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LOS REYES DE JUDÁ

DR. BRIAN J. BAILEY

Título original The Kings of Judah Título en español Los Reyes de Judá Primera impresión abril del 2005 Copyright © 2005 por Brian J. Bailey Todos los derechos reservados bajo convenios internacionales Traducción y edición: Equipo de traducción IBJ Guatemala Las referencias bíblicas en este libro fueron tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que se indique lo contrario.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida por cualquier vía o bajo ninguna forma: electrónica, mecánica, fotocopiado, grabado o cualquier otra, sin la autorización escrita que exprese el consentimiento del autor.

Primera edición en español, noviembre del 2006. Segunda edición en español, diciembre del 2007. Segunda impresión septiembre 2009 Zion Christian Publishers P. O. Box 70 Waverly, New York 14892

ISBN # 1-59665-244-6

AGRADECIMIENTO Al equipo de trabajo de Instituto Bíblico Jesucristo Guatemala, por su labor en la traducción y edición de la edición en castellano. Al equipo editorial de ZCP: Carla Borges, Suzette Erb, Mary Humphreys, David Kropf, Justin Kropf, Sarah Kropf, Raquel Pineda, Caroline Tham y Suzanne Ying. Queremos hacer extensiva nuestra gratitud a estas queridas personas, porque sin ellas, y sin sus muchas horas de invaluable ayuda, este libro no habría sido posible. Estamos realmente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios.

CONTENIDO Prefacio

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Introducción

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Parte 1: El Primer Período 17 Roboam, el rey que no guardó la Ley 19 Abías, poderoso pero inaceptable 35 Asa, un buen comienzo pero un mal final. 43 Parte 2: La Época de las Alianzas Incorrectas. 51 Josafat, el rey justo cuya falta arruinó a una nación. 53 Joram, un hombre no deaseado. 65 Ocozías, destruído por los malos consejos. 67 Atalía, una malvada consejera. 71 Parte 3: Tiempo de Restablecimiento (Prosperidad) 73 Joás, aquél que no pudo permanecer solo. 75 Amasías, el rey que se apartó. 81 Uzías, un rey presuntuoso. 89 Jotam, el rey que preparó su camino delante del Señor 95 Parte 4: El Apóstata 97 Acaz, el rey cobarde. 99 Parte 5: El Reinado de Justicia 107 Ezequías, un preciado hijo de Sion 109 Parte 6: La Gran Apostasía 123 Manasés, el hombre malvado que encontró arrepentimiento 125 Amón, el rey que desechó al Señor 135

Parte 7: El Gran Avivamiento Josías, el rey de corazón tierno Parte 8: El Reino Desaparece. Joacaz, el rey ungido que murió en Egipto Joacim, el rey que despreció la Palabra de Dios Joaquín, el rey en quien Dios no se complació Sedequías, el rey que perdió su visión

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Conclusión.

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PREFACIO En este libro titulado “Los Reyes de Judá”, hemos tratado de extraer verdades sobre la vida de ellos, las cuales nos van a capacitar para evitar las trampas de la vida, así como también a encontrar y permanecer en el camino de la vida eterna. Es digno de mencionar que nuestro bendito Señor Jesús habló más en Sus enseñanzas de los peligros y sufrimientos del infierno, que de los placeres y recompensas del cielo. Él habló del camino ancho (con todas sus tentaciones), el cual lleva a la destrucción. Del mismo modo, se nos advierte de los peligros del pecado en los primeros nueve capítulos del libro de los Proverbios, éste es una recopilación hecha por el rey Salomón sobre las enseñanzas que recibió de su padre David. En la misma idea, estos estudios de los reyes destacan la vida de los malvados y sus errores, más que las virtudes de los justos. El Rey Sabio nos dice: “un pecador destruye mucho bien” (Ec. 9:18). En estos estudios veremos cuán cierto es esto. Para muchas generaciones, algunos de estos reyes fueron responsables de la destrucción de su nación. Las consecuencias del pecado son eternas. Durante nuestra vida, podemos ser responsables de volver a muchos a la justicia y de impactar a las siguientes generaciones con nuestro ejemplo. Lamentablemente, también podemos hacer que muchos no den en el blanco, para su perdición eterna y para nuestra eterna mortificación.

8 Antes de morir, Moisés clamó a los hijos de Israel en los campos de Moab: “a los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Dt. 30:19). Que por la gracia de Dios, también nosotros escojamos el camino de la vida y evitemos los errores de la iniquidad de algunos de estos reyes de Judá.

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INTRODUCCIÓN Solamente tres reyes gobernaron sobre el reino unificado (que comprendía las doce tribus de Israel): el rey Saúl, el rey David y el rey Salomón. Como veremos, el rey Salomón fue sucedido por su hijo Roboam. Durante el reinado de Roboam, el reino se dividió en dos: Israel (el reino de Norte) formado por diez tribus, y Judá (el reino del Sur) formado por dos tribus. Roboam continuó reinando en el reino del sur y fue el primero de los veinte reyes que se sentó sobre el trono de los reyes de Judá. En este libro trataremos de examinar el carácter de estos reyes del Sur, con el propósito de instruir a todos aquellos que estudian sobre la vida de ellos. Antes de empezar a ver la vida de estos reyes de Judá, sería conveniente examinar brevemente el trasfondo de los tres reyes anteriores, quienes reinaron sobre las doce tribus de Israel.

El rey Saúl El primero en reinar sobre el reino unificado fue el rey Saúl, de la tribu de Benjamín. Fue ungido dos veces. Hay tres etapas en nuestra caminata con el Señor: ser llamados de Dios, ser escogidos por Dios y ser hallados fieles. El Señor nos unge antes de cada etapa. Por lo tanto, el significado de que Saúl fuera ungido solamente dos veces es que fue llamado y escogido por Dios, pero no fue hallado fiel. Saúl llegó a ser un apóstata. Se apartó del Señor y al

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final, murió por su desobediencia. Las Escrituras dicen en 1 Crónicas 10:13-14: “Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová; por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí”. Ahora, veremos brevemente la vida de David, abuelo de Roboam y la de Salomón, su padre, para tener un mejor entendimiento de la vida de este primer rey de Judá, y el legado espiritual que heredó.

El rey David El Señor reemplazó a Saúl con el rey David, quien era de la tribu de Judá. Era conocido como profeta, sacerdote y rey. David fue ungido tres veces, indicando que no sólo fue llamado y escogido, sino también fue hallado fiel. En Hechos 13:22, el Señor dijo de David: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”. David siguió al Señor con todo su corazón y no se apartó ni a derecha ni a izquierda, excepto en el caso de Urías heteo, en el que cayó en pecado de adulterio y asesinato (1 Reyes 15:5). David se arrepintió completamente por estos pecados, aceptó los juicios de Dios y fue completamente restaurado. David se convirtió en el patrón por el cual todos sus descendientes fueron medidos. Hasta nuestro Señor Jesucristo se humilló a Sí mismo, permitiendo ser llamado Hijo de David. Como resultado de su obediencia y su

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caminata con Dios, David recibió una maravillosa promesa de Dios. El Señor prometió ser un Padre para los hijos de David, no solamente para su descendencia directa, sino para su linaje completo. Esta promesa se encuentra en 2 Samuel 7:12-15, donde el Señor dice a David: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti”.

El rey Salomón El rey David fue sucedido por su hijo Salomón. Tristemente, Salomón (hijo de David con Betsabé) fue ungido sólo dos veces, indicando así que fue llamado y escogido, pero no fue hallado fiel. Cuando era joven (2 S. 12:24-25), Salomón fue llamado Jedidías (que significa amado del Señor). Cuando llegó a ser rey, buscó al Señor. El Señor se encontró con Salomón y le dio sabiduría como nunca antes ni después tuvo hombre alguno, y fue tal, que todas las naciones buscaban oír sus palabras. Dios confió a Salomón el diseño para construir el templo que sería la habitación del Señor. Hasta hoy, nada en la tierra ha igualado al templo en su esplendor, majestuosidad y el hecho que la gloria de Dios habitó allí.

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Lamentablemente a pesar de haber sido el rey más rico y más sabio, Salomón no obedeció las reglas que Moisés había dado para los reyes. Una de esas reglas era que un rey no debía tener muchas esposas. Salomón tuvo 700 esposas y 300 concubinas, y muchas de ellas no eran de las tribus de Israel sino de naciones paganas de alrededor (1 R. 11:3). Esto fue así a pesar de que Dios había advertido a Su pueblo a no unirse en matrimonio con los paganos (Ex. 34:14-16). El resultado fue (como Dios ya le había advertido claramente a Moisés), que ellas ciertamente apartaron el corazón de Salomón de seguir a Dios. Leemos en 1 Reyes 11:1-4: “Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David”. Por cuanto el corazón de Salomón se había apartado, podían encontrarse alrededor de los montes de Jerusalén, templos paganos dedicados a fuerzas demoníacas. Esto era contrario a la intención original de Dios, de tener una adoración espléndida a través de Su templo.

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Salomón había recibido del Señor una profecía, que declaraba que si obedecía al Señor, Dios lo establecería a él y a sus descendientes en el trono de Israel por siempre. Sin embargo, si elegía desobedecer al Señor, Israel sería cortada de la Tierra Prometida. En 1 Reyes 9:4-7, el Señor le dijo a Salomón: “Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos, yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel. Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos”. Por cuanto la vida de Salomón fue tan diferente a la de David, su padre, el Señor hizo que el reino se dividiera después de su muerte. Salomón llegó al trono a los 19 años, reinó durante 40 años y fue sucedido por Roboam. (Para un estudio más amplio, por favor lea nuestro libro titulado Estudio de las Vidas de David y Salomón). En la siguiente página hay un cuadro que muestra los reyes de Judá en el tiempo y fecha de su reinado.

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REYES DEL REINO UNIFICADO DE ISRAEL REY Saúl David Salomón

AÑOS DE REINADO FECHA 40 1050 - 1010 a.C. 40 1010 - 970 a.C. 40 970 - 930 a.C.

EL REINO SE DIVIDE REYES DE JUDÁ REY AÑOS DE REINADO FECHA Roboam 17 930 - 913 a.C. Abías (Abiam) 3 913 - 910 a.C. Asa 41 910 - 869 a.C. Josafat 25 872 - 848 a.C. Joram 8 848 - 841 a.C. Ocozías 1 841 a.C. Atalía (reina) 6 841 - 835 a.C. Joás 40 835 - 796 a.C. Amasías 29 796 - 767 a.C. Uzías 52 792 - 740 a.C. Jotam 16 750 - 735 a.C. Acaz 16 732 - 715 a.C. Ezequías 29 715 - 686 a.C. Manasés 55 697 - 642 a.C. Amón 2 642 - 640 a.C. Josías 31 640 - 609 a.C. Joacaz 3 meses 609 a.C. Joacim 11 609 - 598 a.C.

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COMIENZA EL EXILIO REY Joaquín Sedequías

AÑOS DE REINADO 3 meses 11

FECHA 598 - 597 a.C. 597 - 586 a.C.

JERUSALÉN ES DESTRUIDA EN EL 586 a.C.

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I PARTE El Primer Período

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ROBOAM El rey que no guardó la Ley (2 Crónicas 10-12; 1 Reyes 25:1-19) A los 41 años, Roboam sucedió a su padre, Salomón, como rey de Judá. Comprender la vida de David y Salomón nos ayudará, en gran manera, en nuestro estudio de la vida de Roboam. Roboam vivió todo el período que su padre estuvo en el trono. Había jugado sobre las rodillas de su abuelo David. Tristemente, en lugar de imitar a David, o aun de reflejar los primeros pasos de Salomón en su caminata con Dios, él tomó la naturaleza que Salomón, su padre, desarrolló en su vejez. En Eclesiastés 4:3-14, Salomón escribió lo siguiente, y se cree que lo hizo refiriéndose a sí mismo en su ancianidad: “Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio que no admite consejos; porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino nació pobre”. Durante los últimos 20 años de su reinado, Salomón tuvo consejeros pero no los escuchó. Aunque les dijo a los demás lo que debían hacer, no siguió sus propios preceptos. Hay muchas personas que, como él, no caminan en los preceptos que enseñan. Salomón estableció en Eclesiastés 11:3: “…en el lugar que el árbol cayere, allí quedará”, esto significa que, como nos hallemos al morir, así quedaremos para la eternidad. Nuestro final es más importante que nuestro comienzo.

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Cuando Roboam llegó al trono, había una cobertura sobre él. Este manto era el del rey David: Dios prometió corregir y castigar a los hijos de David si ellos se apartaban de los caminos de Dios (2 S. 7:12-15). Sin embargo, Roboam recibió otra profecía sobre él. Salomón caminó de forma opuesta a David su padre, y no siguió al Señor con todo su corazón. Como resultado, de acuerdo a las profecías en 1 Reyes 9:7-8 y 1 Reyes 11:31-36, Dios le iba a quitar diez tribus a Roboam, el hijo de Salomón. Leemos en 1 Reyes 11:31-36 la profecía que se le dio a Jeroboam, quien iba a ser rey del reino del norte de Israel: “Y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus; y él tendrá una tribu por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel; por cuanto me han dejado, y han adorado a Astoret diosa de los sidonios, a Quemos dios de Moab, y a Moloc dios de los hijos de Amón; y no han andado en mis caminos para hacer lo recto delante de mis ojos, y mis estatutos y mis decretos, como hizo David su padre. Pero no quitaré nada del reino de sus manos, sino que lo retendré por rey todos los días de su vida, por amor a David mi siervo, al cual yo elegí, y quien guardó mis mandamientos y mis estatutos. Pero quitaré el reino de la mano de su hijo, y lo daré a ti, las diez tribus. Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre”.

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Respuesta de Roboam Como Salomón en su vejez, Roboam fue necio y rechazó la corrección. Vemos que Roboam rehusó seguir el consejo sabio. Después de la muerte de Salomón, Roboam fue a Siquem, cerca del pozo de Jacob, y toda Israel estaba reunida para hacerlo rey. Leemos acerca de esto en 1 Reyes 12:1-5: “Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había venido a Siquem para hacerle rey. Y aconteció que cuando lo oyó Jeroboam hijo de Nabat, que aún estaba en Egipto, adonde había huido de delante del rey Salomón, y habitaba en Egipto, enviaron a llamarle. Vino, pues, Jeroboam, y toda la congregación de Israel, y hablaron a Roboam, diciendo: Tu padre agravó nuestro yugo, mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos”. Recuerde lo que Salomón dijo: “… el rey viejo y necio que no admite consejos” (Ec. 4:13). El pueblo se reunió y dijo, “tu padre puso sobre nosotros mano dura y nos cargó con impuestos y nos hicimos pobres. Si tú reduces esos impuestos y disminuyes el yugo, te serviremos; si no, te abandonaremos”. En 1 Reyes 12:6-8 leemos: “Entonces el rey Roboam pidió consejo de los ancianos que habían estado delante de Salomón su padre cuando vivía, y dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que responda a este pueblo? Y ellos le hablaron diciendo: Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre. Pero él dejó el consejo que

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los ancianos le habían dado, y pidió consejo de los jóvenes que se habían criado con él, y estaban delante de él”. Roboam tenía consejeros sabios y ancianos y los buscó. Ellos aconsejaron a Roboam que le hablara amablemente al pueblo y que alivianara el yugo, para que le sirvieran con gozo. Entonces, buscó a los hombres jóvenes y les pidió consejo. 1 Reyes 12:9-11 declara: “Y les dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que respondamos a este pueblo, que me ha hablado diciendo: Disminuye algo del yugo que tu padre puso sobre nosotros? Entonces los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: Así hablarás a este pueblo que te ha dicho estas palabras: Tu padre agravó nuestro yugo, mas tú disminúyenos algo; así les hablarás: El menor dedo de los míos es más grueso que los lomos de mi padre. Ahora, pues, mi padre os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones”. Continúa en 1 Reyes 12:12-14 y 16: “Al tercer día vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam, según el rey lo había mandado, diciendo: Volved a mí al tercer día. Y el rey respondió al pueblo duramente, dejando el consejo que los ancianos le habían dado; y les habló conforme al consejo de los jóvenes, diciendo: Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones… Cuando todo el pueblo vio que el rey no les había oído, le respondió estas palabras, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No

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tenemos heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Provee ahora en tu casa, David! Entonces Israel se fue a sus tiendas”. Así, vemos que Roboam, sin sabiduría, tomó el consejo de los jóvenes y causó que las tribus del norte se apartaran.

¿Por qué escogió Dios a Roboam? La Palabra de Dios nos dice que la pérdida de las tribus del norte fue de acuerdo con la voluntad de Dios. Dios había pronunciado juicio sobre Salomón, acerca de que el reino sería dividido. Para lograrlo, Él necesitaba a un rey que tomara una decisión insensata. En Romanos 13:1 leemos: “…no hay autoridades sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Por la forma que eligieron a su sucesor, podemos ver esto tanto en la vida de David como en la de Salomón. Aunque los dos tuvieron muchos hijos, el mayor no siempre fue quien heredó el trono. Por ejemplo, al momento en que David debía elegir a su sucesor, su hijo mayor con vida era Adonías, no Salomón. Sin embargo, Dios escogió a Salomón para que fuera el próximo rey. De la misma forma, Dios hizo que Roboam fuese elegido sobre los otros hijos de Salomón, porque Él sabía que el malvado corazón de Roboam iba a cumplir Su voluntad. Además, Roboam debe haber sido el favorito de Salomón, estando éste en condición descarriada. Qué trágico es que Roboam haya cumplido lo que el rey Salomón dijo en Eclesiastés 2:18-19: “Asimismo aborrecí

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todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría?” Roboam fue necio y perdió la mayor parte de la tierra que había heredado. Que Dios permita que nuestro trabajo sea confiado a alguien que lo dirija sabiamente, de manera que nuestro trabajo y fruto permanezcan, para que nuestras obras nos sigan (Ap. 14:13).

Maldiciones generacionales Como mencionamos anteriormente, nuestros antepasados pueden afectar nuestra vida, y esto lo podemos ver en la vida de Roboam. Venía de una línea piadosa, pero su madre era de los amonitas, quienes eran paganos. Los amonitas venían de la relación de incesto que Lot tuvo con su hija menor (Gn. 19:30-38). Esta nación atormentó a Israel continuamente durante los siglos siguientes. La importancia que tenía el hecho que la madre de Roboam fuera amonita era que ella, como reina madre, iba a ejercer una grande y malvada influencia sobre su hijo, el rey. De este modo, en el interior estaba esa lucha por hacer el mal. Obviamente la madre era mala, pero la línea paterna, yendo atrás hacia David, era buena. A continuación hay unos ejemplos de personas cuyos pecados dieron como resultado una maldición sobre la vida de sus descendientes:

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1. Elí, el sumo sacerdote, fue juzgado por Dios por darle más honor a sus hijos que a Él. El Señor rechazó a Elí y lo reemplazó con Samuel, un hombre piadoso y digno del sacerdocio. En 1 Samuel 3:13, vemos que el Señor también pronunció juicio sobre sus descendientes: “Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. Así, los descendientes de Elí fueron quitados del sacerdocio. Esto sucedió en los días de David. El rey Salomón sacó del sacerdocio a Abiatar, un descendiente de Elí, porque tomó una mala decisión al final de su vida, cuando decidió seguir al rebelde Adonías en lugar de seguir a Salomón. 1 Reyes 2:27 dice: “Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo”. 2. El rey Ezequías fue un rey piadoso. Tristemente, después de experimentar las bendiciones de Dios, se volvió muy orgulloso. Como resultado, Dios le dijo a Ezequías: “Y de tus hijos que saldrán de ti, que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia” (2 R. 20:18). Ese hijo fue Manasés, el cual heredó el orgullo de Ezequías, caminó de manera impía y, finalmente, fue llevado por el Señor a cautividad en Babilonia. Sin embargo, cuando Manasés se humilló delante del Señor, Él, en Su gran misericordia, lo llevó de regreso a Jerusalén (2 Cr. 33:11-13). Pero, por cuanto Manasés había

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llenado Jerusalén con sangre, Dios declaró que toda la nación de Judá iría en cautividad bajo los babilonios. La maldad de Manasés afectó a su nieto, Josías. Josías fue un rey muy piadoso, pero no pudo darle a la nación una bendición eterna, ya que Dios había declarado lo que iba a suceder como resultado de la maldad de Manasés. 2 Reyes 23:25-26 dice de Josías: “No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual. Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritad”.

Bendiciones generacionales Por otro lado, la piedad de nuestros antepasados trae bendición a nuestra vida. Por ejemplo, David les dejó una gran bendición a sus hijos, y su nieto Roboam la heredó. Vemos esta bendición en acción cuando Dios extendió Su misericordia a Roboam en el caso de Sisac, rey de Egipto. Roboam había caminado en oposición a Dios, al permitir la idolatría y consentir que los sodomitas construyeran sus casas. Esto trajo la ira y el juicio de Dios sobre él, y Dios levantó a Egipto para que atormentara a Judá y asolara Jerusalén. Leemos en 2 Crónicas 12:1-2: “Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel

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con él. Y por cuanto se habían rebelado contra Jehová, en el quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén”. Entonces, Roboam se humilló, y debido a su humildad, Dios invocó la bendición de David sobre él y le dijo: “Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac” (2 Cr. 12:7). Cada rey de Judá fue medido en base a la vida de David. Lo importante es que, gracias a su piedad, David pudo dejar una bendición, y Dios pudo invocar esa bendición como la razón por la que Él no destruyó a algunos reyes de Judá que fueron muy malos.

La clave para tratar con las maldiciones Si estamos bajo una maldición por causa de nuestros antepasados, esto no significa que no podamos hacer algo al respecto. Estando en Kenya hace muchos años, estaba predicando en la esquina de una calle cuando un keniano vino hacia mí y dijo: “estamos bajo maldición porque descendemos de Cam, al cual Noé maldijo”. Le dije que lo que me decía era verdad, pero que si ellos se acercaban a Cristo, esa maldición que había sobre se vida sería rota. Podemos estar bajo maldiciones heredadas de nuestros antepasados, pero por la gracia de Dios, éstas pueden ser rotas. La clave está en buscar al Señor.

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Debido a que Roboam era malo, Dios lo eligió para cumplir la advertencia que le había dado a Salomón. En 2 Crónicas 12:14, leemos la razón por la cual él era malo: “He hizo lo malo; porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová”. Tenemos una naturaleza que viene de los lados paterno y materno de nuestra familia. Quizá tengamos antecesores piadosos. Me contaron que, por parte de mi madre, mi bisabuela siempre oraba, y que cuando tenía cuatro años me ponían en su regazo y me leía historias de la Biblia. Obviamente, heredé las bendiciones que venían por parte de mi bisabuela. De mi padre heredé justicia, pues era un hombre muy bueno. Sin embargo, en mi vida también había cosas que no eran buenas. Con todo, Dios me preservó y me limpió: la clave está en buscar a Dios. Todos los reyes que buscaron al Señor —Josafat, Ezequías y Josías— recibieron reconocimiento porque hicieron lo que su padre David hizo (ver 2 Cr. 17:3; 29:1-2; 34:2). Recibieron las múltiples bendiciones que Dios había concedido a David. Otros reyes tales como Salomón, Roboam, Jeroboam y Joram, no caminaron como David. Aun así, el juicio que merecían no siempre vino sobre ellos porque Dios dijo: “Por amor a David mi siervo, los preservaré” (1 R. 11:34; 15:1-5; 2 Cr. 21:5-7).

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La clave para soportar la presión En 2 Crónicas 13:7, vemos que generaciones posteriores meditaron acerca de la decisión de Roboam. Lo que ellos dijeron, pone la decisión de Roboam bajo una luz muy interesante: “Y se juntaron con él hombres vanos y perversos, y pudieron más que Roboam hijo de Salomón, porque Roboam era joven y pusilánime, y no se defendió de ellos”. Dijeron que Roboam no pudo resistir el consejo malvado de los jóvenes. Los ancianos y sabios le habían aconsejado que debía ser un siervo. Escuchar el consejo de la gente mayor es sabiduría. Lastimosamente, Roboam no pudo soportar la presión de los jóvenes y escogió el consejo malvado de ellos. Uno se pregunta cómo un hombre que vivió durante todo el reinado de Salomón y las glorias de su reino, pudo cometer un error así. En el liderazgo, uno debe soportar la presión. Harry Truman, el 33º presidente de los Estados Unidos dijo: “Si usted no puede soportar el calor, sálgase de la cocina”. (Harry Truman le atribuyó esta perla de sabiduría a su amigo Harry Vaughan). Un líder no debe rendirse ante la presión, sino debe mantenerse firme. Hay una presión tremenda para bajar las normas, para volvernos como el mundo. Sin embargo, si lo hacemos, el mundo entrará a la Iglesia y no tendremos unción, ni estándares, ni mensaje. Roboam no pudo resistir la presión porque no buscó al Señor. En 2 Crónicas 12:14 leemos acerca de Roboam: “E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová”.

