Unidad 3: literatura americana: romantismo y modernismo. Introducción. En esta unidad se aprende a reconocer y diferenciar las características del romanticismo y del modernismo americanos. La elaboración de ensayos y comentarios sobre este período se verá apoyada por los temas gramaticales, ortográficos y de redacción propuestos en los otros dos componentes de la unidad
Literatura. Objetivos: Que el alumno o la alumna pueda: 1. Reconocer y diferenciar las principales características del romanticismo y el modernismo de América. 2. Crecer en hábito, sensibilidad y gusto por la lectura de obras de este periodo y descubrir cómo, además, nos permiten conocer diversos aspectos de la realidad latinoamericana contemporánea. 3. Crecer en habilidad para analizar textos literarios del periodo y para sistematizar el producto en comentarios y composiciones elaborados con sentido de creatividad y buen uso del idioma.
Contenidos 1. El romanticismo en América. 2. El modernismo hispanoamericano.
1. El romanticismo en América. Las jóvenes repúblicas latinoamericanas.
Latinoamérica es, en sentido amplio, todo el territorio americano al sur de Estados Unidos. En sentido más estricto comprende todos los países que fueron colonias de España, Portugal y Francia. Dado que los idiomas de estos países provienen del latín, el término Latinoamérica ha servido para designar a las naciones que fueron sus colonias en el Nuevo Mundo. Las repúblicas latinoamericanas son relativamente jóvenes (América fue descubierta en 1492). Entre las nuevas tierras conquistadas, el principal elemento unificador en cuanto a organización fue la Iglesia católica. A través del clero la población indígena adquirió una nueva religión, a la vez que se les construía hospitales y otras instituciones caritativas. Tanto españoles como portugueses se mezclaron con los aborígenes, dando lugar a una nueva raza: los mestizos. Pasado algún tiempo, en el siglo XIX, Latinoamérica busca su independencia. La filosofía de la Ilustración y la difusión de las ideas liberales tuvieron gran influencia sobre las clases altas de las colonias, pero fue la invasión napoleónica (1807-1808) de la península Ibérica (España y Portugal) la que actualizó las ideas de independencia de Latinoamérica. Hacia 1825, toda la América española, excepto Cuba y Puerto Rico, se había independizado de la metrópoli, dando lugar a la proclamación de repúblicas criollas. Nacen así las repúblicas latinoamericanas
independientes. Pero con la independencia no se acaban las penas: la población rural continuaría viviendo en la más profunda pobreza y opresión.
Entre conservadores y liberales. Al hablar de conservadores, estamos hablando de personas que buscan mantener las condiciones o estado de cosas. Por su parte los liberales buscan el cambio social, el progreso y avance hacia nuevos derroteros. En distintos tiempos y en distintas regiones, han surgido movimientos liberales que terminan enfrentándose, casi siempre violentamente, con los grupos conservadores que se aferran al continuismo del estado de cosas. Tanto los conservadores como los liberales pueden ser moderados o radicales. El liberalismo surgido en el siglo XIX tendía al conservadurismo en el ámbito sociopolítico en tanto que sus programas económicos favorecieron el surgimiento y desarrollo de las clases medias y trabajadoras urbanas; mientras que la población rural continuaba viviendo en la más profunda pobreza y opresión. Las marcadas diferencias entre las condiciones de vida de la población urbana y la población rural siguen vigentes hasta nuestros días, de manera que puede decirse que hemos vivido en una especie de civilización versus barbarie. La población urbana sigue gozando, relativamente, de mejores e inmediatas prestaciones sociales: salud, medicina, transporte... Pero la población rural sigue en el olvido. Estas condiciones hicieron surgir movimientos revolucionarios en el siglo XX. En cuanto a la nueva literatura que estaba surgiendo en Latinoamérica, adquirió dos modalidades principales. Tenemos por una parte el Romanticismo social, que tenía como base las ideas del liberalismo surgidas de la Revolución Francesa. Estos escritores defendían la democracia y se preocupan por una América próspera y libre de tiranos. Por otra parte está el Romanticismo sentimental. Los escritores de esta corriente no se preocupan por los asuntos políticos ni por las luchas entre grupos sociales. Ellos buscan conmover al lector por medio de los sentimientos provocados por la poesía lírica subjetiva.
Principales
manifestaciones
románticas
del
siglo
XIX
americano.
Conseguida la independencia política, se hace necesario conseguir la independencia intelectual. Muchos se lanzan en esta búsqueda, principalmente en los géneros de poesía, novela y teatro. Varios fueron los escritores románticos surgidos en aquellos tiempos. Podemos mencionar a Domingo Faustino Sarmiento, Esteban Echeverría, Ricardo Palma, José Hernández y a Juan Zorrilla de San Martín. El argentino Domingo Faustino Sarmiento escribe Facundo o civilización y barbarie. Es su obra más destacada, y en ella cuenta la vida del caudillo Facundo Quiroga. En esta obra el autor analiza la dualidad existente entre la ciudad, que es un foco de civilización, y el campo, cuya incultura facilita la dictadura de los caudillos. Encontramos en esta obra descripciones de la pampa y de los hombres que habitan en ella: el gaucho, el baqueano, el rastreador... En resumen, la obra sostiene que el problema básico de Latinoamérica es la gran diferencia existente entre su estado primitivo y las influencias europeas. También de Argentina es Esteban Echeverría. Fue este escritor el encargado de introducir el romanticismo en su patria. Su obra poética comprende poesías líricas como Los consuelos (1834) y Rimas (1837), narraciones en verso como Elvira o la novia del Plata (1832)
y La cautiva. Sólo dejó un relato, El matadero (hacia 1838), que se considera el fundamento del realismo suramericano. En El matadero se bosqueja el enfrentamiento entre civilización y barbarie. El mismo término hace referencia a un lugar en el que se sacrifican animales. Los personajes de la obra son mulatos, gauchos, negros... Y el ambiente es marginal, donde los personajes son criaturas feas, violentas, sucias, ignorantes, agresivas, que se imponen por la fuerza bruta. Pero en el joven Unitario encontramos cultura, y representa, por lo mismo, la civilización. El peruano Ricardo Palma es la mayor figura del tardío romanticismo peruano. El, con otros jóvenes, se encarga de introducir el romanticismo en Perú. Este escritor nos proporciona su obra Tradiciones peruanas. Esta obra es un vehículo ideal para la reconstrucción del pasado histórico, sobre todo la atmósfera legendaria de la colonia, que el autor retrata en pequeñas narraciones que crean una imagen muy sugestiva. El ingenio, el brillo, la gracia, la picardía y la malicia criolla que les otorga el autor son inconfundibles y crean un modelo de lengua literaria que gozó de gran fama en todo el orbe hispánico. El uruguayo Juan Zorrilla de San Martín escribió Tabaré. En esta obra se relata el conflicto amoroso entre un indio y una blanca. Aunque tiene apariencia épica, es en realidad un poema lírico. El poeta y federalista argentino José Hernández, escribió su gran poema El gaucho Martín Fierro. Esta obra es considerada como un clásico nacional, y en ella canta la independencia, el estoicismo y el coraje del gaucho (hombre de la pampa).
El matadero, de Esteban Echeverría. Esteban Echeverría es el autor del relato El matadero; pero también escribió muchos poemas, entre ellos el titulado La cautiva. Aquí se identifica ya el romanticismo argentino. Trata de una mujer que es secuestrada y asesinada por los indios; su novio intenta salvarla. En el prólogo dice Echeverría: el desierto es nuestro más pingüe patrimonio y debemos poner nuestro empeño en sacar de su seno no sólo riqueza (material), si no también poesía para nuestro engrandecimiento moral.
El matadero es el único relato escrito por Echeverría. Los dos personajes importantes son Matasiete y el Unitario. Matasietes no habla casi nada, sólo actúa. Decide sobre la vida y la muerte. El joven Unitario encarna los valores románticos. El matadero introduce el lenguaje arrabalesco. No hay héroe en El matadero, es la obra maestra del siglo XIX argentino.
Argumento de El matadero.
Es tiempo de cuaresma, época en que la iglesia restringe la carne. Concuerda el tiempo con torrenciales lluvias. El Plata (río), creciendo embravecido, empujó esas aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas... Los religiosos aprovechaban para acusar a los unitarios (libertinos e incrédulos, llamados por todos salvajes unitarios) de la calamidad. Pero la inundación cede poco a poco, sin necesidad de conjuros. Por causa de la inundación, el matadero de la Convalecencia o del Alto estuvo cerrado quince días. Otros productos, como pescado y chilipucas, alimentaban a la población. Pero pronto, con la ayuda del Restaurador (restaurador de las leyes), llevan nuevas reces al matadero. Allí aparece el carnicero cuchillo en mano. A sus espaldas se rebullían, caracoleando y siguiendo los movimientos, una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras (que
buscan achuras: menudos de animales), cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula. Esta gente estaba a la pesca de vísceras. ▬ ¡Ché!, negra bruja, salí de aquí antes que te pegue un tajo ─exclamaba el carnicero. ▬ ¿Qué le hago, ño Juan? !No sea malo! Yo no quiero sino la panza y las tripas. Aquel matadero se colmaba de escenas grotescas y lastimeras. Cada mondongo o pedazo de tripa era disputado entre la chusma, perros y aves. Negros y mulatos reñían constantemente. Ese mismo día, mientras luchaban para hacer entrar al matadero un animal reacio, la soga le cortó la cabeza a un muchacho. Los que lidiaban con el novillo, entre ellos Matasiete, no se dieron cuenta del hecho, y siguieron a la bestia que se les escapaba y buscaba el camino a la ciudad. Finalmente lo hacen retornar al matadero, donde será sacrificado. Matasiete se tiró al punto del caballo, cortole el garrón de una cuchillada y gambeteando en torno de él con su enorme daga en mano, se la hundió al cabo hasta el puño en la garganta, mostrándola enseguida humeante y roja a los espectadores. El toro, que tal era, es descuartizado. En esto aparece un Unitario. Matasiete, impulsado pos sus compañeros, decide desafiarlo a pelear. El Unitario viajaba a caballo hacia Barracas cuando Matasiete lo derriba y luego le coloca su daga en la garganta. No logró sacar sus pistolas el Unitario. Es el juez del matadero quien evita que lo degüellen, pero permite que lo lleven a torturar. El Unitario, por su parte, no les teme a sus verdugos, y discute valerosamente con el juez. Pero antes de ser torturado, el Unitario muere. Llamaban ellos salvaje Unitario, conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía, a todo lo que no era degollador, carnicero ni salvaje ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad .
