, rey de Judá. Reinó por dos años del 886 al 885 a.C. Así, el justo Asa sobrevivió al malvado Baasa, con quien peleó en tantas guerras. Ela fue asesinado por Zimri en el 27º año de Asa, estando ebrio en la casa de Arsa, el mayordomo de su casa (1 R. 16:8-10). Por este relato pareciera que el mayordomo también fuera un conspirador. Se aseguró de que el rey estuviera incapacitado por el exceso en la bebida, para que el asesino pudiera cumplir su cobarde crimen. Un profeta postrero clamó en contra de aquéllos que hacían tales maldades diciendo: “¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas tu hiel, y le embriagas para mirar su desnudez!” (Hab. 2:15). Esto ya era suficientemente malo, pero el mayordomo había ido un paso más lejos y preparó al rey para su muerte. Se debe hacer notar que el juicio fue ejecutado mientras Ela estaba en estado pecaminoso; Ela tuvo que haber visto que era la mano de Dios. Estaba siguiendo los pasos de su padre e hizo lo malo ante los ojos de Dios. Como resultado, toda la casa de Baasa fue asesinada por Zimri.

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Cae juicio sobre la segunda generación Aquí hay otra lección que no debe ser pasada por alto: el juicio sobre los transgresores muchas veces viene sobre la segunda generación. Podemos ahora citar otros casos que verifican este hecho: Salomón: Jeroboam: Acab:

Ezequías: Manasés:

el reino fue dividido en los días de su hijo Roboam (1 R. 11:31-35). su casa fue destruida en los días de su hijo Nadab (1 R. 15:25-29). su casa fue destruida en los días de su hijo Joram, y sus 70 hijos, todos, t a m b i é n fueron asesinados por Jehú (2 R. 10:10). todos los tesoros de su casa fueron tomados en los días de su hijo Manasés (2 R. 20:18). aunque fue restaurado al trono, su hijo Amón fue derribado por el Señor después de reinar solamente dos años (2 Cr. 33:20-21).

Ciertamente, cuando practican la idolatría, los malvados dejan un terrible legado para su simiente. Vemos esta advertencia en el segundo mandamiento: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20:4-5) Por otro lado, las promesas de Dios a los justos son que un hombre bueno deja herencia a los hijos de sus

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hijos: y la riqueza del pecador está guardada para el justo (ver Pr. 13:22).

La influencia del liderazgo La influencia del liderazgo no puede ser sobreestimada. Para esto, presentamos el siguiente versículo: “por todos los pecados de Baasa y los pecados de Ela su hijo, con los cuales ellos pecaron e hicieron pecar a Israel, provocando a enojo con sus vanidades a Jehová Dios de Israel.” (1 R. 16:13, NIV). Su estilo de vida afectó a toda la nación, porque forzaron al pueblo a hacer lo que ellos hacían. Eran culpables, como dice el profeta: “¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía” (Is. 10:1). Cuando entrenamos a otros, necesitamos dejar claro el poder y la influencia que un líder tiene. Entonces, ellos desarrollarán buenos hábitos y los impartirán a aquéllos de quienes son responsables. Así produciremos una simiente piadosa la cual, a su vez, se reproducirá a sí misma, acaso en la vida de multitudes.

“El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; Pero la riqueza del pecador está guardada para el justo.” Proverbios 13:22

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ZIMRI, SIERVO DE ELA Conocido por su traición La referencia escritural de este estudio acerca del siguiente rey de Israel se encuentra en 1 Reyes 16:9-20. Zimri reinó, por siete días, en el 27º año de Asa (885 a.C.). También él camino en los caminos de Jeroboam (1 R. 16:19). Sabemos que Zimri fue famoso por su traición (ver 2 R. 9:31). Las palabras de Jezabel fueron: “¿Sucedió bien a Zimri, que mató a su señor?” Él conspiró contra Ela y, para cumplir la profecía de Jehú, mató a todos los varones de la casa de Baasa. El pueblo que estaba en el campamento contra Gibetón, oyó que Zimri había conspirado y dado muerte al rey (1 R. 16:16). Ese día hicieron rey a Omri en el campamento y sitiaron Tirsa. Cuando le fueron dadas las noticias a Zimri, se suicidó, prendiendo fuego a la casa real consigo (1 R. 16:18). Al considerar los hechos que se nos presentan en la Escritura con respecto a estos eventos, debemos darnos cuenta que el Señor reina. Considere los siguientes pasajes del libro de Daniel, que registran los tratos de Dios con el rey Nabucodonosor de Babilonia: •

“La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Dn. 4:17).

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“Y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (Dn. 4:32).

• “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Dn. 4:35). Los vigilantes santos hacen una mención específica acerca de que El Señor el Señor pone en lugares altos a los levanta hombres más viles. Son levantados gobernantes para hacer Su voluntad. Todos los malvados reyes de Israel fueron hombres de para juzgar a carácter vil. Por esto, aunque le los malvados fueron dadas grandes promesas, Jeroboam I fue un hombre de carácter vil que levantó sacerdotes de las clases bajas. Su hijo bueno fue tomado, y su hijo vil, Nadab, fue criado para ser rey. Debido a su iniquidad, después Nadab fue muerto por Baasa. Luego la casa de Baasa, quién también era malvado, fue muerta por Zimri. Así, hay muy pocos gobernantes justos en el mundo, porque el Señor levanta a los malvados para traer juicio sobre los malvados.El Señor levanta gobernantes malvados para juzgar a los malvados. El reinado de Zimri consistió de siete días que le fueron asignados en la historia de Israel. Durante este tiempo,

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masacró la casa de Baasa, cumpliendo así la palabra del Señor hablada por Jehú, el hijo de Hanani (1 R. 16:1-4). El comentario de Jezabel, “¿Sucedió bien a Zimri?, nos habla de alguien que era conocido por su mente atormentada. Muchas veces pensamos que los malvados están gozosos cuando los vemos prosperar (como tal vez les sucede por un tiempo), pero ese no es el caso. Ellos, como Satanás su señor, experimentan tormento, desesperación y profundas depresiones. Al ver caer la ciudad en las manos del pueblo que seguía a Omri y sabiendo que el fin se acercaba, Zimri se suicidó, apresurando su fin con profunda desesperación. Cayó por siempre, al pozo del tormento eterno y a la oscuridad de las tinieblas. Tal vez resultaría de beneficio advertir en contra de la práctica del suicidio. Básicamente, una persona se suicida para escapar de una situación intolerable. Sin embargo, el juicio sobre aquéllos que cometen suicidio, es permanecer en el lugar en el cual se mataron. Personalmente he tenido varias experiencias con aquéllos que han cometido suicidio. Su estado después de muertos, es ver y escuchar a todos los que hablan acerca de ellos. Verán la tristeza y la miseria que han acarreado sobre sus seres queridos, y el estigma que la familia tiene que soportar por generaciones. De la vida de Zimri podemos aprender que aquéllos que como él, cometen traición o genocidio, son atormentados aun en esta vida. Los dictadores tienen que moverse de

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casa en casa, de palacio en palacio, para que su paradero permanezca escondido de los asesinos a los que temen. Pero, para el hombre ordinario, la sentencia se dicta en Isaías 57:21: “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos”.

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TIBNI, HIJO DE GINAT El rey alterno La referencia escritural para este estudio sobre Tibni se encuentra en 1 Reyes 16:21-22. El rey Tibni reinó del 885 al 880 a.C. Tibni fue rey simultáneamente con Omri: la mitad de Israel siguió a Omri y la otra mitad siguió a Tibni (1 R. 16:21). El pueblo que siguió a Omri prevaleció y Tibni murió después de reinar simultáneamente, desde el año 27 al año 31 de Asa, rey de Judá. De las Escrituras, eso es todo lo que se puede aprender sobre de Tibni. Si fue bueno o malo, no lo sabemos. Hay algunos comentarios que podemos hacer con respecto a Tibni, tomados del versículo donde leemos: “Y el pueblo que estaba en el campamento oyó decir: Zimri ha conspirado, y ha dado muerte al rey. Entonces todo Israel puso aquel mismo día por rey sobre Israel a Omri, general del ejército, en el campo de batalla” (1 R. 16:16). En Tirsa, la capital de las diez tribus del norte en ese tiempo, Zimri mató a Ela, mientras éste estaba ebrio. El pueblo estaba sitiando Gibetón, la cual pertenecía a los filisteos. El rey Ela debió haber estado con los hombres de guerra y, seguramente, habría estado a salvo, porque parece que en ese tiempo, el pueblo lo reconocía como el rey legítimo. El pueblo había estado sitiando Gibetón desde los días de Nadab y aún no los habían vencido (un período de más de 24 años). ¡Qué cansado debe haber estado Israel por las guerras! Los justos disfrutan paz y prosperidad: “Y habitará el juicio en el desierto, y en el

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campo fértil morará la justicia. Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Is. 32:16-17). Esto es algo que Israel, el Reino del Norte, nunca tuvo. Ahora, el pueblo que rodeaba Gibetón era aparentemente leal al rey Ela y, ese mismo día, después de escuchar las noticias sobre el asesinato, eligieron a Omri como capitán del ejército y rey de Israel, en lugar de Zimri. Ciertamente, un mensajero debe haberse apurado a alertar al ejército, el cual estaba a unas 40 millas (unos 72 kilómetros), a vuelo de pájaro. Bajo Omri, el ejército marchó rápidamente, sitió Tirsa y la tomó.

División entre los piadosos y los impíos Curiosamente, después de esto Israel se dividió en dos campamentos, pues una mitad seguía a Omri, y la otra a Tibni. Hubo conflicto entre los dos hasta que, al final, según Josefo, (Antigüedades de los Judíos VIII, Capítulo 12, 5), Tibni fue muerto en una batalla decisiva. Entonces Omri se convirtió en el único gobernante. ¿Por qué la mitad de la nación rechazó a Omri como rey? ¿Pudo haber sido porque Tibni tenía un alma más noble y era mejor ante los ojos de sus compatriotas para ser su rey? Parece que Omri fue la elección del ejército, que naturalmente seguiría al hombre de guerra más vulgar, con un estilo de vida libertino y lujurioso, sin restricciones. En el descarriado Israel, ¿habían algunos como los 7000 que en el tiempo de Acab no doblaron sus rodillas ante Baal? (1 R. 19:18). Sí, aun en los tiempos más depravados,

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Dios siempre tiene un remanente que es preservado por Su poder. Pero este grupo no prevaleció, porque Dios había entregado la nación a los impíos. Un ejemplo paralelo en los tiempos del fin, es cuando Dios permite que durante sus tres años y medio de gobierno, el Anticristo y el Falso Profeta triunfen sobre los ejércitos de los creyentes (Ap. 13:7). Que Dios permita no significa que Dios apruebe. Recordemos el Salmo 50:18-22: “Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte. Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos. Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os libre”.

Dios siempre ha tenido, y siempre tendrá,un remanente que es preservado por Su poder

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OMRI, CAPITÁN DEL EJÉRCITO Aquel que provocó a ira a Dios El reinado de Omri está registrado en 1 Reyes 16:16-28. Omri tuvo un reinado de 12 años (855-874 a.C.), que cual incluye su reinado simultáneo con Tibni. Empezó a reinar en el año treinta y uno de Asa, y murió en el año treinta y ocho de Asa (1 R. 16:23,29). Por tanto, en el año 31 de Asa debe haber empezado a reinar solo. Reinó 6 años con Tibni en Tirsa, y 6 años en Samaria (1 R. 16:23). Hizo lo malo a los ojos del Señor e hizo peor que todos antes que él (1 R. 16:25). Específicamente, se nos dice con respecto a este malvado: “pues anduvo en todos los caminos de Jeroboam hijo de Nabat, y en el pecado con el cual hizo pecar a Israel, provocando a ira a Jehová Dios de Israel con sus ídolos” (1 R. 16:26). Fue Omri quien movió la capital de la nación, de Tirsa a Samaria. Al examinar a Omri, encontramos que era un soldado. En esos días, a menudo los soldados eran los hombres más rudos. Fue alguien con poca o ninguna cultura y, probablemente, ignorante de los asuntos de estado. Sin embargo, sabía bien que los reyes anteriores habían muerto (al igual que Jeroboam, el fundador de la nación) debido a su idolatría y a todos los pecados asociados a la adoración de ídolos. Aun así, continuó con esta práctica por la misma razón por la cual Jeroboam instituyó la adoración de los becerros de oro: para que Israel no regresara a la verdadera adoración en el templo de Salomón, en

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Jerusalén. Era una forma por medio de la cual buscaba asegurarse que él controlaba al pueblo. Se nos dice: “Y Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, e hizo peor que todos los que habían reinado antes de él; pues anduvo en todos los caminos de Jeroboam hijo de Nabat, y en el pecado con el cual hizo pecar a Israel, provocando a ira a Jehová Dios de Israel con sus ídolos” (1 R. 16:25-26). Era un sinvergüenza en todo el sentido de la palabra y, como lo hemos dicho varias veces, Dios levanta a los hombres más viles para gobernar (Dn. 4:17). Ciertamente, así era Omri. Ya que reproducimos lo que somos, su hijo Acab, quien fue el siguiente en ascender al trono, fue tan malvado como su padre. Omri tenía todas las características malvadas de Filipo de Macedonia y de su hijo, Alejandro Magno. En esos días, el ejército se componía básicamente de mercenarios, y el ambiente del ejército era deplorable. Por tanto, lo que podemos aprender es que nos volvemos como aquéllos con quienes nos asociamos. Omri, Filipo y Alejandro estaban rodeados por gente vulgar. Todos eran dictadores y se parecían a los ídolos que adoraban, se volvieron semejantes a esos demonios (Sal. 115:4-8).

“Aquéllos que caminan con los sabios se volverán sabios, pero las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. (1 Co. 15:33)

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ACAB, HIJO DE OMRII El esposo de la más malvada de las mujeres Primero de Reyes 16:28 – 22:40 y 2 Crónicas 18 son las referencias escriturales para este estudio. Acab reinó desde el 874 a.C. hasta el 853 a.C. y estableció Samaria como la ciudad capital. Su esposa fue Jezabel, hija de Et-baal, rey de los sidonios. Josefo se refiere a Et-baal como un rey y sacerdote de Baal. Los nombres de los hijos de Acab fueron Ocozías, que significa “sostenido por Jehová”, y Joram, que significa “Jehová es exaltado”. Por tanto, pareciera que Acab creía en el pluralismo de adorar a Baal y a Jehová. Acab hizo más que todos los reyes antes que él para provocar a Jehová. Casi un tercio del material narrativo en 1 y 2 de Reyes, se refiere al período de 34 años del reinado de Acab y sus dos hijos. Esto es realmente impresionante, ya que los libros de 1 y 2 de Reyes cubren un período de 350 años, incluyendo los reinados de los 20 reyes de Judá y el de los 20 reyes de Israel, al igual que los 40 años del reinado de Salomón. Fue durante el reinado de Acab que ministró el profeta Elías. Así, tenemos al más grande de los profetas ministrando al más malvado de los reyes. Acab tuvo la mayor oportunidad de observar el poder de Dios, pero eligió caminar en sus propios y malvados caminos. En un esfuerzo por analizar su naturaleza y su carácter, hemos dividido su vida en encabezados que representan los eventos principales de su tumultuoso reinado. También, veremos el efecto total que tuvo durante ese

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momento en la historia de la monarquía sobre los hijos de Dios, tanto en Israel como en Judá.