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La fuerza para hacer lo correcto no proviene de nosotros mismos; más bien, viene del Señor. Conforme buscamos al Señor, leemos Su Palabra y oramos, nuestra mente se hace fuerte. Nuestro discernimiento se vuelve verdadero. El apóstol Pedro dijo: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento…” (1 P. 1:13). Asa fue el nieto de Roboam. Mientras libraba cierta batalla, Conforme experimentó tal presión que buscamos al acudió a un rey pagano por ayuda. Señor, leemos Su Como vemos en 2 Crónicas 16:7,9 Palabra y fue reprendido por un profeta: oramos, nuestra “En aquel tiempo vino el mente se hace vidente Hanani a Asa rey de fuerte Judá, y le dijo: Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos… porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti”. Dios anhela mostrar Su fuerza a nuestro favor, para que podamos soportar la maldad de este tiempo. Él no quiere que seamos como Roboam, quien no pudo soportar la presión que ejercían los de su generación. Dios quiere que en esta vida seamos fuertes, que tomemos el consejo de los que son sabios y que hagamos lo correcto.

Roboam

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Noé es un ejemplo de alguien que se mantuvo firme. En los días de Noé, la violencia cubría la tierra, había iniquidad por todas partes y los pensamientos del corazón de los hombres eran continuamente malvados (Gn. 6:11-13, Mt. 24:37-38). Eran tan violentos e impíos que Dios destruyó a toda una generación, a excepción de Noé. Él buscó a Dios y fue uno de los hombres más justos que jamás haya vivido. El resultado fue que pudo soportar ileso en medio de su generación, cuando otros a su alrededor habían caído. Es importante que nos mantengamos bajo la cobertura de las alas de Dios. No podemos mantenernos solos. Nuestra propia naturaleza, tal vez de parte de nuestro padre, madre o abuelos, puede ser mala y motivarnos a hacer el mal. ¿Cómo vamos a soportar estas fuerzas? Volviéndonos al Señor y orando: “Dios líbranos”. Si tan sólo Roboam hubiese buscado al Señor, Él se habría mostrado fuerte a favor de Roboam, porque el Señor se muestra fuerte a favor de aquellos cuyo corazón es perfecto para con Él. Roboam pudo haber tomado la decisión correcta. Había vivido durante 40 años del reinado de Salomón, y debió haber visto cómo se fue degenerando el corazón de Salomón. Es asombroso ver cómo este hombre joven de 20, 30 y 40 años de edad, resplandeciente de gloria, que vio a su padre caer cada vez más bajo, escogió, aun así, ser como él. Si hubiese escogido buscar al Señor, pudo haber sido como su abuelo, David. Si hubiese hecho eso, nunca habría existido una nación dividida. En cambio, siguió los pasos de su padre, Salomón.

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En estos tiempos, existen abundantes tentaciones para los jóvenes. A menudo son controlados por las presiones de grupo, siendo tentados a ser como sus amigos en acciones, ropa y actitudes. Son tentados a dedicar su valioso tiempo a ver películas y televisión y a ir a lugares profanos. Pero Dios dice que donde abunda el pecado, la gracia sobreabunda (Ro. 5:20). Por lo tanto, hay mucha más gracia disponible para esta generación que la que hubo para mí generación, porque las tentaciones del presente son mucho mayores. Resistimos estos caminos malvados en el poder del Señor. Roboam no pudo resistir las presiones y se rindió a los consejos malvados, por lo tanto, perdió diez tribus. No queremos condescender, ser uno más del grupo y seguir a la multitud para hacer cosas profanas. Queremos “atrevernos a ser un Daniel y atrevernos a permanecer solos”. No existe nada que agrade más el corazón de Dios que Sus hijos puedan “…resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef. 6:13). A pesar de estas grandes tentaciones que enfrentamos, es posible permanecer firmes. Si preparamos nuestro corazón para que busque al Señor, podemos resistir las presiones y ser una antorcha que alumbra. Jesús dijo de Juan el Bautista: “El era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz” (Jn. 5:35). Debemos brillar por aquello que es correcto. Debemos recordar que los ojos del Señor nos cuidan y que Él nos da fortaleza. La bendición del Señor estará sobre nosotros, el cielo se abrirá para nosotros y seremos capaces de llevar a muchos a la justicia (Dn. 12:3). La vida del rey

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David permitió que Dios bendijera y preservara a todo su linaje. En Isaías 55:3, leemos la promesa que dio Dios: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”. Dios nos cuidará, castigará y guardará para Su reino eterno. ¡Amén!

Dios nos cuidará, castigará y guardará para Su reino eterno. ¡Amén!

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ABÍAS (ABIAM) Poderoso pero inaceptable (2 Crónicas 13; 1 Reyes 15:1-8)

Un reino dividido Abías (o Abiam) sucedió a su padre Roboam, el primer rey de Judá, después de que el reino fue dividido en Judá e Israel. Vamos a ver esta división, porque contiene muchas verdades que hoy, pueden aplicarse a nosotros. Las semillas que dividieron el reino, fueron sembradas muchos años antes de que realmente sucediera la división. Se sembraron en tiempos de la casa de David y la casa de Saúl. Por ejemplo, vemos que la casa de Israel necesitó otros siete años para poder sujetarse al reinado de David en Hebrón, favoreciendo con esto a la línea de Saúl (2 S. 2:1-11; 3:1). A menudo, cosas que vemos hoy tienen sus raíces muy atrás en la historia. Estudiar el pasado es un beneficio para las generaciones presentes y futuras. Los acontecimientos del pasado quedan registrados para nuestra instrucción. Aun el apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 10:11 que, el viaje del pueblo de Israel ciertamente fue realizado para nuestro aprendizaje. Por esto, la historia realmente es muy importante. Revela los éxitos y fracasos de hombres y mujeres del pasado, para que podamos entender sus recompensas, y también, para que podamos ser advertidos

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de vivir en la luz. Detrás de nosotros hay 6,000 años que nos enseñan cómo vivir. La Biblia está llena de historia. De hecho, el conocido físico británico Michael Faraday dijo: “¿Cómo pueden descarriarse las personas si tienen este Libro bendito para guiarlas?” La respuesta es que no están leyendo su Biblia. Al estudiar los reyes, encontramos que en las Escrituras existen básicamente dos relatos acerca de la vida de ellos. Uno está en 1 y 2 de Reyes, y el otro en 1 y 2 de Crónicas. Es verdaderamente extraordinario ver cómo, en algunos casos, estos relatos difieren uno de otro; pero, como veremos en la vida de Abías, necesitamos ambos relatos para obtener la descripción completa de un hombre o de una mujer.

Propósito de la división Detengámonos por un momento y consideremos la división del reino entre los hijos de Dios. Fue una división hecha por Dios Mismo, para separar lo bueno de lo malo. Básicamente, las diez tribus del Norte eran malvadas y cayeron en idolatría. Hicieron cosas que Judá, el reino del sur, no hubiera tolerado. Atacaban a Judá sin cejar. Al principio, Roboam, rey de Judá, quiso atacar a Jeroboam y a las diez tribus del Norte después de que éstas se habían apartado, pero Dios dijo: “No vayáis, ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel; volveos cada uno a su casa, porque esto lo he hecho yo…” (1 R. 12:24). A los piadosos se les enseña a no atacar a aquellos que se han apartado, a aquellos que

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siguen un camino diferente. Sin embargo, más adelante Jeroboam vino en contra de Roboam y después en contra de Abías (1 R. 14:30; 2 Cr. 13). En la historia, esto se repite muy a menudo: aquellos que han dejado el camino de la justicia, atacan a los que permanecen. Así, está registrado que continuamente hubo guerras entre Jeroboam y Abías.

Abías conduce a Judá a la victoria en contra de Israel En 2 Crónicas 13 se describe una batalla en particular, en la que el ejército de Israel se levantó en contra de Judá. Abías dijo a Jeroboam y a Israel: “¿No habéis arrojado vosotros a los sacerdotes de Jehová, a los hijos de Aarón y a los levitas, y os habéis designado sacerdotes a la manera de los pueblos de otras tierras, para que cualquiera venga a consagrarse con un becerro y siete carneros, y así sea sacerdote de los que no son dioses? Mas en cuanto a nosotros, Jehová es nuestro Dios, y no le hemos dejado; y los sacerdotes que ministran delante de Jehová son los hijos de Aarón, y los que están en la obra son levitas, los cuales queman para Jehová los holocaustos cada mañana y cada tarde, y el incienso aromático; y ponen los panes sobre la mesa limpia, y el candelero de oro con sus lámparas para que ardan cada tarde; porque nosotros guardamos la ordenanza de Jehová nuestro Dios, mas vosotros le habéis dejado. Y he aquí Dios está con nosotros por jefe, y sus sacerdotes con las trompetas del júbilo para que suenen contra vosotros. Oh hijos de Israel, no peleéis contra Jehová el Dios de vuestros padres, porque no prosperaréis” (2 Cr. 13:9-12).

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Debido a que Abías puso su confianza en Dios, Dios le dio una extraordinaria victoria sobre Jeroboam, quien se había levantado en contra de él junto con las diez tribus apóstatas. Siempre hay conflicto entre aquellos que dejan la senda de la justicia y aquellos que permanecen. No obstante, los justos no deben tocar a los que se han apartado de la senda. Esto se puede ver en el caso de David y Saúl. David era el ungido; Saúl había perdido la unción. Saúl atacó constantemente a David, pero éste fue muy cauteloso en no hacer daño a Saúl. En 1 Samuel 24:6, cuando se le presentó a David la oportunidad de matar a su señor Saúl, les dijo a sus hombres, “Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová”. Aun después de que Saúl murió, sus sucesores trataron de atacar de nuevo a David, pero el Señor hizo que la casa de Saúl se fuera debilitando cada vez más (2 S. 3:1).

Las obras sin carácter no significan nada Debido al relato anterior sobre la victoria de Abías, podríamos tener la tentación de concluir que él fue un poderoso hombre de Dios. Sin embargo, veremos que su carácter estaba lejos de ser deseable. Abías era lujurioso. Leemos en 2 Crónicas 13:21: “Pero Abías se hizo más poderoso. Tomó catorce mujeres, y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas”. También

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encontramos que caminó en los pecados de su padre: idolatría y sodomía. 1 Reyes 15:3 dice: “Y anduvo en todos los pecados que su padre había cometido antes de él; y no fue su corazón perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de David su padre”. Así, hay dos ilustraciones diferentes del mismo hombre: una describe a un hombre que era poderoso y que confiaba en Dios durante la batalla, la otra describe a un hombre que era extremadamente lujurioso y que practicaba el mal. Aquí hay otra lección que debemos aprender. La obtenemos de Proverbios 16:32: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. Abías realizó grandes hazañas, pero no caminó en los preceptos de Dios. De este modo, la poderosa victoria registrada en Crónicas, palidece hasta ser insignificante cuando consideramos 1 Reyes 15:3. En realidad, en su corazón, Abías era un apóstata. Tenemos que ser muy cuidadosos para darnos cuenta que las obras extraordinarias que realicemos o los éxitos que logremos, no suplen la condición de nuestro corazón. Por esto, ciertamente es muy importante que veamos cómo evalúa Dios a una persona. Ahora, consideremos a otros hombres notables de la Palabra de Dios.

Otros hombres con obras poderosas pero sin carácter Saúl obtuvo poderosas victorias sobre los enemigos de Judá y Dios estuvo con él (1 S. 11 y 14), pero lo que Dios vio acerca de él fue que era malvado (1 S. 15). Se

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volvió a la adivinación y no obedeció la voz de Dios (1 S. 15:22-23). Por lo tanto, Dios lo mató. Jehú fue un rey de Israel a quien Dios le dio una gran promesa: “Y Jehová dijo a Jehú: Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación” (2 R. 10:30). Sin embargo, se nos da otra opinión acerca de Jehú: “Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón…” (2 R. 10:31). Jehú anduvo en maldad y pecado. Por un lado, Jehú cumplió la voluntad de Dios y destruyó a toda la simiente de Acab, ese rey perverso. Por el otro, no prestó atención a la Ley de Dios. Por eso, aun habiendo realizado acciones extraordinarias como lo hizo Saúl, no lo vamos a encontrar en el reino celestial. Judas es otro ejemplo. Se nos dice que Judas fue ungido por Dios. Realizó milagros y predicó el Evangelio. Tristemente, al final su vida fue un desastre; él se suicidó. El Señor dio esta severa advertencia en Mateo 7:21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

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Grandeza en el Reino de Dios Por lo tanto, el hecho de que Dios use a una persona, no es criterio para emitir un juicio acerca del carácter de ésta, o de determinar si esa persona es llamada “grande” en el reino celestial. ¿Quién es llamado grande en el reino del cielo? Mateo 5:19 dice: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Aquellos que guardan los mandamientos de Dios y los enseñan, serán llamados grandes en el reino celestial, y los otros, si llegan allá, serán llamados muy pequeños. Estos otros son aquellos que no guardan los mandamientos y solamente enseñan ciertas partes de la Escritura. Así es como Dios evalúa a una persona. Por lo tanto, guardemos y enseñemos Sus mandamientos: todo el consejo de Dios (Hch. 20:27). Resumiendo la vida de Abías, vemos que Crónicas y Reyes proporcionan diferentes criterios. A menudo, consideramos la vida de una persona y decimos: “¡mire lo que hace!” Entonces, tenemos la opinión de Dios que dice: “Sí, pero él no guarda Mi ley. No camina en Mis preceptos. Aunque lo estoy usando, lo he rechazado”. Que no seamos hallados con Abías, en esta categoría. Una vez, tuve una visión de un misionero que estaba siendo usado por Dios grandemente en una convención. Sin embargo, yo (y muchos más), sabíamos que no era un

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hombre justo. Entonces, Dios me dio una visión de una cerca de estacas puntiagudas, hecha con hermosos tableros blancos, sin embargo, algunos tableros estaban torcidos. Lo que el Señor quería mostrar era que, aunque Él usaba a alguien, esto no hacía que esa persona fuera recta o aceptable a Sus ojos. Seamos justos e íntegros, para que podamos ser usados por el Señor y aceptados por Él.

Seamos justos e íntegros, para que podamos ser usados por el Señor y aceptados por Él.

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ASA Un buen comienzo pero un mal final (2 Crónicas 14-16; 1 Reyes 15:9-34)

El prometedor comienzo de Asa Ahora llegamos a otro rey: Asa. Era hijo de Abías, y se nos dice que hizo lo recto ante los ojos del Señor, como David su padre. ¡Verdaderamente, Asa fue todo un personaje! Aprenderemos varias lecciones de la vida de este hombre. Como leemos en 1 Reyes 15:11-16, Asa tuvo un comienzo muy prometedor: “Asa hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre. Porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho. También privó a su madre Maaca de ser reina madre, porque había hecho un ídolo de Asera. Además deshizo Asa el ídolo de su madre, y lo quemó junto al torrente de Cedrón. Sin embargo, los lugares altos no se quitaron. Con todo, el corazón de Asa fue perfecto para con Jehová toda su vida. También metió en la casa de Jehová lo que su padre había dedicado, y lo que él dedicó: oro, plata y alhajas. Hubo guerra entre Asa y Baasa rey de Israel, todo el tiempo de ambos”. Es interesante notar que las heridas y las ofensas perduran generación tras generación. Las generaciones del presente asumen las ofensas de las generaciones pasadas. Por esto,

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las divisiones entre el pueblo de Dios son muy serias. Los hijos de aquellos que se habían apartado de la verdad, estaban cargando con las ofensas de sus padres y atacaban a los piadosos. Hubo constantes guerras entre Israel y Judá, pero Dios permitió que esta separación ocurriera, a causa de las diferencias en el corazón de los pueblos. Leemos en 2 Crónicas 14:2-6: “E hizo Asa lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios. Porque quitó los altares del culto extraño, y los lugares altos; quebró las imágenes, y destruyó los símbolos de Asera; y mandó a Judá que buscase a Jehová el Dios de sus padres, y pusiese por obra la ley y sus mandamientos. Quitó asimismo de todas las ciudades de Judá los lugares altos y las imágenes; y estuvo el reino en paz bajo su reinado. Y edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había paz en la tierra, y no había guerra contra él en aquellos tiempos; porque Jehová le había dado paz”. La justicia de Asa trajo prosperidad a la tierra de Judá.

La batalla en contra de los etíopes Sin embargo, en medio de la prosperidad de Judá, el ejército etíope vino en contra de ellos. 2 Crónicas 14:9 establece: “Y salió contra ellos Zera etíope con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros; y vino hasta Maresa”. Los etíopes contaban con un gran ejército de un millón de hombres. Avanzaron a través de Egipto hacia Palestina y, ciertamente, llegaron a Judá. El ejército de Asa tenía una desventaja de por lo menos dos a uno, pero él escogió animar al pueblo y simplemente

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oró en 2 Crónicas14:11: “Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre”. En 2 Crónicas 14:12-15 vemos el resultado de esta asombrosa batalla: “Y Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron los etíopes. Y Asa, y el pueblo que con él estaba, los persiguieron hasta Gerar; y cayeron los etíopes hasta no quedar en ellos aliento, porque fueron deshechos delante de Jehová y de su ejército. Y les tomaron muy grande botín. Atacaron también todas las ciudades alrededor de Gerar, porque el terror de Jehová cayó sobre ellas; y saquearon todas las ciudades, porque había en ellas gran botín. Asimismo atacaron las cabañas de los que tenían ganado, y se llevaron muchas ovejas y camellos, y volvieron a Jerusalén”. Asa venció porque Dios hirió a los etíopes.

Palabra profética para Asa Más tarde, el profeta del Señor vino al encuentro de Asa y le dijo: “Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él; y si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará” (2 Cr. 15:1-2). Esta profecía nos da a entender que Dios conocía el futuro de este piadoso hombre. Asa sirvió a Dios con un corazón perfecto, no confió en el brazo de la carne y tuvo mucha confianza al marchar en

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contra de un millón de hombres. Se le dio una admirable victoria y aun así se encontró con el profeta que dijo: “Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él”. Si yo hubiese recibido una profecía con palabras como “si vosotros estuviereis con Él”, me habría postrado sobre mi rostro, clamando al Señor que protegiera mi corazón, pues Dios todo lo conoce. Estas palabras podrían ser una indicación de que Dios ve algo en mí que podría hacer que me apartara de Él. Sin embargo, Asa se emocionó con esa profecía, y espiritualmente, se confió demasiado. Entonces hizo con Judá un pacto de buscar al Señor. Así, nuevamente hubo paz en la tierra (2 Cr. 15:12-15). Recordemos que permanecemos por la fe. Caminemos en el temor del Señor, pues el orgullo viene antes de la caída.

La batalla con el reino del norte: Israel Asa reinó durante 41 años. En el año 36 de su reinado (quedándole solamente cinco años de vida), una coalición dirigida por Baasa vino en contra de Israel. Leemos en 2 Crónicas 16:1: “En el año treinta y seis del reinado de Asa, subió Baasa rey de Israel contra Judá, y fortificó a Ramá, para no dejar salir ni entrar a ninguno al rey Asa, rey de Judá”. Baasa comenzó a edificar una ciudad para evitar que cualquiera entrara o saliera del reino de Judá, dañando, obviamente, el comercio del país. ¿Qué hizo el piadoso Asa? Al recordar, él vio la extraordinaria forma en que Dios lo había librado, animado y dado una maravillosa victoria sobre los etíopes. Él pudo

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ver todas aquellas maravillosas cosas y el gozo de su pueblo en servirlo. Ahora, Asa afrontaba una situación mucho menos amenazante que la de los etíopes. Lamentablemente, en lugar de depender del Señor, se apoyó en el reino del norte e hizo alianza con un rey pagano, Ben-adad. 2 Crónicas 16:2-3 registra este evento: “Entonces sacó Asa la plata y el oro de los tesoros de la casa de Jehová y de la casa real, y envió a Ben-adad rey de Siria, que estaba en Damasco, diciendo: Haya alianza entre tú y yo, como la hubo entre tu padre y mi padre; he aquí yo te he enviado plata y oro, para que vengas y deshagas la alianza que tienes con Baasa rey de Israel, a fin de que se retire de mí”. Envió grandes tesoros a Ben-adad, pidiéndole que lo salvara de Baasa.

El Señor reprende a Asa Asa, quien había actuado sabiamente en el caso de los etíopes, se estaba volviendo ahora a un rey pagano para que lo ayudara en contra de las diez tribus apóstatas. Benadad lo escuchó y marchó en contra de Baasa, forzándolo a cesar la edificación. Sin embargo, un profeta del Señor vino a Asa diciendo: “En aquel tiempo vino el vidente Hanani a Asa rey de Judá, y le dijo: Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos” (2 Cr. 16:7). Entonces, este profeta cita uno de los versículos más extraordinarios de la Palabra de Dios, “Porque los ojos

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de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Cr. 16-9). En otras palabras, el profeta estaba diciendo: “mira lo que Dios hizo contigo en contra de los etíopes. Tu corazón era perfecto y Dios se mostró fuerte y los derrotó. Luego, en el caso de Baasa, te volviste a los sirios, siendo esto mucho menos atemorizante que la amenaza de los etíopes”. Asa había buscado la ayuda de los asirios en vez de buscar al Señor, porque su corazón se había vuelto confiado. Su vida carecía de unción y de fervor. Ya no buscaba más a Dios. Esto quedó muy claro, porque cuando escuchó esa profecía, no se arrepintió, sino encarceló al profeta (2 Cr. 16:10). Entonces, se llenó de ira. No permitió que el Señor hiciera una obra continua en su vida; así, en la medida en que envejecía, su corazón se endurecía. Ya no era más el hombre cuya caminata era perfecta delante de Dios, como David. Era un hombre diferente. No obstante esto, en Su bondad, Dios procuró que al final de su vida Asa regresara a Él y permitió que una enfermedad afectara sus pies. Sin embargo, 2 Crónicas 16:12 dice: “…y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos”. Siempre resulta trágico cuando una persona comienza tan bien, pero tiene un final miserable.

Lo que cuenta es el final He conocido a personas que durante años han servido a Dios, y que luego, al final, ya no fluyen en el ministerio.

Asa

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¡Qué triste es esto! Como claramente lo declara la Escritura: “…en el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Ec. 11:3). Queremos que nuestro final sea mejor que nuestro comienzo. ¡Asa fue tan fervoroso en el comienzo, y recibió tan grande reconocimiento! Un corazón perfecto, como el de David. David fue la plomada para medir a todos los reyes de Judá. Algunos fueron reconocidos porque caminaron en los caminos de David. Otros, fueron condenados porque no lo hicieron. Al haber estudiado la vida de Asa y la de otros reyes, he podido sentir el corazón de Dios hacia ellos. La tristeza me abrumó, estas personas, a quienes Dios les había dado el reino y maravillosas oportunidades, Lo habían decepcionado. A menudo, Dios menciona esto a algunos de estos reyes: “los he levantado del polvo, y les he dado el reino. ¿Qué han hecho con las oportunidades que les he dado?” (1 R. 14:7-9). Ciertamente, la historia de Asa me entristeció, porque su final fue deplorable. Estamos esperando un avivamiento y que Dios nos aliente. En el pasado, he visto tanto a jóvenes como a ancianos ser tan vivificados por el poder de Dios, que he pensado: “ellos van a ser antorchas que ardan, como Juan el Bautista. Van a fundirse en un esplendor de gloria”. Luego, muchos años después, he visto cómo estas personas terminan como Asa. Están llenas de ira, llenas de amargura, rechazando las reprimendas y el consejo de Dios. Queremos que nuestro fin sea más glorioso que nuestro comienzo.

