LA ENSEÑANZA: EL LLAMAMIENTO MÁS IMPORTANTE

minuto del día mientras estamos aquí en la tierra." ... no existe un llamamiento más grande ni más importante que el de ser maestro en La...

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Conferencia General Abril 1983

LA ENSEÑANZA: EL LLAMAMIENTO MÁS IMPORTANTE Por el Élder M. Russell Ballard De la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta

"Todos los humanos enseñamos algo a alguien en casi todo minuto del día mientras estamos aquí en la tierra." Hace unos cuantos años que soy director ejecutivo del Departamento de Materiales de Estudio de la Iglesia. Cuando me di cuenta del enorme trabajo que requería preparar tan sólo un curso de estudio. me sentí abrumado. Ahora siento mucho más respeto por los materiales de estudio aprobados por la Iglesia. Permitidme daros un ejemplo. El suplemento para el maestro del manual de Doctrina del Evangelio, que fue preparado para ayudar a los maestros a enseñar el Nuevo Testamento, fue escrito por un comité de fieles y capaces miembros que donaron su tiempo a la Iglesia y que fueron llamados y apartados por una de las Autoridades Generales. Este trabajo comenzó en la primavera de 1980 después que una Autoridad General aprobó el bosquejo. Los miembros de este comité pasaron miles de horas investigando, escribiendo y reuniéndose cada dos semanas donde el comité analizaba cada una de las lecciones cuidadosamente y sugería cómo podía mejorarse. Lo escrito por el comité pasó entonces a las manos de las Autoridades Generales que están a la cabeza de los Departamentos del Sacerdocio y Materiales de Estudio, la Presidencia General y la Mesa de la Escuela Dominical, el Departamento de Editores y el Departamento de Correlaciones. El manual pasó por un cuidadoso escrutinio a muchos niveles antes de ser aprobado para que se utilizara este año en la Escuela Dominical. Todos los materiales de enseñanza para la Iglesia siguen básicamente el mismo procedimiento. Sería una buena idea que los maestros estudiaran cuidadosamente las Escrituras y sus manuales antes de recurrir a materiales suplementarios. Demasiados maestros se apartan de los materiales de estudio aprobados sin estudiarlos cuidadosamente. Si los maestros creen que necesitan valerse de materiales suplementarios además de las Escrituras y los manuales para presentar una lección, primero deben considerar las revistas de la Iglesia. Los maestros se mantienen en terreno firme cuando usan los libros Canónicos, los manuales aprobados y lo escrito por las Autoridades Generales. El élder Hyrum M. Smith, del Consejo de los Doce, dijo hace muchos años: "Leyendo las Escrituras por cinco minutos, podemos aprender cosas de mucho más valor y que nos ayudarán si las recordamos y obedecemos, que lo que podemos sacar en limpio leyendo todos los meses los seis libros más populares que se publican." (En Conference Report, octubre de 1917, pág. 38.) Yo opino que no hay un llamamiento más importante en la Iglesia que el de ser un buen maestro. La enseñanza eficaz por medio del Espíritu puede impulsar el alma humana a vivir mejor los principios del Evangelio de Jesucristo.

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En cada oportunidad de enseñar, sea una noche de hogar, una clase, una reunión sacramental, una conferencia general o una conferencia de estaca, el maestro debe esforzarse por inspirar en los que lo escuchan un deseo sincero de vivir una vida digna de alcanzar la vida eterna con nuestro Padre Celestial. Hablando de la necesidad de enseñar eficazmente en la Iglesia, el presidente Kimball dijo: "Por favor, tened un particular interés en fortalecer y mejorar la calidad de la enseñanza en la Iglesia . . . A veces temo que demasiado a menudo muchos de nuestros miembros van a la Iglesia, se sientan allí para una clase o reunión y regresan a su hogar sin haber recibido nada . . . Todos necesitamos que el Espíritu nos nutra e inspire, y la enseñanza eficaz es una de las maneras más importantes en que esto puede suceder." (Liahona, agosto de 1981, págs. 74-75.) El apóstol Pablo dijo que los maestros en la Iglesia le seguían en importancia a los apóstoles y profetas, con estas palabras: "Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros". (1 Corintios 12:28.) El presidente Brigham Young se valió de la siguiente historia para ilustrar el gran potencial de los maestros. "Un viajero en el Este se encontró con un hombre entrado en años camino a un pueblo, y le preguntó: —¿Quién es el hombre más importante de ese pueblito? ¿Quién los dirige, y quién es el gobernador y el que controla ese humilde lugar?. El anciano respondió: —Yo soy el rey de ese pueblecito. — ¿De veras?—dijo el viajero—. ¡Conque tú eres el dirigente! —Sí, señor, soy el rey de ese lugar, y me comporto como tal. —¿Cómo se explica esto? ¿Está en buena situación económica? —No, soy pobre, pero en esa villa hay muchísimos niños. Todos esos niños van a mi escuela; yo los gobierno, y ellos gobiernan a sus padres; eso me convierte en rey." (Journal of Discourses 9:39. ) El presidente David O. McKay dijo: "La responsabilidad más grande que puede tener un hombre es la de ser maestro de los hijos de Dios." (En Conference Report, octubre de 1916, pág. 57.) Rogamos a los líderes del sacerdocio encargados de llamar a los miembros para enseñar, que lo hagan por medio de la oración y se tomen el cuidado necesario para elegir a los que han de enseñar en las estacas, los barrios y los quórumes. Aseguraos de que siempre haya un curso disponible de capacitación para maestros en funciones. Visitad las clases de vez en cuando y expresad sincero interés en la gran causa de la enseñanza. Por favor, no descuidéis esta obra tan importante. El Señor nos dio el ejemplo cuando envió a Pablo a la casa de Ananías. Jesucristo no permitió que anduviera a la deriva en su recién adquirido conocimiento del evangelio, y como se encuentra registrado en el noveno capítulo de Hechos, Pablo