Acab, su familia y su ascensión al trono El trasfondo de Acab sólo puede ser trazado desde su padre, Omri, quien fue el más malvado entre los seis reyes de Israel que le precedieron. Acab fue, por tanto, el octavo rey del reino dividido de Israel, y reinó sobre las diez tribus del norte (1 R. 16:25). Nuestro cónyuge es una de las elecciones más importantes que hacemos en nuestra vida, y muchos la hacen cuando son relativamente jóvenes. El Señor da ciertos mandamientos relacionados a este asunto tan importante. En Éxodo 34:12-16, Él claramente prohíbe el matrimonio con los paganos, porque las hijas de ellos harían que los hijos de los israelitas fueran tras ídolos. Pero Acab no atendió el mandamiento, y tomó por esposa a Jezabel, hija del impío rey Et-baal de los sidonios. Jezabel incitó a Acab a hacer lo malo, como leemos en 1 Reyes 21:25: “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba”. Por tanto, es posible que Acab hubiera sido diferente si su esposa hubiera sido piadosa. Al menos, no se habría hundido en las profundidades de maldad en las que se hundió por la influencia de Jezabel. Se nos dice que tras la muerte de su padre Omri, Acab empezó a reinar sobre Israel en el 38º año de Asa, rey de Judá (874 a.C.) y que reinó por 22 años. En el tercer año

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de su reinado, Josafat empezó a reinar como rey de Judá. La afinidad de este rey con Acab, hizo que la influencia de la maldad de Acab arruinara la línea de Judá por medio del matrimonio de la hija de Acab, Atalía, con Joram, quién reinó en lugar de su padre, Josafat. Charles Dickens escribió una novela titulada “Historia de dos ciudades”. Podríamos titular este momento del período monárquico “Historia de dos reyes” o “Historia de dos reinos”. Ciertamente fueron muy diferentes. El justo Reino del Sur disfrutaba las bendiciones del Señor, mientras que en el norte, el reino gobernado por Acab soportó desgracias económicas de dimensiones catastróficas. Esto lo veremos más adelante en este relato.

Acab camina en los pecados de Jeroboam I Desgracias económicas vinieron sobre Israel por los pecados de su rey y por la disposición de sus súbditos de seguir su ejemplo. Como declaramos en nuestro examen de la vida de Jeroboam I, el fundador de una nación deja un legado que reaparece de generación en generación. Esto también es cierto en las familias. Los pecados de los antepasados afloran en su progenie. Cuán importante es que aprendamos esta lección y busquemos purificar nuestro corazón, para que transmitamos un carácter y naturaleza piadosos a aquéllos que serán nuestra simiente. Porque tal como el Señor lo declaró en el principio, nos reproducimos de acuerdo a nuestro género (Gn. 1:11). Acab fluyó en los caminos de Jeroboam y heredó la ira de Dios. Los pecados de

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Jeroboam eran, básicamente, la idolatría y todos los males asociados con el paganismo. Como hemos hecho notar en otro lugar, la piadosa línea de Judá fue medida por su conformación a la vida de David, mientras que estos malvados reyes, fueron medidos por su conformación a la vida de su malvado fundador. Leemos en 1 Reyes 16:32-33: “E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel”. Aquí tenemos la repetición del principal pecado de Acab. Él sirvió a Baal, la deidad pagana. Baal, que significa “señor” o “esposo”, tiene muchos nombres compuestos, como Beelzebú, “señor” o “príncipe de los demonios”, aplicado a Dios ha puesto a Satanás. Baal era una deidad Su pueblo en de inmoralidad sexual. Al ser posiciones de comparado a Satanás, todo influencia, acto malvado y abominable para ayudar a los emanaba de él y de aquéllos elegidos de Dios que le adoraban, porque los en tiempos que adoran ídolos son como difíciles ellos (Sal. 115:8). Así Acab, un devoto de Baal, llenó la tierra con pecado y trajo la ira de Dios sobre la tierra de Israel y sobre las personas que adoraban como él. Menciono la ira sobre la tierra primero, porque como veremos, eso realmente ocurrió, cuando la tierra fue afligida con una severa

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sequía. Por supuesto, eso tuvo sus consecuencias después, sobre toda la economía del pueblo.

Acab se encuentra con Elías La aparición de Elías fue repentina y dramática. Declaró que no habría lluvia sino hasta que él lo dijera, luego Elías fue escondido por Dios. El Señor le ordenó ir al arroyo de Querit, el cual está al este del Jordán, unas 25 millas (unos 40 kilómetros) al sur del mar de Galilea. Allí, cada mañana y cada tarde los cuervos le traían pan y carne, y él bebía del arroyo. Parecería que Elías permaneció cerca del arroyo unos dos años (1 R. 17:1-7). Luego el arroyo se secó porque no había lluvia en la tierra. Algunos teólogos sugieren que él se quedó con la viuda de Sarepta por un año completo. Esta viuda fue escogida especialmente por el Señor, como leemos en Lucas 4:25-26: “Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón”. Por tanto, debido a su piedad, esta viuda gentil fue escogida por el Señor para un honor muy especial: alimentar al profeta de Dios. Aparentemente, nadie en Israel fue encontrado digno. Fue un anticipo del Señor yendo a los gentiles después de Pentecostés, porque la nación de Israel había rechazado al mayor de los profetas: el Señor Jesucristo mismo.

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Jezabel corta de la tierra a los profetas del Señor Al final de los tres años y medio de sequía, se le ordenó a Elías que se presentara ante Acab. En el camino para ir a ver a Acab, se encontró con Abdías, el mayordomo de la casa de Acab. Este Abdías era en gran manera temeroso de Jehová, un hombre piadoso que había protegido a 100 de los profetas de Jehová a quienes Jezabel había enviado matar (1 R. 18:1-16). Aquí vemos dos aspectos de la vida en Israel: Jezabel la asesina y el siervo de Dios en una posición elevada escondiendo a Sus siervos. No debemos temer nunca; en tiempos difíciles, Dios tiene a Su pueblo colocado en posiciones de influencia para que puedan ayudar a los elegidos de Dios. Podemos citar a Daniel, el primer ministro del imperio babilonio y más tarde un oficial del gobierno del imperio persa. Nehemías fue copero del rey de Persia para que Dios pudiera cumplir Sus propósitos en la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén. Antes estuvo José, el primer ministro de Egipto, para socorrer y alimentar a los hijos de Israel durante su estadía en Egipto. También yo he experimentado a veces ser ayudado por algunos del pueblo de Dios, siendo provisto de los permisos y visas necesarios para el trabajo del ministerio. Pero regresemos ahora a nuestra narrativa. La naturaleza de Jezabel se manifestó de una manera muy clara. Su odio por el Dios vivo hizo que buscara matar a Sus siervos (1 R. 18:4). Esta actitud fue revelada en sus siguientes actos contra Elías y Nabot. Es la misma actitud de aquéllos que pierden la unción y la presencia de Dios

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debido a la desobediencia. En el caso de Saúl, procuró matar a David después de haber perdido su unción debido a su desobediencia. He conocido preciosos seguidores de Dios que han perdido Su presencia por algún acto de desobediencia aparentemente mínimo. Sólo la han recuperado a través de un profundo arrepentimiento y de una búsqueda diligente de Su rostro. Otros que no se han humillado a sí mismos, se han convertido en nuestros adversarios. Nuestras obras proclaman nuestro pensamiento y, por lo tanto, nuestras acciones futuras. Por sus acciones asesinas, Jezabel se convirtió en enemiga implacable de todos los siervos del Señor. Consecuentemente, fue utilizada por Dios como un vaso de ira, permitiéndole a Él magnificarse a Si mismo a través de poderosos milagros. Ella y su esposo fueron, en menor escala, como el Faraón de antaño. Éste fue levantado específicamente por Dios para que Dios, a través de Moisés, pudiera mostrar Sus designios y maravillas en la tierra de Egipto (Ro. 9:17). Los poderosos milagros que Dios hizo a través de Elías fueron: el fuego del cielo para avergonzar a los profetas de Baal (quienes eran mantenidos y alimentados en la mesa de Jezabel, 1 R. 18:17-40), y la lluvia después de tres años y medio de sequía (1 R. 17:1; 18:41-46).

Confrontación del bien y el mal Al reunirse con Elías, el culpable Acab lo acusó de ser el causante de los problemas de su nación (1 R. 18:17). Sin embargo, Elías le corrigió rápidamente al responderle:

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“Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales” (1 R. 18:18). En efecto, Acab y sus antecesores se habían desviado del único y verdadero Dios vivo para servir a Satanás. Por eso la nación estaba bajo la ira de Dios y, como resultado, estaba sufriendo pérdidas económicas. Entonces, Elías ordenó a Acab que reuniera a todo Israel en el monte Carmelo con los 450 profetas de Baal. El hecho que Acab obedeciera al profeta, es un testimonio notable de la reputación y la unción sobre Elías. El ensordecedor mensaje de Elías a la nación en el monte Carmelo era: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (1 R. 18:21). Sin embargo, el pueblo no contestó ni una palabra, porque ya estaban convencidos en su corazón. Luego Elías ordenó que todos los profetas de Baal prepararan a un becerro como sacrificio, y que él prepararía otro. Ellos clamarían a sus dioses y él clamaría al Señor. El Dios que respondiera con fuego sería Dios. A esta propuesta, el pueblo respondió: “bien dicho”. Los profetas de Baal clamaron hasta el atardecer sin ningún éxito. Luego Elías clamó al único y verdadero Dios vivo. Dios respondió con fuego y consumió el sacrificio de la tarde. Todo el pueblo vio esto y se postraron, declarando “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1 R. 18:39). Luego todos los profetas de Baal fueron muertos en el arroyo de Cisón, el cual está en el fondo de las laderas del norte del monte Carmelo. El muy esperado fin de la sequía estaba cerca. Elías le ordenó a Acab que comiera y bebiera, declarando

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valientemente que se oía el sonido de una lluvia abundante. Después de períodos agónicos de oración intercesora, Elías envió siete veces a su siervo a la cima del monte Carmelo a ver hacia el mar. Entonces, en la séptima ocasión, el siervo reportó haber visto que se levantaba del mar una pequeña nube, como la palma de la mano de un hombre. Elías sabía que la respuesta estaba en camino y llamó a Acab para que preparara su carro y así la lluvia no lo detuviese. Rápidamente, los cielos se oscurecieron con nubes y hubo viento, seguido de gran lluvia. Una lección que todos debemos aprender: la palabra profética no es suficiente. Se debe orar pidiendo que se haga realidad aquello que Dios declara. La mano del Señor vino sobre Elías y corrió delante el carro de Acab hasta las puertas de Jezreel, unas 25 millas (unos 40 kilómetros) al sureste. Indudablemente, este fue un evento sobrenatural que ningún hombre podría haber cumplido, a no ser que estuviera vestido del espíritu de poder (Is. 11:2). Para este momento Acab había sido testigo de tres milagros extraordinarios: 1. El fuego de Dios, probando que Jehová es Dios. 2. La lluvia cayendo por la palabra de Elías, y 3. Elías corriendo delante su carro una distancia de unas 25 millas (unos 40 kilómetros). Tal manifestación del poder de Dios mostraba claramente quién era Dios. Pero cuando Acab le reportó a su esposa Jezabel los acontecimientos del día, no hizo nada para evitar

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que ella enviara al ejército instrucciones para prender y matar a Elías. Con seguridad, este versículo revela el verdadero estado de Acab: “Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová” (Is. 26:10). Los malvados no van a cambiar aun cuando se les demuestre cuál es el camino correcto. Aman sus maldades y no se arrepienten. Esto está muy claro en el libro de Apocalipsis, donde aun después de que caen los juicios de Dios sobre la humanidad leemos: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Ap. 9:20-21).

Elías huye de Jezabel Elías huyó a Beerseba y luego al desierto. Allí oró al Señor, declarando los pecados de la nación: “El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 R. 19:14). Israel estaba lleno de la sangre de Sus siervos muertos. Sin embargo, Jehová le dijo a Elías que iba a ungir a Jehú como rey de Israel, a Hazael como rey de Siria y a Eliseo

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como profeta en su lugar. Ellos matarían a los malvados de la tierra. Por tanto, el juicio había sido decidido contra la casa de Acab. El Señor también le dijo a Elías que Se había reservado para Sí a 7,000 que no habían doblado sus rodillas ante Baal. Así que, en medio de esta nación malvada había un remanente de los justos que un día habían llenado la tierra. Una descripción más clara y detallada del remanente es dada en Sofonías 3:9,12-13: “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento… Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová. El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice”. Esta escritura debería darnos gran ánimo de que el Señor es capaz de guardarnos aún cuando todos alrededor nuestro se están alejando del Señor y están, en efecto, practicando pecados de la peor clase. Esta verdad será para nosotros fuente de fortaleza en los tiempos del fin. El Señor nos enseñó específicamente (y lo citamos con Sus propias palabras) mientras estaba sentado en el monte de los Olivos con algunos de Sus discípulos: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12). El apóstol Pablo nos advierte de un abandono de todos los estándares morales, cuando escribe 2 Tesalonicenses 2:3: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá

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sin que antes venga la apostasía [o abandono], y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”. El profeta, hablando también de los tiempos del fin, dice: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria” (Is. 60:1-2). También tenemos la advertencia de gran oscuridad que viene sobre el pueblo. Al mismo tiempo, tenemos la promesa de Su gloria y Su poder preservador sobre aquéllos que son Suyos. Regresemos ahora a nuestra narrativa.

Dios libera a Israel de los sirios En 1 Reyes capítulo 20, Ben-adad, rey de Siria, vino con jactancia contra el rey de Israel y demandó todas sus esposas, hijos, oro y plata. Debido al inmenso número del ejército de Ben-adad, el cual se componía de 32 reyes, Acab respondió: “yo soy tuyo, y todo lo que tengo”. Sin embargo, Ben-adad no se contentó, porque el orgullo no conoce límites. Él declaró que enviaría a sus siervos a las casas de Acab y tomarían todo lo que les placiese. En este punto, Acab convocó a sus ancianos, quienes le aconsejaron no aceptar. Ebrio e iracundo, Ben-adad ordenó el asalto de Samaria. Pero un profeta del Señor vino a Acab diciendo que la gran multitud Siria sería entregada en su mano. El profeta añadió: “para que conozcas que yo soy Jehová” (1 R. 20:13). Jehová le estaba dando a Acab libertad para que pudiera llegar a conocer al Señor.

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¡De qué manera Se extendió el Señor hacia Acab, dándole toda oportunidad para arrepentirse! El apóstol Pablo nos dice que es la bondad del Señor la que nos lleva al arrepentimiento (Ro. 2:4). Aquí hay varias lecciones para nosotros. El hecho que Dios use a una persona no significa que Él la aprueba o que la acepta. Por tanto, debemos ser cuidadosos de juzgar por lo que el ojo ve y el oído oye. Rotundamente se nos dice que esto es algo que Jesús no hizo. Dice claramente en Isaías 11:3-4: “Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra…” Por la gracia de Dios, no debemos caer en el error de algunos que dicen que la piedad es ganancia (tenemos la advertencia de Pablo acerca de ellos en 1 Timoteo 6:5). Ciertamente habríamos hecho así si juzgamos este período de la vida de Acab con nuestros ojos y oídos y, debido a las victorias, ser guiados a pensar que él era bendecido y aceptado por Dios. Los sirios volvieron a llegar, y el profeta de Dios volvió a llegar y prometió que el Señor entregaría a la gran multitud de sirios en las manos del rey de Israel. Israel mató a 100,000 soldados sirios de a pie. Además, el Señor hizo que un muro en la ciudad de Afec cayera sobre otros 27,000, matándolos también (1 R. 20:22-31). ¿ (Viendo con los ojos y oyendo con los oídos), quién no diría que el rey de Israel era aprobado por Dios? ¡Pero no lo era! De hecho, Acab hizo un pacto con el malvado rey Benadad y le dejó ir en libertad. El Señor envió a Acab otro

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profeta diciendo: “… Así ha dicho Jehová: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo” (1 R. 20:42). Las personas débiles (y definitivamente ésta es una de las descripciones que Acab amerita) y aquéllos con inclinaciones criminales, tienden a excusar y a perdonar los crímenes de otros, aun en contra de sí mismos. Detestan emitir juicio porque sienten que al hacerlo se condenan a sí mismos.