Tradiciones peruanas, de Ricardo Palma. Ricardo Palma reivindica la historia latinoamericana como tema literario. El se encarga de crear un nuevo genero: la tradición. Palma define la tradición así: En el fondo la tradición no es más que una de las formas que podía revestir la Historia pero sin los escollos de ésta. Cumple a la Historia narrar los sucesos secamente, sin recurrir a las galas de la fantasía (...). Menos estrechos y peligrosos son los limites de la tradición. A ella, sobre una pequeña base de verdad le es licito edificar un castillo. Para palma, pues, las tradiciones son castillos literarios, ficciones de narrador, con una pequeña base de verdad. Son como los cuentos del abuelo, en los que haría mal en fiarse un historiador, pero que nos transmiten esa sabiduría de lo escuchado y de lo vivido, mucho más vital que la de lo leído. Precisamente en las consejas de abuelo tienen su origen muchas de las tradiciones, propias de una Lima aldeana donde había largas horas para la tertulia y para escuchar a los mayores. En sus tradiciones Palma también reivindica nuestra habla. Son textos que están a mitad de camino entre lo hablado y lo escrito. Los diminutivos, las locuciones, los gestos, acercan los textos a la lengua de la conversación. Pero es sobre todo el léxico el que nos muestra con
fuerza y claridad la presencia de una comunidad. Una de las más constantes batallas de don Ricardo fue contra la Real Academia, reticente siempre a acoger los términos acuñados en nuestra América. Los americanos tenemos derecho a apropiarnos del idioma que hablamos. En su Neologismos y americanismos Palma decía: Hablemos y escribamos en americano; es decir en el lenguaje para el que creamos las voces que estimemos apropiadas a nuestra manera de ser social, a nuestras instituciones democráticas. Conozcamos dos tradiciones peruanas.
La faltriquera del diablo. Entre las que hoy son estaciones de los ferrocarriles del Callao y Chorrillos, había por los años de 1651 una calleja solitaria, pues en ella no existían más que una casa de humilde aspecto y dos o tres tiendas. El resto de la calle lo formaba un solar o corralón con pared poco elevada. Tan desdichada era la calle que ni siquiera tenía nombre, y al extremo de ella veíase un nicho con una imagen de la Virgen (alumbrada de noche por una lamparilla de aceite), de cuyo culto cuidaban las canonesas del monasterio de la Encarnación. Habitaba la casa un español, notable por su fortuna y por su libertinaje. Cayó éste enfermo de gravedad, y no había forma de convencerlo para que hiciera testamento y recibiese los últimos auxilios espirituales. En vano sus deudos llevaron junto al lecho del moribundo al padre Castillo, jesuita de cuya canonización se ha tratado, al mercedario Urraca y al agustino Vadillo, muertos en olor de santidad. El empedernido pecador los colmaba de desvergüenzas, y les tiraba a la cabeza el primer trasto que a manos le venía. Habían ya los parientes perdido la esperanza de que el libertino arreglara cuentas de conciencia con un confesor, cuando tuvo noticias del caso un fraile dominico, que era amigo y compañero de aventuras del enfermo. El tal fraile, que se encontraba a la sazón preso en el convento en castigo de la vida licenciosa que con desprestigio de la comunidad traía, se comprometió a hacer apear de su asno al impenitente pecador. Acordole licencia el prelado, y nuestro dominico, después de proveerse de una limeta de moscorrofio (aguardiente de uva) se dirigió sin más breviario a casa de su doliente amigo. ¡Qué diablos, hombre! Vengo por ti para llevarte a una parranda, donde hay muchachas de arroz con leche y canela, y te encuentro en cama haciendo el chancho rengo. Vamos, pícaro, pon de punta los huesos, y andandito, que la cosa apura. ▬
El enfermo lanzó un quejido, mas no dejó de relamerse ante el cuadro de libertinaje que le pintaba el fraile. ▬
Bien quisiera acompañarte: pero ¡ay! Apenas puedo moverme... Dicen que pronto doy las boqueadas.
▬
¡Qué has de dar, hombre! ¡Vaya! Prueba de este confortativo, y ya verás lo que es rico.
Y acercando la botella de aguardiente a la boca del enfermo, lo hizo apurar un gran sorbo. ▬
¡Eh! ¿Qué te parece?
Cereza legítimo ─contestó el doliente, haciendo sonar la lengua en el paladar─. En fin, siquiera tú no eres como esos frailes de mal agüero que, de día y de noche, me están con la cantaleta de que si no me confieso me van a llevar los diablos. ▬
▬ ¡Habrá
bellacos! No les hagas caso, y vuélvete a la pared. Pero aunque ello sea una candidez, hombre, sabes que se me ocurre creer que nada pierdes con confesarte. Si hay infierno te has librado, y si no lo hay... ▬
¡Tú también me sermoneas!... ─interrumpió el enfermo encolerizándose.
▬
¡Quia, chico, es un decir!... No te afaroles, y cortemos la bilis.
Nuevo ataque a la botella, y prosiguió el español: ▬
Sobre que en mi vida me he confesado, y no sabría por dónde empezar.
Mira, ya que no puedes acompañarme a la jarana, tampoco quiero dejarte solo; y como en algo hay que matar el tiempo, empleémosle en dejar vaciar la limeta y ensayar la confesión. ▬
Y así por este tono siguió el diálogo, y entre trago y trago fue suavizándose el enfermo. Al día siguiente vino el padre Castillo, y maravillose mucho de no encontrar ya reacio al pecador. Con el ensayo de la víspera había éste tomado gusto a la confesión. Para él la gran dificultad había estado en comenzar, y diz que murió devotamente y edificando a todos con su contrición. La prueba es que legó la mitad de su hacienda a los conventos, lo que en esos tiempos bastaba para que a un cristiano le abriese san Pedro, de par en par, las puertas del cielo. Entre tanto, el dominico se jactaba de que exclusivamente era obra suya la salvación de esa alma, y para más encarecer su tarea solía añadir: ▬
He sacado esa alma de la faltriquera del diablo.
Y popularizándose el suceso y el dicho del reverendo, tuvo desde entonces nombre la calle que todos los limeños (de Lima, Perú) conocemos.