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Nuestro clamor debería de ser: “Señor, ¿hay algo muy difícil para ti? Crea en mí un corazón limpio, como el del rey David, que haga toda Tu voluntad”. Jeremías 32:17 dice: “¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti”. Esta visión debe envolver y controlar nuestra alma y nuestro espíritu. Aunque vamos a enfrentar problemas, no debemos permitir que nuestro corazón se vuelva como el corazón de Asa: confiado, duro y amargado. En lugar de eso, deberíamos decir: “Señor, voy a creer lo que dijo el profeta: ‘Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él’”. Amados, si hacemos esto, no llevaremos al corazón del Señor tanta tristeza como lo hicieron estos reyes que tuvieron tan maravillosas oportunidades y, aun así, le fallaron a Dios. A cambio, seremos testigos ardientes, brillando intensamente para Jesús, y llevando gozo al corazón del Señor.

Queremos que nuestro fin sea más glorioso que nuestro comienzo.

II PARTE La Época de las Alianzas Incorrectas

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JOSAFAT El rey justo cuya falta arruinó a una nación (2 Crónicas 17 – 20; 1 Reyes 22) El sucesor de Asa fue Josafat, su hijo. Era el año 800 a.C., la época del Reino Dividido: en el sur, Judá (el reino justo) y en el norte, Israel (el reino idólatra). Josafat, un rey justo, fue el cuarto rey de Judá. En ese tiempo, gobernaba sobre Israel el rey Acab, una de las personas más malvadas que hayan existido. Ambos reyes son una advertencia y un aliciente para nosotros; la vida de ellos revela verdades que, ciertamente, debemos entender. Primero, consideremos a Josafat. La Escritura dice acerca de él, en 1 Reyes 22:41-43: “Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab rey de Israel. Era Josafat de treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Azuba hija de Silhi. Y anduvo en todo el camino de Asa su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová…” Josafat vivió 60 años. En otras palabras, fue una persona que vivió la vida a plenitud. En 2 Crónicas 17:3-4, leemos: “Y Jehová estuvo con Josafat, porque anduvo en los primeros caminos de David su padre, y no buscó a los baales, sino que buscó al Dios de su padre, y anduvo en sus mandamientos, y no según las obras de Israel”. Josafat anduvo en todos los caminos de su padre David, quien fue un hombre justo.

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Josafat buscó al Señor y no anduvo como lo hicieron los hijos de Israel: en idolatría y desobediencia. Él caminó con Dios, y no se volvió ni a derecha ni a izquierda, sino que hizo lo correcto a los ojos de Dios. En 2 Crónicas 17:5 leemos: “Jehová, por tanto, confirmó el reino en su mano, y todo Judá dio a Josafat presentes; y tuvo riquezas y gloria en abundancia”. Josafat no fue justo solamente en su persona, sino también fue un hombre que se preocupó mucho por la espiritualidad de su pueblo. Por esto, estableció y envió por todo su reino, maestros de justicia para que proclamaran la ley de Dios. Según 2 Crónicas 17:7-9: “Y enseñaron en Judá, teniendo consigo el libro de la ley de Jehová, y recorrieron todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo”. Estamos ante un hombre maravilloso, un hombre que ciertamente temía a Dios. Más adelante leemos, en 2 Crónicas 17:10-12: “Y cayó el pavor de Jehová sobre todos los reinos de las tierras que estaban alrededor de Judá, y no osaron hacer guerra contra Josafat. Y traían de los filisteos presentes a Josafat, y tributos de plata. Los árabes también le trajeron ganados, siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos machos cabríos. Iba, pues, Josafat engrandeciéndose mucho; y edificó en Judá fortalezas y ciudades de aprovisionamiento”. El Señor puso Su pavor sobre Judá y sobre las naciones de alrededor. Durante su reinado, Josafat también fortificó las ciudades. En 2 Crónicas 17:19, se nos dice que él puso guarnición en ciudades fortificadas por todo Judá. Cuidó mucho de los muros y las puertas. Según Isaías 60:18,

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Josafat

los muros hablan de “salvación” y las puertas hablan de “alabanza”. Espiritualizando esto, Josafat fortaleció la nación contra el mal. El reino de Judá reposaba, y parecía que todo iba bien.

La alianza incorrecta entre Josafat y Acab En 1 Reyes 22:44 vemos el inicio de los problemas: “Y Josafat hizo paz con el rey de Israel”. La situación se aclara en 2 Crónicas 18:1, “Tenía, pues, Josafat riquezas y gloria en abundancia; y contrajo parentesco con Acab”. Mientras Josafat hizo lo que era recto, también hizo las paces con el reino impío de Israel, gobernado por Acab, uno de los hombres más malos de la historia. En cierto sentido, la paz es muy importante. Pero tenemos que tener cuidado con quién hacemos la paz, porque la paz también significa unidad: uno queda unido a la otra persona. Acab, el rey de Israel, había recibido un poderoso testimonio de Elías, un gran profeta de Dios. Junto con Moisés, Elías será uno de los dos testigos de los últimos tiempos (Ap. 11:3-12) y es uno de los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra (Zac. 4:14). Vez tras vez, Acab fue advertido por este gran hombre con respecto a sus malos caminos. Una de las razones por las cuales Acab fue tan malo, fue porque se había casado con Jezabel, la hija del rey de Sidón, un país pagano. Ella no solamente había introducido la

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adoración pagana a Israel, sino que había incitado a su esposo a hacer aquello que era malo. Leemos sobre esto en 1 Reyes 16:30-31: “Y reinó Acab hijo de Omri sobre Israel en Samaria veintidós años. Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él. Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró”. Al continuar, veremos cuán importante es estar rodeado de buenos consejeros. Casándose con Jezabel, Acab hizo más maldad que cualquier otro rey. Cuando Josafat descendió a visitar a Acab, se dio cuenta que Dios estaba con Josafat. Vio la prosperidad que Josafat había logrado, las cosas maravillosas que Dios había hecho por el reino de Judá. Entonces, Acab inició una alianza con Josafat, sobre la que leemos en 2 Crónicas 18:3: “Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Y él respondió: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra”. Josafat hizo una declaración asombrosa, porque, en esencia, este hombre justo le estaba diciendo al hombre malo: “nos parecemos”.

Micaías y los 400 profetas Por cuanto Josafat era piadoso, buscó consejo en ese momento, queriendo escuchar la palabra del Señor. “Entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos profetas, y les preguntó: ¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o me estaré quieto? Y ellos dijeron: Sube, porque

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Dios los entregará en mano del rey” (2 Cr. 18:5). Aunque estos 400 profetas dijeron lo mismo, el justo Josafat no se sentía bien. Cuando una persona es justa, Dios le otorga la capacidad de discernir. En 2 Crónicas 18:6-7 leemos la respuesta de Josafat: “Pero Josafat dijo: ¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, para que por medio de él preguntemos? El rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay aquí un hombre por el cual podemos preguntar a Jehová; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre mal. Este es Micaías hijo de Imla”. Por lo tanto, Micaías verdaderamente era un profeta de Dios, pues reprendió al malvado rey Acab. Entonces, Josafat pidió que trajeran a Micaías delante de ellos; y lo trajeron del lugar en donde está la mayoría de los profetas: la cárcel. El mensajero que había sido enviado a sacar a Micaías dijo: “He aquí las palabras de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; yo, pues, te ruego que tu palabra sea como la de uno de ellos, que hables bien” (2 Cr. 18:12). Como respuesta a la pregunta de Acab de si debía ir o no a Ramot de Galaad, Micaías comenzó diciendo (sarcásticamente): “Subid, y seréis prosperados, pues serán entregados en vuestras manos” (2 Cr. 18:14). Acab sabía que esto no era cierto; por eso le dijo al profeta de Dios: “¿Hasta cuántas veces te conjuraré por el nombre de Jehová que no me hables sino la verdad?” (2 Cr. 18:15). Micaías respondió, “He visto a todo Israel derramado por los montes como ovejas sin pastor; y dijo Jehová: Estos no tienen

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señor; vuélvase cada uno en paz a su casa … Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y Jehová preguntó: ¿Quién inducirá a Acab rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía así, y otro decía de otra manera. Entonces salió un espíritu que se puso delante de Jehová y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué modo? Y él dijo: Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Y Jehová dijo: Tú le inducirás, y lo lograrás; anda y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues Jehová ha hablado el mal contra ti” (2 Cr. 18:16, 18-22). Ahora, Micaías le dijo la verdad a Acab. El rey se enfureció (así como también lo hicieron los demás profetas), y dio orden que Micaías fuera puesto nuevamente en prisión hasta que él regresara de Ramot de Galaad en paz. Entonces, Micaías respondió: “Si tú volvieres en paz, Jehová no ha hablado por mí” (2 Cr. 18:27).

La batalla en Ramot de Galaad Ahora, Josafat discernió que era Micaías y no los 400 profetas, quien hablaba la palabra de Dios. ¡Aun así, decidió ir a la batalla junto con Acab! En la batalla, la estrategia es atacar el portaestandarte. Hablando en general, cuando éste es destruido, el ejército está vencido. Sabiendo eso, Acab decidió protegerse y le dijo a Josafat: “Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú vístete tus ropas …” Entonces, se fueron a la batalla (2 Cr. 18:29).

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Mientras subían, el rey de Siria había ordenado a sus soldados que destruyeran solamente a Acab (lo cual es exactamente lo que Micaías dijo). Entonces, cuando los soldados sirios vieron a Josafat, creyeron que era Acab, y buscaron matarle. Pero Josafat clamó al Señor. Entonces, el capitán se dio cuenta que no era Acab y regresó. En realidad, un soldado mató a Acab a cierta distancia, con una flecha dirigida por Dios (2 Cr. 18:30-34). Es sorprendente ver cómo Dios estaba en ambos lados, orquestándolo todo. Fue Él quien inspiró al rey de Siria a dar la orden, protegió a Josafat y trajo juicio sobre Acab. Josafat regresó a Jerusalén en paz, pero un profeta vino a él y dijo: “¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto” (2 Cr. 19:2). Josafat era muy noble y se humilló. Aceptó el juicio y, de nuevo, salió por la nación de Judá con sus maestros y sacerdotes, conduciendo al pueblo de regreso a Jehová (2 Cr. 19:4-11).

El matrimonio entre el hijo de Josafat y la hija de Acab A pesar de la experiencia anterior sobre alianzas incorrectas, Josafat cometió otro trágico error con el matrimonio de su hijo Joram, permitiéndole casarse con Atalía, la hija de Acab y Jezabel. Para Judá, Atalía (mitad pagana en cuanto a nacionalidad y completamente pagana en espíritu) representaba a su madre, Jezabel. Como veremos después, ella ejerció una influencia desastrosa sobre Joram.

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La batalla en contra de Moab y Amón Dios probó a Josafat mientras aún estaba en el trono. Un poderoso ejército de Moab y de Amón vino contra él. Josafat clamó al Señor, y Dios le envió un profeta que dijo: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios … No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros” (2 Cr. 20:15, 17). Josafat animó al pueblo diciendo: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Cr. 20:20). Durante la batalla, el pueblo de Judá salió y los cantores iban delante de las tropas, alabando al Señor en la belleza de Su santidad. Mientras hacían esto, Dios hizo que los ejércitos que venían contra ellos comenzaran a pelear entre ellos. En 2 Crónicas 20:22 leemos: “Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros”. Después de la victoria, el ejército de Judá pasó tres días reuniendo los despojos en el valle de Beraca. Hubo gran regocijo y mucha prosperidad en la tierra (2 Cr. 20:23-28).

Josafat hace alianza con el hijo de Acab Luego de esta maravillosa victoria, Dios volvió a probar a Josafat en el área de las alianzas incorrectas. Tras la muerte

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de Acab, su hijo Ocozías, quien también era muy malo, buscó a Josafat. Ya sabemos que un profeta había amonestado a Josafat por caminar con los impíos y que había visto el juicio de Dios sobre Acab. A pesar de esa reprensión, Josafat no solamente permitió que su hijo se casara con la hija de Acab, sino también hizo alianza con Ocozías, permitiendo que sus naves fueran juntas a Tarsis. El resultado fue que Dios destruyó esas naves y volvió a enviar a Su profeta para amonestar a Josafat (2 Cr. 20:35-37). Así, hubo tres situaciones en las cuales Josafat falló. Primero, escogió subir con Acab a Ramot de Galaad; después, su hijo se casó con una mujer malvada. Por último, consintió en ayudar al hijo de Acab.

Las consecuencias de las alianzas de Josafat con Acab Las alianzas de Josafat con la malvada casa de Acab produjeron consecuencias desastrosas. Cuando Josafat murió, su hijo Joram se convirtió en el rey. Anduvo en todos los caminos de Israel, debido a que su esposa Atalía, era la hija de Acab. Esto tuvo como resultado toda clase de inmoralidad. Ocozías, el hijo de Joram y Atalía, era el siguiente en la línea sucesoria. Cometió iniquidad porque su madre era la hija de Acab. Aun más, él escuchó a los príncipes de Israel. Dios provocó una batalla y mató a todos los príncipes que habían aconsejado a Ocozías a hacer el mal. Luego, Ocozías mismo fue muerto (2 Cr. 22:8-9). Es muy interesante que él muriera en el mismo lugar que Acab, subiendo a Ramot de Galaad, con el nuevo rey de Israel.

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Después de la muerte de Ocozías, Atalía, quien era la reina madre y el poder detrás del trono, destruyó junto con todo su séquito, a la simiente real de David. Hubo una excepción, un pequeño bebé que fue escondido y preservado (2 Cr. 22:10-12). Regresando al malvado rey Omri, el linaje de Acab gobernaba en Judá. El linaje satánico gobernaba sobre el linaje piadoso, todo porque Josafat tuvo esa falla terrible en su carácter: hizo alianza con los impíos.

Lecciones de la vida de Josafat Josafat mismo fue un maestro de justicia. Se apegó a la Ley. Temió a Dios y fue grandemente bendecido por Él. Sin embargo, destruyó a la nación porque cometió uno de los peores errores que puede cometer un hombre o una mujer: hizo una alianza incorrecta. Obviamente, este principio es verdad para el matrimonio. Aun más, vemos que estos reyes escucharon a los consejeros equivocados. El resultado fue que su vida fue desgraciada. Tanto Joram como Ocozías murieron jóvenes, después, una reina ocupó el trono por seis años y no hizo nada más que llenar la nación con toda clase de idolatría, trayendo abajo la casa del Señor. Fue una situación trágica. Es importante que aprendamos de estos sucesos. Llamamos “historia” a los eventos que han quedado registrados para nosotros. Winston Churchill estaba de visita en los Estados Unidos cuando tenía 80 años de edad. Un joven de 18 años llamado James Humes, quien luego escribiría discursos para los presidentes de Estados Unidos, se le acercó y le preguntó: “Señor Churchill, ¿qué consejo le daría a un hombre joven como yo?” El señor Churchill se volvió y

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le dijo: “Estudie historia. Estudie historia. En la historia se encuentran todos los secretos del arte de gobernar”. Se dice que, aunque muchas personas estudian historia, muy pocas aprenden de ella. Sin embargo, nosotros podemos ser diferentes. El Espíritu Santo ha registrado cuidadosamente todos estos eventos para nosotros, como advertencia. Al estudiar la Palabra de Dios uno se da cuenta que, en realidad, la Palabra de Dios fue escrita antes de la creación del mundo. Dios, en Su presciencia, lo sabía todo. Por lo tanto, Él planeó la Palabra de antemano. De hecho, el Señor Jesucristo Mismo es llamado la Palabra (ver Juan 1:1-15). La Palabra es eterna. Una de las lecciones más importantes que podemos aprender de la vida de Josafat, es que tenemos que tener mucho cuidado de a quién escogemos como amigo. No basta con ser justos. Josafat era muy noble. Era íntegro. Era alguien que buscaba al Señor y deseaba que los caminos de Dios fueran enseñados en su reino, porque quería que el pueblo siguiera a Dios. Uno no podría criticar su vida, era perfecta. Sin embargo, lo malo fue que él era un hombre de paz. La paz es buena, pero debemos tener cuidado de que nuestra paz sea con Dios. Aun cuando debemos ser pacíficos y procurar la paz, nunca debemos hacer las paces con los malvados, o hacer alianza con aquellos que Dios ha separado de nosotros, o hacer alianza con el mundo. Esta situación fue muy trágica. La falla de carácter de Josafat de hacer alianzas incorrectas, a pesar de las advertencias de Dios, arruinó la obra de toda una vida

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(durante la cual él procuró guiar a Judá de regreso a Dios). Los 25 años de trabajo fueron destruidos en pocos años, o quizás, en menos tiempo. Su hijo Joram introdujo la idolatría. Ambos, Joram y después su hijo Ocozías, fueron aconsejados por la malvada Atalía. Ella fue el resultado de las alianzas incorrectas de Josafat con Acab. Que Dios permita que aprendamos de la historia: si hacemos una mala alianza (tal como un mal matrimonio o amistad), ésta puede destruir a toda nuestra familia y a futuras generaciones. También puede destruir toda una nación, como fue el caso de Josafat. De no haber sido por la intervención de Dios, todo el linaje de David hubiese sido destruido, y todo lo que David soportó hubiese sido en vano. Con cuánta angustia leemos que, hacia el final de su reinado, Josafat aún no había aprendido la lección sobre las alianzas incorrectas. Lastimosamente, Josafat declaró a Joram, el malvado hijo de Acab, que él subiría también en contra de Moab diciendo: “Yo soy como tú; mi pueblo como tu pueblo” (2 R. 3:7). Allí en el desierto, estos tres reyes de Edom, Judá e Israel fueron librados de la falta de agua por un milagro de Eliseo. Eliseo hizo esto solamente por la justicia de Josafat. Aun así, Josafat hizo alianza con estos tres malvados reyes de Israel: Acab, Abías y Joram, aunque el Señor lo había amonestado dos veces por hacerlo. No basta con ser justos. Debemos ir un paso más adelante y asegurarnos que estamos rodeados de personas justas, consejeros justos y que caminamos con Dios en la senda recta y angosta. No debemos llevar con nosotros personas que no caminan rectamente.

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JORAM Un hombre no deseado (2 Crónicas 21; 2 Reyes 8) Joram, el hijo del justo Josafat, fue hecho rey por su padre, no por méritos, sino porque era su primogénito. Recibió su nombre en honor al hijo del rey Acab de Israel, debido a la afinidad entre estos dos reyes. Joram se casó con Atalía, la hija de Acab y Jezabel. Jezabel era hija de Etbaal, rey de los sidonios. Acab adoraba a Baal, y edificó una casa para este dios pagano en Samaria, la capital del reino del norte. Al ascender al trono después de la muerte de su padre, Joram primero se fortaleció. Luego, mató a sus hermanos, probablemente instigado por su esposa Atalía. Esta asesinó a toda la simiente real cuando llegó a ser reina debido a la muerte de su esposo y de su hijo. En 2 Crónicas 21:6-7 leemos: “Y anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab; porque tenía por mujer a la hija de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová. Mas Jehová no quiso destruir la casa de David, a causa del pacto que había hecho con David, y porque le había dicho que le daría lámpara a él y a sus hijos perpetuamente”. En este versículo, queda claro que el mal que Joram hizo se le atribuye a ella. Sin embargo, y debido al pacto de Dios con David, Él no destruiría su casa. La inmoralidad entró a la tierra a través de los lugares de adoración paganos, y Joram hizo que el pueblo fornicara.

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Más tarde, debido a que Joram había matado a sus hermanos (los cuales eran mejores que él) y por haber llevado a la nación a fornicar, Elías emitió, por escrito, el juicio de Dios sobre Joram. Por dos años, él fue castigado con una terrible e incurable enfermedad que le causaría la muerte: “con enfermedad de tus intestinos, hasta que se te salgan a causa de tu persistente enfermedad” (2 Cr. 21:12-15). Aun más, el Señor incitó a los edomitas, a los filisteos y a los árabes en contra de Joram. Se dice que Joram “murió sin que lo desearan…” (2 Cr. 21:20). ¡Qué epitafio para un rey! Cuando algunas personas mueren, nadie siente tristeza por su partida. Este fue el caso de Joram. Fue un hombre muy malo. La vida de Joram destaca las terribles consecuencias que se produjeron por la afinidad entre Josafat y Acab. No afectó solamente a su hijo sino a toda la nación piadosa de Judá, no sólo en el tiempo de Joram, sino por varias generaciones, como veremos después. Debe ser una advertencia para nosotros ver cómo el justo pudo engendrar un hijo que fue asesino, inmoral e idólatra. Es primordial que, antes de traer hijos al mundo, le pidamos al Señor misericordia para producir una simiente piadosa. También debemos preguntarnos a nosotros mismos cómo queremos ser recordados después de morir. Que no se diga que nosotros morimos sin ser deseados.

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OCOZÍAS Destruído por malos consejos (2 Crónicas 22; 2 Reyes 8-9) Ocozías tenía 22 años cuando comenzó su reinado; por lo tanto, nació cuando su padre Joram tenía solamente 18 años. No obstante, era el hijo menor de su padre. Ocozías reinó sólo un año y anduvo en todos los caminos malvados de la casa de Acab. La explicación que la Escritura da para su maldad es simplemente, que su consejera era su madre Atalía, y ella era hija de Acab y Jezabel. 2 Crónicas 22:3 establece: “El anduvo en los caminos de la casa de Acab, porque su madre le aconsejaba a que actuase impíamente”. La influencia de una mujer malvada no debe ser subestimada. Personalmente, he visto cómo muchos hombres se han vuelto corruptos por ser incitados a hacer el mal y a escoger caminos pecaminosos, por la influencia de sus esposas. Amados, tengan mucho cuidado con quién se casan y pongan atención a las advertencias que da David en Proverbios 2:13-22, acerca de aquellos que abandonan la dirección que recibieron en su juventud para caminar en caminos de oscuridad: “Que abandonan las sendas derechas para andar en caminos tenebrosos, que se alegran haciendo el mal y que se gozan en las perversidades del mal, cuyos senderos son torcidos y perversos sus caminos. Te librará de la mujer ajena, de la

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extraña que halaga con sus palabras, que abandona al compañero de su juventud y se olvida del pacto de su Dios. Ciertamente su casa se hunde hacia la muerte, y sus sendas hacia los muertos. Todos los que con ella tengan relaciones no volverán, ni lograrán alcanzar los senderos de la vida. Hará que andes por el camino de los buenos y guardes las sendas de los justos. Porque los rectos habitarán la tierra, y los íntegros permanecerán en ella. Pero los impíos serán exterminados de la tierra, y los traicioneros serán desarraigados de ella”. Al andar en los caminos de la casa de Acab, Ocozías fue atraído a pelear junto con el rey Joram, el hijo de Acab. (No se le debe confundir con el hijo de Josafat, Joram). Pelearon contra Jehú, quien en realidad, había recibido de parte de Dios, la orden de destruir a la casa de Acab. Ambos reyes murieron por la expresa voluntad de Dios. En 2 Crónicas 22:7-9, leemos sobre este suceso: “Pero esto venía de Dios, para que Ocozías fuese destruido viniendo a Joram; porque habiendo venido, salió con Joram contra Jehú hijo de Nimsi, al cual Jehová había ungido para que exterminara la familia de Acab. 8 Y haciendo juicio Jehú contra la casa de Acab, halló a los príncipes de Judá, y a los hijos de los hermanos de Ocozías, que servían a Ocozías, y los mató. 9 Y buscando a Ocozías, el cual se había escondido en Samaria, lo hallaron y lo trajeron a Jehú, y le mataron; y le dieron sepultura, porque dijeron: Es hijo de Josafat, quien de todo su corazón buscó a Jehová. Y la casa de Ocozías no tenía fuerzas para poder retener el reino”.

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Pongamos atención a las promesas contenidas en Salmos 1:1-3, para los rectos que no andan en el consejo de los impíos, “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”. Recuerden, nuestros consejeros y amistades, pueden determinar nuestro destino eterno. Rodeémonos de los que son sabios y de los que caminan en el temor del Señor, porque los que caminan con los sabios, serán sabios. La sabiduría nos adornará de gracia y nos dará una corona de gloria (Pr. 4:9).

