SANTA MISA Y ACCIÓN DE GRACIAS DE LA COMUNIÓN

4 Preparación para la Santa Misa. Vivir la Santa Misa, exige de nosotros el prepararse bien. ¿Has pensado en alguna ocasión como te prepararías para r...

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SANTA MISA Y ACCIÓN DE GRACIAS DE LA COMUNIÓN.

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INTRODUCCIÓN. ¿Que es la Santa Misa?.

La Santa Misa es lo más santo que tenemos en la tierra, el mayor don que Dios ha dado a los hombres. Es una cosa divina, no humana. Cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración, Jesús se hace presente en el altar, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; y se ofrece a su Padre del Cielo por la salvación de todos los hombres, como en la Cruz. La Santa Misa es la renovación del mismo Sacrificio de la Cruz. Para cada uno de nosotros es un encuentro personal con Dios, a quien adoramos, damos gracias, suplicamos y pedimos perdón. Y es también un feliz encuentro con todos los demás cristianos. Tú, no te conformes con "oír" o "estar" en Misa, procura vivirla, participar en ella, amarla. Para ello debes conocerla muy bien en todas sus partes. Ten en cuenta que amar la Misa es amar a Jesucristo. 3

Preparación para la Santa Misa.

Vivir la Santa Misa, exige de nosotros el prepararse bien. ¿Has pensado en alguna ocasión como te prepararías para recibir al Señor, si se pudiera comulgar una sola vez en la vida? (Forja, 828). Para prepararte puedes rezar: Señor, concédeme participar con cariño, atención y piedad en esta Misa que te ofrecemos, primero, para adorarte y agradecerte todos los beneficios que nos has dado; segundo, para pedirte perdón de nuestros pecados y los de todos los hombres; tercero, para pedirte las gracias que nos son necesarias para este día. Te ofrezco en particular esta Misa por..........(se expresa la intención especial de cada uno). Concédenos, Señor, asistir a esta Santa Misa con los mismos sentimientos de amor y piedad de tu Madre Santísima al pie de la Cruz. Con el espíritu y fervor de los Santos en el Altar. Así sea.

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RITOS INICIALES.

Canto de entrada y saludo.

DE PIE.

En señal de respeto, recibimos al Sacerdote de pie. El Celebrante se acerca al altar y lo besa. El altar representa a Cristo. Puedes acompañarle diciendo por dentro: Jesús, te amo. A continuación nos santiguamos.

Sacerdote: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén. S.: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros. T.: Y con tu espíritu. La señal de la Cruz nos recuerda que la Santa Misa es la Renovación del Sacrificio del Calvario, Jesús muere por nuestros pecados. Piensa que en estos momentos el altar es el Calvario y que nosotros estamos reunidos junto a Cristo, clavado en la Cruz, en compañía de su Santísima Madre y del Apóstol San Juan, hacemos un acto de fe: Señor, creo que la Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz.

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Acto Penitencial. S.: Hermanos: Para celebrar dignamente estos Sagrados Misterios, reconozcamos nuestros pecados. Breve pausa de silencio para recordar nuestros pecados, los últimos que hemos cometido, y pedir perdón al Señor. Si lo hacemos bien podemos alcanzar el perdón de los pecados veniales.

T.: Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión; por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. S.: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. T.: Amén

Invocaciones: S.: Señor, ten piedad. T.: Señor, ten piedad. S.: Cristo, ten piedad. T.: Cristo, ten piedad. S.: Señor, ten piedad. T.: Señor, ten piedad. 6

Gloria. Es un canto de alabanza a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.

T.: Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre: Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; por que sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor, sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

Oración colecta . El Sacerdote nos invita a la plegaria.

S.: Oremos. A continuación el Sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración, invitándonos a todos a unirnos a sus peticiones. Al terminar decimos:

T.: Amén.

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LITURGIA DE LA PALABRA.

