Introducción al Sendero de la Mano Izquierda

Introducción al Sendero de la Mano Izquierda ... a los principios de la luz y de la oscuridad. Y no sólo una separación, sino una satanización de esto...

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Introducción al Sendero de la Mano Izquierda W. García Representante de la Iglesia Mayor de Lucifer para el estado de Nuevo León, México

Una Crisis de Espiritualidad “Dios ha muerto” es quizás una de las frases más citadas de Friedrich Nietzsche. Por supuesto, es usada más a menudo fuera de su contexto, por adolescentes (tanto jóvenes como no tan jóvenes) para expresar una idea de rebeldía contra las normas paternas. La autoafirmación es, después de todo, parte del crecimiento, y aparte es una frase que se ve fregona en las camisetas y grafiteada en las paredes de los templos, ¿a poco no? Esta rebeldía muchas veces se manifiesta como un cuestionamiento de las normas sociales. Sin embargo, este cuestionamiento a menudo se queda en eso, y los individuos optan por seguir la vía del menor esfuerzo y contentarse con una vida “cómoda” y “sencilla”, descartando su etapa de rebeldía adolescente como eso, una etapa, una fase. Otros quizás sigan la vía de la oposición demasiado extrema, inclinándose por lo que podríamos llamar “satanismo dependiente”, esto es, un satanismo cuyas ideas dependen de una visión cristiana de la realidad. Me atrevería a decir que la mayoría de los satanistas son de este tipo. En la “vía de la resignación”, hay un abandono completo de la búsqueda espiritual (pudiendo entenderse también como “búsqueda existencial”). Independientemente si la persona fue un adolescente rebelde, esta rebeldía es descartada en pos de una visión del mundo prefabricada. No hablo necesariamente de una visión religiosa. Para quienes rechazan la religión, hay una gran cantidad de posturas políticas y santos… perdón, candidatos a los cuales uno puede adorar… digo, apoyar. Malditos lapsus. No importa si uno es ateo, el ateísmo es una ideología también. La clave aquí es la renuncia de uno mismo, la negación de la responsabilidad para con la propia existencia, para depositarla en un Otro, sea este Cristo, Dios, Satanás, Lucifer, Marx, Lenin, Santa Claus, alienígenas, el Estado, un partido político, el “músico” que esté de moda, la raza, la Madre Tierra, la Diosa… ídolos hay por montones, y los hay para todas las clases de personas. En la “vía de la oposición”, no hay un abandono, o al menos no es tan aparente. Un individuo que sigue la vía de la oposición se opone por oponerse. Esta persona se ha identificado a tal grado con una máscara adversarial, que poco queda del individuo y lo único que queda es una ficción ideológica que existe solamente por existir. Este es el satanista que se burla de los cristianos pero no sabe nada de budismo ni de hinduismo. Después de todo, no hay budistas ni hindúes en el barrio, no hay mezquitas ni sinagogas en la colonia. Atacar a esas religiones es inútil. No, tiene que ser el cristianismo. Para estas personas, el cristianismo es la raíz de todos los males. ¿La solución? Destruir el cristianismo. Para los más extremos, destruir todas las religiones. En la vía de la resignación, el individuo se inclina ante otro, se vuelve dependiente de él; en la vía de la oposición, la situación no es muy diferente: la máscara adversarial depende del paradigma ante el cual uno se rebela, en otras palabras, uno se define como contrario al Otro.