El asesinato de Nabot y de sus hijos Ahora tenemos uno de los hechos más traicioneros de la vida de Acab. Él deseaba una viña que estaba al lado de su palacio y que pertenecía a Nabot el jezreelita (1 R. 21:1-25, 2 R. 9:26). Nabot se rehusó a vender, basándose en que era herencia de sus padres. Esto se basaba en Números 36:7: “para que la heredad de los hijos de Israel no sea traspasada de tribu en tribu; porque cada uno de los hijos de Israel estará ligado a la heredad de la tribu de sus padres”. La negativa de Nabot causó que Acab se enfadara como un niño, y rehusó comer pan. ¿Cuántas veces hemos tenido que reprender niños que se enfadan y hacen berrinches porque no consiguen lo que quieren? Pero, ¿hemos visto a hombres hacer lo mismo? Yo sí, y en más de una ocasión. Recuerdo bien un misionero ya mayor. Cuando no se salía con la suya y cierta iglesia no lo apoyaba como él quería, hacía berrinches y no les hablaba a los demás ministros. Sin embargo, cuando la iglesia finalmente cedía a sus deseos, se iba alegremente y era como un niño pequeño al que se le ha dado un juguete nuevo.

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Poco antes de escribir esto, me contaron que una mujer casada había hecho arreglos para recibir a una misionera en su casa por algunos días. Cuando por teléfono la misionera le explicó que sólo podía quedarse una noche en vez de dos (porque tenía que reunirse con otros que querían hablar con ella en un pueblo cercano), la mujer casada colgó el teléfono de golpe a la mitad de la explicación de la misionera. La misionera era joven y buscó el consejo de una madre en Israel mayor y más madura. El consejo de la mujer mayor fue: “llámala nuevamente, querida, y mantén el plan original. Dios se encargará”. La joven misionera hizo esto, y entonces la mujer casada quedó muy feliz y contenta, sin pedir disculpas por su comportamiento. No hagamos berrinches. Los que hacen berrinches muestran a todos que no son sino bebés en Cristo, faltos de madurez espiritual, aún en sus años de adultos. Regresando a Acab, él agravó su pecado porque, en realidad, se estaba rebelando contra la palabra del Señor hablada a través de los labios de Nabot (Nm. 36:7). Luego sigue uno de los planes más infames conocidos por la humanidad. Jezabel, su esposa, ya una asesina de los profetas del Señor, le dijo a Acab que le daría la viña de Nabot. Encima de esto, en nombre de Acab escribió cartas a los ancianos y nobles de la ciudad acusando falsamente a Nabot (por el testimonio de dos hijos de Belial) de haber blasfemado contra el Señor y contra el rey (1 R. 21:5-14). La conducta de Jezabel, y en realidad las acciones de todo Israel el reino del norte, son incongruentes con respecto a su forma de ver la religión. Aquí estaba una nación inundada

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de idolatría, que no obstante, fue a la Ley de Dios para apoyar su sistema judicial en el caso del trato de Jezabel hacia Nabot. Se intentaba dar a los procesos cierta legitimidad a los ojos del pueblo. Primero, iba a proclamarse un ayuno y probablemente cualquier otro trabajo debía cesar para que este asunto fuera agilizado. Entonces Nabot tenía que sentarse en un lugar prominente para que todo el pueblo pudiera verlo. Luego, tenían que conseguirse dos testigos sin valor (hombres malvados que dirían cualquier cosa que se les ordenara testificar), para que se sentaran en el lado opuesto a él. Esto era para cumplir la ley que se encuentra en Deuteronomio 17:6-7. Tenían que decir que habían escuchado a Nabot blasfemar contra Dios y el rey. De acuerdo a Deuteronomio 17:3, conforme al testimonio de dos testigos, tenían que ser apedreados aquéllos que adoraban a otros dioses. ¡En realidad, Acab y Jezabel debieron haber sido apedreados por el mismo crimen por el que Jezabel estaba acusando falsamente a Nabot! Es realmente inconcebible que los nobles y los ancianos hayan consentido en semejante conspiración, pero lo hicieron. Para haber consentido al asesinato sin protestar, o le tenían mucho miedo a Jezabel, o bien, ellos mismos estaban muy habituados a las costumbres del rey. No asesinaron solamente a Nabot, sino aparentemente también a sus hijos (2 R. 9:26), quienes obviamente fueron acusados del mismo pecado que su padre. Después del asesinato de Nabot, Jezabel le envió a decir a Acab que la viña era de él. Esto se basaba en el principio de que los bienes

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de aquéllos que eran culpables de blasfemar contra el Señor, eran confiscados para el Señor. Por tanto, de allí se asumió que los bienes de aquéllos que habían blasfemado contra el rey (lo cual sería alta traición), serían confiscados para el rey. Mientras Acab estaba contemplando sus posesiones mal habidas, Dios le envió al profeta Elías. Cuando se encontraron, Acab le dijo a Elías: “¿Me has hallado, enemigo mío?” Así, Acab se puso claramente como un enemigo de Elías y, por tanto, como un enemigo de Dios. La escritura declara: “(A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba. El fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Jehová de delante de los hijos de Israel)” (1 R. 21:25-26). Por tanto, Acab es catalogado como uno de los reyes más malvados que hayan vivido. Elías pronunció juicio sobre él en 1 Reyes 21:21-24: “He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab, tanto el siervo como el libre en Israel. Y pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías, por la rebelión con que me provocaste a ira, y con que has hecho pecar a Israel. De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán a Jezabel en el muro de Jezreel. El que de Acab fuere muerto en la ciudad, los perros lo comerán, y el que fuere muerto en el campo, lo comerán las aves del cielo”.

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Acab se humilla a sí mismo Ésta es una de las escrituras más claramente definidas de la Biblia, en la cual el amor de Dios es mostrado por Su misericordia hacia aquéllos que se vuelven y se arrepienten. Acab se humilló a sí mismo en respuesta al juicio pronunciado, y la palabra de Dios vino a Elías: “¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa” (1 R. 21:29). Sin embargo, esto no impide que la muerte de Acab sea decretada.

Acab es muerto en Ramot de Galaad Este último período de la vida de Acab abre con la declaración que habían pasado tres años desde que había habido guerra con Siria (del relato de la guerra que Benadad había iniciado en 1 Reyes 20:2-4). Acab dijo a sus siervos que Ramot de Galaad, una ciudad fronteriza entre Siria e Israel, pertenecía a Israel, y que no debían demorarse más en recuperarla de Siria (1 R. 22:1-3). Josafat, quien emparentó con Acab (2 Cr. 18:1), y cuyo hijo se casó con Atalía la hija de Acab, descendió a Acab. Éste hizo una gran fiesta para Josafat y lo persuadió a subir con él contra Ramot de Galaad. Entonces el rey piadoso le dijo: “… Yo te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová” (1 R. 22:5). Acab reunió entonces a 400 hombres. De acuerdo a la ley de la primera mención, estos 400 hombres serían aquéllos a los que se refiere 1 Reyes 18:19

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como “los cuatrocientos profetas de Asera”N.Ed, y no los profetas de Baal que eran 450 y que habían sido asesinados por Elías. Los “bosques” eran áreas donde los altares eran colocados en lugares rodeados por árboles. Los profetas de Asera o los profetas de los bosques eran simples embusteros que pretendían profetizarle al pueblo, pero que en realidad, eran adivinos inspirados por espíritus malignos. Sin embargo, entre ellos había profetas apóstatas que un día conocieron al Señor, como vemos en 1 Reyes 22:24: “Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti?” Los 400 falsos profetas comparecieron ante Acab, y todos le profetizaron al unísono que Acab debía subir a Ramot de Galaad, donde saldría victorioso. Josafat, sin embargo, discernió que no eran profetas de Jehová y que, por lo tanto, no tenían palabra del Señor. Le preguntó a Acab si no había otros profetas. Acab le respondió: “sí, pero nunca profetiza lo bueno acerca de mí”. Micaías (aquel a quien se refería Acab) fue traído de prisión para presentarse ante los reyes y rápidamente profetizó igual que los otros profetas (1 R. 22:6-8). Esta vez, Acab se dio cuenta que Micaías no estaba dando palabra de Jehová y lo reprendió, a lo que Micaías declaró: “… Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. N.Ed. En las versiones en inglés, los profetas de Asera se traduce como “bosques”. En las versiones en español, solamente la versión Reina Valera 1909 lo traduce como “bosques”.

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Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; vé, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti” (1 R. 22:19-23). A pesar de este mensaje, los dos reyes subieron a la batalla, habiendo ignorado la palabra de Jehová. Sin embargo, evidentemente Acab estaba temeroso puesto que se disfrazó, mientras motivó a Josafat a vestir sus vestidos reales. Sin embargo, de acuerdo a la palabra de Jehová, él fue muerto en batalla (1 R. 22:29-38). Los perros lamieron su sangre mientras los siervos lavaban su carroza manchada en sangre, cumpliendo así la palabra de Jehová a través del profeta Elías. Acab fue un prolífico constructor de ciudades y famoso por la hermosa casa de marfil que construyó (1 R. 22:39). Pero, ¿cómo resumiremos su vida? Su epitafio muy bien podría decir: “Acab murió como vivió: despreciando la palabra del Señor”. Por lo tanto, el Señor estaba seguro que, debido a que en vida Acab acostumbraba a despreciar Su palabra, haría lo mismo cuando llegara lo que determinaría su muerte. Acab creyó al espíritu mentiroso en las bocas de sus profetas, en lugar de creer a la palabra del Señor.

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Lecciones de la vida de Acab para los días del fin La vida y reinado de Acab, comparados a los del justo Josafat, nos proporcionan muchas lecciones que son adecuadas para los últimos tiempos de la Era de la Iglesia, antes de la Segunda Venida de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Vemos cómo la nación de Israel fue dividida después de Salomón. Las diez tribus del norte se volvieron infieles, pasando por varios niveles de apostasía. En el sur, el reino de Judá se mantuvo fiel al principio. Ciertamente, eso también es cierto en la Iglesia hoy. Hay congregaciones que tienen diferentes clases de mezcla, y algunas que están en clara apostasía, habiendo aceptado doctrinas erróneas. Como Israel bajo Acab, hay señales de la presencia y la bendición de Dios, pero no de justicia. La buena enseñanza ha dejado el púlpito. Aquéllos que son, o que una vez fueron Sus ministros, enseñan ya sea la leche de la Palabra o el error descarado en sus diferentes formas. Quisiera que consideráramos los siguientes pasajes de la Escritura para fundamentar estas declaraciones: “Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis palabras. Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte. Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de

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cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos. Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os libre” (Sal 50:16-22). Este pasaje del Salmo 50, muestra claramente que había quienes predicaban la palabra de Dios aun viviendo en maldad. Aunque un día habían conocido a Dios, ahora rechazaban Sus caminos. En Proverbios capítulo 2, Salomón registra cómo se expresa David de aquéllos que abandonaron al compañero de su juventud y olvidaron el pacto de su Dios. En él capítulo 5 de Proverbios también menciona a aquéllos que no han obedecido a la voz de sus maestros y son los más malvados en medio de la congregación. Luego Salomón comenta en Eclesiastés 8:10: “Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas los que frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad”. Pablo pronuncia impresionantes advertencias a aquéllos que no practican lo que predican: “He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de

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la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros” (Ro. 2:17-24). Con pesar, Pedro habla de manera similar acerca de falsos maestros entre las iglesias de sus días, quienes trajeron herejías condenables. Estos eran codiciosos y hacían mercadería de los creyentes. Luego añade: “Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 P. 2:14-21).

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Finalmente podemos citar Judas 1:8-13: “No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas”. Por otro lado, tenemos en la Iglesia a aquéllos que, como Josafat, levantan maestros de justicia que buscan guiar al pueblo en los caminos de la santidad para practicarla. Así, en el libro de Apocalipsis tenemos esta solemne advertencia que pone de relieve ambos caminos: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:11-12). Seguramente, tal como lo ha hecho desde su concepción, en estos últimos días la Iglesia se dividirá. Aun la última

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de las siete parábolas del Reino, la parábola de la red (Mt. 13:47), nos advierte que no serán buenos todos aquéllos que entren a la Iglesia en el avivamiento de los últimos días. Los malos estarán allí y serán echados fuera por los ángeles, como está escrito: “Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:49-50). Así, este período de la historia de Israel en el tiempo de la monarquía dividida, tiene grandes lecciones para nosotros. Tal como se dividieron ellos, así lo haremos nosotros. Oremos, por tanto, para que nos podamos sentar en la congregación de los justos y no en la congregación de los muertos. La vida de Acab nos provee lecciones solemnes, especialmente en lo relacionado al matrimonio con un no creyente. Jezabel, su esposa, sólo hizo que continuara aún más en los caminos del mal. Un matrimonio diferente, con una mujer piadosa, bien pudo haber sido una fuerza que lo restringiera para bien. También, vemos que los milagros no necesariamente cambian el corazón. Como con los hermanos del hombre rico en Lucas 16:19-31, fue el rechazo a la palabra de Dios lo que hizo que Acab rechazara la misericordia de Dios.

Oremos para que nos podamos sentar en la congregación de los justos y no en la congregación de los muertos

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OCOZÍAS, HIJO DE ACAB El rey que trató de matar a Elías La referencia escritural para este estudio sobre Ocozías se encuentra de 1 Reyes 22:51 a 2 Reyes 1:18. Ocozías reinó por dos años en lugar de su padre Acab, en el 17º año de Josafat (1 R. 22:51), del 853 al 852 a.C., por dos años. Con respecto a las fechas escriturales, debemos darnos cuenta que hay pocos absolutos. Algunas pueden ser autenticadas por la historia. La Escritura nos dice que Josafat empezó a reinar en el 4º año de Acab. Acab reinó 22 años. Así, las fechas escriturales no son precisas, en vista del hecho de que con fines cronológicos, los años eran calculados por los reinados de los reyes, y partes de sus reinados se contaban como años completos.

Ocozías camina en los caminos de Acab Ocozías reinó dos años e hizo lo malo a los ojos del Señor. No tuvo un buen ejemplo a seguir; por tanto, anduvo en los caminos de su padre y de su madre, pues eso era casi todo lo que había conocido. Sin embargo, debido a que también le era conocido el testimonio de Elías, podía elegir, y escogió los caminos del mal. ¡Qué responsabilidad tienen los padres de dar buenos ejemplos ante los ojos de sus hijos! ¿Cómo es posible hacer esto, sino venerando la Escritura? El presidente John Quincy Adams consideraba que cuanto más pronto leyeran sus hijos las Escrituras, se convertirían en ciudadanos más útiles. Tal era su veneración por la Biblia.

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Pero Acab, el padre de Ocozías, no prestó atención a la ley de los reyes en Deuteronomio 17:18-20, donde está escrito: “Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel”. Ésta es la razón por la cual los reinados de los reyes de Israel fueron tan cortos: ellos no meditaban en la Palabra del Señor (Sal. 1:1-3). Como resultado, hubo muchos reyes en un período de tiempo relativamente corto. Con respecto a la conducta de Ocozías, 1 Reyes 22:52-53 dice: “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y anduvo en el camino de su padre, y en el camino de su madre, y en el camino de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel; porque sirvió a Baal, y lo adoró…”. Estas fueron las declaraciones que se hicieron: 1. Anduvo en el camino de su padre, y en el camino de su madre. La Palabra de Dios habla específicamente de esta forma sobre aquellos que tienen padres malvados: “Pero si éste engendrare hijo, el cual viere todos los pecados que su padre hizo, y viéndolos no hiciere según ellos… de cierto vivirá” (Ez. 18:14,17). Mateo 13:49-50

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dice: “Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”. Por tanto, aquellos quienes tienen padres malvados no deben pensar que están condenados a la derrota y al infierno. En el caso de la línea de Judá, algunos reyes maravillosos tuvieron padres impíos. Podemos citar a Ezequías, quien tuvo por padre al malvado Acaz; o considerar a Josías, uno de los más buenos, cuyo padre fue ese hombre malvado, Amón. Sin embargo este no fue el caso con Ocozías, porque no sólo anduvo en el camino de sus padres, sino también: 2. Anduvo en el camino de Jeroboam hijo de Nabat. Jeroboam había provocado a Dios a ira porque hizo ídolos e imágenes de Asera en donde el pueblo pecó contra Dios. Además, instituyó un día festivo que ideó en su propio corazón y consagró para ser sacerdotes a lo más bajo del pueblo, aquellos que no eran de la tribu de Leví. Esto no era conforme a la Palabra del Señor. 3. Sirvió a Baal, y lo adoró. Imitó a su madre Jezabel en la adoración a Baal, la deidad pagana, ofreciéndole sacrificios a él en lugar de al Dios Vivo de Israel. Los creyentes que tienen padres malvadosno debenpensar que están destinados a la derrota y al infierno.