Escucha ahora con atención la lectura de algunos textos de la Biblia, en los que se nos cuenta lo que Dios ha hecho y nos ha dicho. En las Misas de los domingos y días de fiesta se leen tres lecturas, los días ordinarios sólo dos lecturas, siendo siempre la última y más importante un pasaje del Evangelio. Cuando Dios las hizo escribir, sabía que las íbamos a escuchar hoy: Él nos habla a cada uno. Invoca al Espíritu Santo para oír con fruto la palabra de Dios. Trata de grabar alguna frase para recordarla durante el día y llevarla a la práctica. Que la gente vea que seguimos al Señor.

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Lectura y cánticos. SENTADOS. Al acabar la primera Lectura y la segunda, si la hay:

Lector: Palabra de Dios. T.: Te alabamos, Señor. A continuación el Lector y el Pueblo dialogan el salmo responsorial

Evangelio

DE PIE. Antes de leer el Evangelio, el Sacerdote inclinado reza en voz baja. Digamos interiormente: Purifícame, Señor, y dame tu luz para entender mejor tu Santo Evangelio y practicarlo. A continuación nos ponemos de pie como señal de respeto a Cristo que nos habla, y de prontitud en seguir sus enseñanzas.

S.: El señor esté con vosotros. T.: Y con tu espíritu. S.: Lectura del Santo Evangelio según............ T: Gloria a Ti, Señor. Una vez finalizada la lectura del Santo Evangelio.

S.: Palabra del Señor. T.: Gloria a Ti, Señor Jesús. El Sacerdote besa el libro en señal de respeto, mientras en voz baja pide lo que nosotros debemos pedir con él: Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados

Homilía. SENTADOS.

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El Sacerdote nos explica la Palabra de Dios para aplicarla a nuestra vida.

Credo

DE PIE. Todos unidos confesamos la fe católica.

T.: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Oración de los fieles. En ella, unidos al Sacerdote, pedimos por la Santa Iglesia y por el Romano Pontífice, e imploramos a Dios que derrame sus bendiciones

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sobre todos los hombres, en especial sobre quienes más lo necesitan.

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LITURGIA DE LA EUCARISTÍA.

SENTADOS

El Sacerdote presenta y ofrece sobre el altar el pan y el vino que, por la consagración, se convertirán en el Cuerpo y en la Sangre del Señor El pan que se ofrece es el resultado del trabajo del hombre. Cuando el Sacerdote levanta la patena, podemos ofrecerle a Jesús, con mucho amor, nuestro estudio, trabajos, alegrías, la ayuda a los demás, nuestras dificultades y nuestros buenos deseos de luchar por ser cada día mejores Cristianos. Después el Sacerdote ofrece el cáliz. En el cáliz hay un poco de vino mezclado con unas gotas de agua: por la consagración se convertirá en la Sangre de Jesucristo. En esas gotas de agua vemos simbolizados nuestros sacrificios, que, unidos en la Misa al Sacrificio de Jesús, alcanzan un gran valor para nuestro bien y el de toda la Santa Iglesia.

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Presentación

de

las

ofrendas.

SENTADOS Mientras el Sacerdote ofrece el pan, cada uno de nosotros hacemos nuestra propia oblación, ofreciendo nuestras cosas y nuestra vida. Puedes decir interiormente: Señor mío y Dios mío, te ofrezco todo lo que soy, todo lo que tengo; mis planes y proyectos; mis sacrificios y alegrías. ¡Quiero ser todo tuyo!

S.: Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será nuestro pan de vida. T.: Bendito seas por siempre, Señor. El Sacerdote echa vino y unas gotas de agua en el cáliz. Todo se convertirá en la Sangre de Jesús. Acompaña ese gesto repitiendo interiormente: Oh Dios, nosotros somos esta poca cosa, una gota de agua..., y queremos unirnos a Ti en el cáliz; concédenos, por esta mezcla de agua y vino, que seamos partícipes de la divinidad de Jesucristo, que se digno participar de nuestra humanidad. Al levantar el Sacerdote el cáliz para ofrecer el vino, piensa en las personas que sufren, especialmente si son familiares tuyos: y ofrece sus dolores.

