DISCURSO DESPEDIDA ALUMNOS CURSO 2011-2012

2 Así que, le empecé a dar vueltas, y teniendo en cuenta que no podía caer en el autoplagio, y tampoco presentar una idea brillante, al menos con esa ...

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DISCURSO DESPEDIDA ALUMNOS CURSO 2011-2012 No hace ni 3 años que me había situado en esta misma tribuna para rendir homenaje a nuestros queridos alumnos de 2º de bachillerato y así poder despedirme de ellos en nombre de todos los profesores que habían tenido la oportunidad de aportar su pequeño grano de arena en ese último trance, y como se puede comprobar aquí me encuentro otra vez. Sinceramente pensaba que tardaría un buen tiempo en disfrutar nuevamente de esta grata experiencia. Pero del mismo modo que hace tres años un viejo amigo me pidió el favor, la historia que ya sabemos es cíclica, se repite. Y en este caso solamente puse una condición: “Querida Carmen, si se me ocurre algo ya te cuento…” . Y ese era el problema: Hace dos años felicite efusivamente a mi compañero Álvaro, (mira por donde al final hemos acabado los dos aquí arriba), profesor de Lengua y Literatura, por un discurso de despedida en el que en algo parecido a una transformance con claros toques teatrales (no se le puede negar de donde viene), teñido de fino humor e ironía, captó la atención del respetable, haciendo olvidar el discurso del año anterior. El pasado curso el Sr Ballesta, tomaba la palabra, y del mismo modo, de forma absolutamente genial, construyó un discurso en el que desde My fair Lady, Pinocho y la mitología clásica a través del mito de Pigmalión y Galatea se rendía homenaje, y de manera muy cercana, hasta cierto punto cariñosa, a los alumnos que se despedían.

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Así que, le empecé a dar vueltas, y teniendo en cuenta que no podía caer en el autoplagio, y tampoco presentar una idea brillante, al menos con esa carga intelectual propia de los hijos de la cultura clásica, debía ser original y aunque reconozco que tuve la tentación de buscar en google “famosas frases de la historia”, finalmente y de repente, igual que hace 3 años la solución se me presentó justó delante de mi. Revisando el último tema en la clase de Historia se me ocurrió una idea (ya veremos si buena o pésima al final) para realizar el discurso. Durante todo el año mis alumnos han descubierto que en realidad como extensión natural de mi cuerpo tengo un pequeño ordenador, y que mi aparato fonador en realidad acompaña a una presentación en power point, de la cual me retroalimento. Es más, homenajeando al mismísimo Quevedo con aquel soneto a su archifamoso enemigo y rival Góngora: “Erase un profesor a una pizarra digital pegado”… Ese iba a ser mi discurso, mi última presentación. Unas últimas diapositivas en las que por primera vez no había que aprenderse fechas, personajes, leyes, artículos, constituciones, batallas o textos, solamente pondría ante vuestros ojos el tema más importante: vosotros y vuestra experiencia vital a lo largo de éste último año, del cual nosotros, los profesores somos parte inseparable. Además tenía claro que la única manera de hacerlo era autoparodiándome: sentido del humor e ironía como la “sal y la pimienta necesarias” para hacer más llevadero este momento.

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Por eso, y sin que sirva de precedente, a partir de ahora el discurso es fruto de la estrecha colaboración de dos departamentos, el de geografía e historia y el de informática, que han unido recursos para desarrollar tan peregrina idea. Así que allá va: voy a comenzar con lo que ha sido mi rutina los últimos 9 meses cada vez que entraba en el aula: Click Último tema: Un final anunciado Cronología: Curso académico 2011-2012 Subdividido en los siguientes períodos: El comienzo, ¿dónde estoy?: septiembre-diciembre de 2011. Período de transición, ¿ésto lo arreglo? : enero-marzo 2012. El final, hasta aquí hemos llegado: abril-mayo 2012.

Marco geográfico: IES Gabriel Miró, especialmente edificio comúnmente llamado “Extensión”, aulario principal y aledaños (aulas varias y otros recovecos nada recomendables para el estudio pero especialmente tentadores para nuestros alumnos y alumnas, este último año).

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Contenidos a desarrollar: conocer y analizar la evolución de una serie de hechos y acontecimientos que han dado como resultado el momento presente en el que nos encontramos.

Se trata pues de plantearnos y responder dos preguntas que cualquier historiador se hace a la hora de estudiar un hecho histórico: ¿Cómo se ha llegado?, ¿cuáles han sido las causas que lo han provocado? Y en segundo lugar, las consecuencias de futuro, ¿qué repercusión tendrá en el devenir de acontecimientos posteriores?