El Cristo de la agonía. San Francisco de Quito, fundada en agosto de 1534 sobre las ruinas de la antigua capital de los Scyris, posee hoy una población de 70.000 habitantes y se halla situada en la falda oriental del Pichincha o monte que hierve. El Pichincha descubre a las investigadoras miradas del viajero dos grandes cráteres, que sin duda son resultado de sus vanas erupciones. Presenta tres picachos o respiraderos notables, conocidos con los nombres del RucuPichincha o Pichincha Viejo, el Guagua-Pichincha o Pichincha Niño, y el Cundor-Guachana o Nido de Cóndores. Después del Sangay, el volcán más activo del mundo y que se encuentra en la misma patria de los Scyris, a inmediaciones de Riobamba, es indudable que el Rucu-Pichincha es el volcán más temible de América. La historia nos ha transmitido sólo la noticia de sus erupciones en 1534, 1539, 1577, 1588, 1660 y 1662. Casi dos siglos habían transcurrido sin que sus torrentes de lava y rudos estremecimientos esparciesen el luto y la desolación, y no faltaron geólogos que creyesen que era ya un volcán sin vida. Pero el 22 de marzo de 1859 vino a desmentir a los sacerdotes de la ciencia. La pintoresca Quito quedó entonces casi destruida. Sin embargo, como el cráter principal del Pichincha se encuentra al Occidente, su lava es lanzada en dirección de los desiertos de Esmeraldas, circunstancia salvadora para la ciudad que sólo ha sido víctima de los sacudimientos del gigante que le sirve de atalaya. De desear sería, no obstante, para el mayor reposo de su moradores, que se examinase hasta qué punto es fundada la opinión del barón de Humboldt, quien afirma que el espacio de seis mil trescientas millas cuadradas alrededor de Quito encierra las materias inflamables de un solo volcán. Para los hijos de la América republicana, el Pichincha simboliza una de las más bellas páginas de la gran epopeya de la revolución. A las faldas del volcán tuvo lugar, el 24 de mayo de 1822, la sangrienta batalla que afianzó para siempre la independencia de Colombia. ¡Bendita seas, patria de valientes, y que el genio del porvenir te reserve horas más felices que las que forman tu presente! A orillas del pintoresco Guayas me has brindado hospitalario asilo en los días de la proscripción y del infortunio. Cumple a la gratitud del peregrino no olvidar nunca la fuente que apagó su sed, la palmera que le brindó frescor y sombra, y el dulce oasis donde vio abrirse un horizonte a su esperanza. Por eso vuelvo a tomar mi pluma de cronista para sacar del polvo del olvido una de tus más bellas tradiciones, el recuerdo de uno de tus hombres más ilustres, la historia del que con las inspiradas revelaciones de su pincel alcanzó los laureles del genio, como Olmedo con su homérico canto la inmortal corona del poeta. Ya lo he dicho. Voy a hablaros de un pintor, de Miguel de Santiago. El arte de la pintura, que en los tiempos coloniales ilustraron Antonio Salas, Gorívar, Morales y Rodríguez, está encarnado en los magníficos cuadros de nuestro protagonista, a quien debe considerarse como el verdadero maestro de la escuela quiteña. Como las creaciones de Rembrandt y de la escuela flamenca se distinguen por la especialidad de las sombras, por cierto misterioso claroscuro y por la feliz disposición de los grupos, así la escuela quiteña se hace notar por la viveza del colorido y la naturalidad. No busquéis en ella los refinamientos del arte, no pretendáis encontrar gran corrección en las líneas de sus Madonnas; pero si amáis lo poético como el cielo azul de nuestros valles, lo melancólicamente vago como el yaraví que nuestros indios cantan acompañados de las sentimentales armonías de la quena, contemplad en nuestros días las obras de Rafael Salas, Cadenas o Carrillo. El templo de la Merced, en Lima, ostenta hoy con orgullo un cuadro de Anselmo Yánez. No se halla en sus detalles el estilo quiteño en toda su extensión; pero el conjunto revela bien que el artista fue arrastrado en mucho por el sentimiento nacional. El pueblo quiteño tiene el sentimiento del arte. Un hecho bastaría a probarlo. El convento de San Agustín adorna sus claustros con catorce cuadros de Miguel de Santiago, entre los que sobresale uno de grandes dimensiones, titulado La genealogía del santo Obispo de Hipona. Una mañana, en 1857, fue robado un pedazo del cuadro que contenía un hermoso grupo. La ciudad se puso en alarma y el pueblo todo se constituyó en pesquisidor. El cuadro fue restaurado. El ladrón había sido un extranjero comerciante en pinturas. Pero ya que, por incidencia, hemos hablado de los catorce cuadros de Santiago que se conservan en San Agustín, cuadros que se distinguen por la propiedad del colorido y la majestad de la concepción, esencialmente el del Bautismo, daremos a conocer al lector la causa que los produjo y que, como la mayor parte de los datos biográficos que apuntamos sobre este gran artista, la hemos adquirido de un notable artículo que escribió el poeta ecuatoriano don Juan León Mera. Un oidor español encomendó a Santiago que le hiciera su retrato. Concluido ya, partió el artista para un pueblo llamado Guápulo, dejando el retrato al sol para que se secara, y encomendando el cuidado de él a su esposa. La infeliz no supo impedir que el retrato se ensuciase, y llamó al famoso pintor Gorívar, discípulo y sobrino de Miguel, para que reparase el daño. De regreso Santiago, descubrió en la articulación de un dedo que otro pincel había pasado sobre el suyo. Confesáronle la verdad.
Nuestro artista era de un geniazo más atufado que el mar cuando le duele la barriga y le entran retortijones. Encolerizose con lo que creía una profanación, dio de cintarazos a Gorívar y rebanó una oreja a su pobre consorte. Acudió el oidor y lo reconvino por su violencia. Santiago, sin respeto a las campanillas del personaje, arremetiole también a estocadas. El oidor huyó y entabló acusación contra aquel furioso. Este tomó asilo en la celda de un fraile; y durante los catorce meses que duró su escondite pintó los catorce cuadros que embellecen los claustros agustinos. Entre ellos merece especial mención, por el diestro manejo de las tintas, el titulado Milagro del peso de las ceras. Se afirma que una de las figuras que en él se hallan es el retrato del mismo Miguel de Santiago. Cuando Miguel de Santiago volvió a aspirar el aire libre de la ciudad natal, su espíritu era ya presa del ascetismo de su siglo. Una idea abrasaba su cerebro: trasladar al lienzo la suprema agonía de Cristo. Muchas veces se puso a la obra; pero, descontento de la ejecución, arrojaba la paleta y rompía el lienzo. Mas no por esto desmayaba en su idea. La fiebre de la inspiración lo devoraba; y si embargo, su pincel era rebelde para obedecer a tan poderosa inteligencia y a tan decidida voluntad. Pero el genio encuentra el medio de salir triunfador. Entre los discípulos que frecuentaban el taller hallábase un joven de bellísima figura. Miguel creyó ver en él el modelo que necesitaba para llevar a cumplida realización su pensamiento. Hízolo desnudar, y colocolo en una cruz de madera. La actitud nada tenía de agradable ni de cómoda. Sin embargo, en el rostro del joven se dibujaba una ligera sonrisa. Pero el artista no buscaba la expresión de la complacencia o del indiferentismo, sino la de la angustia y el dolor. ▬
¿Sufres?-preguntaba con frecuencia a su discípulo.
▬
No, maestro -contestaba el joven, sonriendo tranquilamente.
De repente Miguel de Santiago, con los ojos fuera de sus órbitas, erizado el cabello y lanzando una horrible imprecación, atravesó con una lanza el costado del mancebo. Este arrojó un gemido y empezaron a reflejarse en su rostro las convulsiones de la agonía. Y Miguel de Santiago, en el delirio de la inspiración, con la locura fanática del arte, copiaba la mortal congoja; y su pincel, rápido como el pensamiento, volaba por el terso lienzo. El moribundo se agitaba, clamaba y retorcía en la cruz; y Santiago, al copiar cada una de sus convulsiones, exclamaba con creciente entusiasmo: ▬ ¡Bien! ¡Bien, maestro Miguel! ¡Bien, muy bien, maestro Miguel! Por fin el gran artista desata a la víctima; vela ensangrentada y exánime; pásase la mano por la frente como para evocar sus recuerdos, y como quien despierta de un sueño fatigoso, mide toda la enormidad de su crimen y, espantado de sí mismo, arroja la paleta y los pinceles, y huye precipitadamente del taller. ¡El arte lo había arrastrado al crimen! Pero su Cristo de la Agonía estaba terminado. Este fue el último cuadro de Miguel de Santiago. Su sobresaliente mérito sirvió de defensa al artista, quien después de largo juicio obtuvo sentencia absolutoria. El cuadro fue llevado a España. ¿Existe aún, o se habrá perdido por la notable incuria peninsular? Lo ignoramos. Miguel de Santiago, atacado desde el día de su crimen artístico de frecuentes alucinaciones cerebrales, falleció en noviembre de 1673, y su sepulcro está al pie del altar de San Miguel en la capilla del Sagrario.
Martín Fierro, de José Hernández. José Hernández (1834-1886) fue un autodidacta que luchó por la autonomía de los gauchos. Curiosamente lo que no consiguió en su actividad política lo obtuvo por medio de la literatura. Su poema épico conocido como Martín Fierro, formado por dos partes La ida de Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro, se convirtió en la obra capital de la literatura argentina y reflejo de la paz, sencillez e independencia de la gente de la Pampa. Martín Fierro es la obra literaria más popular argentina. José Hernández consiguió crear un héroe nacional, el gaucho, y un paisaje idílico, la pampa. Con la estructura de la épica tradicional, este poema es una larguísima tirada de versos en el que en primera persona va desgranando su vida.
Resumen de Martín Fierro. I. La ida. La pulpería era la casa de negocio del antiguo campo argentino. Allí acudían a comprar lo que necesitaban. También allí se reunían a beber y
conversar los gauchos y los forasteros. A la pulpería ha llegado un gaucho de larga melena y barba cerrada. En el cinturón deja ver el mango de plata de un largo puñal llamado facón. Este gaucho es de los llamados payadores o cantadores, y pulsa muy bien la guitarra. Pronto deja oír su voz. Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela, que al hombre que lo desvela una pena estraordinaria como la ave solitaria con el cantar se consuela.
Pido a los santos del cielo, que ayuden mi pensamiento, les pido en este momento que voy a cantar mi historia me refresquen la memoria y aclaren mi entendimiento.
Es el pulpero quien da a conocer el nombre de quien canta con su guitarra. Se llama Martín Fierro. Para que le vayan conociendo, Martín Fiero dice: Yo no soy cantor letrao, mas si me pongo a cantar no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando, las coplas me van brotando como agua de manantial.
Luego, en una copla, explica por qué cuenta la historia de su vida. Y atiendan la relación que hace un gaucho perseguido, que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente, y sin embargo la gente lo tiene por un bandido.
Con sus versos habla de cuando tenía su rancho y el cariño de su mujer y sus hijos. Habla de las costumbres de aquellos tiempos. Gozaba Martín Fierro de mucho aprecio, pero estaba en malas relaciones con las autoridades por no someterse a sus injustas disposiciones y por no votar en las elecciones. Esa fue la causa de su perdición. Cuenta que en una ocasión fue llevado por la policía para servir como soldado y luchar contra los araucanos en la frontera por seis meses. Pero se pasa tres años, durante los cuales sufre la terrible vida del cuartel, y se ve obligado a trabajar como peón en las posesiones del coronel, y sin cobrar jamás sueldo. Allí se ve obligado a darle su hermoso caballo al jefe para evitar mayores daños. Entonces decide desertar y huir. Llega a su región y no encuentra su rancho, y su mujer e hijos han desaparecido. Llora y se vuelve un gaucho malo, decidido a cobrar venganza. En sus andanzas de vago mata a dos rivales cuchillo a cuchillo. Con esto aumenta la persecución. Pronto es sorprendido por veinte policías, con quienes pelea. En medio de la pelea, a punto de ser vencido, un atacante llamado Cruz lo ayuda. Se prometen amistad hasta la muerte, y se cuentan sus vidas. Juntos deciden irse a tierra de los indios, pues sólo allí estarán libres de persecuciones. Y pasan la frontera. Y cuando la habían pasao una madrugada clara, le dijo Cruz que mirara
las últimas poblaciones; y a Fierro dos lagrimones le rodaron por la cara. Así termina la primera parte del poema.