S.: Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación. T.: Bendito seas por siempre, Señor. 13

El Sacerdote inclinado, dice a continuación para sí: Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro. Ahora, el Sacerdote, a un lado del altar, se lava las manos para mostrar al Señor sus deseos de purificación interior mientras dice en voz baja: Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. Nosotros, para mostrar esos deseos de purificación y de limpieza del alma, podemos repetir interiormente esas palabras, o bien rezar: Comunión espiritual: Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos.

Invitación a la plegaria. S.: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. T.: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de todo su santa Iglesia. El Sacerdote lee la oración sobre las ofrendas; al terminar contestamos:

T.: Amén. 14

PLEGARIA EUCARÍSTICA.

DE PIE.

Comienza la parte más importante de la Santa Misa. En ella tiene lugar la Consagración, que hace real y verdaderamente presente a Jesús en el altar, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Es el momento de adorarle, darle gracias y pedirle favores y perdón...

Prefacio y aclamación "Santo". El Sacerdote reza un himno llamado "Prefacio", alabando a Dios y dándole gracias.

S.: El Señor esté con vosotros. T.: Y con tu espíritu. S.: Levantemos el corazón. T.: Lo tenemos levantado hacia el Señor. S.: Demos gracias al Señor, nuestro Dios. T.: Es justo y necesario. Sigue el rezo del Prefacio, que varía según los tiempos y días litúrgicos. Al terminar, aclamamos al Señor con alegría, diciendo junto con los Ángeles y Santos:

S. y T.: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo. 15

PLEGARIA EUCARÍSTICA II S.: Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. DE RODILLAS

S.: El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros." Del mismo modo, acabada la cena, Tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo: "Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía".

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S.: Éste es el Sacramento de nuestra fe.

DE PIE

T.: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!. S.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa N. con nuestro Obispo N. y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad. Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admíteles a contemplar la luz de tu rostro. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas. S.: Por Cristo, con Él y en Él a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad el Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. T.: Amén. 17

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

S.: Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para Ti, de manera que sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios. Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó, pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros."

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Del mismo modo, acabada la cena, Tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo y lo pasó a sus discípulos, diciendo: "Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía". S.: Éste es el Sacramento de nuestra fe.

DE PIE.

T.: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús! S.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la Pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y Ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. 19

Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con los elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los Apóstoles y los mártires, (San N.: Santo del día o patrono) y todos los Santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda. Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por Ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a Ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria. por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. S.: Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad el Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. T.: Amén. 20

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RITO DE LA COMUNIÓN.

DE

PIE. En la Sagrada Comunión nos unimos al mismo Jesucristo, que nos alimenta con su Cuerpo y nos da su Vida divina. Al comulgar nos convertimos en Sagrarios vivos en los que habita Jesús Sacramentado. La Comunión es la mejor forma de participar en la Santa Misa. Para comulgar hay que tener el alma limpia: si se tiene algún pecado grave, es necesario confesarse antes de comulgar.

Padrenuestro. S.: Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza nos atrevemos a decir: T.: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. S.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. T.: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor. 22

Rito de la paz. El rito de la paz significa la unión con los demás hombres por el amor, que queda fortalecido por la Eucaristía.

S.: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz os dejo, mi paz os doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. T: Amén. S.: La paz del Señor esté siempre con vosotros. T.: Y con tu espíritu. A continuación puede decir:

S.: Daos fraternalmente la paz. Todos se dan la paz, según la costumbre del lugar.

Fracción del pan. El celebrante parte la Sagrada Hostia y deposita una pequeña parte en el cáliz. La consagración por separado de pan y del vino, representa la muerte de Cristo. La fracción significa la herida que la lanza le hizo al atravesarle el costado. El Sacerdote y los fieles invocan juntos a Cristo:

S. T.: Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. S. T.: Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. S. y T.: Cordero de Dios, que quitas el pecado del 23

mundo, danos la paz. Podemos rezar interiormente lo que el Sacerdote dice en voz baja: Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.