El comienzo del curso El comienzo del curso viene marcado por las expectativas, los temores y cierta ilusión de divisar en el horizonte el final del camino. Los profesores con frases lapidarias del tipo “Esto es 2º de bachillerato así que se han acabado las…”, “El tiempo pasa muy deprisa y cuando menos lo esperéis estaremos en mayo”, o “Nuestro objetivo el presente curso es garantizaros la formación que os permita enfrentaros con éxito a la prueba de acceso a la universidad”… Ejemplos claros de que los profesores pretenden meter miedo en el cuerpo, que por otro lado, con vuestro habitual escepticismo, no tiene demasiado éxito, más bien creo que el pánico, rápidamente, cambia de bando.

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Más lo tiene cuando todo aquello que va inundando las clases empieza a amontonarse en vuestro cerebro: el primer problema de física aplicada o de formulación química, el primer mapa, el primer comentario artístico, las traducciones de latín, los primeros protagonistas de nuestra historia… y todo ello aderezado con un típico comentario por nuestra parte: “Cómo vistéis el año pasado…” Si claro que lo vistéis otra cosa es que lo recordéis… (no se quién ha podido decir tal cosa).

Y es en este punto donde uno comienza a darse cuenta dónde se encuentra, situación que se confirma con los exámenes de diciembre y unos resultados, vamos a decir “inquietantes”. La pregunta que suele acompañar este momento es conocida: ¿cuándo se hace la recuperación?

Período de transición. Los meses de enero a marzo, son vuestra particular travesía del desierto. Hay que recuperar tiempo perdido, afianzar conocimientos e iniciar un camino ya de bajada que desembocará en el final del curso. Mientras tanto los profesores y el día a día son imparables: prácticas de laboratorio, análisis sintáctico, diseño web, el estudio del renacimiento, la restauración, más logaritmos matemáticos… Recorrido que culmina con unos resultados que en muchos casos suponen la confirmación de una trayectoria bien marcada y en otros el encendido de las luces de alarma: tengo dos meses para sacar esto como sea.

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El final ha llegado. Lo que parecía una quimera, una realidad lejana en el tiempo finalmente se ha producido. El curso se acaba, un último empujón por parte de todos nos lleva al final del curso. Un final, que como cualquier historia, película o novela con argumento perfectamente hilvanado ha seguido un increscendo cuyo resultado último ha sido el climax alcanzado en estos pasados días. Ha habido, tensión, horas de sueño perdidas, y cierta angustia que al final se ha resuelto, en función de lo que cada uno de vosotros haya sembrado en los 9 meses anteriores. Y ahora por supuesto es el momento de plantearse un interrogante recurrente y necesario: ¿qué habéis conseguido? Por una parte y de forma obvia: este es vuestro momento. La graduación pone punto y final a vuestra trayectoria en el Gabriel Miró. Habéis alcanzado un objetivo establecido al principio del curso: el encontraros aquí y ahora significa haber dado el paso necesario para continuar en vuestra formación. Ahora poseéis un conjunto de conocimientos, de herramientas, de instrumentos que os servirán en primer lugar, para superar vuestro próximo reto, dentro de unos días, pero por supuesto, para algo más, nada más ni nada menos que para entender y conocer el mundo que os rodea: desde el lenguaje matemático al lenguaje literario, de la expresión en distintas lenguas a la evolución del pensamiento occidental, de la investigación científica al estudio de la sensibilidad artística, o desde el acercamiento a nuestro pasado como país a la compleja realidad económica actual.

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Y es aquí donde es necesario reconocer la labor de aquellos que han estado junto a vosotros en este camino. Esa tarea ardua, complicada, exigente y comprometida de los profesores y profesoras que a lo largo de de este curso, con sus defectos, sus manías y errores os han ayudado. De hecho creo que del mismo modo que nuestra labor debe ser reconocida ésta debe ir acompañada de nuestra propia reflexión y autocrítica y huir por supuesto, de la autocomplacencia. Preguntarnos si hemos hecho las cosas bien, o si podíamos haberlas hecho de otro modo, son interrogantes pertinentes y oportunos cuando los profesores hacemos balance al final del curso. En todo caso, el resultado final no es solamente fruto de nuestro trabajo en el último año, sino que es necesario destacar el que desarrollaron con vosotros, hace ya seis años, los maestros y maestras, profesores y profesoras que os acogieron en vuestra llegada al centro. Fueron ellos los que os guiaron, animaron y motivaron cuando aterrizasteis en el instituto, y distéis ese primer gran salto en vuestra vida escolar y académica. Por eso, desde aquí quiero reconocer públicamente el trabajo que nuestros compañeros de ese momento tan importante realizaron con vosotros y hoy en día hacen para las futuras promociones.

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Vosotros sois ejemplo de un éxito compartido, de una escuela, de una enseñanza y de un modelo educativo, el de la educación pública, en absoluto perfecta, evidentemente mejorable, pero que da resultados cuando todos los elementos que la componen (profesores, padres y alumnos) unen esfuerzos para conseguir un fin, e incluso, con cierta ironía añadiría yo, aun no dándose esta conjunción de voluntades y supliendo con entrega e imaginación las carencias, trabas y deficiencias a las que podamos enfrentarnos, especialmente por parte de aquellos que más deberían hacer por defender, valorar y potenciar nuestro modelo de enseñanza.