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Ocozías no se arrepiente En 2 Reyes 1:2 vemos que Ocozías se lesionó al caer por la ventana de una sala de la casa. Una de las bendiciones del Señor es provocar que un hombre enferme antes de su muerte, para que pueda tener la oportunidad de reflexionar acerca de la vida y de la eternidad. En consecuencia, tiene tiempo para prepararse para la vida venidera. A Ocozías se le dio precisamente esa oportunidad. Sin embargo Ocozías, continuando con su forma de vida, no se volvió a Dios sino envió mensajeros a Baal-zebub (el dios de Ecrón) a consultar si se recobraría de su enfermedad. Elías se encontró con sus mensajeros, y los reprendió por ir a Baal-zebub en lugar de ir al Dios de Israel (2 R. 1:3-4). Elías dijo que Ocozías ciertamente moriría, y los mensajeros reportaron este mensaje de vuelta al rey. Ahora, Ocozías sabía bien que Elías era el profeta del Señor, y ha de haber sabido de todos los milagros poderosos que Elías realizó en los días de Acab, el padre de Ocozías. Ésta era la oportunidad de arrepentirse y arreglarse con el Señor. En este sentido, ¡muchas esposas intercesoras, fieles y oradoras han visto a sus esposos volverse al Señor en los últimos días de sus vidas, mientras están en su lecho de enfermos! Recuerdo bien a una querida seguidora de Dios que oró por su esposo no creyente durante 50 años, sin resultado aparente. Luego el cáncer lo atacó y, por seis meses, estuvo confinado en cama. Tres meses antes de morir, le entregó su corazón al Señor. Esta querida dama contaba la conversión de su esposo en su lecho de muerte,

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¡y su rostro brillaba con la presencia del Señor! Ella nos exhortaba a ser fieles en la oración y a nunca rendirnos. ¿Cuál fue la reacción de Ocozías a la palabra de Elías que le trajeron de vuelta sus mensajeros? En lugar de una mente contrita y humillada, que hasta su padre mostró cuando le fueron dichos los juicios por labios de Elías, Ocozías envió tres compañías de 50 soldados cada una para tomar a Elías. Dos compañías fueron consumidas por fuego que cayó del cielo por la palabra de Elías, y el tercer capitán rogó por su vida. Por una palabra del Señor, Elías fue a ver al rey con el tercer capitán, con el siguiente mensaje: “… Así ha dicho Jehová: Por cuanto enviaste mensajeros a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón, ¿no hay Dios en Israel para consultar en su palabra? No te levantarás, por tanto, del lecho en que estás, sino que de cierto morirás” (2 R. 1:16). Ocozías murió sin arrepentirse y desechado. Sin duda, se fue al lugar de tormento donde Acab y su madre estaban experimentando los agudos dolores de la condenación eterna. Debido a que no tuvo hijo, Ocozías fue sucedido por su hermano Joram. En este momento, los reyes que estaban sobre los tronos de Judá y de Israel, ambos se llamaban Joram (o Jehoram, aunque este nombre no se utiliza en las versiones de la Biblia en español) que significa “levantado por Jehová”. Entonces, tenemos evidencia de una estrecha afinidad entre Acab y Josafat: en los nombres que les pusieron a sus hijos y también en la influencia de Josafat sobre Acab

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al ponerles un nombre piadoso. Ciertamente, Acab era una gran mezcolanza y un hombre muy confundido. Obviamente conocía la verdad por el buen testimonio de Josafat, Micaías y Elías. Pero su corazón era malvado, y estos testimonios no le llevaron a la senda de justicia. Verdaderamente, como se declara en Isaías, los malvados no aprenderán justicia en la tierra de los rectos (Is. 26:10).

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JORAM, HIJO DE ACAB El rey que trató de matar a Eliseo Leemos acerca de este décimo rey de Israel en 2 Reyes 3:1 9:26. Joram de IsraelN.Ed. inició su reinado en el 18º año de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años, del 852 al 841 a.C. (2 R. 3:1). También se dice que inició su reinado en el segundo año de Joram, rey de Judá, el hijo de Josafat (2 R. 1:17). Esto es demostrado fácilmente porque en Judá hubo una regencia simultánea. En el 18º año de su reinado, Josafat le entregó la administración del reino a su hijo. La cronología es como sigue: (ver también la línea de tiempo en la página opuesta) • • • •

Josafat reinó 25 años. Se dice que Ocozías empezó su reinado en el 17º año de Josafat (1 R. 22:51). Joram de Israel empezó a reinar en el 2º año de Joram de Judá, el cual era el 18º año de Josafat (2 R. 1:17). Josafat entregó el control completo del reino en el 5º año de la regencia simultánea, el cual era el 23º año de su reinado.

También se nos dice que era el 5º año del reinado de Joram de Israel, cuando Joram hijo de Josafat empezó a reinar: “En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá” (2 R. 8:16). N. Ed. Debido a que en las versiones de la Biblia en inglés se usa Joram o Jehoram, en la versión en inglés de este libro se da la siguiente explicación: “en este capítulo nos vamos a referir a Jehoram, rey de Israel como Joram, para evitar confundirlo con Jehoram, rey de Judá”.

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Este versículo determina claramente la regencia simultánea, pues declara que Joram de Judá comenzó a reinar a pesar de que su padre aún era rey. Es desde este año que contamos los 8 años de su reinado, así que en realidad reinó solamente 6 años como monarca absoluto. Esto explicaría la declaración de 2 Crónicas 21:4: “Fue elevado, pues, Joram al reino de su padre; y luego que se hizo fuerte, mató a espada a todos sus hermanos, y también a algunos de los príncipes de Israel”. Joram de Judá se hizo fuerte y mató a sus hermanos, para así asumir el control total del destino del reino a la muerte de Josafat.

Los reinados de Joram de Judá y Joram de Israel Judá Josafat

entrega el control muere

reina 25 años co-regencia

Joram de Judá

reina 8 años

bajo Joram

se convierte

inicia su reinado

Israel

Ocozías año 17 de Josafat Joram de Israel

reina 2 años reina 12 años

Joram

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La difícil situación de los tres reyes Al principio de su reinado, Joram de Israel buscó la ayuda del rey de Edom y del rey de Judá para que fueran con él a la guerra contra el rey de Moab, el cual se había rebelado contra Israel después de la muerte de Acab. Es sorprendente que después de haber sido reprendido por Dios por aliarse con Acab en la batalla contra los sirios, y luego ser nuevamente reprendido por Dios por haber ayudado a Ocozías (ver 2 Cr. 20:35-37), Josafat aún respondiera así a Joram, rey de Israel: “Iré, porque yo soy como tú; mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como los tuyos” (2 R. 3:7). Después de siete días les faltó el agua en el desierto de Edom. En este momento, Joram, el rey de Israel dijo: “¡Ah! que ha llamado Jehová a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas” (2 R. 3:10). Note que el rey de Israel mencionó el nombre del Señor, reconociéndolo a Él como el Señor que gobernaba sus vidas. Aunque este hombre adoraba a Baal, no es a Baal a quien se vuelve en su angustia, sino al Señor. He visto esto a menudo entre los malvados. Me viene a la mente un caso en particular. En la iglesia en la que yo acababa de asumir el pastorado, había una dama que a pesar de que había sido la encargada de la escuela dominical, era de todo menos piadosa. Tenía amigos muy mundanos y no asistía regularmente a la iglesia. Sin embargo, en su lecho de muerte, no fue a sus amigos mundanos a los que se volvió, sino a mí. En conflictos extremos, los miembros impíos de la congregación

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saben quién es de la verdad y quién no. Pero para esta dama, era demasiado tarde. La visité una tarde, y en la noche, ella falleció. Esa noche su espíritu vino a mí, y le tuve que decir: “… está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27). Más tarde le pregunté al Señor por qué había venido ella a mí después de morir. El Señor respondió: “es como una polilla que viene a la luz. Puede ver el aura de luz que está a tu alrededor y busca llegar a ser partícipe de esa luz, pero no puede; es demasiado tarde”. Amados, mientras hay vida, hay esperanza; en la muerte es demasiado tarde. Entonces, Josafat el piadoso tomó el liderazgo, porque en tiempos de angustia, los justos son confiados como el león, pero los impíos tienen miedo (Pr. 28:1). Preguntó si no había un profeta del Señor para que consultaran al Señor por medio de él. Cuando se le dijo que Eliseo estaba a mano, respondió que la palabra del Señor estaba con él. Entonces, los tres reyes descendieron a ver a Eliseo. Ahora, en este momento de nuestro estudio, tenemos que aprender algunas lecciones y enseñanzas muy importantes. Primero, Josafat estaba sufriendo en el desierto por su alianza y su caminata con Joram, rey de Israel. Por lo tanto, llegamos a ser partícipes de las bendiciones o las maldiciones de aquellos con quienes caminamos. Esto se repite con respecto a aquellos que habitan en la Babilonia espiritual de los Días del Fin, de quienes leemos: “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Ap. 18:4).

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Ahora los reyes vienen a Eliseo, “quien dijo al rey de Israel: ¿Qué tengo yo contigo? Ve a los profetas de tu padre, y a los profetas de tu madre. Y el rey de Israel le respondió: No; porque Jehová ha reunido a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas. Y Eliseo dijo: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que si no tuviese respeto al rostro de Josafat rey de Judá, no te mirara a ti, ni te viera” (2 R. 3:13-14). Debido a que Joram de Israel está en la presencia del justo rey Josafat, es partícipe de las bendiciones de los justos. Como está escrito: “El que anda con sabios, sabio será…” (Pr. 13:20). La mano del Señor vino sobre Eliseo y profetizó que habría agua y que el Señor entregaría a los moabitas en las manos de estos tres reyes. Así, los reyes fueron preservados por la milagrosa provisión de agua, y tuvieron la victoria sobre sus enemigos debido a la presencia de Josafat, por quien Eliseo intercedió (2 R. 3:14-25).

La sanidad de Naamán el sirio Luego es registrado otro evento notable. Naamán, el general del ejército del rey de Siria, era leproso. Después del testimonio de la sierva de la esposa de Naamán, el rey de Siria creyó tanto en el poder milagroso del Dios de Israel, que envió una carta con Naamán, para que fuera con el profeta de Israel y allí fuera sanado. Pero la carta fue enviada al rey de Israel, Joram, quien creyó que el rey de Siria estaba buscando una excusa para luchar contra él. En aflicción, Joram rasgó sus vestiduras. Pero Eliseo, oyendo de esto, le

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mandó decir al rey que le enviara a Naamán. Entonces, Naamán sabría que había profeta en Israel (2 R. 5:1-8). Verdaderamente, Naamán fue sanado por la obediencia a las palabras del profeta, sumergiéndose siete veces en el río Jordán. Esto debe haber sido del conocimiento de Joram de Israel. Hay una verdad que se revela del relato de los reinados de Acab y de sus hijos que reinaron después de él: a través de los profetas Elías y Eliseo, y de otros siervos de Dios, les fue otorgado el testimonio verdadero de Jehová, el Dios Vivo. Sin embargo, tal como Eliseo reprendió a Joram, ellos escogieron escuchar a los profetas de Baal y de Asera, quienes profetizaban por espíritus malignos. Despreciaron la misericordia de Dios, quien continuamente les dio testimonio de Su gracia y verdad. Por tanto, no tenían excusa.

El Señor libera a Israel de Siria Ahora vemos otro episodio de la manifestación de la gracia de Dios a Joram, rey de Israel: fue preservado del rey de Siria por medio de la palabra del Señor, a través de Eliseo (2 R. 6:8-23). Hubo batallas continuas entre Siria e Israel. En el siguiente relato, el rey de Siria había determinado enviar compañías de soldados contra Israel, con el propósito de acampar en ciertos lugares. Pero Eliseo advirtió al rey de Israel que no estuviera en esos lugares; por tanto, escapó varias veces. El rey de Siria, angustiado en gran manera, pensó que uno de sus capitanes estaba alertando a Israel. Sin embargo, sus siervos le dijeron que era Eliseo quien estaba dando las advertencias (2 R. 6:11-12).

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De nuevo, cabe destacar que los paganos se percatan y reconocen el poder del profeta de Dios, y aun así, no se postran ante Él. Efectivamente, reconocían, que el Dios Vivo y Verdadero estaba luchando contra ellos; sin embargo, con vanos esfuerzos continuaban oponiéndose a Su pueblo. El rey de Siria cometió el mayor pecado al enviar a sus soldados a capturar a Eliseo, el siervo del Dios Verdadero, en Dotán. Cuando ellos llegaron a Dotán, Eliseo oró para que el Señor hiriera al ejército sirio con ceguera. Él lo hizo, y Eliseo los guió al centro de Samaria, capital de la nación de Israel. El rey de Israel le dijo entonces a Eliseo: “¿Los mataré, padre mío?” (indicando con esto último, el gran respeto que el rey le tenía al profeta). Eliseo, sin embargo, le ordenó que alimentara a los soldados y los dejara ir. Lo hizo, y ellos regresaron a su señor, Ben-adad, rey de Siria (2 R. 6:18-33). Debemos darnos cuenta que el Señor prueba a los hijos de los hombres. No sólo estaba siendo probado Joram de Israel, sino también Ben-adad. Éste volvió a ir en contra de Samaria, aún después de haberle sido concedidos estos dos actos de bondad, es decir, la sanidad de Naamán, su general, y el haber tenido piedad a sus soldados, a quienes él había enviado a capturar a Eliseo. El Dios de Israel había sido misericordioso con él, pero él buscaba destruir al pueblo de Dios. Bien se puede decir de estos dos reyes: “Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová” (Is. 26:10).

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No podemos sino sentir que estas verdades se mostrarán nuevamente en los tiempos del fin; cuando el Señor, en Su amorosa misericordia, ejecutará grandes señales y maravillas, con el fin de que nadie quede sin excusa. Aun así, muchos no se volverán a Él. Cuando vean los milagros realizados por los herederos espirituales de Janes y Jambres, quienes realizaron milagros imitando a Moisés, creerán las enseñanzas y palabras del Anticristo y del Falso Profeta, y se irán con ellos a la perdición.

Joram de Israel se hace cargo de las cosas con sus propias manos En 2 Reyes 6:24 encontramos que después de haberle sido mostrada bondad por Eliseo y por Joram de Israel, Benadad, el rey de Siria, no mostró agradecimiento. En vez de eso, eligió reunir sus tropas y sitiar Samaria en un momento en el que el pueblo estaba experimentando una prueba de hambruna y gran pobreza. Vemos también que Joram, rey de Israel, fue igual de malagradecido durante la prueba. Aunque Joram estaba vestido con cilicio sobre su cuerpo, procuró matar a Eliseo, a quien le atribuyó este sitio. Sin duda, en su corazón estaba pensando que si Eliseo le hubiera permitido matar a los prisioneros ciegos (2 R. 6:21-22), Ben-adad no habría montado este sitio. Le envió un mensajero diciendo: “Este mal viene de Jehová; ¿para qué he de esperar más a Jehová?” Nuevamente, Joram atribuyó el juicio al Señor, y no quiso esperar más por la liberación del Señor (2 R. 6:30-33). Aquí debemos hacer una pausa para considerar la lección de esperar durante las pruebas: no tomar las cosas en nuestras manos, como Joram iba a hacer.

