DISCURSO POR EL 189 ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DE LA MARINA DE GUERRA DEL PERÚ Y 131 ANIVERSARIO DEL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS. Hoy 8 de octubre, la patria peruana conmemora una de las fechas más gloriosas de la historia nacional. Por coincidencia histórica, este mismo día se creó la marina de guerra en 1821, en los albores de la independencia, como también se produjo el combate de Angamos en 1879, donde pereciera el gran almirante del Perú, don Miguel Grau Seminario. A lo largo de su vida, el héroe de Angamos tuvo un fuerte interés por la conducción política de la república y por la vida cívica nacional. De hecho, fue diputado al Congreso Nacional por la provincia de Paita y estaba en ese cargo hasta que Chile invadió Bolivia en febrero de 1879. En ese momento, comprendió que la guerra era inevitable y volvió al servicio activo. Con ello, demostró que el Perú era la más profunda motivación de sus amores y afanes, porque pudo haber escabullido detrás de las ropas civiles que estaba portando, pero retornó a las armas para afrontar su inmortal destino. Asimismo, Miguel Grau fue un soldado de la ley. En diversas oportunidades
se
negó
a
apoyar
intentonas
golpistas,
que
lamentablemente fueron muy frecuentes en el siglo XIX. Por otro lado, supo colocarse de parte de la legalidad en ocasiones de pronunciamientos de caudillos, civiles y militares. Al producirse la rebelión de los hermanos Gutiérrez, que se levantaron contra un resultado electoral que no fue de su agrado, la marina de guerra supo
defender al poder constituido y darle protección al ganador de las elecciones. En este sentido, Miguel Grau, junto a la oficialidad de la marina, fueron un grupo defensor de la estabilidad institucional de la república. Así, el almirante predicó con el ejemplo la armonía entre las FFAA y el poder político en manos de civiles. Cuando estalló la infausta Guerra del Pacífico, Miguel Grau diseñó la estrategia naval, que fue muy audaz y constituye la fuente de su eterna fama. En efecto, la marina de guerra no defendió pasivamente el territorio peruano. Por el contrario, no obstante su desventaja material, Grau supo llevar la guerra a Chile, aparecer frente a los puertos
enemigos
y
desbaratar
sus
líneas,
golpeando
a
su
retaguardia. La campaña del mar tuvo sentido porque ganó tiempo para que el ejército de tierra pueda desplegarse para la batalla por la defensa del Sur de la República. Al retornar a Lima después de una de sus correrías, en plena guerra del Pacífico, pudo comprobar cuanto cariño había despertado su valor entre el pueblo y las clases altas. Pero, anteriormente la sociedad había negado su apoyo a las FFAA. Mientras el vecino del sur se había armado durante toda la década que precedió a la guerra, nosotros no renovamos nuestro material de guerra y nos hallábamos en completa desventaja militar. De este modo, durante la lucha hubo identificación emocional entre las Fuerzas Armadas y el país, pero antes de la conflagración no hubo previsión suficiente que permita enfrentar el conflicto con posibilidades de éxito. De acuerdo a la interpretación del clásico historiador de la república, don Jorge Basadre, “Miguel Grau fue un hombre comprometido con
su tiempo, con su país y sus valores, fue honesto y leal con sus principios, defendió el orden constitucional y fue enemigo de las dictaduras. El héroe de Angamos siempre estuvo en la línea de afirmación de las normas morales y las tradiciones de la república. Honrado en el camarote y en la torre de mando, lo era también en el salón y en el hogar.” Como sabemos, las instrucciones de Grau consistían en golpear y desaparecer, rehuyendo el combate contra los acorazados enemigos, por ser máquinas de guerra mucho más poderosas que el querido monitor Huascar. Pero, al quedar encerrado el 8 de octubre, no rechazó la lucha, sino que se preparó para la muerte. Sabía que el sacrificio era inevitable y lo asumió con orgullo patriótico. Grau tenía claro que el Perú entero estaba en vilo, observando el combate en el mar. La patria podía soportar todo, incluso su muerte y la pérdida del poder nacional, pero lo único que nadie hubiera podido concebir es un Grau rendido y preso. Felizmente, supo devolvernos la dignidad y, gracias a él, podemos aún llamarnos nación. Su ejemplo abrió un camino que luego fue seguido por Francisco Bolognesi y Andrés Avelino Cáceres. Por ello, Miguel Grau definió el prototipo del héroe peruano, a quien no le importa la inferioridad militar, sino la sagacidad y la persistencia, para combatir hasta el final defendiendo la bandera nacional.