Rodeémonos de los que son sabios y de los que caminan en el temor del Señor, porque los que caminan con los sabios, serán sabios

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ATALÍA Una malvada consejera (2 Crónicas 22-23; 2 Reyes 11) Después de la muerte de Ocozías, por seis años, el reino de Judá cayó bajo el reinado de la reina Atalía. Fue la reina madre de Ocozías y también, la esposa de Joram. Al mismo tiempo, fue hija de Acab y Jezabel, quienes fueron los malvados gobernadores de Israel. Así, tenemos un entorno en donde la idolatría y el paganismo reinaron sobre el pueblo elegido de Dios: Judá. El templo se había deteriorado y había colapsado parcialmente. Había ídolos en todas partes. Leemos en 2 Crónicas 22:10: “Entonces Atalía madre de Ocozías, viendo que su hijo era muerto, se levantó y exterminó toda la descendencia real de la casa de Judá”. Atalía tuvo éxito al dar muerte a la simiente real, con excepción de Joás. Como lo registra el versículo 11, Joás fue escondido por su tía: “Pero Josabet, hija del rey, tomó a Joás hijo de Ocozías, y escondiéndolo de entre los demás hijos del rey, a los cuales mataban, le guardó a él y a su ama en uno de los aposentos. Así lo escondió Josabet, hija del rey Joram, mujer del sacerdote Joiada (porque ella era hermana de Ocozías), de delante de Atalía, y no lo mataron”. Josabet era hija de Joram. Es interesante que esta hermana fuera también la esposa de un fiel sumo sacerdote, Joiada. Ellos libraron

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a este niño y después lo sacaron adelante. Mientras crecía, Joás siguió los mandamientos de Dios. Cuando Joás tenía cerca de siete años, Joiada llamó a los levitas de toda la nación. Los convocó a ir a Jerusalén y escogió hombres fieles para que lo acompañaran (2 Cr. 23:1-2). Entonces, mostró a Joás: “Entonces sacaron al hijo del rey, y le pusieron la corona y el testimonio, y lo proclamaron rey; y Joiada y sus hijos lo ungieron, diciendo luego: ¡Viva el rey!” (2 Cr. 23:11). Cuando Atalía oyó esto, entró corriendo al patio del templo y gritó: “¡Traición, traición!”. El resultado fue que el sumo sacerdote Joiada dio la orden que la sacaran y la mataran (2 Cr. 23:12-15). Si vemos el reinado de Atalía, parecería que la adoración verdadera había desaparecido completamente de Judá. Sin embargo, en medio de la terrible oscuridad de la apostasía, Dios siempre Se ha reservado para Sí, un remanente fiel, aquellos que brillan como las estrellas en la oscuridad y guían a otros al Puerto del Reposo: a Dios, el Señor. Aquí, el remanente fiel se reunió alrededor de Joiada y su esposa Josabet. Durante la vida de Joiada, Joás hizo lo que era recto a los ojos del Señor. Así, vemos que Joiada tuvo un tremendo impacto sobre el joven Joás. Por lo tanto, seamos una luz que brilla en medio de la oscuridad del pecado y llevemos a otros a la senda de la justicia. La malvada Atalía, hija de Jezabel, al haber sido asesinada por los justos, sufrió el mismo destino que su madre (ver 2 R. 9:30-37; 2 Cr. 23:12-15).

III PARTE Tiempo de Restablecimiento (Prosperidad)

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JOÁS Aquel que no pudo permanecer solo (2 Crónicas 24; 2 Reyes 11-12) En el capítulo anterior vimos que Joás llegó al trono cuando apenas era un niño de siete años. Al crecer, dio la orden de renovar el templo y de recaudar dinero para este propósito (2 Cr. 24:4) Leemos en 2 Crónicas 24:8-11: “Mandó pues el rey que hiciesen un arca, la cual pusieron fuera á la puerta de la casa de Jehová; e hicieron pregonar en Judá y en Jerusalem, que trajesen á Jehová la ofrenda que Moisés siervo de Dios había impuesto á Israel en el desierto. Y todos los príncipes y todo el pueblo se holgaron: y traían, y echaban en el arca hasta henchirla. Y como venía el tiempo para llevar el arca al magistrado del rey por mano de los Levitas, cuando veían que había mucho dinero, venía el escriba del rey, y el que estaba puesto por el sumo sacerdote, y llevaban el arca, y vaciábanla, y volvíanla á su lugar: y así lo hacían de día en día, y recogían mucho dinero”. Así, las personas dieron dinero al Señor voluntaria y abundantemente. El dinero ni siquiera se contaba, pues estaba en manos de gente fiel. Hubo un gran avivamiento.

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Joás es probado después de la muerte de Joiada Dios permitió que Joás reinara por 40 años, él tenía una tía muy piadosa llamada Josabet. Ella estaba casada con el sumo sacerdote, y ambos tenían una gran influencia sobre Joás. Es maravilloso tener parientes piadosos, especialmente si son hermanas. La piadosa hermana del padre de Joás fue quien preservó el reino. Mientras vivió su tío, el sumo sacerdote, Joás anduvo en los caminos de Dios. Muchas personas caminan de determinada forma si están en un ambiente determinado. Obviamente, el ambiente tiene un gran impacto sobre una persona. El proverbio se cumple: “El que anda con sabios, sabio será; Mas el que se junta con necios será quebrantado” (Pr. 13:20). Cuando Moisés llevó al pueblo de Israel al monte Sinaí — la presencia misma de Dios— Israel vio el poder de Dios. Sin embargo, Dios quería ver qué había en el corazón de ellos. Por esto, los guió al desierto para examinarlos y probarlos, para saber si iban a seguirlo voluntariamente y si guardarían Sus mandamientos (Dt. 8:2). De forma similar, aquellos que estuvieron en el avivamiento carismático y en la bendición pentecostal, experimentaron el poder de Dios. Pero Dios ansiaba más: ver qué había en el corazón de ellos. Y así fue con Joás. Dios quería probarlo para ver qué había en su corazón (como lo había hecho con Ezequías). A la edad de 130 años, Joiada murió. El pueblo lo lamentó en gran manera. Sin embargo, tan pronto murió Joiada, Joás cayó bajo la influencia de príncipes con ideas paganas,

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éstos, que habían sido influenciados por la malvada reina Atalía y por el paganismo de Israel, le hicieron a Joás una petición: que los ídolos fueran reinstalados. Leemos en 2 Crónicas 24:17-22: “el rey los oyó. Y desampararon la casa de Jehová el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado. Y les envió profetas para que los volviesen a Jehová, los cuales les amonestaron; mas ellos no los escucharon. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías hijo del sacerdote Joiada; y puesto en pie, donde estaba más alto que el pueblo, les dijo: Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por ello; porque por haber dejado a Jehová, él también os abandonará. Pero ellos hicieron conspiración contra él, y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el patio de la casa de Jehová. Así el rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada padre de Zacarías había hecho con él, antes mató a su hijo, quien dijo al morir: Jehová lo vea y lo demande”. Se descubrió el verdadero corazón de Joás; era pagano hasta la médula. Por lo tanto, no dudó en asesinar a su primo, el profeta Zacarías, hijo de Joiada.

Dios Juzga a Joás El resultado fue que Dios incitó a un pequeño grupo de sirios a que se levantaran en contra de Joás. Leemos en 2 Crónicas 24:23-24: “y vinieron a Judá y a Jerusalén, y destruyeron en el pueblo a todos los principales de él, y enviaron todo el botín al rey a Damasco. Porque aunque el ejército de Siria

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había venido con poca gente, Jehová entregó en sus manos un ejército muy numeroso, por cuanto habían dejado a Jehová el Dios de sus padres. Así ejecutaron juicios contra Joás”. Este grupo de sirios fue usado por Dios para tener una poderosa victoria sobre Judá, dando como resultado que todos los principales que habían sido responsables de asesinar a los piadosos, fueran a su vez asesinados. Luego, en 2 Crónicas 24:25, leemos el destino de Joás: “Y cuando se fueron los sirios, lo dejaron agobiado por sus dolencias; y conspiraron contra él sus siervos a causa de la sangre de los hijos de Joiada el sacerdote, y lo hirieron en su cama, y murió. Y lo sepultaron en la ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes”. Joás fue asesinado por sus propios siervos.

Lecciones de la vida de Joás El pensamiento que quiero enfatizar es este: es verdaderamente maravilloso tener parientes piadosos y estar en un ambiente piadoso. Sin embargo, llegará el día en que Dios causará separación para que usted tenga que pararse solo, sobre sus dos pies. Dios va a probarlo para conocer su corazón, para ver si usted es justo o malvado. Puede ser difícil discernir quiénes son los justos y quiénes son los malos, especialmente en tiempos de avivamiento. Esto es confirmado en la parábola del trigo y la cizaña (Mt. 13). En esa parábola, el enemigo entró a los campos de un padre de familia y sembró mala semilla (que produjo cizaña) entre la semilla buena (que produjo trigo). Cuando los siervos le preguntaron al padre de familia si quería que

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arrancaran la cizaña, respondió en Mateo 13:29-30: “El les dijo: Dios va a No, no sea que al arrancar la probarlo para cizaña, arranquéis también con conocer su ella el trigo. Dejad crecer corazón, para juntamente lo uno y lo otro ver si usted es hasta la siega; y al tiempo de la justo o siega yo diré a los segadores: malvado. Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Puede ser difícil discernir entre el trigo y la cizaña cuando están creciendo. Sin embargo, en el tiempo de la cosecha, la diferencia entre el trigo y la cizaña es patente. Asimismo, en el avivamiento, al estar con gente justa en la presencia de Dios, mientras están en crecimiento, es difícil saber quiénes son el trigo y quiénes la cizaña. Pero en tiempos de cosecha, cuando ambos han alcanzado la completa madurez, podemos ver claramente la diferencia. Es en tiempos como estos, que Dios provoca la separación. Es obvio quién es el trigo y quién la cizaña, no se cometerá el error de arrancar el trigo junto con la cizaña. Por lo tanto, recuerden a Joás. Siendo joven, aparentaba ser un hombre justo y piadoso bajo la influencia del devoto sumo sacerdote. Sin embargo, cuando se quedó solo, manifestó lo que en realidad era: cizaña. Pidamos a Dios que examine nuestro corazón y pruebe nuestros caminos (Sal. 139:23-24) para que podamos permanecer fieles hasta el final, y lleguemos a ser una espiga fructífera.

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AMASÍAS El rey que se apartó (2 Crónicas 25:1; 2 Reyes 14:1-20) El siguiente rey fue el hijo de Joás: Amasías. Empezó su reinado haciendo lo recto a los ojos de Dios. Lamentablemente, tal como sucedió con muchos reyes que comenzaron bien y terminaron mal, veremos que Amasías no terminó bien. La Escritura registra en 2 Crónicas 25:2: “Hizo él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón”. El siguiente versículo contiene una verdad muy importante: “Y luego que fue confirmado en el reino, mató a los siervos que habían matado al rey su padre” (2 Cr. 25:3). Los que ejecutaron el juicio del Señor en Joás, fueron asimismo asesinados. Otro ejemplo de esto es Asiria, la cual fue llamada “vara del furor de Dios” (Is. 10:5). Aunque Dios la levantó para juzgar a Judá, con todo, Asiria fue juzgada junto a su rey Senaquerib, quien fue asesinado por sus hijos. La historia nos dice que aquellos a quienes Dios usa para ejecutar juicio sobre otros, no terminan bien. A menudo Dios usa a los malos para juzgar a los malos.

La batalla contra Edom Todos los reyes de Judá tienen eventos destacados en su vida. Amasías tuvo que pelear contra Edom, quien vino

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en contra de él. Levantó un ejército de 300,000 del reino de Judá, pero también contrató a 100,000 soldados del pagano reino de Israel. “Mas un varón de Dios vino a él y le dijo: Rey, no vaya contigo el ejército de Israel; porque Jehová no está con Israel, ni con todos los hijos de Efraín. Pero si vas así, si lo haces, y te esfuerzas para pelear, Dios te hará caer delante de los enemigos; porque en Dios está el poder, o para ayudar, o para derribar” (2 Cr. 25:7-8). En otras palabras Dios estaba diciendo: “Si incorporas ayuda del mundo, no pelearé por ti”. Amasías obedeció la palabra de Dios y envió de regreso a los soldados de Israel (enojando grandemente a Israel), fue a la guerra en el Valle de la Sal, y mató a 20,000 soldados de Edom. ¡Esto fue asombroso! Dios le había dado la victoria sobre Edom. Una persona normal habría regresado y se habría regocijado ante Dios. ¡Pero no Amasías! Leemos en 2 Crónicas 25:14-16: “Volviendo luego Amasías de la matanza de los edomitas, trajo también consigo los dioses de los hijos de Seir, y los puso ante sí por dioses, y los adoró, y les quemó incienso. Por esto se encendió la ira de Jehová contra Amasías, y envió a él un profeta, que le dijo: ¿Por qué has buscado los dioses de otra nación, que no libraron a su pueblo de tus manos? Y hablándole el profeta estas cosas, él le respondió: ¿Te han puesto a ti por consejero del rey? Déjate de eso. ¿Por qué quieres que te maten?...” Lamentablemente, Amasías se postró ante los ídolos de la nación que había vencido. Un profeta vino y lo amonestó,

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pero el corazón de Amasías se había desviado, se había endurecido. El Señor había puesto al profeta como consejero del rey pero, aun así, Amasías no lo escucharía. Cuando se negó a escuchar, el profeta le dijo: “… Yo sé que Dios ha decretado destruirte, porque has hecho esto, y no obedeciste mi consejo” (2 Cr. 25:16).

La mezcla que había en Amasías Amasías tenía en su vida una mezcla peculiar. Obedeció la palabra profética que se le dio y Dios le dio la victoria, pero después, se postró ante los ídolos de Edom. Sirvió a Dios, desafortunadamente, no con un corazón perfecto (2 Cr. 25:2). Después, Amasías estaba tan satisfecho con la victoria sobre Edom, que quiso continuar al norte, a Israel. Vino en contra del rey de Israel, quien respondió, “El cardo que estaba en el Líbano envió al cedro que estaba en el Líbano, diciendo: Da tu hija a mi hijo por mujer. Y he aquí que las fieras que estaban en el Líbano pasaron, y hollaron el cardo. Tú dices: He aquí he derrotado a Edom; y tu corazón se enaltece para gloriarte. Quédate ahora en tu casa. ¿Para qué provocas un mal en que puedas caer tú y Judá contigo?” (2 Cr. 25:18-19). Amasías se movió con presunción. Esto fue determinado por Dios, pues Él quería destruir a Amasías por haber ido tras los dioses de Edom. Dios le dio a Israel una poderosa victoria, pero también le concedió gracia a Amasías, quien vivió aproximadamente 15 años más que el rey de Israel. Desafortunadamente, durante esos 15 años, Amasías se alejó del Señor. Leemos

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en 2 Crónicas 25:27: “Desde el tiempo en que Amasías se apartó de Jehová, empezaron a conspirar contra él en Jerusalén; y habiendo él huido a Laquis, enviaron tras él a Laquis, y allá lo mataron”. Amasías no aprendió de la vida de su padre Joás; en realidad, siguió sus pasos.

La clave está en nuestro corazón Tanto Joás como Amasías caminaron rectamente al principio. Obedecieron los preceptos y mandamientos de Dios, pero solamente por un tiempo. La vida es como una carrera. Si bien es importante la manera en que comenzamos, lo más importante es cómo terminamos nuestra carrera. ¿Vamos a caminar por la senda de la justicia por un tiempo, para apartarnos después? Al principio, Joás y Amasías estuvieron dispuestos a seguir a Dios, hasta que vino la prueba, y se alejaron de Él. ¿Por qué? No habían cuidado el jardín de su corazón, y en ese jardín, había cosas que los apartaron. Ambos endurecieron su corazón contra Dios, y el resultado fue que el final de su vida fue desastroso. La clave está en la condición de nuestro corazón.

Lo que cuenta es el final Una vez, mi esposa tuvo una visión de una banda sin fin, con imanes colocados encima. Mientras que el material pasaba por la banda, los imanes quitaban las imperfecciones. Todos los imanes estaban ajustados de diferente manera, para atraer diferentes metales. Dios le habló a mi esposa y le dijo: “En la vida hay imanes, y si

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hay algo en el corazón que responda a estos imanes, éstos atraerán al corazón y lo desviarán de la senda de Dios”. Hay distintos imanes. Hay imanes de idolatría, televisión, inmoralidad, placeres mundanos y muchos más. Si no escuchamos la enseñanza acerca de Joás y Amasías, seremos desviados. Los hijos de Israel tuvieron que atravesar el desierto para ser examinados y probados. Esta es la razón para el desierto: ver si escogeremos seguir a Dios o no. Por lo tanto, habrá pruebas y tentaciones. Dios creará situaciones para examinarnos, para conocernos y para ver si en nuestro corazón hay algo que Él necesite refinar (Dt. 8:2). El Señor Jesucristo dijo, “… viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.” (Jn. 14:30). Debemos clamar a Dios diciendo: “Oh Señor, crea en mi un corazón limpio, un corazón que no responda a estas otras cosas, un corazón que no sea desviado”. Mi esposa tenía una voz preciosa. Estando al final de su adolescencia, formó un trío junto a dos amigas. Las tres se miraban iguales; llenas del gozo del Señor. Todas tenían una voz hermosa e iban de iglesia en iglesia en esa zona. Eran muy cotizadas, todos querían escuchar a este trío de muchachas jóvenes. Cantaban juntas en la radio. De ellas se decía: “¡Qué muchachas tan prometedoras!” Cuando las tres estaban juntas, se animaban unas a otras. Tenían la unción de Dios, profetizaban y, aparentemente, eran modelos a seguir para otras niñas. Sin embargo, llegó el tiempo de la separación.

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Mi esposa se fue a Europa, mientras que las otras dos se fueron y se casaron. Ellas llevaron una vida sórdida. ¡Una de ellas hasta fue detenida en un aeropuerto llevando un arma! Se divorciaron y se volvieron a casar. No sé cuál fue su fin, pero creo que no regresaron al Señor. Por otra parte, mi esposa dio en el blanco al continuar en la senda de Dios toda su vida. No es el comienzo lo que importa, sino el final. Aprendamos de Amasías, rey de Judá. No es suficiente tener un buen comienzo y estar rodeados de buenas personas. Debemos pedirle a Dios que nos muestre nuestro corazón. El rey David dijo en Salmos 139:23-24: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. En esta vida, viajaremos por esa banda sin fin. Si no hemos tratado con las diferentes áreas en nuestra vida, un “imán” nos apartará de la senda de justicia. Sin embargo, queremos permanecer en la banda sin fin de la vida, y ser como el rey David, quien obtuvo un lugar glorioso en el cielo. Muchos de los otros reyes no lo lograron; pongamos atención a la historia. Deberíamos clamar: “¡Señor, pruébame y mira (antes que venga la prueba) si en mí hay caminos malos que me puedan apartar!” Diligentemente, debemos aplicar para nosotros mismos, lo que ha sido enseñado, porque vendrá un tiempo de separación y prueba. Los hermanos serán separados, los amigos serán separados. Entonces, Dios nos llevará a un lugar en donde Él probará nuestro corazón. Si no hemos sido diligentes, nos desviaremos, como muchos otros.

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Que Dios conceda que seamos diligentes y pidámosle a Dios que cree en nosotros un corazón limpio y que nos cuide, para que, como lo hizo mi esposa: podamos dar en el blanco. ¡Entonces permaneceremos y triunfaremos!

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmos 139:23-24

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USÍAS Un rey presuntuoso (2 Crónicas 26:1; 2 Reyes 15:1-7) En la Palabra de Dios encontramos mucho más acerca de la vida de los malvados que de la vida de los justos. Viendo la vida de tres reyes: Usías, Jotam y Acaz, encontramos que mucho se ha escrito sobre Usías y Acaz, ambos fallaron. Pero encontramos muy poco sobre el rey que triunfó, Jotam. La lección que debemos aprender es: Dios desea que aprendamos de las personas que han fracasado, para que no sigamos sus pasos.

Inicio del reinado de Usías Usías subió al trono a los 16 años y reinó por un largo período de 52 años. El comienzo de su reinado fue realmente glorioso. Usías fue rey en una época en la que tanto Israel como Judá habían decaído considerablemente. Sin embargo, Usías buscó al Señor, y el Señor lo prosperó grandemente. Leemos sobre esto en 2 Crónicas 26:5: “Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó”. Nuevamente podemos observar que un rey era prosperado siempre que caminara en el consejo de un hombre bueno.

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Usías prospera Usías también fue un genio militar. En esos días las ciudades estaban fortificadas con grandes muros, y según ellos, éstos no podían ser franqueados por el ejército enemigo. Usías inventó la catapulta de honda, no la que se podía sostener con una mano, sino una gran estructura, una enorme construcción capaz de lanzar una gran piedra a cientos de metros de distancia (2 Cr. 26:15) para que golpeara el muro de la ciudad que querían conquistar. Después de estar tirando estas piedras por cierto tiempo, caerían los muros de la ciudad, aquéllos que ellos pensaban eran imposibles de penetrar. En ese momento, Usías y su ejército entrarían a través de las aberturas del muro. El resultado fue que Usías fue haciéndose más y más poderoso, volviendo a conquistar todas las posesiones de Judá. Tuvo tanto éxito que fue reverenciado no solamente en Judá, sino su nombre fue conocido por todas las naciones vecinas: “Y dieron los amonitas presentes a Uzías, y se divulgó su fama hasta la frontera de Egipto; porque se había hecho altamente poderoso” (2 Cr. 26:8). Usías había sido levantado por Dios para ser un poderoso rey y general. Como podemos ver en 2 Crónicas 26:10, Usías también tenía otros intereses: “Asimismo edificó torres en el desierto, y abrió muchas cisternas; porque tuvo muchos ganados, así en la Sefela como en las vegas, y viñas y labranzas, así en los montes como en los llanos fértiles; porque era amigo de la agricultura”. Usías fue un granjero que amaba el ganado. Uno de sus proyectos fue cavar pozos por todas partes para sus

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grandes hatos de ganado. Prosperó no solamente como un genio militar, sino también como granjero. Fue un rey muy estimado, guiado por las palabras de Dios a través del profeta Zacarías. Más aun, fue alguien que buscó al Señor en su corazón. Por lo tanto, el Señor lo prosperó tanto como genio militar y como granjero. Se volvió extremadamente rico. Triunfó poderosamente en estas áreas: como soberano, como general y como agricultor. Esas fueron las áreas que Dios había establecido para él, por lo tanto, Dios lo bendijo en ellas.