Comunión del Sacerdote y del pueblo. El Sacerdote toma la Santa Hostia, la muestra al pueblo y dice:

S.: Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor. Todos juntos, le decimos a Jesús con humildad y con fe lo que le dijo aquel centurión del Evangelio:

T.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. S.: El Cuerpo de Cristo. T.: Amén. Al recibir el cuerpo de Cristo, respondes Amén, reafirmando tu fe en que el pedacito de pan que ven tus ojos no es pan sino el cuerpo de Cristo el mismo Dios. Ponerte de rodillas es muestra de adoración y de amor. Si comulgas de pie, antes de recibir la Sagrada Forma, debes hacer una reverencia inclinando ligeramente la cabeza. Mientras se acerca el momento de comulgar puedes repetir: Comunión espiritual Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos.

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Después de comulgar, vuelve a tu sitio y dedica unos minutos a dar gracias a Jesús y a hablar con Él, pues está dentro de ti. Puedes rezar las siguientes oraciones: Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en mí y en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes con que El mismo es ofendido. Y por los méritos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión de los pecadores. Oración a San Miguel Arcángel: Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; y tú, príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén Acepta, Trinidad Santísima, esta Misa que hemos ofrecido a tu divina Majestad, y concédenos a todos tu bendición.

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RITO DE LA CONCLUSIÓN.

S.: Oremos.

DE PIE. El Sacerdote recita en voz alta la oración final de la Misa. Únete a él con tu corazón atento y con tu respuesta:

T.: Amén. S.: El Señor esté con vosotros. T.: Y con tu espíritu. El Sacerdote bendice al pueblo.

S.: La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. T.: Amén. S.: Podéis ir en paz. T.: Demos gracias a Dios. El Sacerdote besa el altar y se retira, después de hacer una reverencia. Ya puedes salir de la iglesia o del oratorio, porque la Misa ha terminado. Pero es una delicadeza y un detalle de respeto con Jesús continuar unos minutos, dando gracias por la Comunión recibida.

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ACCIÓN DE GRACIAS DE LA MISA Y LA COMUNIÓN

Acabada la Santa Misa, Jesús Sacramentado está dentro de nosotros con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad y esto debe llevarnos a estar algún tiempo recogidos en oración. El Señor permanece dentro de nosotros unos minutos, mientras sigan inalteradas las especies sacramentales. Es lógico que nos sintamos indignos, y por eso muy agradecidos, de recibir tanto bien. Y ¿qué le digo al Señor?. El nos contesta "No es preciso saber mucho para agradarme mucho, basta que me ames mucho. Háblame sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre o a tu hermano". Aprovechamos ese momento, el más grande del día, para adorar al Señor, darle gracias, pedirle perdón por nuestros pecados y pedirle toda clase de bienes materiales y espirituales; para hacer actos de fe, de esperanza y de caridad.

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Te doy gracias, Señor, por esta Misa y la comunión. Gracias porque sé que has querido morir en la cruz, sufriendo, con esa muerte tan dolorosa, lo que yo hubiera tenido que sufrir por mis pecados. Perdóname porque pocas veces me doy cuenta de lo mucho que nos quieres. Además, sé que no sólo has sufrido por mí, sino por los pecados que hemos cometido todos los hombres de todos los tiempos. Quiero agradecerte este favor tan grande: que nunca rompa por el pecado mi amistad contigo. Te adoro, te amo, pero quiero amarte mucho más. Ayúdame porque a veces me olvido de Ti y otras veces me vence la tentación y el egoísmo. Haz que te demuestre esta amistad con obras: que me acuerde de Ti muchas veces al día; que tenga la generosidad de venir a verte en el Sagrario con frecuencia; que trabaje bien, con empeño, haciéndolo por amor a Ti y a los demás. Ayúdame a agradecértelo tratando muy bien a todos, especialmente a mi familia y a mis compañeros. Creo firmemente que estás dentro de mí, ahora que acabo de comulgar. Aunque mis ojos sólo han visto un pedacito de pan, yo sé que no es pan, sino que eres Tú, el mismo que ha creado a mis padres, a mis hermanos, a todos los hombres, el universo, todo lo bueno que existe. Ahora se me hace más fácil quererte y hacer propósitos de mejorar. Quiero tenerte siempre en mi alma, para contar con tu gracia y lograr serte fiel en todo. Necesito especialmente tu ayuda para querer a los demás, verte a Ti en ellos y vivir la virtud de la santa pureza, que tanto te agrada.