II. La vuelta. Martín Fierro ha vuelto después de varios años de pasar entre salvajes. En la pulpería vuelve a cantar. Asegura que canta para que se corrijan los males que él ha sufrido. Cuenta que fueron cautivos de los indios, y que vivieron separados por dos años. Narra las costumbres de los indios: guerras, borracheras y el trabajo agotador de las mujeres. Vuelve a juntarse con Cruz, pero llega la viruela que lo mata. Visita a menudo su tumba. En cierta ocasión ve a un indio castigando brutalmente a una cautiva. Asume la defensa y mata con su facón al indio. Huye con la cautiva. En su región hay buenas noticias. Las leyes han cambiado y ya no es un perseguido, y aunque ha muerto su mujer, sus dos hijos están con vida. Se vuelve el hombre de paz y trabajo que fuera antes. El hijo mayor toma la guitarra.
Aunque el gajo se parece y en su razón estoy fijo: al árbol de donde sale, jamás puede hablar el hijo solía decirlo mi madre con la autoridá del padre. Narra luego el hijo las injusticias sufridas. Lo acusan injustamente de un asesinato y va a parar a la cárcel. Luego el menor cuenta que vivió con una tía muy buena.
No tenía cuidado alguno ni que trabajar tampoco y como muchacho loco
lo pasaba de holgazán; con razón dice el refrán que lo bueno dura poco.
Le duró poco, pues muere la tía. Y aunque le deja una pequeña fortuna, el juez la toma y envía al muchacho con un tutor, quien le da mala vida. Al morir el tutor, el hijo de Martín continúa su calvario. Aparece entre los oyentes un hombre que declara llamarse Picardía y ser hijo del sargento Cruz, el entrañable amigo de Fierro. Picardía cuenta sus penurias: cae preso y es enviado a la frontera a luchar contra los indios. Aparece luego un negro que reta a martín a cantar alternativamente, haciéndose y contestándose preguntas. En uno de sus turnos dice el negro: Y suplico a cuantos me oigan que me permitan decir, que al decidirme a venir A lo que se refiere el negro es a vengar a un hermano, muerto por Martín Fierro, en duelo criollo, en sus tiempos de gaucho malo. El negro lo reta, pero los presentes evitan la pelea. Fierro se marcha con sus hijos y el hijo de Cruz. En un arroyo sigue con sus cantos. Muchas cosas pierde el hombre que a veces las vuelve a hallar, pero les debo enseñar y es bueno que lo recuerden: si la vergüenza se pierde jamás se vuelve a encontrar. El que obedeciendo vive nunca tiene suerte blanda mas con su soberbia agranda
el rigor en que padece. Obedezca el que obedece y será bueno el que manda. Ave de pico encorvado le tiene al robo afición, pero el hombre de razón no roba jamás un cobre, pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón.
2. El modernismo hispanoamericano. Las sociedades americanas en la puerta del nuevo siglo XX. Recordemos que las luchas de independencia de la mayor parte de las repúblicas de América se desarrollaron durante el primer cuarto del siglo XIX. La mayor parte del siglo XIX se caracterizó por las luchas entre liberales y conservadores, especialmente en Centroamérica. Los caudillos habían tomado dos rutas: unos estaban del lado del liberalismo y otros estaban del lado del conservadurismo. Estas luchas estaban encaminadas al control del poder político más que a la implantación de un sistema de gobierno. A finales del siglo XIX las sociedades americanas habían entrado completamente a la vida liberal. Como anhelo de sistema de gobierno, era indiscutible que los pueblos americanos deseaban que imperase un sistema liberal sobre el tradicional conservadurismo. En este sentido debe entenderse que el liberalismo había triunfado sobre el conservadurismo. Este contexto explica que haya surgido primero el romanticismo, encargado de la denuncia de las injusticias sociales, y posteriormente el modernismo: movimiento literario encabezado por el nicaragüense Rubén Darío. El modernismo coincide con un rápido y pujante desarrollo de ciertas ciudades hispanoamericanas, que se tornan cosmopolitas y generan un comercio intenso con Europa, se comparan con las urbes estadounidenses y producen un movimiento de ideas favorables a la modernización de las viejas estructuras heredadas de la colonia y las guerras civiles.
Nacionalismo y cosmopolitismo.
La literatura modernista trata de plasmar y perfilar la identidad cultural y culta latinoamericana, a la vez que representa la madurez de su cultura. Son los poetas latinoamericanos quienes están a la vanguardia y son latinoamericanas las máximas figuras y producciones literarias. En este sentido puede hablarse de un producto nacional o de una independencia cultural que nos libera de influencias extrañas. Sin embargo, hay quienes consideran que el modernismo representa la adopción de los tradicionales criterios y parámetros europeos de valoración estética. Esto es todo lo contrario a una independencia cultural. La verdad es que al examinar los temas y contenidos de la mayoría de los poetas modernistas queda claro que no está en ellos la sufriente realidad latinoamericana.
Principales figuras y obras literarias del modernismo. Rubén Darío.
Rubén Darío es el seudónimo de Félix Rubén García Sarmiento. Darío fue poeta, periodista y diplomático nicaragüense; y es considerado el fundador del modernismo. Convertido en un gran poeta de éxito en Europa y América, fue nombrado representante diplomático de Nicaragua en Madrid en 1907, lo que le obligaba a viajar, y de ahí que esté considerado como el embajador del modernismo en el mundo. Darío era un hombre que no había olvidado sus raíces provincianas aunque se había transformado en un cosmopolita total, pero veía que el mundo jubiloso de Europa estaba acabando. Sus primeros poemas son una mezcla de tradicionalismo, romanticismo, al estilo del poeta español Gustavo Adolfo Bécquer, con una temática comprometida con lo social: Abrojos (1887) y Canto épico a las glorias de Chile (1888). Ese mismo año publica Azul… (1888, revisado en 1890), obra todavía romántica sobre la exaltación del amor como algo armónico con la naturaleza y el cosmos. La originalidad de Rubén Darío está en haber sabido expresar los gustos y sentimientos de su época. Canta al amor y trastorna normas sociales para conseguirlo, lo cual le culpabiliza, y esta culpa también la expresa, pero no renuncia a sus fines y su placer.
Tres poemas de Rubén Darío. CANCION DE OTOÑO EN PRIMAVERA. ¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer...
Miraba como el alba pura, sonreía como una flor. Era su cabellera oscura, hecha de noche y de dolor.
¡Juventud, divino tesoro ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer,
Plural ha sido la celeste historia de mi corazón. Era una dulce niña en este mundo de duelo y aflicción.
Yo era tímido como un niño; ella, naturalmente, fue para mi amor hecho de armiño, Herodías y Salome...
La otra fue más sensitiva, y más consoladora y más halagadora y expresiva, cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura una pasión violenta unía. En un peplo de gasa pura una bacante se envolvía...
Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión; y que me roería, loca, con sus dientes el corazón;
¡Y las demás! En tantos climas, en tantas tierras, siempre son, si no pretextos de mis rimas, fantasmas de mi corazón.
poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad, mientras eran abrazo y beso síntesis de la eternidad;
En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar!
y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén,
Mas, a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin;
En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé... Y le mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe... ¡Juventud divino tesoro, te fuiste para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer...
¿Recuerdas a Caupolicán?... ¡Claro que lo recuerdas! Es el valiente guerrero en La araucana. Pues Rubén Darío le dedicó el siguiente soneto.
CAUPOLICAN. Es algo formidable que vio la vieja raza; robusto tronco de árbol al hombro de un campeón salvaje y aguerrido, cuya fornida maza blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón Por casco sus cabellos, su pecho por coraza, pudiera tal guerrero, de Arauco en la región, lancero de los bosques, Nemrod que todo caza, desjarretar un toro, o estrangular un león. Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día, le vio la tarde pálida, le vio la noche fría, y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán “¡El Toqui, el Toqui!, clama la conmovida casta. Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: “basta”, E irguiose la alta frente del gran Caupolicán.
LO FATAL. Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque ésta ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por
Una narración de Rubén Darío. EL REY BURGUES.
lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos...!