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Veamos los siguientes versículos, los cuales nos dan instrucción en tiempos como estos: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados” (Is. 50:10-11). Para tener una palabra adicional del Señor, Joram debió haber esperado o buscado al Señor a través de Elías. Sin embargo, Joram pensó en hacerse cargo de las cosas con Durante sus sus propias manos matando a pruebas, Eliseo, a quien le atribuía sus esperen que males. Eliseo, conociendo la Dios se mueva; intención del corazón del rey, no se hagan le llamó hijo de un asesino, cargo de las Acab (2 R. 6:32). ¡Cuán cosas con sus necesario es que observemos el propias manos. carácter de Joram! Él era un hombre que creía en la realidad del Dios de Israel y que, al menos en parte, entendía que el Señor gobernaba los asuntos de los hombres, ¡aún así, odiaba a Sus siervos y Sus caminos! Aquí hay otra lección que aprender: según sea nuestra posición, así es la prueba que viene a nuestro camino. Para los reyes, el horno de la aflicción es ciertamente grande. Por favor, recuerde que nosotros también hemos sido llamados a ser reyes y sacerdotes para Dios. Por tanto,

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seamos fieles en las pruebas de fuego, tal como lo fueron los tres amigos de Daniel. En Daniel capítulo 3 leemos sobre su prueba de fuego y sobre su fidelidad en el horno. La palabra de Dios, a través de los labios de Eliseo, prometió liberación para la hambruna al día siguiente (se cumplió cuando huyó el ejército sirio). Dios hizo que el enemigo oyera el sonido de carros y de gente a caballo, y creyeron que eran ejércitos de otras naciones que los israelitas habían tomado a sueldo (2 R. 7:1, 6-7). Después de estas cosas, el rey de Israel estaba hablando con Giezi, el siervo de Eliseo, preguntándole de todas las grandes cosas que Eliseo había hecho. Mientras hablaba con Giezi, la mujer cuyo hijo Eliseo había resucitado, vino al rey a pedir la restauración de su casa y sus tierras. Ella había dejado la nación porque Eliseo la había advertido sobre la hambruna que duraría siete años (2 R. 7:4-6). Así que, hasta el final, Joram estuvo recibiendo constantes testimonios de la bondad y la grandeza del Único y Verdadero Dios Vivo.

La muerte de Joram de Israel En el undécimo año del reinado de Joram, rey de Israel, comenzó a reinar en Jerusalén Ocozías, habiendo llegado a ser rey de Judá en el lugar de su padre, Joram, rey de Judá. Éste fue con Joram de Israel, a la batalla en contra de Hazael, rey de Siria. Joram de Israel resultó herido en esta batalla, y descendió a Jezreel para curarse. Luego, Ocozías descendió a Jezreel a visitar a Joram porque éste estaba enfermo. Nuestro relato sobre este último episodio

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de la vida de Joram, continúa cuando estudiamos al siguiente rey, Jehú, quién fue expresamente ungido por el siervo de Eliseo para asesinar a la casa de Acab, incluyendo a Joram.

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JEHÚ, HIJO DE JOSAFAT El que no prestó atención a la ley de Dios El reinado de Jehú está registrado en 2 Reyes 9:1–10:36. Eliseo había enviado a uno de sus siervos a ungir a Jehú, capitán de los ejércitos de Israel, para ser rey de Israel. Jehú reinó 28 años, del 841 al 814 a.C. Cuando Jehú fue ungido rey, vino a Jezreel y con un arco y una flecha, mató a Joram, rey de Israel, y lo enterró en el campo de Nabot el jezreelita. Hizo esto para vengar la sangre de Nabot, a quién Acab había asesinado por medio de los hechos de Jezabel, su esposa. Si observamos al principio el hecho de la unción de Jehú, pareciera que se hizo con mucha prisa. Sin embargo, examinemos los siguientes versículos: “Y le dio Jehová [a Elías]: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará” (1 R. 19:15-17). Estas instrucciones fueron dadas a Elías por el Señor, inmediatamente después de los poderosos milagros que tuvieron lugar en el monte Carmelo: el fuego del cielo, la lluvia que terminó con la sequía de tres años y medio, y la energía sobrenatural de Elías para correr ante el carro de Acab (1 R. 18:17-47). Estas profecías deben haber sido

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conocidas por algunos en Israel, pues los asuntos proféticos eran atesorados, aunque no necesariamente obedecidos, por el pueblo. Luego tenemos el hecho de que, evidentemente, el Señor le había hablado a Jehú con respecto a sus futuras tareas, como vemos en 2 Reyes 9:22-26: “Cuando vio Joram a Jehú, dijo: ¿Hay paz, Jehú? Y él respondió: ¿Qué paz, con las fornicaciones de Jezabel tu madre, y sus muchas hechicerías? Entonces Joram volvió las riendas y huyó, y dijo a Ocozías: ¡Traición, Ocozías! Pero Jehú entesó su arco, e hirió a Joram entre las espaldas; y la saeta salió por su corazón, y él cayó en su carro. Dijo luego Jehú a Bidcar su capitán: Tómalo, y échalo a un extremo de la heredad de Nabot de Jezreel. Acuérdate que cuando tú y yo íbamos juntos con la gente de Acab su padre, Jehová pronunció esta sentencia sobre él, diciendo: Que yo he visto ayer la sangre de Nabot, y la sangre de sus hijos, dijo Jehová; y te daré la paga en esta heredad, dijo Jehová. Tómalo pues, ahora, y échalo en la heredad de Nabot, conforme a la palabra de Jehová”. Por tanto, el corazón de Jehú había sido preparado para la obra que ahora había ejecutado. Es un principio de Dios que Él nos prepara para las tareas que Él ha dispuesto de antemano para nosotros. En un sentido, continuamente estamos siendo preparados para aquello que a de venir. También, se puede decir que todo lo que iniciamos sobre esta tierra por la voluntad de Dios, nos prepara para nuestro ministerio eterno. Así, con la muerte de Joram de Israel, la dinastía del malvado Omri llegó a su fin, después de tres generaciones.

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De este modo, la muerte de Joram cumplió con la ley en la cual el Señor declaró: “No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Dt. 5:8-9). En verdad, la dinastía de Omri odiaba al Señor. Erigieron y adoraron imágenes y adoraron a Baal. Por esto, se decretó juicio contra su simiente. A todos se le dieron oportunidades para conocer la verdad, sin embargo, despreciaron los caminos de Dios. Como consecuencia, cosecharon juicio no solamente durante su vida, sino también aquél que es eterno, en el lago de fuego. Todos los hijos de Acab fueron muertos y, por orden de Jehú, Jezabel fue lanzada desde la ventana de su palacio por sus eunucos. Así se cumplió la palabra del Señor, como leemos en 2 Reyes 9:35-37: “Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera, y los pies, y las palmas de las manos. Y volvieron, y se lo dijeron. Y él dijo: Esta es la palabra de Dios, la cual él habló por medio de su siervo Elías tisbita, diciendo: En la heredad de Jezreel comerán los perros las carnes de Jezabel, y el cuerpo de Jezabel será como estiércol sobre la faz de la tierra en la heredad de Jezreel, de manera que nadie pueda decir: Esta es Jezabel”. Así destruyó Jehú la casa de Acab. Setenta hijos de Acab fueron asesinados, cumpliéndose así la palabra del Señor

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por medio de Elías (2 R. 10:1-11). Jehú obedeció la palabra del Señor al destruir a los adoradores de Baal y quemar las imágenes de Baal.

La respuesta de Jehú después de ser recompensado Luego, el Señor le hizo a Jehu una promesa, como leemos en 2 Reyes 10:30: “Y Jehová dijo a Jehú: Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación”. Aquellos que ejecutan los mandamientos de Dios disfrutan de la bendición hasta la tercera y cuarta generación; mientras que los malvados son castigados hasta la tercera y cuarta generación, como le sucedió a la casa de Omri. Ahora, continua una declaración muy trágica y desmoralizadora: “Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel” (2 R. 10:31). Los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, tenían que ver con la adoración de los becerros de oro, de los que Jeroboam había dicho: “Estos son sus dioses, oh Israel, los cuales los sacaron de la tierra de Egipto”. ¡Cuán blasfemo e ilógico! ¡Cómo si estos objetos hechos por el hombre pudieran haber tenido algún poder para influenciar el curso y destino de Israel, unos 600 años antes de ser creados por el rey! A través del Antiguo y del Nuevo Testamento, vemos una y otra vez la impotencia de los ídolos.

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En su enseñanza acerca de los ídolos, el apóstol Pablo nos muestra claramente cuán absurdo es adorarlos (1 Co. 10:20) Aún más, el salmista advierte que aquellos que adoran ídolos se vuelven como ellos (Sal. 115:4-8).

Lecciones de la vida de Jehú Sin embargo, al considerar la vida de Jehú, nos debemos preguntar, ¿cuáles son los peligros del liderazgo y, de hecho, de la vida en general? Básicamente, podríamos decir que la clave se encuentra en lo profundo de nuestro corazón, y puede ser resumida en una palabra: deseo. ¿Deseamos las cosas de Dios? Y, sobre todo, ¿deseamos lo que deseaba el apóstol Pablo? Él lo expresó así: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Fil. 3:7-11). En conclusión, Pablo quería ganar a Cristo, y conocerlo de una forma muy íntima. Jehú nos recuerda al procónsul de Acaya, ante el cual llevaron los judíos a Pablo. “Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le

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golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello” (Hch. 18:17). En efecto, tal como a Galión, a Jehú no le importaban las cosas de Dios. El resultado fue que Jehú guió a Israel a los pecaminosos caminos de Jeroboam I. Otra cosa muy importante para los líderes es meditar en la Palabra de Dios. La sabiduría de Dios habla de esta forma a reyes y gobernantes: “Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel” (Dt. 17:18-20). Para Josué, la exhortación fue: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1:8). El salmista habla de igual forma, con una amonestación adicional concerniente a las malas compañías: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:1-3).

Jehú

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El tercer punto al cual deben prestarle atención los líderes es con quién tienen compañerismo. Pablo añade esta advertencia con respecto a escoger a nuestros compañeros: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33) o: “No os dejéis engañar: ‘Las malas compañías corrompen las buenas costumbres’» (1 Co. 15:33, LBLA). Tampoco debemos olvidar nunca que nuestro estilo de vida afectará nuestras mentes y deseos. “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado” (Col. 1:21). Las obras malvadas harán que nuestras mentes y nuestros corazones odien a Dios. Dicho claramente, si caminamos con los sabios nos volveremos sabios; entonces Dios nos amará y nosotros amaremos a Cristo, quien es la sabiduría. En la medida en la que prestemos atención a estas amonestaciones, nos volveremos como el patriarca Job, quien dijo: “Del mandamiento de sus labios nunca me separé; Guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job 23:12). Jehú falló porque no le prestó atención a estas cosas. Como resultado, Israel continuó pecando en el asunto de los becerros de oro y, como su rey, no le puso atención a las leyes de Dios. Como castigo, Dios hizo que Hazael (rey de Siria y asesino de su señor Ben-adad), afligiera poderosamente a Israel por todo el territorio (2 R. 10:31-32). Para nuestro propio beneficio y edificación, hay otro aspecto del carácter de Jehú que no debemos pasar por alto. Cuando se acercaba a Jezreel, el atalaya que estaba en la torre le dijo al rey Joram: “el marchar del que viene

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es como el marchar de Jehú hijo de Nimsi, porque viene impetuosamente” (2 R. 9:20). Así, Jehú era conocido por una característica singular: su forma de conducir. Esto habla de una persona muy impulsiva, que le pondrá muy poca atención a las leyes de la tierra, considerándolas de poca importancia. Recuerdo a cierto gobernador de uno de los estados del medio oeste de Estados Unidos, que tenía la reputación de manejar rápido. A pesar de numerosas amonestaciones y multas, él ignoraba las leyes. Con el tiempo, mató a una persona. El resultado fue que estropeó una buena reputación, tal como hizo Jehú, el cual pudo haber tenido un excelente testimonio si hubiera guardado las leyes de Dios. Lo que es considerado como una pequeña falla en el carácter de una persona, puede tener miserables consecuencias a largo plazo. La Palabra de Dios resume la vida de Jehú diciendo que era un hombre poderoso; aún así, dejó a Israel en un estado miserable porque falló al no guiarlos por los caminos de justicia. Aquí estaba un hombre que cumplió la orden del Señor de destruir una casa malvada. Recibió la promesa de que sus hijos se sentarían en el trono hasta la cuarta generación. Sin embargo, debido a que fracasó y no buscó al Señor y a Su Palabra, Jehú dejó a la nación en un estado de idolatría y deterioro espiritual.

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JOACAZ, HIJO DE JEHÚ Hizo pecar a Israel La referencia escritural para este estudio sobre Joacaz se encuentra en 2 Reyes 13:1-9. Joacaz inició su reinado en el 23º año Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá. Reinó un total de 17 años, del 814 al 798 a.C. Jehú había asesinado juntos a Ocozías y a Joram, hijo de Acab. El reinado de Joacaz fue de maldad. Hay una pequeña e impresionante frase concerniente a Jeroboam. Se nos dice: “hizo pecar a Israel”. El líder tiene enorme influencia e impacto sobre una nación o un pueblo. Tristemente, Joacaz caminó en todos los pecados de Jeroboam I, el fundador de la nación. El resultado fue que Dios entregó a Israel en las manos de Hazael y de su hijo Ben-adad, reyes de Siria.

Tres reyes de Siria BEN-ADAD II (860-843 A.C.) LUCHÓ CON ACAB, REY DE ISRAEL HAZAEL (843-796 A.C.) ASESINÓ A BEN-ADAD II Y LE SUCEDIÓ COMO REY BEN-ADAD III (796-770 A.C.) HIJO DE HAZAEL

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El Señor le muestra misericordia a Joacaz Como hemos visto en las vidas de otros reyes de Israel, se vuelve a presentar la extraña situación en la cual Joacaz, necesitando ayuda contra la opresión de Siria, buscó al Señor, a Quién no siguió. Aunque Joacaz seguía a los ídolos y estaba destruyendo la herencia del Señor, el Señor, en Su infinita misericordia, escuchó a este malvado rey. Dios levantó un salvador para que Israel saliera del poder de los sirios y habitara en sus propias tiendas, como tiempo atrás. A pesar de la bondad del Señor de darles esta liberación, Joacaz e Israel no dejaron los pecados de Jeroboam, quien hizo pecar a Israel. También permaneció en Samaria la imagen de Asera, que se asocia con idolatría y extrema inmoralidad. Por esta razón, el Señor usó al rey de Siria para reducir a Israel considerablemente, hasta que su ejército consistió en 50 hombres de a caballo, 10,000 hombres de a pie y 10 carros (2 R. 13:1-6).

Hazael es ungido como vaso de ira Hazael, rey de Siria presenta un estudio interesante, porque le fue dicho a Elías que lo ungiera como rey sobre Siria: “Y le dio Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria… Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará” (1 R. 19:15,17). Ahora, Jehú no fue ungido por Elías, sino por el profeta Eliseo (Eliseo cumplió el ministerio de Elías). Hazael no

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fue ungido por ninguno de los dos, pero se apoderó del trono después de asesinar a su señor, Ben-adad. No obstante, se cumplió la profecía de que estos dos reyes matarían a muchos en Israel. Era voluntad de Dios la continua matanza de israelitas por Hazael. Dios estaba usando a un asesino para Su propósito de traer juicio sobre Su propio pueblo. Debemos recordar que ser usados por Dios no significa que seamos aprobados por Dios.