Estas dos posturas son un par de respuestas ante una pregunta fundamental. ¿Cuál es esta pregunta? Martin Heidegger respondería: la pregunta por el ser. Albert Camus abre su ensayo El Mito de Sísifo con una frase (que parafraseo): la pregunta filosófica más importante es aquella concerniente al suicidio, a si la vida vale la pena vivirse. La filosofía existencial es justamente una corriente del pensamiento cuyos expositores han planteado y vuelto a plantear el mismo problema: hay un vacío existencial en el ser humano, un vacío que intentamos llenar con objetos, personas (objetizadas, eso sí), ideologías (religiosas o políticas, altruistas o egoístas), etc. Algunas personas buscan poder, otras buscan placer. Todos buscamos significado. La búsqueda de significado, sin embargo, no es lo que aparenta. Al principio podríamos pensar que, si decimos “búsqueda”, es porque estamos intentando encontrar algo. En este caso, es una búsqueda por que buscamos, no encontramos. Nuestro pensamiento occidental, lógico y científico, está acostumbrado a que todo proceso debe seguir un orden y terminar en una meta u objetivo. Si nos remitimos al budismo zen, éste nos propone que “el sendero es la meta”. En un mundo en que el disfrute proviene de la utilización y de la posesión de objetos, en el que la finalidad de la vida es buscar un entretenimiento que nos distraiga momentáneamente de la realidad de nuestra muerte, en el que nuestro trabajo debe ser remunerado de alguna manera para valer la pena de ser realizado, parece locura proponer un modo de vida enfocado sobre el disfrute y el asombro con los pequeños detalles de la vida. Y es justamente este acto de locura, de asombrarnos por lo mundano, que puede permitirnos romper los condicionamientos que la cultura, la sociedad y nosotros mismos imponemos y que nos separan de nuestra libertad.

Dos Senderos contra la Mediocridad La finalidad de esta reflexión es volvernos conscientes de la situación espiritual contemporánea, situación en la cual probablemente nos encontramos inmersos. Ante un modo de vida mediocre, se contraponen las formas verdaderas de espiritualidad, que, más allá de la faceta tradicional de la religión, nos ofrecen un contacto más directo con las dimensiones trascendentales del ser humano. Estas formas de espiritualidad corresponden con las diferentes corrientes místicas que subyacen la superficie de las religiones. Podríamos decir que el misticismo es el verdadero núcleo de toda religión, puesto que son los místicos quienes han estado en presencia de lo divino. El problema del misticismo reside en que toda religión está regulada por una autoridad que marca las pautas para la correcta interpretación de la doctrina. Es un problema, porque los individuos que entran en contacto con la esfera de lo trascendental pueden entrar en conflicto con esta autoridad. Recordemos a Juana de Arco, quien, de acuerdo con la tradición, tuvo visiones de seres angélicos y fue quemada en la hoguera por supuestas prácticas de brujería. Muchos místicos han sido tachados de herejes, como el falso mesías judío Sabbatai Zevi. La vía mística es un sendero de autorrealización a través del cual uno puede entrar en contacto con aspectos desconocidos de uno mismo. Dependiendo de la postura ideológica del individuo, la aproximación a esta realización puede ser de diferente naturaleza. A grandes rasgos, podemos distinguir dos senderos principales que denotan dos grandes maneras de trabajar la espiritualidad. Estos son los senderos de la mano derecha y de la mano izquierda. De manera general, ambos senderos corresponden a metodologías y tradiciones diferentes. Cada individuo, dependiendo de su inclinación, su temperamento, su ideología y la naturaleza de su búsqueda