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recibió capacitación específica y llegó a ser un gran maestro del evangelio y un gran apóstol. En la Iglesia, cada oportunidad de enseñar debe ser una cátedra de fe, en la cual el maestro fortalece la espiritualidad y la fe de las personas a las cuales enseña. Las palabras del presidente J. Reuben Clark dirigidas a un grupo de maestros profesionales también se aplican a todos los maestros de la Iglesia. El dijo: "Vuestra única y más importante responsabilidad es la de enseñar el Evangelio de Jesucristo . . . Debéis enseñar este evangelio utilizando los Libros Canónicos de la Iglesia y las palabras de los que Dios ha llamado para guiar a este pueblo en los últimos días. No debéis . . . incluir en vuestras enseñanzas vuestra propia filosofía de la vida, sea cual fuere la fuente o cuán agradable y racional os parezca." ("The Chartered Course of the Church in Education", discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young, 8 de agosto de 1938, pág. 9.) Jesucristo reprendió a los saduceos por sus enseñanzas incorrectas, con estas palabras: "Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios". (Mateo 22:29.) El Señor también recalcó la necesidad que tienen los maestros de prepararse y de orar antes de enseñar, como se encuentra en Doctrina y Convenios: "Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis". (D. y C. 42:14.) Uno de mis grandes maestros, el presidente N. Eldon Tanner, dijo: "En mi opinión, no existe un llamamiento más grande ni más importante que el de ser maestro en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Todos somos maestros de una forma u otra, así hayamos sido llamados y apartados, o no." ("Teaching Children of God", Ensign, octubre de 1980, pág. 2.) Dentro de la Iglesia no hay maestros más importantes que los padres y las madres. Ningún salón de clase es tan importante como la casa. Se les ha mandado a los padres que enseñen el evangelio a sus hijos (véase D. y C. 68:25). Hermanos y hermanas, yo creo que todos los humanos enseñamos algo a alguien en casi todo minuto del día mientras estamos aquí en la tierra. Consideremos con gran reverencia la confianza que el Señor ha puesto en nosotros de enseñarnos "el uno al otro la doctrina del reino". (D. y C. 88:77.) Quisiera instar a todos los miembros de la Iglesia a que recordaran que cuando sirven como maestros, tengan presente que todas las almas humanas son muy valiosas a la vista de nuestro Padre Celestial porque todos somos sus hijos. Los hijos de Dios tienen el derecho de que se les enseñen las verdades del evangelio de manera clara y comprensible para que el Espíritu pueda confirmárselas. Mi ruego a los maestros de la Iglesia es que estudien, mediten y oren para lograr una guía en la preparación de las lecciones. Utilizad las Escrituras y los materiales de estudio aprobados, enseñad con el propósito de bendecir e inspirar a los miembros de vuestra clase. Recordemos también que una de las formas más eficaces de activar en la Iglesia la llevan a cabo los maestros que atraen a los inactivos a su clase y con afecto les enseñan hasta que una vez más vuelven a ser miembros activos.

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Al gran Maestro, el Señor Jesucristo, cuya resurrección celebramos en este tiempo de Pascua, le digo: Te agradezco, oh Señor, por enseñarnos que no existe un llamamiento más importante que el de ser un maestro eficaz. En el nombre de Jesucristo. Amén.