¡Amigo! El cielo está opaco, el aire frío, el día triste. Un cuento alegre..., así como para distraer las hermosas y grises melancolías, helo aquí: Había en una ciudad inmensa y brillante un rey muy poderoso que tenía trajes caprichosos y ricos, esclavas desnudas, blancas y negras, caballos de largas crines, armas flamantísimas, galgos rápidos y monteros con cuernos de bronce, que llenaban el viento con sus fanfarrias. ¿Era un rey poeta? No, amigo mío: era el Rey Burgués. Era muy aficionado a las artes el soberano y favorecía con gran largueza a sus músicos, a sus hacedores de ditirambos, pintores, escultores, boticarios, barberos y maestros de esgrima. Cuando iba a la floresta, junto al corzo o jabalí herido y sangriento, hacía improvisar a sus profesores de retórica canciones alusivas; los criados llenaban las copas de vino de oro que hierve, y las mujeres batían palmas con movimientos rítmicos y gallardos. Era un rey sol en su Babilonia llena de músicas, de carcajadas y de ruidos de festín. Cuando se hastiaba de la ciudad bullente iba de caza atronando el bosque con sus tropeles, y hacía salir de sus nidos a las aves asustadas, y el vocerío repercutía en lo más escondido de las cavernas. Los perros de patas elásticas iban rompiendo la maleza en la carrera, y los cazadores, inclinados sobre el pescuezo de los caballos, hacían ondear los mantos purpúreos y llevaban las caras encendidas y las cabelleras al viento. El rey tenía un palacio soberbio donde había acumulado riquezas y objetos de arte maravillosos. Llegaba a él por entre grupos de lilas y extensos estanques, siendo saludado por los cisnes de cuellos blancos, antes que por los lacayos estirados. Buen gusto. Subía por una escalera llenas de columnas de alabastro y de esmeraldina, que tenía a los lados leones de mármol, como los de los tronos salomónicos. Refinamiento. A más de los cisnes, tenía una vasta pajarera, como amante de la armonía, del arrullo, del trino; y cerca de ella iba a ensanchar su espíritu, leyendo novelas de G. Ohnet, o bellos libros sobre cuestiones gramaticales, o críticas hermosillescas. Eso sí, defensor acérrimo de la corrección académica en letras, y del modo lamido en artes; alma sublime amante de la lija y de la ortografía. ¡Japonerías! !Chinerías! Por lujo y nada más. Bien podía darse el placer de un salón digno del gusto de un Goncourt y de los millones de un Creso; quimeras de bronce con las fauces abiertas y las colas enroscadas, en grupos fantásticos y maravillosos; lacas de Kioto con incrustaciones de hojas y ramas de una flora monstruosa, y animales de una fauna desconocida; mariposas de raros abanicos junto a las paredes; peces y gallos de colores; máscaras de gestos infernales y con ojos como si fuesen vivos; partesanas de hojas antiquísimas y empuñaduras con dragones devorando flores de loto; y en conchas de huevos, túnicas de seda amarilla como tejidas con hilos de araña, sembradas de garzas rojas y de verdes matas de arroz; y tibones, porcelanas de muchos siglos, de aquellas en que hay guerreros tártaros con una piel que les cubre los riñones y que llevan arcos estirados y manojos de flechas. Por lo demás, había el salón griego lleno de mármoles: diosas, musas, ninfas y sátiros; el salón de los tiempos galantes, con cuadros del gran Watteau y de Chardin: dos, tres, cuatro, ¡cuántos salones! Y Mecenas se paseaba por todos, con la cara inundada de cierta majestad, el vientre feliz y la corona en la cabeza, como un rey de naipe. Un día le llevaron una rara especie de hombre ante su trono, donde se hallaba rodeado de cortesanos, de retóricos y de maestros de equitación y de baile. ▬ ¿Qué es eso? ─preguntó. ▬ Señor, es un poeta. El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, gorriones, cenzontles en la pajarera: un poeta era algo nuevo y extraño. ▬ Dejadle aquí. Y el poeta: ▬ Señor, no he comido. Y el rey: ▬ habla y comerás. Comenzó: “Señor, ha tiempo que yo canto el verbo del porvenir. He tendido mis alas al huracán, he nacido en el tiempo de la aurora; busco la raza escogida que debe esperar, con el himno en la boca y la lira en la mano, la salida del gran sol. He abandonado la inspiración de la ciudad malsana, la alcoba llena de perfumes, la musa de carne que llena el alma de pequeñez y el rostro de polvos de arroz. He roto el arpa adulona de las cuerdas débiles contra las copas de Bohemia y las jarras donde espumea el vino que embriaga sin dar fortaleza; he arrojado el manto que me hacía parecer histrión o mujer, y he vestido de modo salvaje y espléndido; mi harapo es de púrpura. He ido a la selva, donde he quedado vigoroso y ahito de leche fecunda y licor de nueva vida; y en la ribera del mar áspero, sacudiendo la cabeza bajo la fuerte y negra tempestad, como un ángel soberbio, o como un semidiós olímpico, he ensayado el yambo dando al olvido el madrigal. “He acariciado a la gran Naturaleza, y he buscado el calor del ideal, el verso que está en el astro, en el fondo del cielo, y el que está en la perla, en lo profundo del océano. ¡He querido ser pujante! Porque viene el tiempo de las grandes revoluciones, con un Mesías todo luz, todo agitación y potencia, y es preciso recibir su espíritu con un poema que sea arco triunfal, de estrofas de acero, de estrofas de oro, de estrofas de amor. “¡Señor, el arte no está en los fríos envoltorios de mármol, ni en los cuadros lamidos, ni en el excelente señor Ohnet! ¡Señor! El arte no viste pantalones, ni habla en burgués, ni pone los puntos en todas las fes. El es augusto, tiene mantos de oro, o de llamas, o anda desnudo, y amasa la greda con fiebre, y pinta con luz, y es opulento, y da
golpes de alas como las águilas o zarpazos como los leones. Señor, entre un Apolo y un ganso, preferid el Apolo, aunque el uno sea de tierra cocida y el otro de marfil. “¡Oh, la poesía! “¡Y bien! Los ritmos se prostituyen, se cantan los lunares de las mujeres y se fabrican jarabes poéticos. Además, Señor, el zapatero critica mis endecasílabos, y el señor profesor de farmacia pone puntos y comas a mi inspiración. Señor, ¡y vos le autorizáis todo esto!... El ideal, el ideal...” El rey interrumpió: ▬ Ya habéis oído. ¿Qué hacer? Y un filósofo al uso: ▬ Si lo permitís, señor, puede ganarse la comida con una caja de música; podemos colocarle en el jardín, cerca de los cisnes, para cuando paseéis. ▬ Sí ─dijo el rey; y dirigiéndose al poeta─: Daréis vueltas a un manubrio. Cerraréis la boca. Haréis sonar una caja de música que toca valses, cuadrillas y galopas, como no prefiráis moriros de hambre. Pieza de música por pedazo de pan. Nada de jerigonzas, ni de ideales. Id. Y desde aquel día pudo verse, a la orilla del estanque de los cisnes, al poeta hambriento que daba vueltas al manubrio, tiririrín, tiririrín... ¡avergonzado a las miradas del gran sol! ¿Pasaba el rey por las cercanías? ¡Tiririrín, tiririrín!... ¿Había que llenar el estómago? ¡Tiririrín! Todo entre las burlas de los pájaros libres que llegaban a beber rocío en las lilas floridas; entre el zumbido de las abejas que le picaban el rostro y le llenaban los ojos de lágrimas... ¡lágrimas amargas que rodaban por sus mejías y que caían a la tierra negra! Y llegó el invierno, y el pobre sintió frío en el cuerpo y en el alma. Y su cerebro estaba como petrificado, y los grandes himnos estaban en el olvido, y el poeta de la montaña coronada de águilas no era sino un pobre diablo que daba vueltas al manubrio: ¡Tiririrín! Y cuando cayó la nieve se olvidaron de él el rey y sus vasallos; a los pájaros se les abrigó, y a él se le dejó al aire glacial que le mordía las carnes y le azotaba el rostro. Y una noche que caía de lo alto la lluvia blanca de plumillas cristalizadas, en el palacio había festín, y la luz de las arañas reía alegre sobre los mármoles, sobre el oro y sobre las túnicas de los mandarines de las viejas porcelanas. Y se aplaudían hasta la locura los brindis del señor profesor de retórica, cuajados de dáctilos, de anapestos y de pirriquios, mientras en las copas hervía el champaña con su burbujeo luminoso y fugaz. ¡Noche de invierno, noche de fiesta! Y el infeliz, cubierto de nieve, cerca del estanque, daba vueltas al manubrio para calentarse, tembloroso y aterido, insultado por el cierzo, bajo la blancura implacable y helada, en la noche sombría, haciendo resonar entre los árboles sin hojas la música loca de las galopas y cuadrillas; y se quedó muerto, pensando en que nacería el sol del día venidero, y con él el ideal... y en que el arte no vestiría pantalones, sino manto de llamas o de oro... Hasta que al día siguiente lo hallaron el rey y sus cortesanos, al pobre diablo de poeta, como gorrión que mata el hielo, con una sonrisa amarga en los labios, y todavía con la mano en el manubrio. ▬ ¡Oh, mi amigo! El cielo está opaco, el aire frío, el día triste. Flotan brumosas y grises melancolías... Pero ¡cuánto calienta el alma una frase, un apretón de manos a tiempo! Hasta la vista.
José Martí.
José Julián Martí fue uno de los grandes protagonistas de la última y definitiva guerra que Cuba mantuvo frente a España para lograr su independencia. El político y escritor cubano murió en 1895 durante una escaramuza frente a las tropas españolas Dijimos antes que al examinar los temas y contenidos de la mayoría de los poetas modernistas queda claro que no está en ellos la sufriente realidad latinoamericana. Sin embargo el poeta cubano José Martí es la excepción. Martí se convirtió en el máximo exponente de la literatura cubana como precursor del modernismo. Este escritor está considerado como uno de los más importantes renovadores de la poesía hispanoamericana. Destacó por su estilo sencillo y fluido, y por sus imágenes personales e intensas. Aquí conoceremos dos poemas: Mi verso (una redondilla) y Príncipe enano.