espiritual, puede recorrer alguno de estos dos senderos. Como veremos más adelante, cada uno de estos tiene ventajas y desventajas, posibilidades y limitaciones. Históricamente, la distinción entre estas dos formas de autorrealización se origina con la ocultista rusa Helena Blavatsky, fundadora de la Teosofía. En sus viajes por el continente asiático, Blavatsky entró en contacto con formas de misticismo que hasta ése momento (mediados del siglo XIX) eran desconocidas en occidente, principalmente las originadas en la India. En este país encontramos dos vías místicas: el dakshinacara, o “vía de la derecha”, y el vamacara, o “vía de la izquierda”. En su contexto hindú original, ambos senderos son igualmente válidos para la realización espiritual del individuo, su diferencia consiste más que nada en la metodología. El dakshinacara observa las normas morales de la sociedad, y utiliza los elementos rituales propios de esta tradición de manera simbólica (algo similar a la utilización de la hostia en la misa católica en lugar de carne verdadera). Por otro lado, los adeptos del vamacara transgreden las normas morales de la sociedad (consumen alcohol, tabaco y otras drogas) y utilizan los elementos rituales de manera literal (principalmente carne, licor y sexo). El vamacara aparentemente es un sendero hedonista, y el dakshinacara puede parecer un sendero conformista, pero como se verá más adelante, esto es solamente una percepción superficial. A diferencia de la percepción oriental sobre estos dos senderos, que los concibe como igualmente válidos y con una misma finalidad, en occidente existe una marcada tendencia hacia el dualismo. Esto pudo haberse originado en una visión platónica de la realidad, en la que se distingue una realidad superior y divina de la realidad terrenal y humana. Los gnósticos concebían incluso que el mundo material era producto de un demiurgo (artesano) malévolo que buscaba mantener encerrada a la humanidad en la ignorancia. Los griegos tenían a los titanes; los antiguos nórdicos a los gigantes de fuego; en el zoroastrismo están las figuras de Ahura Mazda y Ahrimán; en el judaísmo están Samael y Lilith; en el cristianismo está Satán. Estos ejemplos sirven para ilustrar la tendencia occidental de mantener separados a los principios de la luz y de la oscuridad. Y no sólo una separación, sino una satanización de estos principios. Es por esto que en la historia de la religión antigua no existan evidencias de cultos dirigidos a estas figuras, sino contra ellas. Podemos encontrar textos y amuletos dirigidos contra demonios y espíritus malignos. El ocultista británico Kenneth Grant señaló que, si bien no ha habido cultos que abiertamente adoren a estas figuras, existe la posibilidad de que tales cultos hayan existido como grupos cerrados y secretos. Grant llama a este conjunto de tradiciones mágicas y místicas “cultos de la sombra”. Los dioses y diosas de las mitologías no son entidades reales. Todo mito es una narrativa que encierra un significado arquetípico, y las figuras que aparecen en éstos representan figuras esenciales de la experiencia humana. Dios, Satán, Odín, Loke, Horus, Set, Quetzalcoatl, Tezcatlipoca, etc., son símbolos que representan procesos anímicos exteriorizados bajo al forma de seres poderosos y fantásticos, y que representan también potenciales simbólicos que el ser humano puede explorar y desarrollar. Asimismo, los dioses de la oscuridad, Set, Tifón, Satán, Ahriman, Samael, etc., son también símbolos que encierran un poder, un poder que sin embargo ha sido desterrado hacia las partes más profundas del inconsciente. Estos símbolos también pueden (y deberían) explorarse. Para alcanzar un conocimiento más profundo de uno mismo, es necesario confrontar a la propia sombra. Lamentablemente, la comodidad de la vida moderna nos mantiene en un estado de pasividad que dificulta enormemente esta tarea. Este es el por qué de la importancia de la búsqueda espiritual: no se trata de buscar el sentido de la vida en un dios o en cualquier figura externa a uno mismo, sino comprender que hay más de lo que los sentidos nos muestran, y que a través de la exploración de estas realidades es posible alcanzar no solamente un conocimiento profundo

acerca de uno mismo, sino también la posibilidad de convertirse uno mismo en el creador de su propio destino. A continuación analizaremos brevemente ambos senderos y sus posturas con respecto a estas problemáticas, las soluciones que proponen, y las diferencias metodológicas entre ambas aproximaciones a la espiritualidad.