Que seamos usados por Dios no significa que seamos aprobados por Dios

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JOÁS, HIJO DE JOACAZ No caminó en los caminos de su padre espiritual La referencia escritural para este estudio se encuentra en 2 Reyes 13:10–14:16. Joás reinó un total de 16 años, del 798 al 782 a.C. De Joás se registra en la Santa Escritura que hizo lo malo a los ojos del Señor (2 R. 13:11). Esta es, cuanto más, una apreciación deprimente de la vida de un hombre, pues él era de la nación escogida por Dios. Es comprensible cuando uno habla de los paganos, porque uno espera que ellos caminen contrariamente a los caminos de Dios, pero ¡qué triste cuando es alguien del pueblo de Dios! Lamentablemente, es cierto que a través de todas las generaciones de la era de la Iglesia, muchos que han tenido la oportunidad de escuchar y conocer la verdad, caminan contrariamente a la voluntad revelada de Dios.

Los milagros no producen justicia Joás llegó al trono en los últimos años de Eliseo y debió estar familiarizado con todos los milagros que este gran hombre de Dios había realizado. Bien podemos decir de Eliseo que era una leyenda en su época. Su ministerio empezó durante los últimos años de Josafat, (que fue en el comienzo del reinado de Joram, hijo de Acab, quién reinó 12 años). Joram de Israel conocía muy bien a Eliseo y estaba familiarizado con sus muchos milagros, tal como se los relató Giezi. Luego, el ministerio de Eliseo se extendió durante los 28 años de reinado de Jehú. También, vivió durante el reinado del hijo de Jehú, Joacaz, el cual duró 17 años.

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Tomando en cuenta el hecho de que vivió durante parte del reinado de Joás, el ministerio activo de Eliseo debe haberse extendido por casi 55 años. Cuando Eliseo estaba enfermo de muerte, Joás descendió a verle, probando así que conocía a Eliseo y le reconocía como profeta, hasta el extremo de llamarle padre y llorar delante de él. Allí, él estuvo consciente de la presencia de los carros de Israel, los cuales vienen muchas veces cuando muere un amado del Señor, para separar a los vivos de los muertos (2 R. 13:14). Esto es algo que vi en la muerte de cierta estudiante. El Señor mismo vino por ella, para escoltarla al cielo. Los carros de Israel pasaron sobre su cama, justo antes de que Él viniera a llevársela. Justo antes de su muerte, Eliseo lanzó una flecha a través de la ventana, significando que esa era la flecha de la salvación de Dios. Luego le ordenó a Joás que tomara las flechas y golpeara la tierra. El rey sólo golpeó la tierra tres veces y, como resultado, Eliseo se enojó. Él dijo: “… Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria” (2 R. 13:19). A Joás se le concederían sólo tres victorias sobre Siria, en vez de derrotarla totalmente. Tres victorias le dio Dios a Joás sobre Ben-adad, quien se convirtió en el rey de Siria a la muerte de su padre Hazael. Joás recuperó las ciudades que Hazael había quitado a su padre, Joacaz. Luego Dios le dio a Joás una poderosa victoria sobre Amasías, rey de Judá, de la cual leemos en 2 reyes 14:8-16: “Entonces Amasías envió mensajeros a Joás hijo de Joacaz, hijo

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de Jehú, rey de Israel, diciendo: Ven, para que nos veamos las caras. Y Joás rey de Israel envió a Amasías rey de Judá esta respuesta: El cardo que está en el Líbano envió a decir al cedro que está en el Líbano: Da tu hija por mujer a mi hijo. Y pasaron las fieras que están en el Líbano, y hollaron el cardo. Ciertamente has derrotado a Edom, y tu corazón se ha envanecido; gloríate pues, mas quédate en tu casa. ¿Para qué te metes en un mal, para que caigas tú y Judá contigo? Pero Amasías no escuchó; por lo cual subió Joás rey de Israel, y se vieron las caras él y Amasías rey de Judá, en Bet-semes, que es de Judá. Y Judá cayó delante de Israel, y huyeron, cada uno a su tienda. Además Joás rey de Israel tomó a Amasías rey de Judá, hijo de Joás hijo de Ocozías, en Bet-semes; y vino a Jerusalén, y rompió el muro de Jerusalén desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la esquina, cuatrocientos codos. Y tomó todo el oro, y la plata, y todos los utensilios que fueron hallados en la casa de Jehová, y en los tesoros de la casa del rey, y a los hijos tomó en rehenes, y volvió a Samaria. Los demás hechos que ejecutó Joás, y sus hazañas, y cómo peleó contra Amasías rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Y durmió Joás con sus padres, y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel; y reinó en su lugar Jeroboam su hijo. Y Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel, quince años. Los demás hechos de Amasías, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Y durmió Joás con sus padres, y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel; y reinó en su lugar Jeroboam su hijo”.

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Joás fue un hombre que conoció muy bien a Eliseo, el poderoso profeta de Dios, lo suficiente como para llamarle “padre”. Sin embargo, aún esta intimidad con Eliseo y las promesas que Dios le dio a Joás, no fueron suficientes para volverlo a los caminos de justicia. Joás no abandonó todos los pecados de Jeroboam I. Ciertamente, se puede mostrar favor a los malvados y aún así no obrarán justicia. Los milagros no vuelven a las personas a Dios, a menos que vayan acompañados por una conversión del corazón. ¿No nos recuerda esto a Demas, el compañero del apóstol Pablo, quien se desvió justo al final, habiendo amado este mundo? (2 Tim. 4:10). Así fue el caso de Joás.

A menos que vayan acompañados por una conversión del corazón, los milagros no harán que las personas se vuelvan a Dios

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JEROBOAM II, HIJO DE JOÁS El rey que amaba la maldad La referencia escritural para este estudio de Jeroboam II se encuentra en 2 Reyes 14:23-39. Jeroboam II reinó un total de 41 años, desde el 793 al 753 a.C. Era del linaje de Jehú, quién había sido ungido rey de acuerdo a las instrucciones que Dios le dio a Elías (1 R. 19:15). La suya fue la dinastía más larga del reino del norte (841-753 a.C.), compuesta por los siguientes reyes: Jehu, Joacaz, Joás, Jeroboam II y Zacarías.

Nociones de la condición de Israel dadas por los profetas Hay sólo siete versículos (2 R. 14:23-29) dedicados a uno de los más poderosos gobernantes de Israel, Jeroboam II. Pero tres de los profetas menores ministraron durante su reinado: Oseas, Amós y Jonás. Isaías fue el profeta contemporáneo de Oseas, profetizando desde Jerusalén. Oseas 1:1 menciona que la palabra del Señor vino a Oseas en los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, y en los días de Jeroboam II. Amós 1:1 nos dice que Amós profetizó en los días de Uzías y en los días de Jeroboam II. El momento preciso de la profecía de Jonás no se nos da, sino simplemente está registrado como sigue: “El [Jeroboam II] restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer” (2 R. 14:25).

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Jeroboam II, rey de Israel, vivió en un tiempo de bendición política, militar y económica. Las promesas dadas a través de Jonás se habían cumplido. Los asirios habían sido debilitados por preocupaciones con los babilonios; por tanto, los arameos de Damasco habían sido vencidos. Uzías, un justo rey de Judá, empezó su reinado a la edad de 16 años, en el 27º año de Jeroboam II. Cuando fue mayor, se convirtió en un ingeniero militar (2 Cr. 26:15); y su fama se esparció por todos lados, pues él reclamó a los Filisteos los límites de su nación. Uzías también fue un ganadero y agricultor muy rico, poseedor de viñedos y muchos campos fértiles. Así, para ambos reinos era un tiempo de gran prosperidad, y de una continua espera por el Día del Señor, cuando los reinos serían del Señor y el Señor reinaría sobre todo el Israel unificado. El Día del Señor es un tema constante, que vuelve a aparecer en Amós. Ahora, examinaremos brevemente los versículos escritos por estos profetas menores, buscando nociones del reinado de Jeroboam II.

ANÁLISIS DEL LIBRO DE JONÁS En el libro de Jonás, el Señor había llamado al profeta para ir a Nínive, con el mensaje que sería destruida. El juicio sobre Nínive estaba bien merecido, porque era la capital del imperio asirio, el cual había traído tanta devastación y crueldad sobre la nación de Israel. Sin embargo, Jonás buscó ir a Tarsis, tan lejos de Nínive como podía, porque sabía que si Nínive se arrepentía, Dios se

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arrepentiría de Su juicio y ellos escaparían. Cuando el barco había dejado el puerto y no estaba muy lejos, el Señor envió un gran viento al mar. Cuando echaron suertes para ver quién era el culpable, la suerte cayó sobre Jonás. Después de que Jonás les dijera que tenían que echarlo al mar, lo hicieron. Luego Jonás estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches. Se convirtió en un tipo del Señor Jesús, como leemos en Mateo 12:40: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. Después de esto, Dios renovó Su llamado para que el profeta fuera a Nínive a entregar Su mensaje. Para disgusto de Jonás, Nínive se arrepintió. Sin embargo, Dios le dio a Jonás promesas de un descanso para Israel, el cual se cumplió en el tiempo de Jeroboam II (2 R. 14:25).

EXAMEN DEL LIBRO DE OSEAS El comienzo de este libro declara que Dios vengaría sobre la casa de Jehú, la sangre de Jezreel. Fue en Jezreel que Jehú, el rey ungido de Israel, asesinó a los hijos de Acab y Jezabel (ver 2 Reyes 9 y 10). Oseas 1:4 declara además que el Señor haría cesar el reino de Israel, una profecía que se cumplió en el 722 a.C. con la caída de Samaria, la capital del Israel del norte. Ahora, en el capítulo 4, dirigiéndose a Israel, el Señor dice: “Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden… Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por

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cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos… Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar” (Os. 4:2,6,12). Así era el estado moral y espiritual de Israel en el tiempo de Jeroboam II. Aún más, Oseas 7:3 declara que con su maldad, alegraron el corazón del rey. Por tanto, Jeroboam II era un hombre que se deleitaba en la maldad de su pueblo. Además, los príncipes hicieron enfermar al rey con copas de vino. Este era el lamentable estado del rey Jeroboam II, un hombre que amaba la maldad y que era un bebedor. Era lo opuesto a la tierra bienaventurada de la cual el rey Salomón habla en Eclesiastés 10:17: “¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!” En realidad, uno no podría decir que la simiente de cualquiera de los reyes de Israel fuera noble. Eran de los más bajos del pueblo. Por esto, entregándose ellos mismos a la embriaguez y al compañerismo con los más belicosos del género humano, sus reuniones, en las cuales abundaban las bebidas alcohólicas, evolucionaron a las más indignantes formas de diversión. La embriaguez se convierte en pereza y, como tal, el siguiente versículo era el estado de la nación: “Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa” (Ec. 10:18). Si uno sustituye la palabra “nación” por “techumbre”, puede apreciar la condición del país. A

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pesar de estas cosas, el Señor dio a la nación un tiempo de crecimiento, pero tristemente, ninguna bendición espiritual. ¡Qué razón tenía Salomón cuando dijo en Proverbios 1:32 que la prosperidad de los necios los destruye! Las dos facetas de Jeroboam son claramente reveladas por estos versículos: “Porque Jehová miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás. Los demás hechos de Jeroboam, y todo lo que hizo, y su valentía, y todas las guerras que hizo, y cómo restituyó al dominio de Israel a Damasco y Hamat, que habían pertenecido a Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?” (2 R. 14:26-28). Aquí la Escritura lo describe como un poderoso hombre de guerra, aunque otros versículos de Oseas, que ya hemos mencionado, nos hablan de un bebedor malvado. Ésta era una ilustración común para un hombre de guerra en esos días. Por tanto, nuevamente somos confrontados con el hecho de que Dios trae liberación a Su pueblo Israel a través de un rey muy malvado, quién había llenado la nación con idolatría, prostitución y embriaguez.

EXAMEN DEL LIBRO DE AMÓS Después que los juicios fueron pronunciados sobre las naciones paganas y sobre Judá, leemos que el profeta le habla a Israel, diciendo: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par

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de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre se llegan a la misma joven, profanando mi santo nombre. Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados beben en la casa de sus dioses” (Am. 2:6-8). Luego, una acusación impresionante sigue, cuando él dice: “No saben hacer lo recto, dice Jehová, atesorando rapiña y despojo en sus palacios” (Am. 3:10). Como en los tiempos de Noé, la tierra estaba llena de violencia. Sabemos que Dios aborrece la violencia, y vemos cómo ésta se incrementa en nuestros días. Dios destruyó las generaciones de los tiempos de Noé debido a la violencia y al pecado. Amós 6:3 dice a Israel que “… acercáis la silla de iniquidad”. Además, el juicio vendría sobre la tierra debido a la idolatría, como leemos en Amós 3:14: “Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra”. Esos altares de Bet-el se refieren a los becerros que Jeroboam I colocó allí, haciendo que Israel los adorara. El hombre de Dios había declarado que este altar sería quebrado, como señal de que se cumpliría su profecía acerca de que el rey Josías de Judá quemaría los huesos de los sacerdotes del altar (1 R. 13:1-3). También vemos la prosperidad de la tierra en Amós 3:15: “Y heriré la casa de invierno con la casa de verano, y las casas de marfil perecerán; y muchas casas serán arruinadas, dice Jehová”. Debido a la prosperidad, los

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líderes tenían dos casas, una para el invierno y una para el verano, así como aquellas de marfil, pero esos días terminarían y la pobreza alcanzaría la tierra nuevamente. Amós 6:4 también habla de los líderes durmiendo sobre camas de marfil y reposando sobre sus lechos, comiendo corderos del rebaño y novillos del engordadero. Ellos hacían reuniones donde abundaban las bebidas alcohólicas: “gorjean al son de la flauta, e inventan instrumentos musicales, como David; beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José” (Am. 6:5-6). En su prosperidad y su estado de embriaguez, no había preocupación por el estado espiritual de la tierra del Reino del Norte de Israel, llamado aquí “José”, que era la tribu principal de ese reino. Las profecías de Amós causaron gran pesar a los sacerdotes de Bet-el. El sacerdote principal de los altares en Bet-el protestó así al rey Jeroboam II: “Entonces el sacerdote Amasías de Bet-el envió a decir a Jeroboam rey de Israel: Amós se ha levantado contra ti en medio de la casa de Israel; la tierra no puede sufrir todas sus palabras. Porque así ha dicho Amós: Jeroboam morirá a espada, e Israel será llevado de su tierra en cautiverio” (Am. 7:10-11). El sacerdote principal también le dijo a Amós que huyera a la tierra de Judá, “y no profetices más en Bet-el, porque es santuario del rey, y capital del reino” (Am. 7:13). Sin embargo, Amós respondió: “Ahora, pues, oye palabra de Jehová. Tú dices: No profetices contra Israel, ni hables contra la casa de Isaac. Por tanto, así ha dicho Jehová: Tu

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mujer será ramera en medio de la ciudad, y tus hijos y tus hijas caerán a espada, y tu tierra será repartida por suertes; y tú morirás en tierra inmunda, e Israel será llevado cautivo lejos de su tierra” (Am. 7:16-17). El sacerdote principal sufrió la ignominia de que su esposa se convirtiera en prostituta, mientras él mismo murió en tierra extraña, probablemente cautivo en una nación pagana. Personalmente estoy convencido que la embriaguez y la fornicación son espíritus que Dios envía contra aquellos que transgreden Sus mandamientos. Citamos el siguiente versículo para fundamentar estas declaraciones: “Entonces les dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí que yo lleno de embriaguez a todos los moradores de esta tierra, y a los La embriaguez reyes de la estirpe de David que y la fornicación se sientan sobre su trono, a los son espíritus sacerdotes y profetas, y a todos que Dios envía los moradores de Jerusalén” contra aquellos (Jer. 13:13). Ver también que Ezequiel 23:33. Esto fue justo transgreden Sus antes de la caída de Jerusalén. mandamientos El Señor había embriagado a todos sus habitantes, para que no pudieran presentarse en la batalla contra los babilonios. De la misma forma, cuando los persas vinieron contra los babilonios, la ciudad estaba llena de embriaguez: “En medio de su calor les [a los babilonios, ver versículo 37] pondré banquetes, y haré que se embriaguen, para que se alegren, y duerman eterno sueño y no despierten, dice Jehová” (Jer. 51:39).