Mi verso. Si ves un monte de espumas, es mi verso lo que ves. Mi verso es un monte y es un abanico de plumas
Mi verso es como un puñal que por el puño echa flor. Mi verso es un surtidor que da un agua de coral
PRINCIPE ENANO. Para un príncipe enano se hace una fiesta. Tiene guedejas rubias, blandas guedejas; por sobre el hombro blanco luengas le cuelgan. Sus dos ojos parecen estrellas negras: vuelan, brillan, palpitan, relampaguean. El para mí es corona, almohada, espuela. Mi mano, que así embrida potros y hienas, va, mansa y obediente, donde él la lleva. Si el ceño frunce, temo; si se me queja, cual de mujer mi rostro
nieve se trueca; ¡con su gozo mi sangre se hincha o se seca! Para un príncipe enano se hace una fiesta. ¡Venga mi caballero por esta senda! ¡Entrese mi tirano por esta cueva! Tal es, cuando a mis ojos su imagen llega, cual si en lóbrego antro pálida estrella, con fulgores de ópalo, todo vistiera. A su paso la sombra matices muestra, como el sol que las hiere las nubes negras
Fue también Martí un gran ensayista. Su obra más destacada en este género es el ensayo Nuestra América. Conozcamos algunos fragmentos de este ensayo. Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país. Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras esta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa e inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se
saludan. «¿Cómo somos?» se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura del sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando, por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio. De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una pompa de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.
José Enrique Rodó. Este escritor uruguayo se dedicó al periodismo, al ensayo y a la enseñanza. Es considerado el más grande ensayista del período. Bajo el título común de La vida nueva, dio a conocer los ensayos El que vendrá (1897), La novela nueva (1897), Rubén Darío. Su personalidad literaria. Su última obra (1899) y Ariel (1900). Este último, un sermón laico dedicado a la juventud de América, tuvo una gran repercusión en toda la América hispánica, con su visión de los Estados Unidos como imperio de la materia o reino de Calibán, donde el utilitarismo se habría impuesto a los valores espirituales y morales.
Fragmento de Ariel. En el ensayo Ariel, Rodó nos habla de la belleza: importancia del sentimiento de lo bello para la educación del espíritu. Su relación con la moralidad. Conozcamos algunos fragmentos. ...De todos los elementos superiores de la existencia racional, es el sentimiento de lo bello, la visión clara de la hermosura de las cosas, el que más fácilmente marchita la aridez de la vida limitada a la invariable descripción del círculo vulgar, convirtiéndole en atributo de una minoría que lo custodia, dentro de cada sociedad humana, como el depósito de un precioso abandono. La emoción de belleza es el sentimiento de las idealidades como el esmalte del anillo. ...Si a nadie es dado renunciar a la educación del sentimiento moral, este deber trae implícito el de disponer el alma para la clara visión de la belleza. Considerad al educado sentimiento de lo bello el colaborador más eficaz en la formación de un delicado instinto de la justicia. La dignificación, el ennoblecimiento interior, no tendrán nunca artífice más adecuado.
...Yo creo indudable que el que ha aprendido a distinguir de lo delicado lo vulgar, lo feo de hermoso, lleva hecha media jornada para distinguir lo malo de lo bueno... A medida que humanidad avance, se concebirá más claramente la ley moral como una estética de conducta. Se huirá del mal y del error como de una disonancia; se buscará lo bueno como placer de una armonía.
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La perfección de la moralidad humana consistiría en infiltrar el espíritu de la caridad en los moldes de la elegancia griega. Y esta suave armonía ha tenido en el mundo una pasajera realización. Cuando la palabra del cristianismo naciente llegaba con San Pablo al seno de las colonias griegas de Macedonia, a Tesalónica y Filipos, y el Evangelio, aún puro, se difundía en el alma de aquellas sociedades finas y espirituales en las que el sello de la cultura helénica mantenía una encantadora espontaneidad de distinción, pudo creerse que los dos ideales más altos de la historia iban a enlazarse para siempre. A la concepción de la vida racional que se funda en el libre y armonioso desenvolvimiento de nuestra naturaleza e incluye, por lo tanto, entre sus fines esenciales, el que se satisface con la contemplación sentida de lo hermoso, se opone ▬como norma de conducta humana▬ la concepción utilitaria, por lo cual nuestra actividad, toda entera, se orienta en relación a la inmediata finalidad del interés. La concepción utilitaria, como idea del destino humano, y la igualdad en lo mediocre, como norma de la proporción social, componen, íntimamente relacionadas, la fórmula de lo que ha solido llamarse, en Europa, el espíritu del americanismo. Es imposible meditar sobre ambas inspiraciones de la conducta y la sociabilidad, y compararlas con las que le son opuestas sin que la asociación traiga, con insistencia, a la mente, la imagen de esa democracia formidable y fecunda, que, allá en el norte, ostenta las manifestaciones de su prosperidad y su poder como una deslumbradora prueba que abona en favor de la eficacia de sus instituciones y de la dirección de sus ideas. Si ha podido decirse del utilitarismo que es el verbo del espíritu inglés, los Estados Unidos pueden ser considerados la encarnación del verbo utilitario. Y el Evangelio de este verbo se difunde por todas partes a favor de los milagros materiales del triunfo. Hispano-América ya no es enteramente calificable, con relación a él, de tierra de gentiles. La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes y, aún más quizá en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y, de admirarla, se pasa, por una transición facilísima, a imitarla. La admiración y la creencia son ya modos pasivos de imitación para el psicólogo. La tendencia imitativa de nuestra naturaleza moral ▬decía Bagehot▬ tiene su asiento en aquella parte del alma en que reside la credibilidad». El sentido y la experiencia vulgares serían suficientes para establecer por sí solos esa sencilla relación. Se imita a aquel en cuya superioridad o cuyo prestigio se cree. Es así como la visión de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir, inspire la fruición con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiesta por constantes propósitos de innovación y de reforma. Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno.
José Asunción Silva. José Asunción Silva fue un poeta colombiano, natural de Bogotá. De origen acomodado, vivió una juventud que no llegó a la madurez y que fue transcurriendo desde la placidez de una existencia burguesa hacia escenas de la vida bohemia y amenazas de tragedia. Aunque Silva proviene del romanticismo, se le considera un antecedente inmediato del modernismo, sobre todo por su poema emblemático Nocturno III, donde fractura hábil y expresivamente los versos, que carecen de rima y alternan metros diversos. La audacia de sus figuras y la personalidad de su lenguaje acentúan su originalidad creativa. A ello se suma un carácter morboso: un lamento de amor, cargado de alusiones eróticas, cuyo objeto es una hermana muerta. En general su poesía es sombría, pues alude con frecuencia a personas difuntas, a tumbas y fantasmas, muy en la línea de otro modelo modernista, el estadunidense Edgar Allan Poe. Sus obras
líricas conocen una edición póstuma con El libro de versos (1923), lo mismo que su novela De sobremesa (1925). En esta novela, el personaje protagónico, José Fernández, es el artista en conflicto con la sociedad burguesa; es un hipersensible y enfermizo joven surgido de ambientes decadentes, y se complace en la contemplación angustiosa de un mundo que no parece creado para su existencia.
NOCTURNO, José Asunción Silva. Una noche, una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de músicas de alas, una noche en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas, a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida, como si un presentimiento de amarguras infinitas hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara, por la senda florecida que atraviesa la llanura, caminabas; y la luna llena, por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca, y tu sombra, fina y lánguida, y mi sombra, por los rayos de la luna proyectadas, sobre las arenas tristes de la senda se juntaban y eran una, y eran una, y eran una sombra larga, y eran una sombra larga, y eran una sombra larga... Esta noche solo; el alma llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte, separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia por el infinito negro donde nuestra voz no alcanza, mudo y solo por la senda caminaba... Y se oían los ladridos de los perros a la luna,... a la luna pálida, y el chirrido de las ranas... Sentí frío. Era el frío que tenía en tu alcoba tus mejías y tus sienes y tus manos adoradas, entre las blancuras níveas de las mortuorias sábanas. Era el frío del segundo sepulcro, era el hielo de la muerte, era el frío de la nada. Y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada, iba sola, iba sola, iba sola por la estepa solitaria; y tu sombra esbelta y ágil, fina y lánguida, como en esa noche tibia de la muerta primavera, como en esa noche llena de murmullos, de perfumes y de músicas de alas, se acercó y marchó con ella, se acercó y marchó con ella, se acercó y marchó con ella... ¡Oh, las sombras enlazadas! ¡Oh, las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas! ¡Oh, las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas...!
José Santos Chocano. Este poeta peruano es la voz más reconocible de la lírica modernista peruana por su aparatoso despliegue sonoro y visual. Esa vistosidad, las desbordantes pretensiones de su personalidad y los aspectos aventureros de su vida, le valieron ser considerado el poeta de América; quería rivalizar con Rubén Darío, aunque carecía de la profundidad y sinceridad poéticas de éste. Aunque se identificó con los ideales modernistas, Chocano era en verdad un ecléctico que creía que en el arte caben todas las escuelas como en un rayo de sol todos los colores. Su poesía se distingue por la exaltación de la naturaleza y la fogosa evocación de lo histórico. Cantaba lo exótico, lo indígena y lo heroico, todo lo que era grandioso y pintoresco, apoyado en un verso rotundo y a veces estruendoso. Lo más representativo de su copiosa obra está en Alma América (1906) y Primicias de Oro de Indias (1934)
NOSTALGIA, José Santos Chocano. Hace ya diez años que recorro el mundo. ¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho! Quien vive de prisa no vive de veras, quien no echa raíces no puede dar frutos. Ser río que corre, ser nube que pasa, sin dejar recuerdo ni rastro ninguno, es triste y más triste para quien siente nube en lo elevado, río en lo profundo. Quisiera ser árbol mejor que ser ave, quisiera ser leño mejor que ser humo; Y al viaje que cans.a prefiero el terruño; la ciudad nativa con sus campesinos, arcaicos balcones, portales vetustos y calles estrechas, como si las casas tampoco quisieran separarse mucho...