El Sendero de la Mano Derecha: la vía de la disolución Antes se ha mencionado que en la religión tradicional existen autoridades que regulan las formas en que las doctrinas son interpretadas. En el sendero de la mano derecha, el adepto místico o mágico guía su práctica y su búsqueda de acuerdo con las normas establecidas por una autoridad externa. Esto lo podemos ver en la actitud de los adeptos religiosos de los principales cultos: la autoridad está representada por ministros, sacerdotes y otras figuras que establecen cómo son las formas de alcanzar la salvación, y que al mismo tiempo son los responsables de proveer los medios apropiados para este fin. El Sendero de la Mano Derecha se enfoca en el colectivismo. Las religiones y doctrinas del SMD “son para todos”, pues se maneja que todas las personas pueden alcanzar la salvación si se siguen las normas. Asimismo, son colectivistas pues hacen un énfasis en la vida comunitaria y en la creación de lazos entre los miembros de la sociedad. Muchas veces, para ser un miembro verdadero de alguna comunidad, es necesario asistir a los servicios religiosos de la mayoría. Los místicos y magos del SMD trabajan por el bienestar de la humanidad entera. El Sendero de la Mano Derecha sigue una postura de adhesión a las normas establecidas por la autoridad religiosa o tradicional. La idea de una tradición históricamente ininterrumpida crea la idea de que la práctica está fundamentada por una transmisión de maestro a aprendiz a lo largo de un periodo de tiempo, lo que une al practicante contemporáneo con los maestros originales de una tradición. Aquí podemos mencionar a los grupos que, en su discurso, sostienen que descienden de los antiguos misterios egipcios. Esto es más que nada un recurso discursivo que sostiene la ideología de tales grupos, y no está basado en una realidad histórica. La tercera característica del Sendero de la Mano Derecha es su finalidad. En la poesía de místicos religiosos como san Juan de la Cruz y santa Teresa de Ávila podemos encontrar una actitud de entrega total hacia la figura de Dios. Esta entrega se puede traducir en una palabra: disolución. Esta disolución es la pérdida total de la conciencia del yo para entregarse por completo en el otro, en este caso, la divinidad. Un símbolo utilizado a menudo para ilustrar esto es la comparación del ser humano con una gota de lluvia que se dirige hacia la disolución última en un océano. Esta disolución implica una pérdida total de la individualidad y su extinción en un “mar de nada” asociado con la divinidad. La obra de los místicos y magos del sendero de la mano derecha es la restauración del cosmos a un estado original que fue perdido en un punto en el pasado. Esta restauración está ejemplificada por la imagen del Juicio Final, el momento en que Dios descenderá de los cielos para ajusticiar a los malvados y en que (dicen algunos grupos) Cristo volverá para reinar eternamente. El mismo patrón podemos encontrar en muchas otras religiones. En Qabalah, Qliphoth and Goetic Magic, Thomas Karlsson compara a la meta del SMD como la búsqueda por volver a un estado de inocencia infantil, la recuperación de un Edén perdido y un regreso al vientre materno. Encuentro la analogía acertada.

El Sendero de la Mano Izquierda: la vía de la divinidad Mientras que el SMD está determinado por la autoridad religiosa, en el Sendero de la Mano Izquierda no existe tal autoridad. Se dijo que el SMD hace énfasis en la transmisión ininterrumpida a lo largo de la historia. El SMI, por otro lado, es una manifestación espiritual “no-histórica”, esto es, no basada en tradiciones históricas, sino en patrones y símbolos que las religiones solamente han sugerido por su silencio. Esto se asocia con lo mencionado anteriormente acerca de los símbolos y dioses del lado oscuro: si bien pudo no haber cultos que los adorasen, no quiere decir que su influencia fuera menos fuerte en la mentalidad antigua, sino todo lo contrario. Es de esta forma que en el SMI no hay una autoridad, sino que la responsabilidad del paradigma recae sobre el adepto mismo. En conjunto con esta idea de una no-historicidad, el SMI posee un elemento de antinomismo, esto es, una actitud de oposición a las normas tradicionales de una sociedad o de una cultura. Esta postura no es la de la “vía de la oposición” que mencionaba al principio: aquella es una actitud enraizada en la inercia producida por un deseo de rebeldía; aquí hablamos de un cuestionamiento consciente de las normas morales, no para destruirlas todas, sino para comprender el por qué han sido establecidas, de forma que el individuo pueda tomar la decisión de qué pautas sociales le son útiles para su desarrollo y cuáles no. El SMI es un sendero individualista. El adepto del SMI toma la responsabilidad por su propia existencia, evitando así que su desarrollo espiritual dependa de factores externos a sí mismo. Si bien existen grupos y organizaciones que siguen la filosofía del SMI, éstas funcionan más como puntos de encuentro y de intercambio que como grupos que buscan implantar doctrinas sobre las masas. El individuo es el centro del SMI, pero esto no significa que el adepto sea un ermitaño, sino todo lo contrario: el adepto del SMI existe en el mundo sin dejar que éste lo domine. Por otro lado, muchos de los místicos del SMD son ermitaños que se retiran a monasterios para buscar a Dios. Finalmente, el último elemento que distingue al SMI es su meta: la deificación del individuo. Mientras que en el SMD el adepto busca su disolución en la consciencia cósmica, el adepto del SMI busca convertirse él o ella mismos en un dios, entendiendo esto como alguien que es creador de su existencia y no solamente una entidad que vive a merced de las situaciones de su vida. El adepto del SMI busca el poder y el conocimiento para tener control de su existencia y alcanzar las metas que se proponga, tanto en el ámbito mundano como en el metafísico. Los adeptos del SMD buscan la restauración de un orden divino perdido; los adeptos del SMI completan la rotura del orden divino y se adentran en las dimensiones oscuras de su ser. Mitológicamente, los adeptos del SMD buscan recuperar el estado de inocencia perdido cuando Adán y Eva comieron los frutos del Árbol del Conocimiento; los adeptos del SMI se adentran en la oscuridad de su ser para salir renacidos como dioses, cumpliendo así las palabras de la serpiente: sus ojos serán abiertos y serán como Dios. Psicológicamente, la meta del sendero de la mano izquierda es la maduración del adepto y su separación del orden paterno simbolizado por las leyes divinas.