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Sin embargo, los justos están protegidos de estos espíritus, pues el Dios justo da la promesa: “Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso” (Ec. 7:26). Ahora, Amós finaliza con los juicios sobre el reino de Israel: “He aquí los ojos de Jehová el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Jehová. Porque he aquí yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un granito en la tierra. A espada morirán todos los pecadores de mi pueblo, que dicen: No se acercará, ni nos alcanzará el mal” (Am. 9:8-10). Así, el malvado rey Jeroboam II gobernaba sobre un pueblo malvado a quien Dios, a su debido tiempo, destruyó. De acuerdo a la profecía en Amós 7:11, Jeroboam II fue muerto por la espada, aunque no se hace mención de esto en los libros históricos. El otro monarca de este tiempo, Uzías, rey de Judá, murió afligido por la lepra, porque trató de hacer las tareas del sacerdocio, lo cual no le atañía. Así, este período de prosperidad termina en tragedia con respecto a los gobernantes. Se nos dice que Jeroboam II “durmió con sus padres”, los reyes de Israel, queriendo decir que se fue a sus lugares de habitación eternos, en el infierno, a los lados del abismo. Ezequiel da una descripción emotiva del final de tales reyes. Cuando habla de Faraón, el rey de Egipto, y de los gobernantes

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de Asur y Elam, Ezequiel 32:29 dice: “Allí Edom, sus reyes y todos sus príncipes, los cuales con su poderío fueron puestos con los muertos a espada; ellos yacerán con los incircuncisos, y con los que descienden al sepulcro”. Por tanto, ellos yacen en el sepulcro, al lado de los reyes y guerreros de otras naciones paganas que han descendido al foso del infierno, donde permanecerán para siempre. Más aún, serán cubiertos de vergüenza (Ez. 32:30).

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ZACARÍAS, HIJO DE JEROBOAM II No le importaban las cosas de Dios La referencia escritural para este estudio acerca de Zacarías se encuentra en 2 Reyes 15:8-11. Después de Jeroboam II, en el 753 a.C. reinó su hijo Zacarías, por un breve período de seis meses. Comenzó su reinado en el 38º año del rey Uzías. Sólo cuatro versículos están dedicados a este hombre. Se nos dice que hizo lo malo al igual que sus padres, lo que podría significar que era un hombre inmoral, un opresor de los pobres, un hombre violento y, probablemente, un bebedor. Además, no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, lo cual incluía la idolatría; especialmente en lo que respecta a la adoración de los becerros de oro en Betel y Dan. Estas imágenes eran una afrenta clara contra el verdadero Dios vivo, sugiriendo que la obra de las manos de los hombres había sacado a Israel de Egipto. El cronista concluye sus comentarios sobre la vida de Zacarías diciendo: “Y esta fue la palabra de Jehová que había hablado a Jehú, diciendo: Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel. Y fue así” (2 R. 15:12). Esta promesa fue hecha en 2 Reyes 10:30. Zacarías fue muerto en una conspiración dirigida por Salum, hijo de Jabes.

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Como se estableció anteriormente, considerando la vida de Jehú, un guerrero poderoso a quien no le importaban las cosas de Dios, es asombroso el hecho de que a Jehú se le haya dado una promesa tan bendecida de parte del Señor, de que sus hijos se sentarían en el trono hasta la cuarta generación. Su hijo Joacaz continuó en los caminos del fundador de la nación, Jeroboam I. Luego Joaz, hijo de Joacaz, tuvo en su lecho de muerte, el testimonio de Eliseo, asegurándole más victorias sobre Siria. Pero él también caminó en los caminos de los malvados. Fue seguido por Jeroboam II, un hombre entregado a la embriaguez y amante de la maldad. Finalmente vino Zacarías, muerto en una conspiración, después de sólo seis meses en el trono. ¡Qué ejemplo y qué legado le dejó Jehú a Israel! Porque al igual que a su padre Jehú, a ninguno de estos reyes le importaron las cosas de Dios.

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SALUM, HIJO DE JABES El conspirador La referencia escritural para el estudio de este rey de Israel se encuentra en 2 Reyes 15:8-15. Salum reinó sólo por un mes en el 752 a.C., en el 39º año de Uzías. El suyo fue uno de los reinados más cortos, seguido solamente por Zimri, quién reinó siete días. Ambos reyes habían asesinado a sus predecesores. Salum mató al rey Zacarías en presencia de todo el pueblo, quienes, con toda probabilidad, aborrecieron semejante suceso cometido en público. Obviamente, Salum era un hombre muy malvado e indigno de confianza. Es conocido como El Conspirador, y no obtuvo ningún beneficio de su acción, ya que él mismo fue asesinado después de estar sólo un mes sobre el trono. En las Escrituras hay muchos ejemplos de aquellos que conspiraron contra los gobernantes, y ninguno de ellos obtuvo beneficio. Podemos citar a Absalón, quien fue muerto mientras perseguía al rey David, su padre (2 S. 18); o a los príncipes que se levantaron contra Daniel y que terminaron en el foso de los leones (Dn. 6); o a Amán, cuyo destino fue terminar en la misma horca que había mandado hacer para Mardoqueo (Est. 7). Estas son advertencias solemnes para aquellos que podrían conspirar para remover a sus pastores o a personas que están por encima de ellos, en posiciones de autoridad. Debemos considerar con solemnidad las palabras que el apóstol Pablo, escribe en Romanos 13:1-2: “Sométase

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toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. Por tanto, Salum el Conspirador, al matar a Zacarías, estaba resistiéndose a las ordenanzas de Dios y, por tanto, cayó en condenación. A su vez, fue muerto por Manahem, quien gobernó en su lugar (2 R. 15:14). En la Escritura, no se conoce acerca de alguien que haya conspirado contra un gobernante y haya prosperado.

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MANAHEM, HIJO DE GADI El cruel La referencia escritural para el estudio del siguiente rey se encuentra en 2 Reyes 15:16-22. Manahem reinó por diez años en Samaria, del 752 al 742 a.C., comenzando su reinado en el 39º año de Uzías, rey de Judá. No podemos sino referirnos a este nuevo rey como un tirano, quien tenía un carácter despreciable y repugnante. Después de matar a Salum, vino a Tifsa y mató a todos los que estaban en ella, y también sus alrededores desde Tirsa, porque no se unieron a él ni le reconocieron como rey. No sólo eso, sino que se nos dice que abrió el vientre de todas las mujeres que estaban encinta (2 R. 15:16). ¿Puede ser imaginada tal crueldad en el hombre, tratar así a mujeres indefensas? Es un acto increíble de salvajismo sin fundamento, que sólo los babilonios parecían ser capaces de igualar. Tratar así a una mujer en el gozo de la espera, es obra de Satanás y de los más diabólicos de sus seguidores. El resumen escritural de su vida y carácter se declara en 2 Reyes 15:18: “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová; en todo su tiempo no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel”.

El precio de la maldad No es fácil la vida de los malvados mientras están en la tierra. Dictadores como Stalin y Saddam Hussein

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temblaban y buscaban cambiar su paradero constantemente, durmiendo en diferente jurisdicción cada noche. Los jefes de la mafia aceptan el hecho de que sufrían innumerables trastornos viniendo a ellos por medio del miedo y los terrores de la noche. Se preguntaban si serían asesinados en la misma manera que ellos habían matado a otros, y muchos de ellos sí tuvieron ese fin. Manahem tenía un enemigo: Pul, rey de Asiria, a quien estaba obligado a pagar 1000 talentos de plata. El pago debía hacerse para que Pul pudiera confirmara a Manahem en el reino. Manahem reunió esa suma imponiendo a cada hombre opulento en el reino, 50 ciclos de plata (2 R. 15:19-20). Como dijo Shakespeare: “¡Inquieta vive la cabeza que lleva una corona!” (William Shakespeare, Enrique IV, parte II). La Escritura concluye el relato de Manahem diciendo que él durmió con sus padres. Para confirmar el destino de estos reyes de Israel, no podemos sino referir a nuestros gentiles lectores a los versículos escriturales de Ezequiel 32, que ya hemos citado. Ésta es una profunda verdad teológica, ya que en la eternidad vamos a nuestras familias y a nuestra propia gente, a aquellos con quienes nos hemos relacionado sobre la tierra. Espiritual y eternamente, esto tiene una importancia extrema. Si somos buenos, nos reunimos con nuestros amados en su hogar celestial. Sin embargo, si somos malos, nos reuniremos con aquellos con los que caminamos, en los lugares que les fueron asignados, en las partes más bajas de la tierra. Jesús confirmó esto cuando dijo en Lucas 16:9: “Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (Lc. 16:9).

Manahem

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Debemos notar que descripciones similares se dan con respecto a la muerte de los justos: “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo” (Gn. 25:8). Con respecto a aquellos reyes de Judá que fueron esencialmente justos, leemos en 2 Reyes 20:21: “Y durmió Ezequías con sus padres”. Una vez tuve una visión de aquellos con los que me había relacionado en otra confraternidad. Vi al fundador de la confraternidad ir al funeral de alguien que acababa de morir, a recibirlo en su morada celestial eterna. Esto me llenó de un temor Recuerde: en el reverente, porque me di cuenta que cielo estaremos permanecemos eternamente con con aquellos que aquellos cuya visión nos ha fueron igual formado. Cuán importante es que que nosotros seamos reconocidos por Jesús como aquellos que han nacido en Sion (Sal. 87:5). Sin embargo, Manahem se habrá ido a las moradas eternas de sus padres, en el infierno. El testimonio de un piadoso pastor puede también ayudarnos a entender la situación. El pastor había tenido una promesa del Señor sobre la salvación de su padre, quien se oponía al Evangelio. Literalmente, en su lecho de muerte, en la sala de emergencias de un hospital, este padre clamó a Dios por salvación. Tiempo después, su padre se le apareció en un sueño. Estaba en el cielo, pero dijo: “estoy con otros como yo, que se resistieron hasta el final, pero que tuvieron conversiones similares en su lecho de muerte”. Así que en el cielo estaremos con aquellos que fueron igual que nosotros; ciertamente, un solemne pensamiento.

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PEKAÍA, HIJO DE MANAHEM Uno que hizo lo malo La referencia escritural para este estudio sobre Pekaías se encuentra en 2 Reyes 15:23-26. Pekaías comenzó a reinar en el 50º año de Uzías y reinó sólo dos años en Samaria, del 742 al 740 a.C. La Escritura nos da este corto comentario acerca de su reinado: que hizo lo malo y no se alejó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Oh, la terrible condenación de Pekaía, así como la de tantos reyes de Israel, e incluso, de algunos reyes de Judá. ¡Dios declaró que ellos siguieron los caminos de Jeroboam! Qué legado y qué ejemplo dejó este hombre impío para las generaciones subsiguientes. Debe tener una considerable responsabilidad espiritual por el estado eterno de éstas. El fin de Pekaía fue sin gloria. Peka, uno de sus capitanes, conspiró contra él y lo mató. Es un hecho notable que muchas veces el juicio sobre los padres cae sobre los hijos. Por ejemplo, aunque a Acab se le prometió que el juicio no vendría en su día debido a se había humillado ante Dios, vino sobre sus hijos. “¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa” (1 R. 21:29). De igual forma le fue dicho a Ezequías: “He aquí vienen días en que todo lo que está en tu casa, y todo lo que tus

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padres han atesorado hasta hoy, será llevado a Babilonia, sin quedar nada, dijo Jehová. Y de tus hijos que saldrán de ti, que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia. Entonces Ezequías dijo a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Después dijo: Habrá al menos paz y seguridad en mis días” (2 R. 20:17-19). De la misma manera, los pecados de Manahem vinieron sobre su hijo Pekaía. Manahem, quién mató a Salum, murió mientras dormía, pero su hijo fue muerto por uno de sus capitanes. ¡Cómo les corresponde a los padres vivir vidas piadosas, para así pasar a sus hijos una bendición, y no una maldición! Vean la herencia de inmoralidad que David le pasó a Salomón, quién perdió su reino al morir. Fue dividido porque sus muchas mujeres desviaron su corazón para servir a otros dioses. Finalmente, el juicio vino sobre su sucesor, Roboam (por favor ver 1 Reyes 11:31-35 y 1 Reyes 12:1-16). Que nosotros, los que somos padres, proveamos a aquellos que nos siguen una herencia rica y piadosa, recibiéndolos sobre el monte de Sion, en la eterna herencia de los espíritus de los hombres justos hechos perfectos (He. 12:23).

No seamos como Jeroboam,sino preparemos una herencia rica y piadosa para aquellos que vienen después de nosotros

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PEKA, HIJO DE REMALÍAS Un rey malvado usado para juzgar a Acaz La referencia escritural para este estudio sobre el reinado de Peka se encuentra en 2 Reyes 15:27-31. Peka reinó por 20 años, del 752 al 732 a.C. Peka fue uno de los capitanes que conspiró contra su señor y rey, Pekaía. Este espíritu de conspiración persiguió a los líderes de Israel a través de los siglos. Se volvió una maldición y una desgracia sobre la nación. Con dos conspiradores clave y 50 hombres, Peka mató a su señor en el palacio del rey y reinó en su lugar (2 R. 15:25). Empezó su reinado en el 52º año de Uzías y se nos dice que hizo lo malo y no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat (2 R. 15:18). Sin embargo, aunque fue turbado grandemente por Tiglat-Pileser, rey de Asiria (quién tomó muchos cautivos de Israel, así como vastos territorios durante el reinado de Peka), Dios usó al mismo Peka para turbar a Judá en los días de Acaz. Peka se unió a Rezín, rey de Siria, contra Judá (2 R. 15:37). Era el Señor Quien estaba llevando a Peka contra Acaz, pues Acaz estaba caminando en todos los caminos de los reyes de Israel. Isaías habló de éste período, cuando dijo que el pueblo estaba hablando sobre una confederación que se formó contra Jerusalén por Peka y Rezín, rey de Siria. Para apreciar este período de la historia, e interpretar correctamente las profecías que fueron dadas en ese tiempo con respecto al reino de Israel, debemos examinar muy

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minuciosamente los capítulos 8 y 9 de Isaías, así como los capítulos 15 y 16 de 2 Reyes. En el 17º año de Peka, Acaz el hijo de Jotam, empezó a reinar en Jerusalén (2 R. 16:1). Acaz caminó en todos los caminos de los reyes de Israel, lo que significaba que sacrificó y quemó ofrendas a los dioses paganos sobre los altares (2 R. 16:3-4, 2 Cr. 28:2). “Entonces Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron a Jerusalén para hacer guerra y sitiar a Acaz; mas no pudieron tomarla” (2 R. 16:5). Sin embargo, leemos en 2 Crónicas 28:5-6: “Por lo cual Jehová su Dios lo entregó en manos del rey de los sirios, los cuales lo derrotaron, y le tomaron una gran número de prisioneros que llevaron a Damasco. Fue también entregado en manos del rey de Israel, el cual lo batió con gran mortandad. Porque Peka, hijo de Remalías mató en Judá en un día ciento veinte mil hombres valientes; por cuanto habían dejado a Jehová el Dios de sus padres”. Ahora, el relato del profeta Isaías es como sigue: “Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para combatirla; pero no la pudieron tomar. Y vino la nueva a la casa de David, diciendo: Siria se ha confederado con Efraín. Y se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del monte a causa del viento. Entonces dijo Jehová a Isaías: Sal ahora al encuentro de Acaz, tú, y Sear-jasub tu hijo, al extremo del acueducto del estanque de arriba, en el camino de la