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Me gustaría poder desagraviarte y reparar por todas las ofensas, por todas las traiciones, mías y de todos los hombres. Te pido perdón por mis pecados; me arrepiento de no haberme portado bien contigo tantas veces, y me propongo con tu gracia, no volver a ofenderte en adelante. Ya que estás dentro de mí, quiero aprovechar para pedirte más cosas, no para mí, sino para otras personas: Te pido por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes y todos los cristianos. Te pido por todos los hombres. Especialmente por toda la gente que sufre a causa de la guerra, de la enfermedad, de la cárcel, de la miseria. Pero más aún por los que sufren por no conocerte o no amarte: te pido por los que no quieren arrepentirse, para que se confiesen, especialmente si están en peligro de muerte. Como Tú sabes mejor que yo, lo que le conviene a cada uno, concede lo que necesiten a mis padres, hermanos, amigos, compañeros , profesores, etc. Te pido también por las almas del purgatorio. Si hay alguien ahora que necesite de mi oración, Señor, ayúdale. Para terminar, te hago una súplica muy especial: Mira, Jesús; tu Iglesia y el mundo necesitan hombres y mujeres generosos que se entreguen a Ti para ser apóstoles tuyos. Elige de entre nosotros a los que quieras; llama y danos la valentía de dejarlo todo y seguirte para ser sembradores de tu doctrina de amor y portadores de tu salvación. Virgen y Madre de Dios, y me ofrezco por hijo tuyo, y en honra y gloria tuya te ofrezco mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón: en una palabra todo mi cuerpo y mi alma; y te pido que me alcances la gracia de no cometer jamás un solo pecado.

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Adoro te devote.

1. Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. 2. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta con el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta Palabra de verdad. 3. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí también se esconde la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido. 4. No veo los llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios; haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame. 5. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que da la vida al hombre; concédele a mi alma que de Ti viva, y que siempre saboree tu dulzura. 6. Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede librar de todos los crímenes al mundo entero. 7. Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla la que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.

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Puedes, además en silencio y con recogimiento, leer y meditar despacio y con atención estas oraciones:

Oración a María Santísima: Virgen Inmaculada y Madre mía, María Santísima: a Ti, que eres la Madre del Salvador, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores; a ti recurro en este día, ahora que acabo de recibir a Jesús. Te venero, gran Reina, y te agradezco todas las gracias que hasta ahora me has otorgado, especialmente la de haberme librado del infierno, tantas veces merecido. Te amo, Señora amabilísima, y por el amor que te tengo, te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que de todos los demás seas también amada. En Ti pongo todas mis esperanzas y mi eterna salvación. Madre de Misericordia, acógeme bajo tu manto, líbrame de todas las tentaciones y alcánzame la fuerza para vencerlas hasta la muerte. Madre mía, por el amor que tienes a Dios te ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último instante de mi vida. No me desampares hasta verme en el cielo, bendiciéndote y cantando sus misericordias por toda la eternidad. Así sea. Invocaciones al Santísimo Redentor. Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus Santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén. 32

A Jesús crucificado. Mírame, ¡mi amado y buen Jesús!, postrado en tu presencia: te ruego con el mayor fervor que imprimas en mi corazón los sentimientos de fe, esperanza, caridad, dolor de mis pecados y un propósito firmísimo de no ofenderte jamás, mientras que yo con gran amor y compasión voy considerando tus cinco llagas, comenzando por aquello que dijo de Ti, Dios mío, el santo profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos."