Usías excede sus límites Desafortunadamente, a Usías todo el éxito se le fue a la cabeza. A menudo, cuando una persona ha tenido éxito en un área de su vida, busca tener éxito en otra área para la cual no ha sido llamado. Necesitamos entender la función en la vida para la cual Dios nos ha llamado. Necesitamos conocer las habilidades que Dios nos ha dado para que concentremos todo nuestro esfuerzo en el camino que Él ha ordenado para nosotros. Había un área que Dios no le había dado a Usías, el servicio en el templo, y fue en esta área en la que él excedió sus límites. En el avivamiento carismático de la década de 1960 a 1970 podemos ver un ejemplo más reciente acerca de exceder los límites de Dios. Durante ese avivamiento, Dios se movió con abundante gracia entre la clase media de profesionales y empresarios, quienes prosperaron

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tanto en lo espiritual como en lo natural. Nació la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo; comenzaron a evangelizar por todo el mundo. Condujeron a muchos a Cristo. Dios los bendijo grandemente en sus negocios y llegaron a tener grandes fortunas. Sin embargo, muchos de ellos no estaban conformes. Miraban a sus pastores, pensando que todo lo que un pastor hacía era pararse detrás del púlpito a predicar. Habiendo triunfado en los negocios, dando testimonio y levantando grupos por todas partes, pensaron que también podían triunfar si entraban al ministerio pastoral. Así, algunos de estos empresarios trataron de pasar al púlpito, con la actitud de que eran iguales al pastor. Al hacerlo, la unción los dejó y empezaron a tener un problema tras otro. Mientras ellos fueron bendecidos en ciertas áreas, Dios le dio el ministerio pastoral a otros, no a ellos. Así fue con Usías. Había prosperado en todo, y entonces empezó a buscar que más podía hacer. Miró hacia el sagrado Templo de Salomón y si dijo: “Los sacerdotes ofrecen sacrificios. Miren mis éxitos, puedo hacer lo mismo”. En esa época, el pueblo y el rey estaban limitados a que otros ofrecieran sacrificios por ellos en el Atrio Exterior. Si embargo, Usías tomó un incensario y entró al Lugar Santo (2 Cr. 26:16). Leemos en 2 Crónicas 26:17-18: “Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Jehová, varones valientes. Y se pusieron contra el rey Uzías, y le

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dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios”. Llegó el sumo sacerdote junto a otro sacerdote, y le ordenó a Usías que saliera. Sin embargo, él era el rey y estaba determinado a ofrecer ese incienso, a pesar de que estaba en un lugar que Dios no había ordenado para él. El orgullo había vencido en su corazón. Encontramos cuál fue el resultado de esto en los versículos siguientes: “Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso. Y le miró el sumo sacerdote Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en su frente; y le hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había herido” (2 Cr. 26:19-20). Después que Usías ofreció el incienso, Dios lo hirió en su frente con una terrible lepra. Fue tan mala y surgió tan rápido que, mientras los sacerdotes lo apresuraban a salir, Usías huía también. Sucedió instantáneamente. Por el resto de su vida tuvo que vivir en una casa separada, lejos de Jerusalén. Fue un leproso, herido por Dios. Los primeros años de Usías fueron maravillosos, fue bendecido en todo. Pero, tomó aquello para lo cual Dios no lo había designado. El orgullo lo venció. Murió cerca de los 68 años. Cuando murió, no fue enterrado junto a los

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otros reyes, porque Dios lo había herido con lepra. Esto nos da una idea de cómo es su eternidad. Que Dios nos conceda no llenarnos de orgullo como Usías, y tocar algo que no nos ha sido dado.

Necesitamos conocer las habilidades que Dios nos ha dado para que concentremos todo nuestro esfuerzo en el camino que Él ha ordenado para nosotros

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JOTAM El rey que preparó su camino delante del Señor (2 Crónicas 27; 2 Reyes 15:33-38) Jotam fue muy diferente a su padre, Usías. Tenía 25 años cuando comenzó a reinar. Reinó por un corto período de 16 años. No se registra mucho sobre Jotam, solamente que fue un hombre justo y que no anduvo en el pecado de su padre. 2 Crónicas 27:2 establece: “E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Uzías su padre, salvo que no entró en el santuario de Jehová. Pero el pueblo continuaba corrompiéndose”. En otras palabras, Jotam se dio cuenta del error de su padre y se guardó de no cometerlo. Reflexionemos acerca de nuestros padres. Si tienen pecados recurrentes, busquemos a Dios con insistencia, para que esos pecados no nos agobien y nos gobiernen sino que, más bien, podamos ser liberados de su influencia. 2 Crónicas 27:6 dice: “Así que Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios”. Recibió la aprobación de su Dios (lo cual es lo más importante) y, ciertamente, prosperó porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios. No hay ninguna palabra de corrección acerca de Jotam. La Escritura simplemente registra que fue justo, que buscó al Señor y que fue poderoso, aunque no como lo fue su padre. El resultado fue que llevó una

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vida ejemplar. A pesar de esto, no tuvo la misma influencia que tuvieron otros reyes, porque, aunque caminó rectamente, se nos dice: “Pero el pueblo continuaba corrompiéndose”. El liderazgo es muy importante. Sin embargo, fue un rey fiel que fue sepultado con los otros reyes en la ciudad de David. Aquí hay una lección para nosotros. Como dijo el rey David en el Salmo 84:10: “Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad”. Es mejor ser un hombre justo y pobre, que ser promovido a lugares de prominencia y tener un final desastroso. Desde nuestra perspectiva, la verdad importante de la vida de Jotam que debemos aplicar a nuestra vida es que si buscamos al Señor, seremos prosperados mientras hacemos aquello que es recto a Sus ojos. La promesa del Salmo 1:1-3 dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”.

IV PARTE El Apóstata

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ACAZ El rey cobarde (2 Crónicas 28; 2 Reyes 16)

Acaz sigue los caminos de los reyes de Israel Mucho se ha escrito acerca del siguiente rey, Acaz. Tenía 20 años cuando comenzó a reinar y, como su padre Jotam, también reinó por 16 años. Tristemente, en lugar de andar en los caminos de su padre Jotam y de su abuelo Usías, Acaz se apartó y anduvo en los caminos de los reyes de Israel. ¿Cuáles fueron los caminos de los reyes de Israel? Como Jeroboam I, cayeron en idolatría y en todo pecado que se pueda imaginar. La Palabra de Dios dice mucho acerca de la idolatría. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 10:19-20: “¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios”. En otras palabras, los que adoran ídolos adoran demonios. Hay poder en los ídolos.

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Nos convertimos en aquello que adoramos Una vez, estando en Inglaterra, tuve una visión sobre Sri Lanka. Fui transportado en el Espíritu a esa isla, mucho tiempo antes de saber que un día iba a tener el privilegio de ministrar allí. Estando allí, en el Espíritu, ví un ídolo. La gente estaba alrededor del ídolo en un semicírculo. Se postraban ante este ídolo, y yo me preguntaba por qué. Entonces vi que un enorme demonio con muchas manos salía de éste. Sus manos iban hacia la cabeza de aquellas personas y hacía que se inclinaran. La Palabra de Dios dice en el Salmo 115:4-8: “Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos”. Los que adoran ídolos son como ellos; por lo tanto, nos convertimos en aquello que adoramos. Es por esto que la idolatría es tan terrible. En la India, literalmente hay miles de ídolos. De hecho, una ciudad tiene 1,000 templos. Debido a que adoran demonios, en esa ciudad hay inmoralidad y violencia absolutas. Los demonios tienen en Satanás la fuente de su poder. Ellos buscan adoración, y quieren que las personas adquieran sus características. Los demonios tienen atributos malignos, y esos atributos pasan a quienes los adoran. Dios quiere que lo adoremos, para que seamos como Él.

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La alabanza es maravillosa; ensalza y exalta al Señor. No obstante, la alabanza es la que transforma a la persona a la semejanza de lo que adora. 2 Corintios 3:17-18 nos da una buena ilustración de esto: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

Las consecuencias de la idolatría de Acaz Acaz constantemente erigió ídolos por todas partes. Obtuvo estos ídolos de los templos paganos de otras naciones y quemaba incienso ante ellos. Ponía en el templo de Dios imágenes e ídolos esculpidos. En otras palabras, se burlaba del Dios Vivo. En consecuencia, Dios levantó a muchos enemigos en contra de él, con el propósito no solamente de castigar a Acaz, sino de acercarlo al Dios Vivo. Leemos en 2 Reyes 16:5: “Entonces Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron a Jerusalén para hacer guerra y sitiar a Acaz; mas no pudieron tomarla”. ¿Cuál fue la actitud de Acaz? En lugar de volverse al Dios Vivo, se volvió al rey de Asiria y a un dios pagano. El rey de Asiria, Tiglat-pileser III, era muy poderoso. “Entonces Acaz envió embajadores a Tiglat-pileser rey de Asiria, diciendo: Yo soy tu siervo y tu hijo; sube, y defiéndeme de mano del rey de Siria, y de mano del rey de Israel, que se han levantado contra mí” (2 R. 16:7). ¡Qué terrible cosa para decirle a un rey

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de Asiria! “Yo soy tu hijo y tu siervo”. En otras palabras, Acaz estaba diciendo: “quiero ser como tú. Ven y ayúdame”.

Dios da una señal a Acaz Tiglat-pileser III vino en contra de Siria, la nación que estaba atacando a Judá en esa época. Leemos en 2 Reyes 16:9: “Y le atendió el rey de Asiria; pues subió el rey de Asiria contra Damasco, y la tomó, y llevó cautivos a los moradores a Kir, y mató a Rezín”. Tiglat-pileser destruyó Damasco y tomó la ciudad. Había quebrantado el poder de los sirios. Lo asombroso es que Acaz subió a Damasco a ver a Tiglatpileser. “Después fue el rey Acaz a encontrar a Tiglatpileser rey de Asiria en Damasco; y cuando vio el rey Acaz el altar que estaba en Damasco, envió al sacerdote Urías el diseño y la descripción del altar, conforme a toda su hechura” (2 R. 16:10). Básicamente, Acaz le dijo al sacerdote Urías: “Cópialo y haz uno idéntico en Jerusalén”. Siria era un país que acababa de ser derrotado y, aun así, Acaz copió su ídolo. Si el ídolo no pudo defender a los sirios de Asiria, ¿qué iba a hacer por él? ¡Acaz estaba tan torcido! En tiempos de Acaz hubo un profeta, Isaías. Dios había levantado naciones en contra de Acaz, e Isaías fue instruido por Dios para ir y hablar con el rey Acaz. En esta época en particular, Dios quería que Acaz supiera que Él era Dios y que todo había sido ordenado por Él.

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Así que Isaías trajo un mensaje que decía que el rey de Israel no iba a llegar cerca de Jerusalén (Is. 7:5-7). Entonces Isaías dijo: “Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto” (Is. 7:11). Dios le estaba diciendo a Acaz que pidiera una señal que confirmara que lo que el Señor había hablado iba a cumplirse. Vemos en Isaías 7:12-14: “Y respondió Acaz: No pediré, y no tentaré a Jehová. Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Dios estaba sumamente airado contra Acaz, porque le había dado la oportunidad de pedir una señal para saber si Dios lo iba a proteger en esta batalla en particular, y Acaz la rechazó. A pesar de esto, Dios dio una señal: es una de las Escrituras más famosas de todos los tiempos y, de hecho, es uno de los fundamentos de la fe cristiana: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Esa profecía le fue dada a uno de los reyes más malvados que hayan existido. Fue una profecía con doble cumplimiento. El cumplimiento histórico inmediato fue cuando Isaías tuvo un hijo de su esposa (también una profetisa). El segundo cumplimiento fue el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. El punto que debemos recordar es que, por medio de Sus profetas, Dios llega a extremos tremendos con los malos, para tratar de persuadirlos de volverse a Él de

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todo corazón. En este caso, el Señor usó a Isaías. También el Señor tuvo al poderoso Elías ministrando en la época de uno de los reyes más malvados que jamás viviera: Acaz (1 R. 17-21). Isaías registra en Isaías 8:11-14: “Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. Entonces él será por santuario…”. El pueblo estaba asustado de la alianza de Israel con Siria, quienes planeaban ir en contra de Jerusalén. Se le dijo a Isaías que no temiera a estas dos naciones, sino que pusiera su confianza en el Señor. El Señor prometió ser su refugio y su fuerza. Acaz cayó en toda clase de iniquidades. En su tiempo, constantemente hubo guerras y rumores de guerras, pero el profeta Isaías daba tanta luz. De hecho, en los días de Acaz, Isaías habló acerca de la luz que brillaría en Galilea, refiriéndose al Señor Jesucristo (Is. 9:1-2). Dios se manifiesta en tiempos de oscuridad y es asombroso qué profecías son dadas. Si estamos viviendo donde Isaías vivía, bajo la sombra de Sus alas, entonces a nuestro lado caerán mil y diez mil a nuestra diestra, mas a nosotros nada llegará (Sal. 91:7). Debemos habitar en el lugar correcto: con el Altísimo. Acaz no tuvo fuerza en tiempos de aflicción. Era cobarde y temblaba delante del enemigo porque había puesto su

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confianza en los ídolos. A diferencia de Acaz, Isaías el profeta justo, era tan valiente como un león, porque su confianza estaba en el Señor. Aprendamos del contraste entre estos dos hombres, los justos son fuertes y no temen al enemigo, los malvados son cobardes y tiemblan en tiempos de adversidad.

“Huye el impío sin que nadie lo persiga; Mas el justo está confiado como un león”. Proverbios 28:1

V PARTE El Reinado de Justicia

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EZEQUÍAS Un preciado hijo de Sion (2 Crónicas 29-32; 2 Reyes 18-20) El rey Ezequías fue uno de los más preciados hijos de Sion que jamás hayan vivido. La Escritura da reconocimiento a este piadoso hombre diciendo: “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá” (2 R. 18:5). Esta es una gran aprobación de los labios de Dios; ningún otro rey de Judá fue como él. El anduvo en todo los caminos de su padre David. En estos días de inminente oscuridad y juicio, es bueno recordar que el justo se salvará por la justicia. Por lo tanto, un estudio del justo rey Ezequías será muy fructífero y beneficioso para todos nosotros.

Ezequías introduce el avivamiento Ezequías comenzó a reinar en el año 728 a.C., a la edad de 25 años, y reinó por 29 años (2 Cr. 29:1). Tan pronto llegó al trono, volvió a abrir la casa de Jehová y mandó que fuese limpiada. Aunque Ezequías era hijo del malvado rey Acaz, fue muy piadoso. Fue conocido por su bondad, gentileza y por ser un hombre determinado a hacer toda la voluntad de Dios. Él fue un hombre notable, que siguió al Señor completamente y que trajo el más grande avivamiento que

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registra la Escritura. En los primeros años de su reinado decretó una Pascua, la cual fue la más excelente Pascua que Judá experimentara jamás. Leemos en 2 Crónicas 30:26: “Hubo entonces gran regocijo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón hijo de David rey de Israel, no había habido cosa semejante en Jerusalén”. Honró la Palabra de Dios, al ser el instrumento para compilar un 20% del libro de Proverbios. Los capítulos 25 al 29 del libro de Proverbios, fueron investigados y recopilados por los escribas de Ezequías. Los capítulos 1 al 9 registran lo que el rey David le dio a Salomón y los capítulos 10 al 24 fueron registrados por los escribas de Salomón. Ezequías fue también un rey que enseñaba, uno que animó a los levitas a que enseñaran la Palabra de Dios, hablando “al corazón de todos los levitas …” (2 Cr. 30:22). Ezequías adoró en espíritu y verdad (Jn. 4:23). Tenía inclinaciones musicales y reestableció la verdadera adoración, reuniendo todos los instrumentos de David, entonando el Cántico de Jehová. El Cántico de Jehová es un canto inspirado por el Espíritu Santo durante la adoración. Leemos en 2 Crónicas 29:27-28: “Entonces mandó Ezequías sacrificar el holocausto en el altar; y cuando comenzó el holocausto, comenzó también el cántico de Jehová, con las trompetas y los instrumentos de David rey de Israel. Y toda la multitud adoraba, y los cantores cantaban, y los trompeteros sonaban las trompetas; todo esto duró hasta consumirse el holocausto”. Limpió la casa de Jehová (2 Cr. 29:18). La nación fue purgada y todos los ídolos fueron removidos. Ezequías

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envió a sus mensajeros por toda la nación de Judá y de Israel, hasta el otro lado del río Jordán, para proclamar la adoración al Señor y una fiesta para Él. Todos los que fueron animados y que dispusieron su corazón para seguir al rey, vinieron a glorificar a Dios (2 Cr. 30:5-11). Sin embargo, aunque fue un hombre muy conocido, fue como el oro que tenía que ser probado en el fuego. “Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego,” es una advertencia que da el Señor mismo en Apocalipsis 3:18. El oro representa muchas cosas en la Palabra de Dios. Puede hablar de la deidad, de nuestra fe (1 P. 1:7), o de los preciados hijos de Sion (Lm. 4:2). Ahora, debemos ver las dos grandes pruebas que Ezequías tuvo que experimentar para poder ser como el oro que ha sido probado.

La sanidad de Ezequías y la señal milagrosa En la Palabra de Dios, grandes milagros fluyen en tiempos de gran tensión y, generalmente, están asociados con grandes hombres de Dios. Por ejemplo, las diez plagas siempre se asocian con Moisés, un hombre que fue fiel en toda su casa (He. 3.5). Josué es conocido por decir, “sol detente” (Jos. 10:12). Samuel fue capaz de provocar truenos y lluvia para destruir toda una cosecha (1 S. 12:17). Podríamos continuar, pero ahora veamos uno de los milagros más notables que hayan sucedido en la tierra, durante el reinado de Ezequías. Primero, en el 14º año de su reinado, cuando Ezequías tenía aproximadamente 39 años, enfermó de muerte. El

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profeta Isaías, contemporáneo de Ezequías, le dijo: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (Is. 38:1). Eso nos desanimaría a la mayoría de nosotros, pero Ezequías se postró en su cama y empezó a clamar a Dios, para que Él recordara que corta había sido su vida y le añadiera más años. Isaías todavía no había salido del patio del rey cuando le habló el Señor: “Vé y dí a Ezequías: Jehová Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años” (Is. 38:5). Esta extensión de su vida dio como resultado que Ezequías muriera a los 54 años. Isaías regresó con el rey y le dijo que Dios lo sanaría. Ezequías pidió una señal, y entonces, entre estos dos hombres, se dio la más notable conversación (alrededor del año 714 a.C.). Está registrada en 2 Reyes 20:9-11: “Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás”. Ellos creían plenamente en la grandeza de Dios. Ezequías dijo que era fácil que el sol declinara diez grados; por esto, pidió que el sol retrocediera diez grados. Isaías salió y le pidió al Señor que moviera el sol, y Él lo hizo. Dios le dijo a Ezequías que pusiera una masa de higos sobre la llaga y que subiera a la casa de Jehová en el tercer

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día. Entonces sucedió la famosa sanidad (2 R. 20:7). Un preciado hijo de Sion estaba enfermo de muerte, y había sido alguien que había recibido la aprobación de Dios sobre su vida. Se aferró a la visión y a la Ley de Dios, y trajo a Judá de regreso a Dios. Esta primera gran prueba de su vida fue una preparación para una prueba mayor que vendría y que involucraba al rey de Asiria.

El Señor libera a Judá de Senaquerib Específicamente, hubo tres naciones que vinieron en contra de Judá e Israel. La primera fue Egipto bajo Sisac, durante el reinado de Roboam. Las otras dos fueron Asiria y Babilonia. Los asirios fueron los responsables de arrasar con las diez decadentes tribus del norte de Israel, principalmente bajo Sargón, quien acampó alrededor de Samaria, y bajo el mando de Salmanasar V, quien conquistó Samaria. Luego se levantó uno de los más malvados y crueles reyes de Asiria, Senaquerib, quien empezó a moverse en contra de Judá. Fue acerca de Senaquerib de quien Dios habló en Isaías 10:5, diciendo que era la vara de Su furor. Dios levantó a Senaquerib y lo envió en contra del pueblo hipócrita. Esto se menciona en Isaías 29:13: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”. Dios iba a tratar con estos hipócritas. Bien dice Isaías 33:14: “Los pecadores se asombraron en Sion, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?”.

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A Ezequías no le fue fácil lidiar con el pueblo al tratar el asunto Los muros de de Senaquerib. Aunque salvación se Ezequías era un hombre muy fortalecen al piadoso, e Isaías, uno de los más obedecer la grandes profetas, también lo era, Palabra de Dios el pueblo no estaba caminando y Sus estándares rectamente. Una visión había definido el liderazgo del rey Ezequías y el del profeta Isaías, pero los príncipes de Judá querían ir a Egipto y a Babilonia a buscar ayuda (Is. 30:1-3). Ellos se conformaron con un estándar inferior y no pusieron su confianza en Dios como lo hicieron Ezequías e Isaías. Algunos incluso comenzaron a usar ropa egipcia y babilonia, poniendo de manifiesto lo que había en su corazón. Este es uno de los problemas más comunes que enfrenta el liderazgo. Por un lado, Dios ha capturado el corazón del líder, demandando un nivel más alto. Por el otro, hay tanta gente que se conforma con un nivel más bajo. Así, se da un terrible conflicto. Cuando Ezequías se dio cuenta que Senaquerib, rey de Asiria había comenzado a moverse en contra de Judá, se reunió con sus líderes. Entonces, empezó a fortalecer los muros que lo defenderían del enemigo, los cuales ya habían sido derribados. También restringió el agua en Jerusalén, para que no fluyera hacia los enemigos (2 Cr. 32:1-5). De esto podemos aprender importantes verdades espirituales. Para el mundo vienen tiempos de tinieblas,

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y para la Iglesia tiempos de gloria. El principio espiritual es que cuando Dios comienza a hablar de problemas por venir, debemos comenzar a fortalecer nuestros muros de salvación (Is. 60:18), los cuales nos protegen del enemigo. Los muros de salvación se fortalecen al obedecer la Palabra de Dios y Sus estándares, en medio del tiempo que estamos viviendo. Restringir el agua y no permitir que ésta fluya hacia el enemigo habla de preservar nuestros pozos de agua viva. Espiritualmente, esto habla del fluir del Espíritu Santo, y asegura que existe un libre mover del Espíritu a través de la alabanza y la adoración. En Efesios 5:18-19, Pablo exhorta a la iglesia de Éfeso: “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”. En referencia al tiempo en el que Jerusalén iba a ser destruida, Ezequiel 14:14 dice: “Si estuviesen en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas, dice Jehová el Señor”. El estándar para ser preservados es mucho más alto en tiempos de juicio que durante un período de calma. Senaquerib comenzó a moverse, conquistando nación tras nación, ciudad tras ciudad. Luego llegó a Judá y empezó a capturar pueblo tras pueblo, abatiéndolos. Uno de los monumentos más grandes de Nínive era un mosaico, el cual muestra cómo el rey de Asiria tomó la ciudad de Laquis. Hoy, está en la Galería de Laquis, en el Museo

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Británico. Los asirios conquistaron ciudades construyendo montículos de tierra y rampas que subían a los inexpugnables muros de las ciudades, los cuales, supuestamente, nadie podía escalar. Cuando la rampa llegaba al tope del muro, los ejércitos se precipitaban a entrar y tomaban las ciudades. Cuando los asirios llegaron a las afueras de Jerusalén, Ezequías estaba rodeado por 185,000 soldados asirios. Estos eran expertos en la guerra, y estaban bajo el mando del Rabsaces, el general de Senaquerib. Él tenía un mensaje para que Ezequías y el pueblo salieran y se rindieran: “No escuchéis a Ezequías, porque así dice el rey de Asiria: Haced conmigo paz, y salid a mí, y coma cada uno de su vid y de su higuera, y beba cada uno las aguas de su pozo, hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas, tierra de olivas, de aceite, y de miel; y viviréis, y no moriréis. No oigáis a Ezequías, porque os engaña cuando dice: Jehová nos librará” (2 R. 18:31-32). Los cobardes seguramente se habrían entregado. La vida cristiana es de batalla espiritual. Aunque la tendencia de muchos es rendirse, el Señor dijo en Mateo 10:22: “mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. Ezequías era un hombre piadoso que había experimentado una sanidad maravillosa. Ahora, había venido otra prueba. ¡Cómo son probados los preciados hijos de Sion en el cuerpo y en las circunstancias! En Isaías 36:8, Rabsaces, el general, presentó su reto a Ezequías: “yo te daré dos mil caballos, si tú puedes

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dar jinetes que cabalguen sobre ellos”. Así, vemos que en realidad, Ezequías tenía muy pocos soldados, ciertamente no eran suficientes para defender Jerusalén por mucho tiempo. Las probabilidades eran totalmente contrarias a él. Sin embargo, en lugar de ver a los 185,000 hombres, prefirió ver a Dios. Ezequías le dijo a sus emisarios que se encontraran con el general en el muro: “No le respondáis” (2 R. 18:36). En otras palabras, Ezequías no quiso que su pueblo entablara diálogo con el enemigo. Estos hombres estaban llenos del demonio y se burlaban de Dios. El enemigo y el demonio nunca pueden ser convencidos. El diablo no se puede convertir y, algunas veces, cuando la gente se abre a otros espíritus, la actitud sabia a tomar es simplemente permitirles hablar y que sea Dios El que responda. Eso fue exactamente lo que Ezequías hizo. Rabsaces también escribió una carta retando a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén, tratando que ellos se volvieran en contra de Ezequías y se rindieran. Ezequías tomó la carta del Rabsaces y la puso delante del Señor, en la casa de Jehová, y dijo: “Jehová Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente. Es verdad, oh Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras; y que echaron al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos de hombres, madera o piedra, y por eso los destruyeron.