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heredad del Lavador, y dile: Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el ardor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías. Ha acordado maligno consejo contra ti el sirio, con Efraín y con el hijo de Remalías, diciendo: Vamos contra Judá y aterroricémosla, y repartámosla entre nosotros, y pongamos en medio de ella por rey al hijo de Tabeel. Por tanto, Jehová el Señor dice así: No subsistirá, ni será. Porque la cabeza de Siria es Damasco, y la cabeza de Damasco, Rezín; y dentro de sesenta y cinco años Efraín será quebrantado hasta dejar de ser pueblo. Y la cabeza de Efraín es Samaria, y la cabeza de Samaria el hijo de Remalías. Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis” (Is. 7:1-9). Los propósitos de este hombre malvado, Peka, fueron frustrados por el Señor. El hombre propone, mas Dios dispone. Esto debería darnos gran consuelo, ya que Dios determina los límites de las naciones, y Él había dado Jerusalén a la tribu de Judá. Es Dios Quien les dijo a las orgullosas olas: “Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante” (Job 38:11). Es Él quien le dice a los enemigos de su alma “hasta aquí llegarás y no más adelante”. Ponga su confianza en Él. Si cree, será establecido. Es interesante que Peka sea llamado hijo de Remalías. En la Escritura encontramos muchas veces que el padre es considerado responsable de los caminos de sus hijos. Así, tenemos a Jeroboam llamado hijo de Nabat, de quien no se dice nada, aunque murió antes que su hijo se volviera infame. Aunque no se nombra, se dice que el padre de Judas el traidor, era un hombre inicuo, como leemos en el

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Salmo 109:14: “Venga en memoria ante Jehová la maldad de sus padres, Y el pecado de su madre no sea borrado”. Ahora, Peka no sólo era un conspirador, también fue alguien que buscó la compañía de los paganos para promover sus propios planes y su enaltecimiento, al tratar de destruir Judá, la herencia del Señor. Lo que uno siembra eso verdaderamente cosecha (Gá. 6:7), por lo que, a su vez, él fue la víctima de una conspiración encabezada por Oseas, el hijo de Ela, quien lo mató (2 R. 15:30).

Ponga su confianza en Aquél Quien le dice a los enemigos de su alma:“hasta aquí y no más adelante.

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OSEAS, HIJO DE ELA Menos malvado que sus antecesores Las referencias escriturales para este estudio sobre el último rey de Israel se encuentran en 2 Reyes 15:27-31, 17:1-6. Peka reinó por nueve años, del 732 al 722 a.C. Un conspirador como muchos de sus predecesores, Oseas comenzó a reinar en el 12º año de Acaz (2 R. 17:1). Se nos dice que hizo lo malo a los ojos del Señor, pero no como los reyes antes que él. En ese tiempo, Asiria se estaba convirtiendo cada vez más en el poder dominante de la región. El rey de Asiria, Salmanasar, vino contra Oseas y lo hizo su siervo. Cada año Oseas le pagaba tributo al rey de Asiria. Sin embargo, en la vida cosechamos lo que sembramos, y lo que hemos hecho se vuelve un estilo de vida. Por tanto Oseas, que había conspirado contra Peka, buscó ahora conspirar contra el poderoso monarca Salmanasar, enviando mensajeros a So, rey de Egipto, buscando su ayuda. Así, en el sexto año de su reinado fue detenido y puesto en prisión por Salmanasar, quién sitió a Samaria por tres años. En el noveno año fue tomada por Sargón II, el nuevo rey asirio, quien sucedió a Salmanasar a su muerte (2 R. 17:1-6). En este momento, no estaría fuera de lugar un estudio comparativo de las dos líneas de Israel y Judá. Una de las verdades que hemos repetido es que el juicio de los reyes muchas veces vino sobre sus hijos. Veamos las palabras

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del rey David a Salomón: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel. Y me ha dicho: Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios; porque a éste he escogido por hijo, y yo le seré a él por padre. Asimismo yo confirmaré su reino para siempre, si él se esforzare a poner por obra mis mandamientos y mis decretos, como en este día. Ahora, pues, ante los ojos de todo Israel, congregación de Jehová, y en oídos de nuestro Dios, guardad e inquirid todos los preceptos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la buena tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos después de vosotros perpetuamente. Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre” (1 Cr. 28:5-9). Queda claro que, como declaró Salomón en Proverbios 13:22: “El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; Pero la riqueza del pecador está guardada para el justo”. Con respecto a David, él mismo recibió las siguientes promesas: “En verdad juró Jehová a David, Y no se retractará de ello: De tu descendencia pondré sobre tu trono. Si tus hijos guardaren mi pacto, Y mi testimonio que yo les enseñaré, Sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre” (Sal. 132:11-12). Como se muestra en el Salmo 127:3-5, los hijos son una bendición del Señor: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas

Oseas

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en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado Cuando hablare con los enemigos en la puerta”. Por tanto, los hijos de los justos son bendecidos y tienen larga vida; originalmente este fue el caso de muchos de los reyes de Judá, aunque más tarde hubo reyes malvados. Los hijos de los reyes de Israel fueron la simiente del maligno y, en consecuencia, perdieron sus vidas, como lo hicieron los hijos de Acab, los setenta.

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EL FIN DEL REINO DE ISRAEL En 2 Reyes 17 tenemos un lamento con respecto a la extinción del reino de Israel, que ocurrió con la caída de Samaria en el 722 a.C. por Sargón II, rey de Asiria. Continúa un recuento histórico del pueblo de Israel, desde su liberación de Faraón, rey de Egipto hasta que entraron a la Tierra Prometida y temieron a otros dioses. Luego se proporciona una lista de sus pecados: 1. Construyeron lugares altos en todas sus ciudades. 2. Levantaron estatuas e imágenes sobre todo collado y bajo todo árbol frondoso 3. Sirvieron ídolos. 4. No escucharon a los profetas, sino endurecieron su cerviz. 5. Desecharon los estatutos del Señor y se envanecieron, como el apóstol Pablo escribe en Romanos 1:21-23: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. Luego, citando los tiempos de Jeroboam I, hijo de Nabat, Dios dice: “Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal; e hicieron pasar a sus

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hijos y a sus hijas por fuego; y se dieron a adivinaciones y agüeros, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a ira… Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado” (2 R. 17:16,17, 21). Después, el Señor quitó a Israel de Su vista, tal como había advertido a través de los profetas. Así, Israel fue sacada de su propia tierra a la tierra de los asirios. Fueron reemplazados por aquellos de Babilonia y de otras tierras del este, que servían a sus propios dioses, pero que también temían al Señor. Y fue así hasta el tiempo de Cristo, cuando la mujer de Samaria le dijo al Señor: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (Jn. 4:20). Aun en el tiempo de Jesús había en Samaria tanta confusión debido a la multitud de toda clase de gentes, que: “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Jn. 4:21-22). En nuestros días debemos atender a Sus palabras: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:23-24). Dios es

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un Espíritu, y aquellos que Le adoran deben adorarle en espíritu y verdad. Cómo debemos poner atención a estas palabras; y asegurarnos de que en nuestras iglesias existe esa adoración pura que el Señor desea ahora en espíritu y verdad.

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LECCIONES DE LA HISTORIA DE LOS REYES DE ISRAEL PARA NUESTROS DÍAS Ciertamente el camino del descarriado es duro. Dios nos creó para que nuestras vidas sobre la tierra fueran como el cielo sobre la tierra. En la Última Cena que Él disfrutó con Sus discípulos, el Señor Jesucristo hablaba continuamente de Su amor, gozo y paz hasta el final de Su vida. El apóstol Pablo escribió a las iglesias de su día: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4:4). El camino fue prometido y mostrado por los profetas, quienes hablaron de paz como un río, o de sacar agua de las fuentes de salvación. También escribieron sobre el hecho de que Dios daría completa paz a aquellos cuyos pensamientos en Él perseveran (Is. 26:3), que el jardín del corazón del creyente sería como el jardín del Edén, lleno de todos los agradables frutos del Espíritu de Dios, un jardín bien regado cuyo fruto nunca falta. El salmista encontró que aquellos que meditan día y noche en la Palabra de Dios serían como un árbol plantado junto a ríos de agua. Su fruto nunca faltaría y todo lo que hicieran prosperaría (Sal. 1:1-3). Tristemente, los reyes de Israel, que conocían la verdad, se envanecieron y adoraron la obra de las manos del hombre. Se envanecieron y sus necios corazones se

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entenebrecieron. Al ser injustos, no tenían el gozo delLecciones de la historia de los reyes de Israel para nuestros días Ciertamente el camino del descarriado es duro. Dios nos creó para que nuestras vidas sobre la tierra fueran como el cielo sobre la tierra. En la Última Cena que Él disfrutó con Sus discípulos, el Señor Jesucristo hablaba continuamente de Su amor, gozo y paz hasta el final de Su vida. El apóstol Pablo escribió a las iglesias de su día: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4:4). El camino fue prometido y mostrado por los profetas, quienes hablaron de paz como un río, o de sacar agua de las fuentes de salvación. También escribieron sobre el hecho de que Dios daría completa paz a aquellos cuyos pensamientos en Él perseveran (Is. 26:3), que el jardín del corazón del creyente sería como el jardín del Edén, lleno de todos los agradables frutos del Espíritu de Dios, un jardín bien regado cuyo fruto nunca falta. El salmista encontró que aquellos que meditan día y noche en la Palabra de Dios serían como un árbol plantado junto a ríos de agua. Su fruto nunca faltaría y todo lo que hicieran prosperaría (Sal. 1:1-3). Tristemente, los reyes de Israel, que conocían la verdad, se envanecieron y adoraron la obra de las manos del hombre. Se envanecieron y sus necios corazones se entenebrecieron. Al ser injustos, no tenían el gozo del

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APÉNDICES (las fechas de los reinados son aproximadas)

Los reyes de Asiria Período Mesoasirio Eriba-Adad I Ashur-uballit I Enlil-nirari Arik-den-ili Adad-nirari Salamanasar I Tukulti-Ninurta I Ashur-nadin-apli Ashur-nirari III Enlil-kudurri-usur Ninurta-apil-Ekur Ashur-Dan Ninurta-Tukulti-Ashur Mutakkil-Nusku Ashur-resh-ishi I Tiglath-Pileser I (llamado también Teglat-Falasar) Asharid-apal-Ekur Ashur-bel-kala Shamshi-Adad IV Asurnasirpal I Salmanasar II Ashur-nirari IV Ashur-rabi II Ashur-resh-ishi II

1392 – 1366 a.C. 1365 – 1330 a.C. 1330 – 1319 a.C. 1319 – 1308 a.C. 1307 – 1275 a.C. 1274 – 1245 a.C. 1244 – 1208 a.C. 1208 – 1204 a.C. 1203 – 1198 a.C. 1197 – 1193 a.C. 1192 – 1180 a.C. 1179 – 1134 a.C. 1133 a.C. 1133 a.C. 1132 – 1115 a.C. 1114 – 1076 a.C. 1075 – 1074 a.C. 1074 – 1057 a.C. 1057 – 1050 a.C. 1050 – 1032 a.C. 1031 – 1020 a.C. 1020 – 1016 a.C. 1016 – 973 a.C. 973 – 967 a.C.

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Tiglath-Pileser II (llamado también Teglat-Falasar) Ashur-Dan II

967 – 935 a.C. 934 – 912 a.C.

Período Neoasirio Adad-nirari 911 – 891 a.C. Tukulti-Ninurta II 891 – 883 a.C. Asurnasirpal II 883 – 859 a.C. Salmanasar III 858 – 824 a.C. Samshi-Adad V 823 – 811 a.C. Adad-nirari III 810 – 783 a.C. * Samuramat (Semiramis), regente 810 – 805 a.C. Salmanasar IV 783 – 772 a.C. Ashur-Dan III 772 – 755 a.C. Ashur-nirari V 754 – 745 a.C. Tiglat-Pileser III 744 – 727 a.C. Salmanasar V 727 – 722 a.C. Sargón II (Caída de Samaria en el 722) 722 – 705 a.C. Senaquerib 705 – 681 a.C. Esarhaddon 681 – 669 a.C. Asurbanipal 669 – 627 a.C. Ashur-etil-ilani 627 – 623 a.C. Sin-shar-ishkun 623 – 612 a.C. * Nínive cae ante Nabopolasar de Babilonia 612 a.C. Ashur-uballit II (Resistió en Haran) 612 – 609 a.C. * Fin del Imperio Asirio 609 a.C.

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Los reyes de Siria Hiram I de Tiro 969 – 936 a.C. Rezón 955 – 925 a.C. Hezión 925 – 915 a.C. Tabrimón 915 – 900 a.C. Ben-adad I 900 – 860 a.C. Etbaal I de Tiro 898 – 866 a.C. Ben-adad II 860 – 843 a.C. Hazael 843 – 796 a.C. Ben-adad III 796 – 770 a.C. * Jeroboam II de Israel domina Siria 770 – 750 a.C. Rezín 750 – 732 a.C. * Damasco cae ante Tiglat-Pileser III, rey de Asiria)732 a.C.

Los reyes de Judá y de Israel Reyes de Judá Roboam Abías Asa

17 años 3 años 41 años

Josafat 25 años Joram 8 años Atalía (reina) 6 años

Reyes de Israel Jeroboam I

22 años

Nadab Baasa Ela Zimri Omri y Tibni Omri Acab Ocozías Joram Jehú

2 años 24 años 2 años 7 días 4 años 8 años 22 años 2 años 12años 28 años

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Los Reyes de Israel

Joás Amasías

40 años 29 años

Uzías

52 años

Jotam Acaz Ezequías Manasés

16 años 16 años 29 años 55 años

Amón Josías Joacaz Joacim Joaquín Sedequías

2 años 31 años 3 meses 11 años 3 meses 11años

Joacaz Jeroboam II Joás Zacarías Salum Manahem Pekaía Peka Oseas

17 años 41 años 16 años 6 meses 1 mes 10 años 2 años 20 años 9 años

En el 722 a.C. cae Samaria.Las 10 tribus del norte fueron esparcidas durante la invasión

asiria

586 a.C. Jerusalén es destruida. Judá va a la cautividad babilónica.

Libros por el Dr. Brian J. Bailey Comentarios sobre los libros de la Biblia Génesis: El libro de los orígenes Fiestas y Ofrendas, el libro de Levítico Rut: La novia gentil de Cristo Las tres casas de Esther Salmos I: Capítulos 1-50 Salmos II: Capítulos 51-100 Salmos III: Capítulos 101-150 El libro de lamentaciones El carro del trono de Dios: Una exposición del libro de Ezequiel Daniel Profetas Menores I: La restauración de los caídos (Oseas) Profetas Menores II: Joel – Sofonías Profetas Menores III: Hageo – Zacarías El Evangelio de Mateo El Evangelio de Juan El Evangelio de Lucas Romanos: Más que vencedores Soldados de Cristo: Una exposición de la epístola de Pablo a los Efesios Dando en el blanco: Una exposición de la epístola a los Filipenses Colosenses y Filemón: La Senda de la Santidad Hebreos: Detrás del velo La Era de la Restauración Las dos Sabidurías: La epístola de Santiago Las Epístolas de Juan Apocalipsis

Otros libros Conozca su Biblia El Viaje de Israel El Tabernáculo de Moisés Estudios sobre las vidas de David y Salomón Pilares de la fe El Espíritu Santo La Cruz y la Resurrección de Cristo La vida de Cristo La Segunda Venida: Una exposición de la segunda venida del Señor Liderazgo Los Nombres de Dios Maestros de Justicia

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