Estoy en la orilla de un sendero abrupto. Miro la serpiente de la carretera que en cada montaña da vueltas a un nudo; y entonces comprendo que el camino es largo, que el terreno es brusco, que la cuesta es ardua, que el paisaje es mustio... ¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento nostalgia, ya ansío descansar muy junto de los míos!... Todos rodearán mi asiento para que les diga mis penas y mis triunfos; y yo, a la manera del que recorriera un álbum de cromos, contaré con gusto las mil y una noches de mías aventuras y acabaré en esta frase de infortunio: ¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!
El héroe de La araucana, Caupolicán, también estuvo presente en la poesía chocana. A él le dedica el siguiente poema.
CAUPOLICÁN Ya todos los caciques probaron el madero. «¿Quién falta», y la respuesta fue un arrogante: «¡Yo!» «¡Yo!», dijo; y, en la forma de una visión de Homero, del fondo de los bosques Caupolicán surgió. Echóse el tronco encima, con ademán ligero, y estremecerse pudo, pero doblarse no. Bajo sus pies, tres días crujir hizo el sendero, y estuvo andando... andando... y andando se durmió. Anduvo, así, dormido, vio en sueños al verdugo: él muerto sobre un tronco, su raza con el yugo, inútil todo esfuerzo y el mundo siempre igual. Por eso, al tercer día de andar por valle y sierra, el tronco alzó en los aires y lo clavó en la tierra ¡como si el tronco fuese su propio pedestal!
Lengua Objetivos: Que el alumno o la alumna pueda: 1. Comprender la noción de suprasegmentos y su importancia en la expresión. 2. Afianzar sus conocimientos ortográficos. 3. Ampliar y afianzar el conocimiento sobre la estructura de la oración simple, en particular lo referente a las funciones de los pronombres y adverbios.
Contenidos: 1. 2. 3. 4.
Rasgos suprasegmentales. Acento y tilde. Entonación. La oración simple.
DIOS CREO LAS FLORES Y A LOS SERES HUMANOS
1. Rasgos suprasegmentales. Cuando hablamos con alguien resulta fácil determinar si nos está preguntando algo o si está irritado o contento. Todo esto lo sabemos por medio de la entonación con que se expresa. Pero por escrito la entonación deberá expresarse de diferente manera. Lo hacemos mediante los rasgos suprasegmentales. Los rasgos suprasegmentales son: la tilde, los signos de interrogación y admiración. Analiza la conversación siguiente. ¿Dónde está tu hermano? ─preguntó el padre a su hijo. ▬ Está donde el primo Juan… Están terminando una tarea de química─ contestó el muchacho. ▬ ¿Con el primo Juan? El primo Juan es mala compañía… ¡Maldición! ─exclamó muy irritado el padre. ▬ El dijo que como el primo Juan sabe mucho de química; terminará rápido la tarea ─respondió el muchacho. ▬ ¡Mentiras! Ese muchacho no es más que un callejero. ¡Callejero! ─exclamó─. ¿Es buena compañía el primo Juan?... ¡Claro que no! ¿Cuándo regresará? ▬ No lo sé. ▬ Cuando regrese, me lo haces saber ─dijo el padre. ▬
En la conversación anterior podemos apreciar cuándo el padre está preguntando y cuándo está enojado. Esto lo conseguimos por medio de los rasgos suprasegmentales.
2. Acento y tilde. Ya sabemos que existen dos acentos: el acento prosódico y el acento ortográfico, también llamado tilde. Todas las palabras llevan acento prosódico, pero no todas llevan tilde. En las palabras siempre existe una sílaba tónica, las demás son átonas. En las palabras siguientes se señala la sílaba tónica (la que lleva la mayor intensidad de voz): colega, camiseta, camastrón, mariposa, público, diagnóstico, vender, alimentar, conseguir, naranja, camaronero...
3. Entonación. En la escritura, la entonación la conseguimos mediante los signos de interrogación y admiración. Aunque basta un signo de entonación al principio y otro al final, algunos escritores utilizan dobles o triples para enfatizar. Leamos la siguiente conversación: ▬ ¿Cómo está tu perro?... ¿Lo llevaste con el veterinario? ─preguntó el tío. ▬ Sí… Lo llevé. ▬ ¿Qué dijo el médico? ¡Dímelo! ─exige el tío. ▬ Está muy enfermo… No come… ¡Y sufre fuertes dolores murió! ▬ ¡Pobre Caramelo! Buscaremos otro médico. Uno bueno. ¡Ya verás que se curará! ▬ ¡Salve a Caramelito, tío! ¡¡Lo quiero mucho!! ─dijo la niña y se echó a llorar.
Práctica. Redacta una conversación en la que utilices los signos de entonación. Práctica. Lee el cuento Roquirroca y trata de ubicar adecuadamente los signos de entonación. El señor Roque y su señora… Roca, roncaban como ranas. Un día por la noche, después de que el coche guardaron, de pie se pusieron y a los ojos se miraron. Ya no roncaremos más, se juraron. Un trago se tomaron y a la cama se esfumaron. Esa misma noche en el lecho, antes de la media noche, se despertó el señor Roque con golpes de pecho. ▬ Qué es ese ruido – Roque preguntó. ▬ Son tus ronquidos – Roca gritó. ▬ Roncar yo – Roque exclamó; y durmiendo siguieron. Pasada la media noche, con la cara de fantoche, Roca despertó. ▬ Qué es ese ruido – Roca preguntó. ▬ Son tus ronquidos – Roque explicó. ▬ Qué Roncar yo – Roca exclamó; y durmiendo siguieron. Con las primeras penumbrosas puntadas de la madrugada graznó el ganso de granja. ▬ Qué es ese ruido – Roque preguntó. ▬ Son tus graznidos – Roca replicó. ▬ Graznar yo – Roque respondió y descansando siguieron.
Con las segundas puntadas de la madrugada, con su hocico sobre la verja, rebuznó la burra negra. ▬ Qué es ese ruido – Roca preguntó. ▬ Son tus rebuznidos – Roque explicó. ▬ Qué Rebuznar yo – y Roca descansando continuó. Y Roque, venciendo el frío sin reproche, acudió a retirar la burra dócil. Cuatro cascos se doblaron, dos batientes orejas se agacharon y cien huesos tronaron. Era la burra buena, la burra de la verja, que fue llevada a su cama. Esa misma noche, como todas las noches, después de que el coche guardaron, se pusieron de pie y a los ojos se miraron …
4. La oración simple. Funciones de los pronombres y adverbios. El pronombre. Antiguamente se definía el pronombre como palabra que se pone en lugar del nombre. Pero para la nueva gramática los pronombres son palabras que aparecen en la estructura superficial de la oración sustituyendo a un sintagma o, en ocasiones, a una oración entera. Los pronombres pueden ser: personales, reflexivos, recíprocos, numerales, demostrativos, indefinidos, relativos, interrogativos, exclamativos y posesivos. Son pronombres los siguientes: yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos, me, te, se, nos, os, se, uno, dos, tres, primero, segundo, tercero, este, ese, aquél, aquellos, esta, esa, aquella, aquellas, esto, eso, aquello, un, uno, unas, algo, alguien, alguno, algunos, ninguno, cualquiera, cualesquiera, nada, nadie, varios, otro, que, quien, quienes, cual, cuales, cuyo, cuyos, cuya, cuyas, donde, cuando, qué, cuánto, cuánta, cuántos, cuántas, mi, mis, mío, míos, mía, mías, tu, tus, tuya, tuyas, tuyo, tuyos, su, sus, suyo, suyos, suya, suyas, nuestro, nuestros, nuestra, nuestras, vuestro, vuestros, vuestra, vuestras.
Funciones de los pronombres. Los pronombres pueden desempeñar las funciones de sujeto, complemento directo y complemento indirecto. En los casos siguientes el pronombre funciona como sujeto Yo pinté la casa.
Alguien encontró la llave.
Otro recibió el premio
Los pronombres también pueden funcionar como complemento directo o indirecto. Con los pronombres lo, la, los, las, le y les podemos comprobar si un sintagma es complemento directo o indirecto. Si un sintagma puede ser sustituido por lo, la, los, o las, entonces es un complemento directo. Y si puede ser sustituido por le o les, entonces es un complemento indirecto. Ejemplos. Yo bañé a mi perro CD
Equivale a
El encontró sus llaves. CD
Equivale a
Yo lo bañé (complemento directo) Las encontró (complemento directo)
Prepararé la comida a mi hermana. Equivale a Le prepararé la comida. CI (complemento indirecto)
Ellos donaron mil libros a una escuela. CI
Equivale a Ellos les donaron mil libros
Práctica.
Escribe cinco oraciones con complemento directo y cinco con complemento indirecto. ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________
Funciones del adverbio. La palabra adverbio significa junto al verbo. El adverbio se define como aquella palabra invariable (no cambia de forma) cuya función es la de complementar al verbo informando sobre el lugar, la cantidad, el tiempo, el modo... Veamos unos ejemplos. Nosotros estudiaremos allá.
(adverbio de lugar)
Nosotros estudiaremos bastante.
(adverbio de cantidad)
Nosotros estudiaremos mañana.
(adverbio de tiempo)
Nosotros estudiaremos bien.