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Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios” (2 R. 19:15-19). Es muy interesante que Rabsaces supiera que el Dios de Judá había enviado a lo asirios para a pelear contra ellos. El dijo: “¿Acaso he venido yo ahora sin Jehová a este lugar, para destruirlo? Jehová me ha dicho: Sube a esta tierra y destrúyela” (2 R. 18:25). Debemos entender que Dios controla ambos bandos. Dios había levantado la vara de Su furor, Asiria, para que fuera contra la hipócrita nación de Israel. Senaquerib le dijo a Ezequías: “tu Dios me ha enviado”. Aunque esto era cierto, Dios no había determinado destruir Jerusalén. Senaquerib fue demasiado lejos y atribuyó su poder a sus dioses, burlándose del Dios Verdadero de Judá. Mucha gente va demasiado lejos en lo que dice y cruza la línea al atacar a los piadosos. Al hacerlo, sufren grandemente. Dios habló por medio del profeta Isaías refiriéndose al rey de Asiria: “No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo” (2 R. 19:32-34). Dios estaba determinado a defender Jerusalén por medio de un ángel, y no por simples soldados. Es tan consolador sentir la presencia de ángeles cuando los enemigos nos rodean.

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Mientras dormían, el ángel del Señor hirió a los 185,000. A la mañana siguiente, cuando Israel despertó, los cadáveres de los asirios yacían por todas partes (2 R. 19:35). Dios también había dicho que Senaquerib se iría de la misma forma que llegó. 2 Reyes 19:36 registra: “Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Nínive…”. Vemos que Senaquerib era feroz cuando era impulsado por su fuerza, pero cuando Dios se la quitó, simplemente escapó y entró a la casa de su dios. Con un vuelco, este violento rey quedó sin fuerza. Dos años después, sus dos hijos lo mataron.

Lecciones de la vida de Ezequías Las dos principales pruebas en la vida de Ezequías son un tipo de las pruebas comunes en el liderazgo. A menudo debemos enfrentar una enfermedad física que precisa de la mano sanadora de Dios de una manera muy específica. También, enfrentamos la fuerte presión de circunstancias que requieren que no cedamos y que esperemos la liberación, a la manera de la maravillosa provisión de Dios. Pone a prueba la firmeza de nuestro carácter para que confiemos en Dios y que no seamos desviados por la presión de gente que desea que nos volvamos al mundo y a sus métodos de liberación. Ezequías pasó por estas severas pruebas. Dios no intentaba destruirlo, sino más bien llevarlo a lugares más altos. Dios quería magnificar a Ezequías y a su pueblo delante de todas las naciones, y así lo hizo (2 Cr. 32:23). Después de estas pruebas, todas las naciones del mundo conocido en ese tiempo vinieron a Ezequías. El preciado

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oro fue probado en el fuego para ser purificado y Ezequías emergió fiel. Siempre hay una recompensa para el fiel. Cuando Dios visita una iglesia y una nación, éstas son magnificadas por Su presencia. Si usted está pasando por el fuego puede ser que, simplemente, usted sea oro. A diferencia de los metales preciosos, los metales no preciosos no pueden ser probados porque cambian su composición con el fuego, pero el oro no pierde sus cualidades; cada vez se refina más. El fuego purifica el oro, porque separa el oro de todo lo demás. El último metal que se separa es la plata; al contrario del oro, no puede soportar la ferocidad del fuego. ¡Qué seamos encontrados fieles a través del fuego! Hoy, nuestro enemigo no es el rey de Asiria, pero puede ser igual de poderoso, ya sea en forma de enfermedades, circunstancias o seres queridos. Cuando pasamos por la prueba y permanecemos, confiando en el Señor y aceptando cuán débiles somos, vendrá un tiempo en el que Dios quitará el poder del enemigo. Nuestras pruebas sólo van a durar el tiempo que Dios lo permita. Saldremos victoriosos, con una nueva unción y gozo. Es importante recordar que no podemos vencer al enemigo por nosotros mismos, y que tampoco podemos batallar ni disputar con él. ¿Qué debemos hacer mientras estamos siendo probados? Ezequías había preparado su corazón mediante la verdadera alabanza, el estudio de la Palabra y el ánimo recibido de maestros de justicia. Tuvo cuidado en decidir qué o a quién escuchaba. Quitó mucha adoración babilónica y egipcia.

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Durante el reinado de Ezequías prevaleció en el reino la verdadera adoración, en espíritu y verdad. Quiero animarlos a creerle a Dios para recibir la liberación de cualquier circunstancia en la que se encuentren. No es bueno enfocarse en el enemigo, porque éste parece ser más grande que nosotros. Debemos mirar al Señor y creerles a los profetas. Debemos creer en las promesas que Dios nos ha dado. Lo maravilloso de Ezequías fue que estuvo preparado para estas pruebas. Llegó con un corazón determinado a hacer toda la voluntad de Dios, a defender la Ley y a hacer gloriosa la casa de Jehová. Para él no bastaba con que fuera bueno, quería lo mejor para Dios. Es por esto que Ezequías fue tan grande. No bajó los estándares de Dios: los sostuvo. Cuando Cristo elevó los estándares (ver Juan 6), mucha gente Lo abandonó. Aun así, Jesús no los bajó. Él servía al Padre. Les preguntó a Sus discípulos, “¿Queréis acaso iros también vosotros?” (Jn.6:67). Los discípulos servían a Dios de todo corazón y decidieron sostener Sus estándares. Una vez hubo una discusión entre pastores y teólogos acerca de si se debían bajar los estándares de Dios para atraer a la gente o si se debían mantener. Alguien dijo: “No hemos sido llamados a ser exitosos, sino a ser fieles”. Que por la gracia de Dios sea este nuestro deseo. Son los fieles los que reciben las coronas. Jesús dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Jn. 12:32). Queremos que Jesús sea

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levantado en nuestra vida, nuestro hogar y en la Iglesia. Cuando Dios sea levantado, atraerá hacia Él a todos los hombres, y veremos a las personas entrar. Somos establecidos para glorificar a Dios, y lo haremos por medio de Su gracia y Su misericordia. Debemos elevar los estándares. Al hacerlo, tendremos con nosotros a Aquel que es mucho más grande que carne o sangre. Estará con nosotros el Dios Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra, que es llamado Santo, Santo, Santo. Deseamos por la gracia de Dios, ser preciados hijos e hijas de Sion, que saldrán puros como el oro.

VI PARTE La Gran Apostasía

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MANASÉS El hombre malvado que encontró arrepentimiento (2 Crónicas 33:1-20; 2 Reyes 21: 1-18) Continuando con nuestro estudio acerca del carácter de los reyes de Judá, llegamos a uno que verdaderamente nos da mucha esperanza: Manasés. Al estudiar los reyes, es importante ver su genealogía. La persona clave en la genealogía de Manasés es su destacado padre, Ezequías.

Los defectos en la vida del padre de Manasés Ezequías tuvo unas extraordinarias visitaciones de Dios. Estaba enfermo de muerte, y el profeta Isaías le dijo: “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (Is. 38:1). Aun así, pudo postrarse en su lecho de enfermo y clamar a Dios, como lo registra 2 Reyes 20:2-3: “Entonces él volvió su rostro a la pared y oró a Jehová y dijo: Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro”. El relato continúa en 2 Reyes 20:9-11: “Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa

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es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás”. Esta sanidad fue tan extraordinaria, que fue conocida no solamente entre los guardias del palacio, sino que llegó hasta Babilonia. El rey de Babilonia envió a Ezequías a sus ilustres principales con grandes regalos, para felicitarlo por su notable sanidad. Este milagro debió haber obrado la hermosa virtud de la humildad, y debió haber hecho que Ezequías se regocijara al ver que Dios vino a él de forma tan extraordinaria dándole otros 15 años de vida. Tristemente, no fue así. Antes de este milagro, Ezequías se encontraba en muy mala situación, pues su país estaba siendo invadido por Senaquerib. Judá era cada vez más pobre. De hecho, antes de eso, él le había dado a los reyes de Asiria el oro de los tesoros como tributo monetario (2 R. 18:13-16). Así que, para ser un rey, fue un hombre muy pobre hasta que Dios realizó ese milagro. El resultado fue que Ezequías llegó a ser muy rico. Es muy importante la forma como valoramos las cosas en la vida. El asunto no es la grandeza de la casa que Dios le da a una persona, sino el valor que el hombre le da. Aparentemente, estas casas de tesoros, que habían resultado de la notable sanidad, hicieron que Ezequías volviera su atención a ellas y se alejara de Dios. El Señor lo había bendecido tanto, que uno podría pensar que Ezequías iba a estar muy agradecido y muy quebrantado por el hecho que Dios había retrocedido el

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sol por él. En cambio, Ezequías volvió su atención a los regalos, al oro, la plata y las piedras preciosas que las personas le habían llevado. Dios lo había sacado a un lugar espacioso y, aun así, Ezequías no se rindió ante Dios por todos los beneficios que Él le había dado (2 Cr. 32:25). En lugar de eso se llenó de orgullo, junto a los habitantes de Jerusalén. Se regocijaban por lo que Dios había hecho, pero de la forma incorrecta: ensalzándose a sí mismos. Entonces, llegaron los principales de Babilonia. “Y se regocijó con ellos Ezequías, y les mostró la casa de su tesoro, plata y oro, especias, ungüentos preciosos, toda su casa de armas, y todo lo que se hallaba en sus tesoros; no hubo cosa en su casa y en todos sus dominios, que Ezequías no les mostrase” (Is. 39:2). Ezequías debió haberles mostrado todas estas cosas de tal forma, que debió parecer idólatra porque atrajo la ira de Dios hacia sí. Cuando Dios nos bendice, debemos tener mucho cuidado de recordar las angustias y las penas. Lamentaciones 3:19-20 dice: “Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí”. Jeremías recordaba sus penas; por lo tanto, era humilde. Lamentablemente, la actitud orgullosa de Ezequías no solamente trajo la ira de Dios sobre él y los habitantes de Jerusalén, sino muchas cosas más. Dios, quien puede ver el pasado, el presente y el futuro, vio hacia abajo y le habló a Ezequías por medio del profeta Isaías:

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“Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le dijo: ¿Qué dijeron aquellos varones, y de dónde vinieron a ti? Y Ezequías le respondió: De lejanas tierras han venido, de Babilonia. Y él le volvió a decir: ¿Qué vieron en tu casa? Y Ezequías respondió: Vieron todo lo que había en mi casa; nada quedó en mis tesoros que no les mostrase. Entonces Isaías dijo a Ezequías: Oye palabra de Jehová: He aquí vienen días en que todo lo que está en tu casa, y todo lo que tus padres han atesorado hasta hoy, será llevado a Babilonia, sin quedar nada, dijo Jehová. Y de tus hijos que saldrán de ti, que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia. Entonces Ezequías dijo a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Después dijo: Habrá al menos paz y seguridad en mis días” (2 R. 20:14-19). Ezequías adoptó una actitud difícil de comprender. Dijo: “está bien conmigo; voy a tener paz y verdad durante mi vida”. ¿Cómo pudo un hombre tan piadoso estar satisfecho, sabiendo que les pasaría a sus hijos una herencia tan espantosa? Es desalentador, pero cierto, saber que una persona que una vez fue piadosa, puede tener un defecto que afecte a las siguientes generaciones.

El impacto que tuvo en Manasés el error de Ezequías Manasés llegó al trono a los 12 años de edad. Enfrentó muchos obstáculos espirituales al haber nacido en una época en la que la vida de su padre estaba llena de mucho

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orgullo, apostasía e idolatría. Ezequías había sido culpable de idolatría porque se había gloriado en los tesoros terrenales. Sin embargo, es insensatez gloriarse en cualquier cosa que no sea Dios (1 Co. 1:31). Solamente tenemos lo que Dios nos ha dado, y podemos lograr solamente aquello que Dios ha propuesto que hagamos. Juan el Bautista dijo en Juan 3:27: “No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo”. No podemos hacer nada sin la autorización y la bendición de Dios. Hay un anuncio publicitario para un famoso reloj suizo. Dice así, “Es suyo sólo por un tiempo”. En otras palabras, es tan valioso que se lo hereda a su hijo, y luego, a su nieto. Se supone que este reloj debe durar muchas generaciones. Usted lo tiene por un tiempo, pero al morir, lo hereda. De la misma manera, realmente no hay nada material que podamos llevarnos al morir. Heredaremos a otros lo que tenemos. Manasés nació en una época de idolatría. Aunque su padre y el pueblo de Judá se habían arrepentido, con todo, esa inclinación a la idolatría brotó en Manasés. Esto es muy importante. Dios mira las circunstancias de nuestra vida, incluyendo los obstáculos espirituales que enfrentamos, y trata con nosotros conforme a éstas. Otro punto es el hecho que Manasés llegó al trono a la temprana edad de 12 años. Una herencia obtenida de forma rápida no será al final bendecida (Pr. 20:21). No fue mucho después que Manasés estaba induciendo a toda la nación a cometer idolatría. Hasta levantó ídolos en los dos atrios del Señor: en el Atrio Exterior donde

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iba el pueblo, y en el Lugar Santo, donde sólo los sacerdotes podían entrar. Había ídolos por todas partes. También se nos dice en 2 Reyes 21:16: “Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová”. La sangre fluía por las calles de Jerusalén; sin embargo, este fue el hijo de uno de los reyes más piadosos que registran las Escrituras. Manasés no solamente practicó una terrible idolatría y mató al inocente, también hizo toda clase de abominaciones tales como espiritismo, astrología y mucho más. De hecho, Manasés practicó todo lo que se oponía a un Dios Santo.

Dios castiga y restaura a Manasés Uno podría pensar que Dios lo habría matado, considerando que muchos de los otros reyes malvados fueron muertos por sus sirvientes y por otros ejércitos. Sin embargo, Dios había hablado a Ezequías diciendo: “Y de tus hijos que saldrán de ti (aquellos que habían de nacer, incluyendo a Manasés), que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia” (2 R. 20:18). Esta profecía se cumplió cuando el rey de Asiria descendió y tomó cautivo a Manasés y lo llevó hasta Babilonia. Allí, con grillos y arduas labores, Manasés recapacitó y empezó a clamar a Dios. Leemos en 2 Cr. 33:12-13: “Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios,

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humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios”. Después de esto, Manasés fue una persona diferente. Se convirtió en una persona piadosa y comenzó a quitar los ídolos. Empezó a llevar al pueblo de regreso a Dios. ¿Cómo podemos explicar que un hombre tan malvado obtuviera misericordia? En Su presciencia, Dios sabía cómo sería Manasés. El Señor escogió mostrarle misericordia porque sabía que si llevaba a Manasés a lo profundo de la cautividad babilónica, se convertiría. Desde la cúspide, como rey de Judá, Manasés descendió hasta lo profundo, como prisionero en Babilonia, con grilletes y todo. No pudo haber caído más bajo. La gente de Judá comenzó a escuchar a Dios cuando Manasés regresó de su cautividad babilónica, cambiado totalmente por el Señor. Miqueas 7:18-19 dice: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”. Manasés significa “Dios hace olvidar”. Dios perdonó y olvidó sus pecados y lo restauró. Sin embargo, el punto crucial fue que, debido a toda la sangre que había derramado, las futuras generaciones cayeron bajo esta espantosa profecía: ciertamente, Dios destruiría Jerusalén (Jer. 15:1-4).

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Manasés reinó por un largo período de 55 años. Tenía 67 cuando murió. Ésta era una edad muy avanzada en esos días. El rey David murió a los 70, Salomón murió a los 59 y ninguno de los otros reyes llegó a los 70 años. En su vejez, Manasés fue piadoso. A diferencia de los reyes anteriores, tuvo un buen final a pesar de su pobre comienzo. Esto se debió a que adoró a un Dios compasivo y misericordioso, tardo para la ira.

Lecciones sobre la vida de Manasés y su padre Ezequías fue un hombre piadoso al que Dios abandonó por un tiempo, para ver qué había en su corazón. “Mas en lo referente a los mensajeros de los príncipes de Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que había acontecido en el país, Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón” (2 Cr. 32:31). Quedaron de manifiesto mucho orgullo e idolatría. Cuán importantes eran para él sus tesoros. Más aun, Ezequías no tuvo una buena actitud en relación al juicio que Dios había decretado sobre él en 2 Reyes 20:14-19. Solamente se sintió aliviado porque el juicio no lo afectó. No lamentó lo que pudiera pasarle a sus hijos. Una herencia es muy importante. No queremos que quede en nosotros ninguna falta que pueda apartar del camino a las siguientes generaciones. Ciertamente, no debemos desear que Dios se aparte de nosotros para ver qué hay en

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nuestro corazón. Debemos clamar como David: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (Sal. 51:10). No queremos que haya en nuestro corazón ni una sola falta que pueda afectar a futuras generaciones. Debido a las faltas en el carácter de Ezequías, éste engendró un hijo que fue malvado. Fue solamente por la misericordia de Dios que Manasés encontró arrepentimiento y salvación al final. Verdaderamente, Manasés da esperanza a cada uno de nosotros de que el Señor es lo que Él dice ser: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y No queremos que verdad; que guarda haya en nuestro misericordia a millares, que corazón ni una perdona la iniquidad, la sola falta que rebelión y el pecado, y que pueda afectar a de ningún modo tendrá por futuras generaciones inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” (Ex. 34:6-7). El Señor muestra misericordia a quien Él muestra misericordia (esto es explicado con más detalle en el reinado de Amón). En Su presciencia, Dios sabía que Manasés se arrepentiría y regresaría. Al mismo tiempo, debemos recordar que lo que hagamos afectará a nuestras futuras generaciones. Debido a la

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maldad de Manasés, Dios trajo juicio sobre Jerusalén y fue destruida años después, en las generaciones de sus descendientes. Gálatas 6:7-8 establece claramente: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.

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AMÓN El rey que desechó al Señor (2 Crónicas 33:21-25; 2 Reyes 21: 19-26) Amón, el hijo de Manasés, fue el siguiente en ascender al trono. Había sido bien instruido por Manasés su padre, quien probablemente le enseñó algo como esto: “Ezequías, tu abuelo, fue un hombre maravilloso, pero yo no seguí sus pasos. De hecho, caí en idolatría, tengo sangre inocente en mis manos. Provoqué que toda la ira de Dios cayera sobre Judá, tanto así, que se extenderá a otras generaciones. En Su misericordia, Dios me llevó a la cautividad babilónica y allí recapacité; ¡me humillé, oré y Dios me restauró! Traté de llevar a la nación de regreso a Dios. Ahora, Amón, recuerda lo que tu padre te dice. Pequé; Dios trató severamente conmigo; regresé. ¡No juegues con Dios!” Se nos dice que Amón se apartó del Señor, lo que significa que, en sus primeros años, debió haber seguido al Señor. Sin embargo, al ascender al trono, no anduvo en los caminos del Señor, sino en la maldad de los primeros años de Manasés, su padre. Al estudiar las Escrituras, encontramos que a menudo, Dios es muy paciente con los primogénitos de una familia; en este caso lo fue con Manasés. El relato de Belsasar y Nabucodonosor es otro ejemplo. Nabucodonosor fue el rey de Babilonia que había sido levantado por Dios para castigar a Su pueblo. Se llenó de

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orgullo y cometió grandes maldades. Sin embargo, en Su longanimidad y paciencia, Dios hizo que, por medio de la instrucción de Daniel, Nabucodonosor se postrara. Por un período de siete años, Dios humilló a Nabucodonosor convirtiéndolo en una bestia salvaje y quitándole el trono. Entonces Nabucodonosor dijo: “Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Dn. 4:37). Nabucodonosor nunca fue a la guerra por los siguientes 20 años; históricamente, no se sabe nada sobre él. En el linaje de Nabucodonosor hubo un hombre llamado Belsasar, quien más tarde llegó a ser rey de Babilonia. Aunque Belsasar conocía todo acerca de los tratos de Dios en la vida de su tatarabuelo, él los ignoró y, voluntariamente, cayó en profundo pecado y blasfemia. Por lo tanto, estas palabras fueron escritas en el encalado de la pared del palacio del rey: “MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN” (Dn. 5:25). Daniel da la interpretación en Dn. 5:26-28: “Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES [o UPARSIN]: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas”. A Belsasar no le fue mostrada ninguna misericordia, porque tuvo ante sí mismo una lección objetiva y clara: Nabucodonosor.

La misericordia de Dios Dios ama la misericordia y desea mostrar misericordia. Sin embargo, debemos tener en mente que la misericordia

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es prerrogativa única de Dios. Dios dijo en Éxodo 33:19: “tendré misericordia del que tendré misericordia”. No debemos tomar a la ligera la misericordia de Dios. Indudablemente, Dios sopesó lo que había sido concebido en Manasés. Sopesó lo que Ezequías había puesto dentro de él: el amor por los tesoros y la idolatría. Deseando mostrar misericordia, Dios fue indulgente con Manasés durante los años que obró con maldad. Dios lo humilló llevándolo a Babilonia y, cuando clamó, Dios lo restauró. Al mismo tiempo, el Señor siempre recordó la iniquidad de Manasés, y fue ésta la razón principal que Dios dio para destruir el templo en Jerusalén (Jer. 15:1-4). Debemos equilibrar estas verdades cuidadosamente. En contraste, tenemos a Amón, quien en realidad contó con la instrucción de su padre todos los días de su vida. Tristemente, Amón hizo lo malo, hizo sacrificio a imágenes talladas y aumentó el pecado más y más. Aunque había sido advertido por los profetas, no se humilló. Por esto, reinó solamente dos años (de los 22 a los 24 años). Entonces, sus sirvientes conspiraron en contra de él y lo mataron, probablemente porque había sido muy cruel con ellos (2 Cr. 33:21-25). Él había jugado con Dios. Debemos recordar que no es el principio lo que cuenta; es el final. “En el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Ec. 11:3). Veremos a Manasés en el cielo. No veremos a Amón en el cielo.

VII PARTE El Gran Avivamiento

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JOSÍAS El rey de corazón tierno (2 Crónicas 34-35; 2 Reyes 22:1 a 23:30)

El avivamiento precede al juicio Como vamos a ver, el reino de Judá tuvo un poderoso avivamiento durante el reinado de Josías; pero 23 años después del fin de su reinado, Jerusalén y el templo fueron completamente destruidos. Los avivamientos preceden al juicio, especialmente en lo que se refiere a Jerusalén. Este tema fluye a través de toda la Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento, podemos citar a Ezequías quien, durante el primer año de su reinado, tuvo un gran avivamiento centrado en la Fiesta de la Pascua. Luego, en el 14º año, llegó el juicio en la forma de Senaquerib, rey de Asiria. Los ejércitos de Senaquerib rodearon Jerusalén y sitiaron la ciudad. En el Nuevo Testamento, Dios derramó Su Espíritu Santo con el poder de un gran avivamiento en Pentecostés, probablemente alrededor del año 30 d.C. Sin embargo, después del avivamiento siguió el juicio, a través de la destrucción de Jerusalén y del templo, en el año 70 d.C. En los últimos días, estamos esperando la Fiesta de Tabernáculos, la gran lluvia tardía en la que el Señor ha prometido derramar Su Santo Espíritu sobre Su pueblo en una medida más grande. Joel 2:23-24 dice: “Vosotros

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también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite”. En lo natural, la lluvia tardía era mayor que la lluvia temprana. Era la lluvia tardía la que maduraba la cosecha, lo que habla de la Iglesia siendo llevada a la madurez en este gran avivamiento. De acuerdo a Joel 3:1-2, la gran lluvia tardía será seguida por el cuarto y último sitio de Jerusalén, cuando las naciones de la tierra se reunirán en contra de Jerusalén. Es un sitio en el cual vendrá el Señor Mismo, levantando Su espada, diciendo: “Vivo yo para siempre” (Dt. 32:40). Los defensores de Sion clamarán, “Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Is. 25:9).

Las profecías que gobernaban la vida de Josías Regresando a Josías, hubo dos profecías fundamentales que gobernaron su vida. Primero, en 1 Reyes 13:2, un hombre de Dios llegó al abominable altar que Jeroboam I había edificado en Bet-el, y dijo: “Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres”. Esta profecía fue dada 300 años antes del nacimiento de Josías.

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La otra profecía la encontramos en 2 Reyes 21:11-15: “Por cuanto Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones, y ha hecho más mal que todo lo que hicieron los amorreos que fueron antes de él, y también ha hecho pecar a Judá con sus ídolos; por tanto, así ha dicho Jehová el Dios de Israel: He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos. Y extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab; y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo. Y desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios”. Por los pecados de Manasés, el abuelo de Josías, Dios dijo que Él iba a juzgar Jerusalén.