Conclusión El mundo se encuentra en una situación histórica compleja. Hablamos de “modernidad líquida”, de “posmodernismo”, “kali yuga”, “era de acuario”, etc. Lo cierto es que el mundo está comenzando a darse cuenta de que algo no funciona con los sistemas tradicionales, sean estos religiosos, mágicos, económicos

o sociales. La necesidad de la Iglesia Católica de ser más abierta en sus leyes, es un signo del mismo proceso de evolución que rige a los organismos: la supervivencia es de quien puede adaptarse a su ambiente. La espiritualidad es la búsqueda interna por ser algo más que uno mismo. Esta búsqueda, como todas las búsquedas, se traduce en una transformación del individuo, y con él o ella, una transformación de su ambiente. Independientemente de cuál sendero de autorrealización elija una persona, la idea es la transformación, el cambio, la evolución, el movimiento. Si nos quedamos estáticos, es como si estuviéramos muertos. La cultura del consumismo y de la pasividad mental y espiritual nos mantienen en un estado similar al de la muerte en vida: somos zombis que no viven ni mueren, sencillamente existimos como engranes en una maquinaria. El cuestionamiento y la búsqueda rompen estas cadenas de esclavitud. La búsqueda no es para todos, es necesario un temperamento especial de inconformidad y curiosidad, de deseo por conocer y por explorar el mundo interior. Aún y cuando las religiones del SMD proponen una salvación para todos, la vía mágica del SMD no es para todos. Todo trabajo mágico requiere sacrificios. Incluso más en el SMI. El SMI es para pocas personas. En la India, el vamacara solamente puede ser recorrido por personas de temperamento heroico, llamados viras, pues solamente estas personas pueden enfrentarse a los peligros que implica el trabajo tan intenso con las fuerzas de la sombra. Solamente un guerrero con voluntad de acero puede hacer frente a los horrores de su interior y no huir despavorido. Como mencioné anteriormente, es solamente apariencia que el SMI sea más placentero por su tendencia a romper tabús y utilización de sustancias tóxicas. Esto solamente es válido en un contexto hindú. En occidente, nuestros tabús son diferentes, y nuestras represiones ocurren mediante mecanismos diferentes. Asimismo, el adepto que sigue este sendero, aún y cuando deba utilizar de cuando en cuando técnicas y métodos dudosos para romper patrones de pensamiento, no debe dejarse llevar por la intoxicación. En el SMI, cualquier flaqueo puede significar la locura o la muerte. El luciferianismo es planteado como una filosofía del SMI. Depende, sin embargo, de cada individuo realizar la búsqueda interior y descubrir por sí mismo al dios interno que todos poseemos. El trabajo es arduo, y nunca termina, pero recordemos: el sendero es la meta. La búsqueda en sí misma es ya un trabajo de liberación de las ataduras de la vida mundana. La búsqueda es en sí misma una recompensa. Y esta búsqueda solamente puede ser posible si convertimos nuestra pequeña chispa divina en un fuego ardiente, el fuego que Prometeo robó a los dioses para dar vida a los hombres, la Llama Negra de Lucifer.

Bibliografía: Alberto Brandi. (2009). La Via Oscura: Introduzione al Sentiero di Mano Sinistra. Roma: Atanor. Kennet Granholm. (2014). Dark Enlightenment: The Historical, Sociological, and Discursive Contexts of Contemporary Esoteric Magic. Leiden: Brill. Kenneth Grant. (1975). Cults of the Shadow. Londres: Frederick Muller Ltd. Thomas Karlsson. (2009). Qabalah, Qliphoth and Goetic Magic. Oregon: Ajna Bound. Gershom Scholem. (1996). Las Grandes Tendencias de la Mística Judía. México: Fondo de Cultura Económica.