(adverbio de modo)
Clasificación de los adverbios por su significado. Por su significado los adverbios pueden ser de tiempo, de lugar, de cantidad, de afirmación, de negación, de duda y de modo.
① De tiempo: anteayer, ayer, hoy, mañana, anoche, anteanoche, ahora, antes, después, luego, entonces, tarde, temprano, pronto, siempre, todavía, nunca, jamás, ya, aún, mientras, recién.
② De lugar: cerca, lejos, afuera, adentro, arriba, abajo, adelante, enfrente, atrás, encima, aquí, allí, allá, acá.
③ De cantidad: mucho, poco, más, muy, demasiado, menos, tan, tanto, bastante. ④ De afirmación:
sí,
también,
cierto,
ciertamente,
verdaderamente.
⑤ De negación: no, nunca, jamás, tampoco. ➅ De duda: acaso, quizá o quizás, probablemente.
seguramente,
claro,
➆ De modo: bien, mal, regular, así, adrede, lentamente, rápidamente, claramente. Práctica. Escribe cinco oraciones utilizando adverbios. ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________ ___________________________________________
Expresión. Objetivos: Que el alumno o la alumna pueda: 1. Identificar las ideas principales y secundarias en un texto. 2. Desarrollar su. capacidad para resumir textos. 3. Elaborar un esquema que presente las ideas fundamentales de un texto y la interrelación entre ellas. 4. Puntuar adecuadamente sus trabajos.
Contenidos: 1. Síntesis y esquema. 2. Ortografía.
1. Síntesis y esquema. Días después de leer un libro ocurre con frecuencia que hemos olvidado buena parte de él. Esto sucede porque a menudo no conseguimos diferenciar los puntos más importantes durante la lectura. Para obtener el mejor provecho de una lectura es necesario valernos de la síntesis y el esquema. El esquema puede considerarse como la armazón de la lectura, que contiene los puntos más importantes. Un ejemplo de esquema es el índice. Es por medio del índice que nos enteramos del contenido del libro; es decir, de la idea central (o ideas centrales) de la lectura. A la hora de leer, el esquema lo conseguimos subrayando lo que consideramos que forma parte de la idea central. Una vez que tenemos el esquema (el esqueleto), procedemos a sintetizar (resumir) lo leído. Es muy importante considerar que, en ocasiones, lo que nos interesa de una lectura no es la idea central, sino datos como fechas, nombres de personajes, puntos geográficos, costumbres de ciertas épocas… Cuando hacemos una lectura con cierta intención (buscando determinados datos, por ejemplo) resulta fácil identificar tales datos, de manera que la lectura se convierte simplemente en una búsqueda. Veamos un ejemplo.
El Nudo gordiano. En la mitología griega se conoce así a un complicado nudo atado por Gordias, rey de Frigia y padre de Minos. Gordias era un campesino frigio que se convirtió en rey porque entró el primero en un pueblo y cumplía con las condiciones del oráculo, según el cual los habitantes debían elegir como gobernante a la primera persona que entrara en la plaza pública en un carro. En agradecimiento por ser
elegido rey, Gordias dedicó su carro al dios Zeus y lo colocó en el bosquecillo del templo, atando la lanza del carro al yugo con una cuerda. El nudo era tan complicado que nadie podía desatarlo. Se decía que quien fuera capaz de desatar el difícil nudo se convertiría en el gobernador de Asia. Muchos lo intentaron, pero en vano. Según la leyenda, el mismo Alejandro Magno fue incapaz de desatar el nudo gordiano, así que sacó su espada y lo cortó de un tajo. La expresión nudo gordiano se usa para referirse a una situación complicada, sólo resoluble mediante una acción rápida y decisiva. En la lectura se han subrayado las partes importantes: el esquema. Con dicho esquema procedemos al resumen.
Síntesis de la lectura. En la mitología griega se conoce como nudo gordiano al nudo hecho por el campesino Gordias en la cuerda con la que ató la lanza de su carro al yugo. Todo esto en agradecimiento a Zeus por haber sido elegido rey. Desde entonces la expresión nudo gordiano se usa para referirse a una situación complicada.
Práctica.
Has una síntesis de la lectura siguiente. Además encuentra en ella puntos geográficos.
La guerra de Troya. En la mitología griega se habla de La guerra de Troya. Esta guerra fue librada por los griegos contra la ciudad de Troya. Se cree que la leyenda se basa en hechos verídicos, episodios de una guerra real entre los griegos del último periodo micénico y los habitantes de Tróade, en Anatolia, parte de la actual Turquía. Modernas excavaciones arqueológicas han revelado que Troya fue destruida por el fuego a principios del siglo XII a.C., tradicional fecha de la guerra, y que ésta pudo haber estallado o bien por el deseo de saquear esa rica ciudad o por poner fin al control comercial que Troya ejercía sobre Dardanelos. Relatos legendarios dan como origen a una manzana de oro, dedicada a “la más bella”, que lanzó Eris, diosa de la discordia, entre los invitados celestiales a las bodas de Peleo y Tetis, una de las nereidas. La entrega de la manzana a Afrodita, diosa del amor, por parte de Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, aseguró a Paris el favor de la diosa y el amor de la hermosa Helena, mujer de Menelao, rey de Esparta. Helena se fue con Paris a Troya y como consecuencia se organizó una expedición de castigo, al mando de Agamenón, rey de Micenas, para vengar la afrenta hecha a Menelao. El ejército de Agamenón incluía a muchos héroes griegos famosos, como Aquiles, Patroclo, Áyax, hijo de Telamón y Áyax, hijo de Oileo, Teucro, Néstor, Odiseo y Diomedes. Como los troyanos se negaron a devolver a Helena a Menelao, los guerreros griegos se reunieron en la bahía de Áulide y avanzaron hacia Troya en mil naves. El sitio duró diez años y los nueve primeros transcurrieron sin mayores incidentes. En el décimo año, Aquiles se retiró de la batalla por un altercado que tuvo con Agamenón; la acción de Aquiles proporcionó a Homero el tema de La Ilíada. Para vengar la muerte de su amigo Patroclo, Aquiles retomó la lucha y mató a Héctor, el principal guerrero troyano. Otros hechos, que aparecen narrados en poemas épicos posteriores, abarcan la victoria de Aquiles sobre Pentesilea, reina de las Amazonas, y Memnón, rey de Etiopía, y la muerte de Aquiles en manos de Paris. La ciudad de Troya fue tomada finalmente gracias a una traición. Un grupo de guerreros griegos consiguió entrar en la ciudad ocultándose en el interior de un gran caballo de madera. A continuación los griegos saquearon y quemaron la ciudad. Sólo
escaparon unos pocos troyanos, el más famoso de ellos es Eneas, quien condujo a los demás sobrevivientes hacia la actual Italia. Virgilio ha contado esta historia en la Eneida. _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____ _____________________________________________________________________ ____
2. Ortografía. Los signos de puntuación. Uso de la coma. La coma representa una pausa breve. Se utiliza para separar los elementos de una serie: En la granja hay cerdos, cabras, vacas y caballos. También se utiliza para separar elementos explicativos: Ese caballo, el más alto de todos, lo entrenaré para carreras. La coma también se utiliza para separar los verbos de un mismo sujeto: Fue Anita quien barrió la casa, pintó las paredes, lavó la ropa y preparó la comida.
Uso del punto y coma. El punto y coma representa una pausa más larga que la coma, pero más breve que el punto. Se utiliza para separar proposiciones. Veamos un caso: Por la mañana me dediqué a limpiar la granja; al medio día reparé el techo; por la noche ordené los documentos... También se utiliza antes de las conjunciones mas, pero, aunque, sin embargo…
Uso del punto. El punto es la mayor pausa en la lectura. Puede ser punto y seguido o punto y aparte. Este último se usa al final de un párrafo.
Uso de los dos puntos. Se usan los dos puntos en los casos siguientes: 1. Para explicar lo antes dicho. Esta niña es muy activa: salta, corre, nada y baila. 2. Antes de una cita textual. La señora osa le dijo al señor Oso: usted es celoso. 3. Para dar continuidad a lo antes dicho. Irán las personas siguientes: Juan, Pedro y Toño. 4. En las cartas después de frases como: Querido hermano: Estimado amigo: Muy señor mío:
Uso de los paréntesis. El paréntesis es un signo auxiliar de puntuación que se usa para encerrar: 1. Una oración o frase incidental. Estoy esperando que vuelvas (sé que lo harás) Eso no es suficiente (es una miseria); pero lo acepto. 2. Fechas importantes o datos de referencia. Cuando el general viajó a Prusia (1812) la encontró en guerra. 3. Notas aclaratorias.
Uso del guión. El guión se utiliza para indicar la división de una palabra que no cabe en una línea. Hay que tener presente que cuando la primera o la última sílaba sea una vocal no es conveniente que vaya sola. También se usa el guión para relacionar dos fechas o palabras que no son compuestas: Cristóbal Colón (14511506), navegante y descubridor, tal vez de origen genovés...
Uso de la raya (o guión largo). Las rayas pueden usarse en vez del paréntesis; pero su uso más particular es en los diálogos: cuentos, novelas, teatro…
Uso de las comillas. Las comillas se usan para: 1. Encerrar citas textuales. 2. Encerrar lo que dice un personaje: Juan le dijo a Pedro: “Esta será la última ocasión que te brindo mi ayuda” 3. Encerrar extranjerismos: Tiene una “baby” muy linda. 4. Encerrar palabras que se quieren resaltar: Siempre lo he dicho, él es el más “valiente” 5. Encerrar ironías: No nos preocupemos, él es un político: “estamos en buenas manos”