Venciendo características heredadas por medio de la gracia de Dios A menudo decimos que la genealogía es muy importante; heredamos nuestra naturaleza de nuestros padres. Sin embargo, contemplando una vez a una pareja, me preguntaba cómo serían los hijos que iban a tener, tomando en cuenta su naturaleza rebelde. Entonces, vino sobre mí el Espíritu de Dios de una forma poderosa, y todo lo que Él dijo fue: “Amón”. Por supuesto, yo sabía lo que Él quiso decir. Amón fue uno de los más malvados reyes que hayan vivido, y de él vino uno de los hombres más piadosos que hayan vivido: Josías. Dios puede hacer las cosas mucho más abundantemente, más allá de todo lo que podemos esperar (Ef. 3:20). ¡Anímese! Aun si sus padres no han sido tan gloriosos como debían, y le han heredado toda

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clase de características negativas, usted sólo tiene que decir: “Amón”. Simplemente recuerde que Josías, este maravilloso hombre, vino de Amón.

Josías comienza a buscar al Señor Se dice de Josías: “Para justicia reinará un rey” (Is. 32:1). Ascendió al trono a la temprana edad de ocho años. Obviamente, había autoridades detrás del trono que gobernaban en su lugar pero, pese a todo, él era el rey. Josías comenzó a buscar al Señor a los 16 años, el 8º de su reinado. Es muy interesante ver cómo números específicos tienen significado en su reinado. Ocho es el número de nuevos comienzos. Hubo un nuevo comienzo cuando Josías llegó al trono, y también lo hubo en su propia vida, cuando empezó a buscar al Señor.

Dios prepara el escenario político para el avivamiento Cuando Josías llegó a ser rey, la situación era muy interesante. Antes de su ascenso al trono, el imperio asirio había sido muy dominante. Toda la tierra de Israel había sido tomada bajo Senaquerib, rey de Asiria. Después de la muerte de Senaquerib, Esarhadón y Asurbanipal llevaron a cabo grandes deportaciones de israelitas, a quienes gobernaban. Por lo tanto, Asiria gobernaba en esa parte del mundo, encerrando a Judá. Sin embargo, Dios empezó a levantar a los babilonios en el este. Se estaban rebelando en contra de los asirios. Por

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lo tanto, los asirios retiraron sus tropas de Israel y las reunieron alrededor de Nínive, la cual cayó en el año 612 a.C. El resultado de que los asirios retiraran sus tropas fue que, eventualmente, Josías fue capacitado para ser rey de todo el territorio de Israel, más allá del mar de Galilea. Así, el poder político fue debilitado para que este gran avivamiento pudiera abarcar a todo Israel, no solamente a Judá. De la misma manera, hoy podemos ver el espectro político debilitándose, lo cual hará que suceda el avivamiento de Dios.

La destrucción de los altares paganos Josías comenzó a asumir su poder de soberano y a dar órdenes en el 12º año del reinado (12 es el número de gobierno). Por cuatro años, su corazón había sido preparado y parecía que ahora la unción de Dios estaba viniendo sobre él, junto con la autoridad de su posición. Empezó a tener cumplimiento la profecía que había sido dada 300 años antes. Él daba una orden y se aseguraba que fuera cumplida. La orden fue que debían ser derribados todos los altares hechos para deidades paganas. Josías empezó a hacer esto y fue por toda la tierra, asegurándose que sus órdenes fueran obedecidas. Fue a los lugares más distantes del reino y vigiló que los altares fueran derribados en su presencia. Aquí, el orden es muy interesante: primero, fue al campo (2 Cr. 34:6-8). Esto es lo que Salomón manda en Proverbios 24:27: “Prepara tus labores fuera, y disponlas en tus campos, y después edificarás tu casa”. El pensamiento o la verdad es que vemos que nuestra gente, nuestro personal y la congregación están felices; y sólo

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entonces, se presta atención al edificio. Esto hizo Josías, porque no reedificó el templo por otros seis años.

La reedificación del Templo en Jerusalén En el año 18º. de Josías, cuando tenía alrededor de 26 años, regresó a su ciudad capital, Jerusalén, después de asegurarse de que todos los ídolos habían sido derribados y el país estaba listo. El número 18 significa fuerza, ya que los pilares del Templo de Salomón tenían 18 codos, y sus nombres (Boaz y Jaquín) hablan de fuerza. Fue entonces que dio la orden para la reedificación de la casa de Dios.

Retirando los juicios de Dios Cuando ponemos nuestros pies sobre cierto camino, habrá una continua revelación y encuentro con Dios. Josías recibió revelación de Dios para dar la orden de la reedificación de Su casa. Reyes anteriores habían destruido el Libro de la Ley, pero una copia del mismo fue encontrada. Fue llevada ante el rey y se la leyeron. Fueron leídos ante el rey todos los juicios de Dios (encontrados en la ley) que iban a venir, debido a la maldad de sus antepasados. La respuesta de Josías se encuentra en 2 Crónicas 34:19: “Luego que el rey oyó las palabras de la ley, rasgó sus vestidos”. Después, envió a buscar exactamente lo que Dios quería decir al respecto. En Jerusalén había hombres

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y mujeres piadosos como Hilcías, el sumo sacerdote y Hulda, la profetisa. Ella confirmó que vendría juicio a causa de la maldad del abuelo de Josías, Manasés. Pero también dijo en 2 Crónicas 34:27-28: “Y tu corazón se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice Jehová. He aquí que yo te recogeré con tus padres, y serás recogido en tu sepulcro en paz, y tus ojos no verán todo el mal que yo traigo sobre este lugar y sobre los moradores de él. Y ellos refirieron al rey la respuesta”. Tenemos, en toda su fuerza, la hermosa ilustración de Josías, humillándose delante del Señor y recibiendo la promesa que los juicios de Dios serían retirados. Por lo tanto, si nos humillamos, los juicios de Dios pueden ser retenidos y no venir sobre nosotros. Podemos ver esta verdad en Acab, rey de Israel, quien fue uno de los reyes más malvados que jamás haya existido. El poderoso profeta Elías había decretado muchos juicios terribles en contra de Acab, pero cuando éste escuchó la palabra Cuando ponemos del Señor, se arrepintió. Acab nuestros pies escogió caminar ante Dios sobre cierto apacible y humildemente, vestido camino, habrá de cilicio (1 R. 21:27). Después, una continua en 1 Reyes 21:29, vino a Elías revelación y palabra de Jehová: “¿No has encuentro con visto cómo Acab se ha humillado Dios delante de mí? Pues por cuanto

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se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa”. Así podemos ver que, a causa de sus actitudes, tanto un rey piadoso como un rey malvado, aplazaron los juicios de Dios. Ciertamente, nuestra actitud en estos tiempos del fin es muy importante. Puede que no podamos aplazar los juicios universales, sin embargo, con la actitud correcta, podemos proteger a nuestra familia y a nosotros mismos. Es una actitud de humildad y mansedumbre, caminando apaciblemente delante del Señor. Verdaderamente, esto es muy importante. Sofonías 2:3 dice: “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová”.

El avivamiento bajo Josías Muchas cosas sucedieron en el 18º año del reinado de Josías. Había terminado de tratar con la idolatría de todo el país, derribando los altares. Luego, regresó para edificar la casa de Dios. El Libro de la Ley fue encontrado; y luego, decretó una Pascua, la cual se convirtió en avivamiento. Este fue el más grande avivamiento que Judá e Israel jamás experimentaran. La gente venía de todo Israel: las diez tribus descarriadas renunciaron a su gente y vinieron a Jerusalén. Los profetas Jeremías y Sofonías, junto con Josías, fueron los tres jóvenes que encabezaron este gran avivamiento. Indudablemente, este es un tipo de lo que va a suceder en estos tiempos del fin, cuando Dios usará hombres y

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mujeres jóvenes, para extender este poderoso avivamiento alrededor del mundo. Veremos el gozo de los justos que han esperado y clamado por avivamiento, aferrándose al Señor. También vamos a ver que vendrán los de Tirsa, la capital de las tribus del norte. Espiritualmente, los de Tirsa representan a los descarriados. En el Cantar de los Cantares 6:4, se hace una referencia al ejército de Dios siendo como Tirsa y Jerusalén. En otras palabras, este ejército estará lleno de los que se han descarriado, así como de los que son justos. De esta y otras escrituras (tales como 2 Crónicas 30:11, en donde en los días de Ezequías, descendientes de las tribus de Aser, Manasés y Zabulón se humillaron y vinieron a Jerusalén), sabemos con seguridad que habrá una poderosa cosecha entre aquellos que se han apartado de Dios. No todos, pero sí muchos, regresarán al Señor. ¡Qué esto nos anime grandemente!

El pueblo hace un pacto con Dios Israel y Judá fueron a Jerusalén a celebrar la Pascua de siete días y la fiesta de los Panes sin Levadura. Más aun, Josías hizo un pacto con Dios y con el pueblo de caminar en todos Sus caminos. El rey los condujo a este pacto. El liderazgo es muy importante. Determina hacia dónde vamos. He visto a uno de los líderes de la televisión cristiana defendiendo la inmoralidad. Lo hizo de una manera tan intensa, que causará que miles se descarríen. Dios levanta líderes justos pero también levanta otros que predican de acuerdo a los deseos de la gente. Las personas toman la decisión de a quién van a seguir.

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Lecciones del avivamiento Al ver la vida de Josías vemos que a los 16 años, cuando determinó buscar a Dios, entró a un nuevo comienzo en su vida. Josías se encontró con Dios; por lo tanto, tuvo un patrón para su vida. Fue la revelación de lo que Dios declaró que Él haría y así, Él había preparado el corazón de Josías. Hablando a los jóvenes, Eclesiastés 12:1 dice: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”. Es tan importante buscar al Señor en nuestra juventud. Las semillas que sembramos a una temprana edad pueden quedarse con nosotros por el resto de nuestra vida. Tuve el privilegio que Dios me sanara a los seis años. Cuando tenía nueve años, vi un ángel que me dijo los planes de Dios para mi vida. Ambas experiencias causaron un gran impacto en mí. Dios anhela visitar a los jóvenes. Un alto porcentaje de misioneros escuchan la voz de Dios y Su llamado cuando son jóvenes. El año 18º. del reinado de Josías habla de fuerza. Josías recibió fuerza derribando todos los ídolos y yendo por toda la nación cumpliendo la profecía. Josías llegó a ser tan poderoso, que hizo que toda la nación de Israel anduviera en los caminos de Dios. Si hacemos lo que es correcto, seremos fuertes. De los hijos de Israel podemos aprender quiénes no hicieron lo correcto en las diez pruebas. Fallaron las primeras nueve, y su registro permaneció desalentador. Después, fallaron

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la décima prueba. Cuando vencemos prueba tras prueba, somos fortalecidos para las demás. Llegará a ser una forma de vida para nosotros.

Josías y el faraón Necao Josías reinó durante 31 años, y hay un período de 13 años entre el 18º y el 31º año de su reinado (el número 13 habla de rebelión). Al final de este período de 13 años, en el año 31º de su reinado, leemos sobre una situación muy angustiante. 2 Crónicas 35:20-21 establece: “Después de todas estas cosas, luego de haber reparado Josías la casa de Jehová, Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis junto al Eufrates; y salió Josías contra él. Y Necao le envió mensajeros, diciendo: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya”. Carquemis, en el río Eufrates, estaba en manos de los asirios, y los babilonios iban a atacarla. Obviamente, los asirios habían pedido ayuda al faraón Necao. Entonces Josías, rey de Judá, salió a pelear en contra del faraón Necao. Aunque Necao era un rey pagano, le dijo a Josías claramente que Dios lo había enviado a pelear en contra de los babilonios. Instó a Josías a no oponérsele, para que Dios no lo destruyera. Josías, un hombre piadoso, sensible al Espíritu de Dios, debió haber sabido que el faraón Necao ciertamente estaba

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hablando en nombre de Dios. Desafortunadamente, leemos en 2 Crónicas 35:22: “Mas Josías no se retiró, sino que se disfrazó para darle batalla, y no atendió a las palabras de Necao, que eran de boca de Dios; y vino a darle batalla en el campo de Meguido”. Josías no prestó atención a la advertencia de Dios y recibió del Espíritu Santo una sorprendente condenación en su 31º año. Mientras que las Escrituras registran cuidadosamente lo que sucedió en ciertos años de su reinado, nada se dice sobre Josías durante este período de 13 años. Pareciera que durante ese tiempo Josías ya no escuchaba la voz de Dios, lo cual explica por qué falló en discernir a Dios hablando a través del faraón Necao.

Dios puede usar a cualquier vaso Del encuentro de Josías con el faraón Necao, podemos ver claramente que Dios escoge Sus vasos, y habla por medio de toda clase de vasos. Otro ejemplo de esto está en Números 22:22-35, cuando Dios usó a un asna para que hablara al profeta Balaam. También es asombroso que algunos de los reyes de Asiria dijeran que Dios les había dicho que fueran en contra de Jerusalén (lo cual era cierto). Isaías confirmó esto, llamando a Asiria “la vara del furor de Dios” (Is. 10:5-6). Más adelante, el gobernante de los babilonios, el rey Nabucodonosor, fue usado por Dios para juzgar y castigar a Su pueblo. El Señor dice en Jeremías 25:9: “He aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré

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contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua”. Hace muchos años tuve una experiencia cuando mi esposa y yo estábamos clamando a Dios que nos hablara. Él dijo que iba a hablarnos en la siguiente ciudad. También nos dijo que no miráramos el vaso que Él iba a usar. Fuimos a la siguiente ciudad, a una iglesia en donde el pastor tenía un fuerte manto profético, y estábamos seguros que Dios nos hablaría por medio de él. Justo antes del servicio, conocimos a un hombre que me incomodó con sus extrañas doctrinas. Durante el servicio, estábamos sentados al frente mientras el piadoso pastor predicaba. Me preguntaba cuándo se levantaría y nos profetizaría. Hubo un momento de alabanza y de pronto hubo un disturbio atrás. Alguien movía sillas para salir y llegar al frente. ¡Era el mismo hombre que me había incomodado con sus extrañas doctrinas! Para mi horror, impuso manos sobre nosotros y profetizó. Sin embargo, todas las palabras que profetizó eran verdad. No pasó nada más. Nos fuimos a dormir, preguntándonos cuando iba a profetizar el pastor. En la mañana, el Señor me despertó y dijo: “¿No dije que iba a hablarles y que no debían mirar el vaso? Ese fue el vaso que Yo escogí.” Tuve que humillarme rápidamente y tratar de recordar lo que el hombre había dicho.

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No pelee las batallas equivocadas Es muy importante mantener nuestros oídos abiertos al Señor, aun cuando pensamos que es imposible que Dios use a una persona en particular para hablarnos. Esto nos mantendrá alejados de envolvernos en batallas que no son del Señor. Debemos ser muy cuidadosos para reconocer contra quién peleamos. ¿Estamos peleando en contra hombres o en contra Dios? La Biblia dice que Josías no prestó atención a las palabras de Necao, y éstas venían de la boca de Dios. Es una triste verdad que, a menudo, cuando Dios habla no escuchamos. En una ocasión, Dios me advirtió de no pelear una batalla en particular. Había recibido una llamada telefónica de un pastor que me dijo que alguien de su congregación había tenido un sueño relacionado conmigo. En ese sueño, yo iba en un vehículo por un camino, y allí había un cachorro de oso herido. Siendo pastor, yo quería salir y ayudar al osezno, pero todos los que iban en el carro me recordaron que había una madre osa y que si llegaba a interponerme en medio del cachorro y de la madre, estaría en problemas. En el sueño, respondí que Dios iba a hacerse cargo de la situación. Cuando salí y puse mis brazos alrededor del osezno para cuidarlo, la madre llegó y me despedazó. La interpretación del sueño fue que yo iba a ayudar a alguien a quien no debería ayudar. Después de orar, el Señor me reveló una situación. Tenía que apartarme y quitar mis manos de ese caso en particular. Agradecí a Dios por Su

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gracia, sin la cual yo habría quedado hecho pedazos. La situación se veía tan bien, y yo solamente iba a ayudar a alguien. Sin embargo, la voluntad de Dios no era que yo ayudara, sino dejara a esa persona a Su cuidado. Si yo hubiese pasado por alto la advertencia y hubiese tocado a esa persona, me habría enfrentado a una fuerza contra la cual no habría podido pelear. Dios no hubiese estado conmigo, porque no era Su voluntad.

Lecciones de la vida de Josías El Señor ha dicho que debemos tener mucho cuidado en lo referente a las batallas. No debemos enfrentarnos contra alguien a quien Dios ha levantado. Dios estaba con el faraón Necao; por lo tanto, Josías no debió haberlo tocado. Josías no escuchó lo que el Señor le hablaba a través del faraón Necao. Se involucró en la batalla equivocada y, como resultado, murió en el valle de Meguido, el cual es Armagedón. Leemos en 2 Crónicas 35:24: “Entonces sus siervos lo sacaron de aquel carro, y lo pusieron en un segundo carro que tenía, y lo llevaron a Jerusalén, donde murió; y lo sepultaron en los sepulcros de sus padres. Y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías”. El hecho que Josías fuera sacado del primer carro y colocado en el segundo, es una señal que él había sido degradado en el reino de los cielos. Josías había perdido el supremo llamamiento de Dios y no recibió lo mejor del Señor para él, por cuanto su vida terminó prematuramente. Teniendo en mente que la Biblia fue escrita por la Deidad, 2 Crónicas 35:25 es un versículo muy interesante: “Y

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Jeremías endechó en memoria de Josías. Todos los cantores y cantoras recitan esas lamentaciones sobre Josías hasta hoy; y las tomaron por norma para endechar en Israel, las cuales están escritas en el libro de Lamentos”. El libro de Lamentaciones fue compilado después de la caída de Jerusalén, y se basó en el error de Josías de no prestar atención a la voz de Dios. En los tiempos del fin, aparentemente los santos reunirán ejércitos para pelear en contra del Anticristo. Sin embargo, no debemos estar en ninguno de esos ejércitos, porque Dios dice que el Anticristo prevalecerá por tres años y medio (ref. Dn. 7:25, Ap. 13:7). Debemos ser cautelosos y darnos cuenta que los caminos de Dios no son nuestros caminos. Sus caminos son más altos que los nuestros, tal como los cielos son más altos que la tierra (Is. 55:9). Debemos caminar en humildad y escuchar lo que Dios dice; y también escuchar a cualquiera a través del cual Él escoja hablar. Cuando somos jóvenes y llamados por Dios, vienen las pruebas para ver si vamos a seguir a Dios o no. Después hay pruebas en la mitad de nuestra vida, cuando somos escogidos por Dios, como fue el caso del rey David. También hay pruebas al final de la vida, para ver si somos encontrados fieles. El Señor desea saber si lo estamos siguiendo de todo corazón, caminando humildemente y escuchando Su voz. Josías tenía un corazón tierno, y caminó muy cerca de Dios en sus primeros años. Él fue usado para traer un gran

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avivamiento y, aun así, al acercarse a sus últimos años, no continuó dependiendo humildemente en Dios. Estamos en una carrera, una carrera en la que se debe correr con más fuerza al final. Todas nuestras energías deben concentrarse en el final de la carrera. Muchos de los reyes de Judá, tales como Asa, Usías, Ezequías y Josías, hicieron lo bueno al principio, pero su corazón se exaltó al hacerse poderosos. La historia de Josías, en 2 Crónicas 35:27 dice: “Y sus hechos, primeros y postreros, he aquí están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá.”. Queremos que nuestras últimas obras sean mejores que las primeras. Lamentablemente, con Josías sucedió lo contrario. Su última acción cortó su vida y lo que Dios había ordenado para él. Cuando estemos ante el trono de juicio de Dios, tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho y de si dimos en el blanco o no. En ese momento, no vamos a querer haber realizado menos que lo mejor para Dios. No queremos ir en el segundo carro, sino en el primero. Lo triste es que los cuatro reyes que sucedieron a Josías, todos fueron malos. Tal vez, si Josías hubiera vivido, la historia hubiera sido diferente. Nunca lo sabremos, porque no escuchó la voz de Dios en su tiempo. El avivamiento está por venir. ¡Tenemos razón de regocijarnos grandemente, porque Dios se manifestará de una forma maravillosa! Sin embargo, cuando el

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avivamiento venga, que Dios permita que caminemos apaciblemente ante Él, que seamos guiados por el Espíritu y que le demos a Él la gloria por lo que ha hecho. Si hacemos estas tres cosas, el avivamiento no nos destruirá.

VIII PARTE El Reino Desaparece

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LOS ÚLTIMOS CUATRO REYES DE JUDÁ Introducción Estos cuatro reyes eran descendientes de uno de los hombres más justos que jamás han vivido: Josías, rey de Judá. Sin embargo, fueron los responsables del declive final y de la caída de la monarquía en ese tiempo. -

Joacaz: fue hijo de Josías, y tenía 23 años cuando comenzó a reinar. Debió haber nacido cuando su padre tenía solamente 16 años; el nombre de su madre fue Hamutal.

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Joacim (o Eliaquim): el faraón Necao reemplazó a Joacaz por Eliaquim, otro hijo de Josías (llamándolo Joacim). Tenía 25 años; por lo tanto, cuando nació, Josías no pudo haber tenido más de 14 años.

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Joaquín: Joacim reinó durante 11 años, y fue reemplazado por su hijo Joaquín, quien reinó por tres meses y luego fue llevado cautivo a Babilonia. En Jeremías 22:24, Joaquín es llamado también Conías.

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Sedequías: el rey de Babilonia nombró rey a Matanías, hermano del padre de Joaquín, y le cambió el nombre a Sedequías. Sedequías tenía

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Los Reyes de Judá

21 años cuando comenzó a reinar. Josías, su padre, habría tenido cerca de 29 años cuando Sedequías nació. Su madre también fue Hamutal. Sin excepción, todos estos reyes fueron malvados y su final ciertamente fue trágico. La vida de ellos está entrelazada con la del profeta Jeremías, el fiel atalaya a quien ellos equivocadamente no siguieron. Vivieron en los días de la decadencia de la monarquía, y contribuyeron en gran manera a ese declive.

Los Últimos Cinco Reyes de Judá Josías (640 - 609 a.C.)

Joacaz (609 a.C.) (3 meses)

Joacim (Eliaquim) (609 - 598 a.C.)

Joaquín (Conías) (598 - 597 a.C.) (3 meses)

Sedequías (Matanías) (597 - 586 a.C.)

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JOACAZ El rey ungido que murió en Egipto (2 Crónicas 36:1-3; 2 Reyes 23:31-34) Al morir Josías, el pueblo de la tierra ungió como rey a Joacaz (2 Reyes 23:30). Joacaz fue el primer hijo de Josías en reinar en Jerusalén sobre Judá, el reino del sur. 2 Reyes 23:31 establece: “De veintitrés años era Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna”. Mucho fue escrito en el libro de Jeremías sobre Hamutal (vamos a estudiar sobre ella cuando lleguemos a su segundo hijo, que también llegó a ser rey). Joacaz hizo lo malo a los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que sus padres hicieron (2 Reyes 23:32). Por supuesto, estos “padres” no se refiere a Josías, sino a Amón y a Manasés, abuelo y bisabuelo respectivamente, quienes fueron verdaderamente malvados. Entonces, el faraón Necao, quien había subido a Carquemis a ayudar a los asirios en contra de los babilonios, tomó a Joacaz, lo ató en Ribla, en la tierra de Hamat y lo llevó a Egipto. Este mismo faraón había matado a Josías (su padre), quien presuntuosamente había peleado en contra de él, a pesar de la advertencia de Dios de no hacerlo (2 Cr. 35:21-22). Una de las asombrosas lecciones que debemos aprender es que el destino de Joacaz había sido establecido desde

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que era muy joven; porque Dios vio y reconoció la inclinación de su corazón hacia el mal. Por lo tanto, no se le dio oportunidad para arrepentirse. Leemos en 2 Reyes 23:34: “De veintitrés años era Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna”. Joacaz murió en la tierra de Egipto, lejos de la tierra de su heredad (Judá), y no fue sepultado con los reyes. Su parte estaba en Egipto, que habla del mundo, y su final en el infierno (Ez. 31:1-18). Ezequiel 32:18 establece claramente: “Hijo de hombre, endecha sobre la multitud de Egipto, y despéñalo a él, y a las hijas de las naciones poderosas, a lo profundo de la tierra, con los que descienden a la sepultura”. Así, de la vida de Manasés, Amón y Joacaz volvemos a aprender que Dios muestra misericordia a quien Él muestra misericordia. Sin embargo, Dios no practica Su misericordia de forma arbitraria. Él muestra misericordia a aquellos a quienes Él sabe que, usando su libre albedrío, responderán de forma favorable a Su misericordia por medio del arrepentimiento. Joacaz no fue uno de éstos. La lección para nosotros es que, como hemos leído en Eclesiastés 12:1 13-14, “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento… El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.