El trabajo del docente, del maestro, de la profesora… es posiblemente uno de los más vocacionales que conozco, y ello significa la voluntad de servicio público, de ayuda a nuestros alumnos y de compromiso con la sociedad a la que servimos. Durante 9 meses se ha construido una vinculación muy estrecha y cómplice entre profesores y alumnos basada en un valor que debe primar por encima de muchos, y que en más de una ocasión se olvida: el respeto y la valoración de aquel que está no sin otro objetivo que vuestro éxito. Por ello es de lo más gratificante cuando se nos reconoce dicha labor, y absolutamente desmoralizador cuando ocurre al contrario.

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Pero, ¿os lleváis algo más? sin ser poco lo que acabo de señalar anteriormente. Me refiero, por supuesto, a una serie de aprendizajes que van más allá del dato, la fórmula o el texto. Me refiero a otras aportaciones, y no solamente durante él último año, que han ido calando en vosotros. Los valores que os han llevado hasta aquí, y que sin los cuales difícilmente hubieseis tenido éxito: la determinación, el esfuerzo, quizás incluso sacrificio, y la responsabilidad. En los durísimos tiempos en los que nos encontramos, esos valores son los únicos que os permitirán alcanzar vuestras metas. Y no os engañéis: no hay otros, no hay camino fácil, no hay atajos.

Hoy en día tenéis, tenemos el derecho de no aceptar las cosas tal como son, de indignaros, de indignarnos contra una realidad difícilmente justificable. Pero también creo que parafraseando una de las más famosas frases del pasado siglo XX: “Ha llegado el momento de que os plantéis no tanto qué pueden hacer los demás por vosotros, sino que podéis hacer por vosotros mismos”.

Aquí es donde comenzamos a contestar a la segunda premisa histórica, sobre las consecuencias, la capacidad de influir en el futuro de un hecho histórico, en vuestro futuro.

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Me gustaría transmitir un mensaje de optimismo, pero creo que ha llegado el momento del realismo, que no del pesimismo. Vivimos y vais a vivir una época, histórica me atrevería a decir, en los que se os va a exigir el máximo de vuestras posibilidades, en dónde vais a tener que dar lo mejor de vosotros mismos. Y ahí es donde entra lo que debe ser vuestro leit motiv siempre. La perseverancia, el trabajo bien hecho y la constancia son las únicas herramientas que os permitirán alcanzar vuestras metas. Y no os puedo disimular o maquillar el actual momento en el que nos encontramos: serán insuficientes sino os exprimís, sino os vaciáis en cada reto u obstáculo al que os enfrentéis. Y eso significa poder responder siempre afirmativamente a unas simples preguntas: ¿He hecho todo lo que podía hacer?, ¿Me he esforzado al máximo de mis posibilidades? ¿He sido responsable y coherente con mis convicciones? ¿He actuado según mi criterio? Cuando salgáis de la que ha sido vuestra casa durante estos 6 años, os enfrentareis a una realidad, independientemente del camino que eligáis, repleta de situaciones que os obligaran a tomar decisiones que os exigirán tomar partido. El tiempo del camino sencillo, de la indecisión y del dejarse llevar ha acabado. Se acabó el tiempo de no pensar por uno mismo, de no ser críticos, de las posturas cómodas y de no correr riesgos. Más bien al contrario para vosotros ha llegado el momento del trabajo duro, del compromiso y de aceptar los costes que se deben asumir para alcanzar un objetivo. Eso es madurar, eso es crecer, eso es convertirse en ciudadanos y ciudadanas de una sociedad, de un país con futuro.

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Para finalizar, y aunque me dije que no quería acabar de manera grandilocuente gracias a lo dicho por algún personaje histórico, más o menos conocido, me temo que tal como dijo Oscar Wilde “la mejor manera de huir de una tentación es cayendo en ella”, eso es precisamente lo que voy a hacer. Hace unos días un compañero y gran amigo me mostró un compendio de geniales frases de uno de los hombres de estado más relevantes e influyentes del pasado siglo XX, el británico Winston Churchill, y no puedo dejar pasar la oportunidad de transmitiros uno de sus pensamientos: “El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”. Su mensaje es preciso y aleccionador: el camino hacia lo que cada uno entienda su éxito particular, no es fácil y estará lleno de momentos de fracaso y de desmoralización. Solamente aquellos que los superen, y aprendan de cada una de esas situaciones, casi de desesperación, alcanzarán la meta que se hayan fijado.

Por todo ello y pese a todo, el único, casi válido consejo que os puede dar, éste que ha sido vuestro profesor y en nombre de todos aquellos a los que represento en este día, es el de “No os rindáis nunca”. Muchas gracias y buena suerte

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