Oración a Jesucristo. Señor Jesucristo, te ruego que tu Pasión sea fuerza que me fortalezca, proteja y defienda; que tus llagas sean comida y bebida que me alimente, calme mi sed y me conforte; que tu Sangre lave todos mis delitos; que tu Muerte me dé la vida eterna y tu Cruz sea mi gloria. Que en esto encuentre el alimento, la alegría, la salud y la dulzura de mi corazón. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Ofrecimiento de sí mismo. Toma Señor y recibe mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo lo que tengo y todo lo que soy. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo devuelvo; todo es tuyo; dispón de mí según tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta.

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Oración a San José. San José, a cuya fiel custodia fueron encomendados Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes, María. Te ruego que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Oración de Santo Tomás de Aquino. Te doy gracias, Señor, Padre Santo, Dios eterno y todopoderoso. Te has dignado saciarme a mí, indigno siervo tuyo, que soy un pecador, con el Cuerpo y la preciosa Sangre de tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. No soy merecedor de ello y se lo debo únicamente a tu bondad. Te ruego que esta Santa Comunión no me sea causa de castigo, sino de perdón y de salvación. Que me revista de fe, como de una armadura y me dé, para que sea mi escudo, la voluntad de obrar bien. Que quite mis defectos; que haga crecer en mí la caridad, la penitencia, la humildad, la obediencia y todas las virtudes; que sea para mí un abrigo seguro contra todos los ataques de los enemigos visibles e invisibles. Que ponga freno a los impulsos violentos de mi carne y de mi espíritu. Que me una íntimamente a Ti, único Dios verdadero. Y que después de mi muerte me lleve a la feliz eternidad. Te suplico que, a pesar de mis pecados, me admitas un día a aquel banquete inefable en el que, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz sin sombra, satisfacción plena, gozo eterno, felicidad pura y perfecta. Así sea. 34

Oración del Papa Clemente XI. Creo, Señor, haz que crea con más firmeza; espero, haz que espere con más confianza; me arrepiento, haz que tenga mayor dolor. Te adoro como Creador mío; te deseo, como lo más grande que nadie pueda desear, te alabo como a quien siempre me da cosas buenas; a Ti acudo como a mi mejor defensor. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos para que se dirijan a Ti; mis palabras que hablen de Ti; mis obras, para que sean tuyas; mis contrariedades, para que las lleve por Ti. Quiero lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como quieres, quiero hasta que quieras. Señor, te pido que ilumines mi entendimiento, que llenes de amor mi voluntad, que limpies mi corazón y santifiques mi alma. Que me apartes de mis pasadas traiciones, que rechace las tentaciones que pudieran venirme, que corrija mis defectos y que practique las virtudes necesarias. Concédeme, Dios de bondad, amor a Ti, que me olvide de mí, que piense en los demás y desprecie lo que me aparte de Ti. Que sepa obedecer a mis superiores, ayudar a los demás, hacer el bien a los amigos y perdonar a mis enemigos. Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la bondad, la tibieza con la piedad.

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Hazme, Señor, prudente en los consejos, constante en mi lucha ante el peligro, paciente en las contrariedades, humilde cuando las cosas me van bien. Hazme atento en la oración, sobrio en la comida, constante en el trabajo, firme en los propósitos. Que procure tener limpieza interior, modestia exterior, conversación propia de un hijo de Dios y una vida ordenada. Que aprenda de Ti qué poco es lo terreno, qué grande es lo divino, qué breve es esta vida y qué durable la eterna. Concédeme preparar la muerte, temer el juicio, evitar el infierno y alcanzar el paraíso. Por Cristo nuestro Señor. Amen.

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