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JOACIM El rey que despreció la Palabra de Dios (2 Crónicas 36:4-8; 2 Reyes 23:30 a 24:6) El siguiente rey que el faraón designó en el lugar de Joacaz, fue su hermano Eliaquim, cuyo nombre fue cambiado a Joacim, como registra 2 Crónicas 36:4: “Y estableció el rey de Egipto a Eliaquim hermano de Joacaz por rey sobre Judá y Jerusalén, y le mudó el nombre en Joacim…” Vino al faraón Necao pagando tributo y puso sobre la tierra un impuesto muy alto, conforme al mandamiento del faraón. Considere el costo que tuvo la desobediencia de Josías. El faraón impuso impuestos muy altos sobre el pueblo, algo que no habría hecho si Josías no hubiera peleado en su contra. ¡Oh, la pena y carga que nos traen los pecados de nuestros antepasados! 2 Crónicas 36:5-6 dice: “Cuando comenzó a reinar Joacim era de veinticinco años, y reinó once años en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios. Y subió contra él Nabucodonosor rey de Babilonia, y lo llevó a Babilonia atado con cadenas”. Joacim tenía este testimonio (al igual que sus otros familiares): “hizo lo que era malo a los ojos de Jehová”. Por esta razón, se convirtió en siervo de Nabucodonosor por tres años. Joacim fue llevado a Babilonia con cadenas. Sobre Joacim se pronunciaron muchos juicios solemnes. Sus pecados son comparados con las buenas obras de su

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padre Josías, y se registran en los siguientes versículos: “¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo! Que dice: Edificaré para mí casa espaciosa, y salas airosas; y le abre ventanas, y la cubre de cedro, y la pinta de bermellón. ¿Reinarás, porque te rodeas de cedro? ¿No comió y bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová. Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia, y para derramar sangre inocente, y para opresión y para hacer agravio” (Jer. 22:13-17).

Joacim no tenía temor de Dios En el siguiente episodio podemos ver la raíz del problema de Joacim. El profeta Jeremías fue el fiel atalaya durante esta época. Profetizó acerca de los juicios venideros sobre Jerusalén, y Baruc escribió la profecía “en un rollo de libro” (Jer. 36:4). Este rollo fue llevado a Joacim. En Jeremías 36:21-24 leemos sobre su respuesta: “Y envió el rey a Jehudí a que tomase el rollo, el cual lo tomó del aposento de Elisama secretario, y leyó en él Jehudí a oídos del rey, y a oídos de todos los príncipes que junto al rey estaban. Y el rey estaba en la casa de invierno en el mes noveno, y había un brasero ardiendo delante de él. Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en

Joacim

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el brasero había. Y no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos el rey y todos sus siervos que oyeron todas estas palabras”. Por consiguiente, del anterior registro escritural sobre la vida de Joacim, podemos ver que era un hombre avaro que no temía al Señor ni a Sus juicios y que no respetaba Su Palabra. Aunque había estado en prisión en Babilonia, su corazón no era tierno ante Dios. Joacim trató de matar a Jeremías, pero el Señor lo escondió. Más aun, cuando el profeta Urías profetizó en contra de la ciudad, Joacim trató de matarlo. Urías huyó a Egipto, pero el rey envió hombres para que lo trajeran de regreso: “los cuales sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Joacim, el cual lo mató a espada, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo” (Jer. 26:23). Jeremías 22:18-19 dice: “Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: No lo llorarán, diciendo: ¡Ay, hermano mío! y ¡Ay, hermana! ni lo lamentarán, diciendo: ¡Ay, señor! ¡Ay, su grandeza! En sepultura de asno será enterrado, arrastrándole y echándole fuera de las puertas de Jerusalén”. El final de Joacim fue que él fue un hombre no deseado. Ninguna lamentación se pronunció por él. En lugar de eso, fue enterrado en la sepultura de un asno, arrastrándole y echándole fuera de las puertas de Jerusalén. Los versículos referentes a su bisabuelo Manasés, están ligados al juicio sobre Joacim. Luego de su encarcelamiento en Babilonia, Joacim se rebeló en contra de

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Nabucodonosor: “Pero Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas. Ciertamente vino esto contra Judá por mandato de Jehová, para quitarla de su presencia, por los pecados de Manasés, y por todo lo que él hizo; asimismo por la sangre inocente que derramó, pues llenó a Jerusalén de sangre inocente; Jehová, por tanto, no quiso perdonar” (2 Reyes 24:2-4). El Señor tuvo que destruir Jerusalén. Debido a esto, eligió a los que caminarían en los caminos de Manasés, para poder llevar a cabo Sus juicios predeterminados. Verdaderamente, Joacim cumplió con este papel. El linaje de Judá comenzó con el Rey Roboam, quien permitió que se dieran las circunstancias que cumplirían el juicio en contra de Salomón (la división del reino). Cuánto debemos orar para que podamos ser vasos usados para que se cumplan las bendiciones de Dios sobre Su pueblo y no Sus juicios. Debemos orar para que podamos ser vasos usados para que se cumplan las bendiciones de Dios sobre Su pueblo y no Sus juicios

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JOAQUÍN El rey en quien Dios no se complació (2 Crónicas 36:9-10; 2 Reyes 24:8-16, 25:27-30) Joacim fue sucedido por Joaquín, también conocido como Conías. En 2 Reyes 24:8-9 dice: “De dieciocho años era Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. El nombre de su madre fue Nehusta hija de Elnatán, de Jerusalén. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho su padre”.

La presciencia de Dios El Señor hizo declaraciones asombrosas en contra de Joaquín. Jeremías 22:24-30 dice: “Vivo yo, dice Jehová, que si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría. Te entregaré en mano de los que buscan tu vida, y en mano de aquellos cuya vista temes; sí, en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y en mano de los caldeos. Te haré llevar cautivo a ti y a tu madre que te dio a luz, a tierra ajena en que no nacisteis; y allá moriréis. Y a la tierra a la cual ellos con toda el alma anhelan volver, allá no volverán. ¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y quebrada? ¿Es un trasto que nadie estima? ¿Por qué fueron arrojados él y su generación, y echados a tierra que no habían conocido? ¡Tierra, tierra, tierra! oye palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová: Escribid lo que sucederá a este

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hombre privado de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David, ni reinar sobre Judá”. Aquí se pronuncia claramente el juicio: que Joaquín (quien solamente tenía 18 años cuando fue hecho rey, y reinó por tres meses únicamente) iría a la cautividad babilónica, donde pasaría el resto de sus días. Dios ve claramente la semilla, y sabe qué fruto producirá. Esta verdad se ve con más claridad en el caso de dos hermanos: Esaú y Jacob. El apóstol Pablo escribió acerca de ellos en Romanos 9:11-13: “(Pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. La grandeza del conocimiento de Dios no solamente abarca cómo responderá alguien en el futuro, sino que va más allá, incluyendo cómo habría uno respondido si hubiera tenido ciertas oportunidades. El Mismo Señor pudo decir con respecto al juicio eterno en Mateo 11:21-22: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras”. De igual forma, con respecto a Sodoma el Señor dijo: “Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el

Joaquín

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Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mt. 11:23-24). En los tiempos del fin Dios juzgará a las personas, comenzando con Su pueblo. Al examinar nuestras obras, el Señor mira qué hemos hecho, y la cantidad de luz que se nos ha dado. Basado en su presciencia, también toma en cuenta cómo habrían respondido otros que no recibieron la misma luz. Nosotros, que hemos recibido más luz que los santos de la antigüedad, haríamos bien en prestar atención a esto. Leemos en Lucas 12:48: “… porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá”.

Los higos buenos y los higos malos Regresando a la vida del rey Joaquín, hay otras verdades extraordinarias que debemos vislumbrar de la vida de este rey. Se encuentran en la visión de las dos cestas de higos, en Jeremías 24. En esta visión, una cesta tenía higos muy buenos y la otra tenía higos que no podían comerse. La interpretación de los higos buenos fue que éstos eran aquellos que habían sido llevados cautivos por Nabucodonosor, junto con Jeconías (Joaquín o Conías). Eran los príncipes, artesanos y herreros (Jer. 24:1). Luego, Dios dio esta promesa refiriéndose a ellos en Jeremías 24:6-7: “Porque pondré mis ojos sobre ellos para

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bien, y los volveré a esta tierra, y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón”. Aquí vemos que son los higos buenos los que son llevados al cautiverio, y son los higos malos los dejados en la tierra. De la misma manera, el cautiverio espiritual no necesariamente debe ser tomado como una señal de la desaprobación de Dios sobre nuestra vida. A menudo, el Señor lleva a Sus siervos más selectos a través del cautiverio, para que sean refinados y moldeados a Su imagen. En la vida de Joaquín, esto provocó una serie de eventos muy interesante. Lo vemos al seguirlo en su cautiverio babilónico. El relato está en Jeremías 52:31-34: “Y sucedió que en el año treinta y siete del cautiverio de Joaquín rey de Judá, en el mes duodécimo, a los veinticinco días del mes, Evil-merodac rey de Babilonia, en el año primero de su reinado, alzó la cabeza de Joaquín rey de Judá y lo sacó de la cárcel. Y habló con él amigablemente, e hizo poner su trono sobre los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia. Le hizo mudar también los vestidos de prisionero, y comía pan en la mesa del rey siempre todos los días de su vida. Y continuamente se le daba una ración de parte del rey de Babilonia, cada día durante todos los días de su vida, hasta el día de su muerte”. Es necesaria una explicación de este pasaje para que comprendamos estos eventos en la vida de Joaquín.

Joaquín

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Durante su reinado, Nabucodonosor, rey de Babilonia, tenía su corazón lleno de orgullo. En consecuencia, se cumplió la advertencia que un año antes había recibido de los vigilantes santos (un consejo de ángeles en el cielo que, bajo las órdenes de Dios, determina eventos). Fue quitado y, por siete años, le fue dado el corazón de una bestia. Durante este tiempo permaneció en el huerto del rey, en los terrenos del palacio. Su hijo, Evil-merodac, reinó durante este período. Sin embargo, reinó cruelmente, y cuando su padre recobró sus facultades, éste puso en prisión a su hijo, entre los cautivos del rey. Fue aquí donde Evil-merodac conoció a Joaquín y se hizo su amigo. Al morir Nabucodonosor, Evil-merodac recuperó el trono, después de lo cual mostró misericordia a su amigo judío. Fue, sin embargo, bondad de Dios porque, 37 años antes, Joaquín había ido voluntariamente al cautiverio babilónico junto con los buenos higos. Entre paréntesis, sus súbditos siempre lo aceptaron como rey de Judá por derecho, y el linaje de Cristo fluye a través de él. No obstante, y comparado con el fin de su sucesor, el fin de Joaquín, aunque largo y penoso, fue preferible (como veremos). Sedequías eligió no escuchar la voz de el profeta Jeremías, y rehusó someterse al yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia. La lección que aprendemos de la vida de Joaquín es que el Señor reprende a quienes ama. El Señor le dijo a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:19: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”. Tal

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reprensión puede venir en la forma de cautiverio espiritual o de otros límites que Él pone en nuestra vida. Tal como lo hizo Joaquín, al someternos a los tratos del Señor en nuestra vida en lugar de resistirlos, eventualmente participamos de Su misericordia.

“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección; Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”. Proverbios 3:11,12

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SEDEQUÍAS El rey que perdió su visión (2 Crónicas 36:11-21; 2 Reyes 24:17-20, 25:1-7) Hay mucho escrito sobre la vida del 20º y último rey de Judá. Su vida, al igual que la de sus predecesores, fue resumida en un versículo conciso: “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios, y no se humilló delante del profeta Jeremías, que le hablaba de parte de Jehová” (2 Cr. 36:12). La razón por la que hay mucho registrado sobre la vida de Sedequías, es el hecho que Jeremías tuvo muchas más ocasiones para hablar con él, que con los otros reyes que reinaron después de la muerte del piadoso rey Josías. Sedequías, el hijo de Josías, era hermano de padre y madre de Joacaz (su madre fue Hamutal), a quien faraón llevó cautivo a Egipto.

La influencia de Hamutal La importancia de esta relación materna se desarrolla en todo un capítulo (Ezequiel 19). Se refiere a esta madre que tuvo dos cachorros de león que reinaron en Judá. La madre está claramente identificada teniendo un hijo que fue llevado cautivo a Egipto y otro que fue llevado a Babilonia. Por supuesto, esta madre es Hamutal; su hijo Joacaz fue cautivo a Egipto, y Sedequías fue llevado a Babilonia en cadenas. Esta reina madre, que tenía una posición elevada entre las mujeres de esa nación llegó a

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ser, en palabras de Ezequiel, una viña derribada en tierra. Su fruto se secó y fue plantada en tierra seca y árida. Ezequiel 19:14 dice de Hamutal: “Y ha salido fuego de la vara de sus ramas, que ha consumido su fruto, y no ha quedado en ella vara fuerte para cetro de rey. Endecha es esta, y de endecha servirá”. Su vida será recordada como lamento y advertencia para todas las mujeres ambiciosas y malvadas, que buscan exaltar a sus hijos y llevarlos a hacer iniquidad para su propia exaltación.

Dios da a Judá líderes sin experiencia Retornando a nuestro estudio sobre la vida de Sedequías, notamos que tenía 21 años cuando ascendió al trono. De hecho, los últimos reyes, de Manasés en adelante, todos fueron jóvenes. Esto en sí es juicio de Dios, porque Él dijo por medio del profeta: “Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores” (Is. 3:4). Al escoger líderes, siempre es sabio ir con el hombre de mayor edad. ¿Por qué? Porque él tiene lo que la juventud no puede dar: experiencia. Otro axioma es: no puede colocar una cabeza vieja sobre hombros jóvenes. Proverbios 20:21 dice: “Los bienes que se adquieren de prisa al principio, No serán al final bendecidos”. Tanto Saúl como Salomón ascendieron rápido al trono, y ambos fueron fracasos lamentables. David, que llegó a través de mucha tribulación, triunfó al final. Por lo tanto, estos jóvenes príncipes eran una señal del inminente juicio para la nación y, lamentablemente, este fue el caso. Los príncipes no pusieron atención a todas las advertencias del piadoso profeta Jeremías.

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Sedequías

Como ya dijimos anteriormente, en estos estudios de la vida de los reyes de Judá, Dios levanta grandes testigos en tiempos de gran oscuridad. Ciertamente, ésta fue la situación en estos últimos días de monarquía. Los profetas Jeremías y Sofonías estaban en Judá, mientras Ezequiel y Daniel proclamaron fielmente la palabra de Dios desde Babilonia. Los judíos también tenían las advertencias de años pasados, especialmente por medio del piadoso Isaías. Isaías profetizó durante el tiempo de Ezequías, pero fue martirizado por su malvado hijo Manasés.

La importancia de encontrar el favor de Dios Regresando a los discursos y palabras proféticas que el Señor le dio a Sedequías a través de Jeremías, uno de los más importantes es el siguiente: “Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte. El que quedare en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de pestilencia; mas el que saliere y se pasare a los caldeos que os tienen sitiados, vivirá, y su vida le será por despojo” (Jer. 21:8-9). El rey anterior, Joaquín, salió a los caldeos, y su vida fue preservada junto con todos los que estaban con él, pero Sedequías escogió otra cosa. Esto fue de acuerdo a la palabra de Jehová que Él había hablado en Jeremías 21:7: “Después, dice Jehová, entregaré a Sedequías rey de Judá, a sus criados, al pueblo y a los que queden de la pestilencia, de la espada y del hambre en la ciudad, en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, en mano de sus enemigos y de los que buscan sus vidas, y él los

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herirá a filo de espada; no los perdonará, ni tendrá compasión de ellos, ni tendrá de ellos misericordia”. Fue Dios Quien determinó que no se le mostraría ninguna misericordia a Sedequías. Así, Dios endureció el corazón de Sedequías para que el rey no hiciera la elección correcta. Es importante que, de forma personal, nos demos cuenta que tenemos que encontrar favor a los ojos de Dios, para poder recibir gracia para hacer las elecciones correctas en esta vida. Debido a sus malos caminos, Dios determinó que Sedequías y sus seguidores fueran al cautiverio: “Y como los higos malos, que de malos no se pueden comer, así ha dicho Jehová, pondré a Sedequías rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén que quedó en esta tierra, y a los que moran en la tierra de Egipto. Y los daré por escarnio y por mal a todos los reinos de la tierra; por infamia, por ejemplo, por refrán y por maldición a todos los lugares adonde yo los arroje. Y enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres” (Jer. 24:8-10). Este principio también está claramente mostrado en Jeremías 27:5-11, donde el Señor deja claro que Él creó la tierra, el hombre y la bestia, y Él los da a quien Él quiere. Para ese tiempo, Él había determinado entregar todas las naciones en manos de Nabucodonosor. Dios iba a permitir que permanecieran en sus tierras las naciones que pusieran su cuello bajo el yugo de Babilonia. Después, Él le repitió a Sedequías que también traería su

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cuello bajo el rey de Babilonia. Aunque Sedequías y los habitantes de Jerusalén iban a vivir, no iban a encontrar favor para tomar la decisión correcta. En la tierra también hubo muchos falsos profetas que declaraban que el yugo de Babilonia sería quebrantado, dando falsas esperanzas a los habitantes de Judá y Jerusalén. Por ejemplo, vemos que Hananías, el hijo del profeta Azur, había estado engañando al pueblo al decirles: “… Así ha dicho Jehová: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años…” (Jer. 28:11). En respuesta, el profeta Jeremías dio palabra de Jehová con respecto a esta profecía diciendo: “… Ahora oye, Hananías: Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo” (Jer. 28:15). Así, hubo confusión. Respecto a Sedequías, él fue un gobernante débil. Sedequías dijo a los príncipes que querían matar a Jeremías: “He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros” (Jer. 38:5). Sin embargo, después el rey le perdonó la vida a Jeremías, cuando se enteró que Jeremías estaba sumido en el cieno de la cárcel. Sin embargo, en una ocasión anterior, Sedequías puso a Jeremías en prisión porque había dicho que el rey iba a ser llevado a Babilonia. No obstante, el Señor tuvo compasión de Sedequías, al decir en Jeremías 34:3-5: “Y no escaparás tú de su mano, sino que ciertamente serás apresado, y en su mano serás entregado; y tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia,

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y te hablará boca a boca, y en Babilonia entrarás. Con todo eso, oye palabra de Jehová, Sedequías rey de Judá: Así ha dicho Jehová acerca de ti: No morirás a espada. En paz morirás, y así como quemaron especias por tus padres, los reyes primeros que fueron antes de ti, las quemarán por ti, y te endecharán, diciendo, ¡Ay, señor! Porque yo he hablado la palabra, dice Jehová”. Su vida fue preservada porque él había preservado la vida del profeta. El fin del asunto fue que el rey de Babilonia mató a los hijos de Sedequías delante de sus ojos y después le sacó los ojos a Sedequías. Ciego, fue llevado cautivo a Babilonia, donde murió. Este castigo simbolizó el estado espiritual de Sedequías: ciego espiritualmente, como la iglesia de Laodicea. Tristemente, este último monarca es una solemne advertencia para la Iglesia en estos últimos tiempos. El Señor le dijo a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:1719: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”. Prestemos atención a la advertencia de nuestro Señor de ungir nuestros ojos (por el Espíritu Santo), para que podamos ver y comprender los caminos de Dios y caminar en ellos.

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CONCLUSIÓN ¿Qué lecciones podemos aprender del estudio de los reyes? Principalmente, que la justicia exalta a un hombre o a una nación, mientras que el pecado los degrada. Si tenemos el cuidado de vivir la vida que profesamos creer, vamos a encontrar favor a los ojos de Dios, porque Él gobierna en los asuntos del hombre, aquí en la tierra como en el cielo. Por lo tanto, debemos pasar nuestra vida en la tierra buscando a Dios. En el caso de Josías, leemos: “¿No comió y bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová” (Jer. 22:15-16). Clamemos a Dios para que nuestro fin sea mucho mejor que nuestros primeros años. Como ministros tenemos una enorme responsabilidad. Si vamos a estar en el consejo de Dios y hacer que la gente escuche Sus palabras, entonces ellos se volverán del mal camino y de la maldad de sus obras (Jer. 23:22). Prestemos atención a esta piadosa advertencia. Somos llamados a ser reyes y sacerdotes, gobernando en esta vida por medio del Señor Jesucristo, ofreciendo a Él nuestra vida en olor grato. Por la gracia de Dios, ¡queremos ser preciados hijos e hijas de Sion, que saldrán tan puros como el oro!

BIBLIOGRAFÍA - La Santa Biblia, versión Reina-Valera en su revisión de 1960. - http://www.brainyquote.com/ - http://www.valleychristiancenter.org/Biblical.html - http://www.wiseoldsayings.com/wosdirectory.htm

Libros por el Dr. Brian J. Bailey Comentarios sobre los libros de la Biblia Génesis: El libro de los orígenes Fiestas y Ofrendas, el libro de Levítico Rut: La novia gentil de Cristo Las tres casas de Esther Salmos I: Capítulos 1-50 Salmos II: Capítulos 51-100 Salmos III: Capítulos 101-150 El libro de lamentaciones El carro del trono de Dios: Una exposición del libro de Ezequiel Daniel Profetas Menores I: La restauración de los caídos (Oseas) Profetas Menores II: Joel – Sofonías Profetas Menores III: Hageo – Zacarías El Evangelio de Mateo El Evangelio de Juan El Evangelio de Lucas Romanos: Más que vencedores Soldados de Cristo: Una exposición de la epístola de Pablo a los Efesios Dando en el blanco: Una exposición de la epístola a los Filipenses Colosenses y Filemón: La Senda de la Santidad Hebreos: Detrás del velo La Era de la Restauración Las dos Sabidurías: La epístola de Santiago Las Epístolas de Juan Apocalipsis

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Para obtener más información o ejemplares adicionales, diríjase a: Los EE. UU. Zion Fellowship International PO Box 70 Waverly, NY 14892 Tel: (607) 565-2801 Fax: (607)565-3329 www.zionfellowship.org [email protected] [email protected] México Instituto Sion A.C. Presa las Julianas #49 San Juan Totoltepec Naucalpan, Edo. de México CP 53270 MEXICO Tel/Fax: (55) 2640-8849 Email [email protected] Guatemala Instituto Bíblico Jesucristo Apartado Postal 910-A Guatemala, Centroamérica Tels: 5219-0444 y 45 E-mail: [email protected] [email protected], [email protected] Página web: www.ibj-guatemala.org EL SALVADOR Para la edificación Publicaciones Urb. Buenos Aires 1 Av. San Carlos #131 San Salvador, El Salvador C.A. Tel: 503 2226-8845 Fax: 503 2235-1156 [email protected] HONDURAS Instituto Bíblico Jesucristo 31 Calle entre 1a y 2a Avenida Entre Juzgados y el Centro Médico Col. La Granja, Tegucigalpa Honduras, Centro América Tel: (504) 225-6649 e-mail: [email protected]

COSTA RICA Ministerio Cristiano Sion 2377-3000 Heredia, Costa Rica, C.A. Tel: (506) 387-0681 Email [email protected] BOLIVIA Instituto Bíblico Sion Casilla 4252 Cochabamba BOLIVIA Tel: (591) 4 448-7562 [email protected]

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PARAGUAY Instituto Ministerial Sion Paraguay Teniente Riquelme 369 esquina Carios Asunción, Paraguay. Tel: 595 (021) 558-766 [email protected]