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Revista FEPAL - Septiembre de 2002 - Cambios y permanencias
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Sobre "El mundo del adolescente" de Arminda Aberastury y "La casa: escena de la fantasía" de Vida Maberino de Prego Pablo Cuevas Corona En cuanto recibí el correo electrónico esa tarde, fui a la sección "A" de mi librero y lo busqué, sabía que estaba por allí. Sí, ése era, el de pastas de "keratol" azul y letras blancas: Aberastury: Adolescencia. Busqué la página 343 y encontré "El mundo adolescente". Lo hojeé un poco, fue editado por Kargieman en 1971. Es un volumen pesado porque es una copia hecha en el "antiguo" papel térmico y encuadernado de manera artesanal. En aquel tiempo, como ha sucedido en diferentes épocas a diferentes países, en el mío había muy poca posibilidad de comprar libros originales porque la paridad de la moneda con el dólar, además de inestable, era altísima y nos las teníamos que ingeniar para obtener y leer el material de los seminarios del Instituto. Se gestaba desde entonces lo que nos dijeron que era una "crisis económica pasajera", que después se convirtió en un verdadero modo de vida en el que están sumergidas nuestras economías con mayor o menor intensidad y tiempo "de aguante y resolución". Así que tengo en mis manos esta copia facsimilar que es "pesada", además, por los autores que participan en la aventura editorial: la propia Arminda, Mauricio Knobel, Edgardo H. Rolla, Eduardo Kalina, Elfriede (Susana) Lustig de Ferrer, Sara G. de Jarast, Lea Rivelis de Paz y Raquel Zak de Goldstein. Aberastury escribió el prólogo del libro, el primer capítulo denominado "Adolescencia" y el capítulo final, "El mundo del Adolescente" que es motivo de este comentario, en el que se incluye también un artículo de Vida Maberino de Prego (Montevideo): "La casa: escena de la fantasía," leído en la Asociación Psicoanalítica del Uruguay el 21 de agosto de 1976, en el que se cita e interpreta a Aberastury a partir de su artículo "El juego de construir casas". Estas aportaciones pioneras, escritas hace tres décadas, son el motivo para comentar acerca del Psicoanálisis infantil en Latinoamérica. ¿Cuál es la visión actual del psicoanálisis acerca de la "casa"? Quizás podríamos considerarla como una especie de escenario cinematográfico en el que se representan sueños, fantasías, recuerdos y discurso, sea en forma secuencial como en una película proyectada "en reversa", o de manera detallada, como en una foto fija. Así como en el relato de Vida de Prego Octaviano observa la destrucción de la casa y sueña con la reconstrucción, el psicoanalista se propone "deconstruir", a través de la comunicación analítica, el material consciente e inconsciente con el cual se reconstruya el mundo interno del sujeto. La casa, en lo transferencial, es el lugar mismo -continente- de la sesión, es el acto psicoanalítico en sí, es la contención del analista y la presencia de la interpretación. Es el lugar donde se obtiene el nuevo sentido partir de la * Asociación Psicoanalítica de México.
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comprensión de lo inconsciente. La casa, para la niña y la adolescente del siglo 21 es un espejo que la refleja en su completud. La niña, se siente dueña de casa desde muy temprano. Los juegos infantiles y las ideas y fantasías que los acompañan, ponen en juego el concepto de la casa como el lugar donde se suceden los eventos que habrán de caracterizar la personalidad futura. Es muy posible que las casas de cada niña, la casa de muñecas, la casa del juego, la casa de la infancia y de la fantasía inconsciente, se transformen con el tiempo en la casa final, el hogar, el crisol en que acontece el nuevo juego de la realidad y el nuevo juego de los propios hijos y la repetición incansable de todas las fantasías y juegos que nos fueron propios en otro momento. La mujer proyecta en la casa y en su arreglo su propio interior-función materna. El arreglo de la casa representa la original relación con la madre, su calidad, sus características, lo que faltó, lo que se incorporó como "bueno" y "malo". Tal y como de manera metafórica lo proponen los versos de Rosario Castellanos (fragmento): Aquí donde su pie marca la huella, en este, corredor profundo y apagado crecía una muchacha, levantaba su cuerpo de ciprés esbelto y triste. (A su espalda crecían sus dos trenzas igual que dos gemelos ángeles de la guarda. Sus manos nunca hicieron otra cosa más que cerrar ventanas.) Adolescencia gris con vocación de sombra, con destino de muerte: las escaleras duermen, se derrumba la casa que no supo detenerte. Pasemos al otro tema: Quien haya intentado indagar acerca del concepto "adolescencia" en relación a nuestro quehacer psicoanalítico, se habrá dado cuenta de que es un término algo difícil de entender, a veces confuso, otras contradictorio. Por ejemplo, existen dos posibles orígenes etimológicos de la palabra, uno que se refiere a "padecer" y otro, más preciso, que significa "crecer,". En la obra de Freud, no hay una referencia explícita al término, a pesar de que Dora es la historia del primer análisis de una adolescente, como lo es el relato del pequeño Herbert el del análisis -por interpósita persona- de un niño y su fobia. Hay menciones del término en la literatura psicoanalítica desde 1923, lo cual nos indica que estamos frente a un concepto que tiene menos de un siglo de vigencia, un término bastante reciente y novedoso en el ámbito que nos ocupa, porque es una especie de "interface" entre lo que es el mundo interno del juvenil sujeto, y la manera en que hace su aparición en el mundo social adulto. Hay lugares y circunstancias en las que casi no hay adolescencia, las áreas rurales de nuestros países latinoamericanos, por ejemplo, o las situaciones extremas de guerra en las que observamos muchos niños-jóvenes haciendo de soldados en el Medio Oriente o en África. Por definición, allí, los pasos de las etapas de la infancia a la vida adulta se suce-
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den de manera repentina, con el fin de resolver necesidades mucho mas apremiantes que las emocionales ligadas al crecimiento. Poco ha cambiado el concepto de la adolescencia desde que se inició su estudio formal como etapa del desarrollo. En el artículo de Aberastury mencionado, se la considera, palabras mas, palabras menos, integrada por dos partes: la pubertad que es la serie de fenómenos biológicos que marcan el final de la etapa de la latencia, y la adolescencia en sí, la respuesta psicológica, emocional a todos esos cambios corporales. Aparecerían así los jóvenes adolescentes, hombres y mujeres, observándose a sí mismos "metidos en ese nuevo cuerpo", extrañando el cuerpo infantil, doliéndose del embate de las hormonas y los cambios que produce, descifrando el edípico contenido reprimido de la fantasía y practicando alegremente sus nuevas funciones y sensaciones. A la vez que se abandona la latencia, y que la infancia y la niñez quedan sumergidas en la amnesia, los jóvenes adolescentes establecen un proceso importante de duelo por la separación y la transformación de sus recuerdos, sus vivencias y sus relaciones de objeto. El decantado de todo ello se integra paulatinamente en el "ideal del yo", y las figuras originales quedan incorporadas como las "imágenes" que servirán de referencia para continuar el desarrollo. Esto, en la realidad, es un proceso dual de separación del adolescente con sus padres y de éstos con él. La necesidad de separación, autonomía e independencia actúa con fuerza y produce dolor en ambos integrantes de la dupla padres-hijos. Hay una sensación de pérdida en ambos al tiempo en que se sabe que se está obteniendo algo nuevo que se reflejará en una diferente forma de relación. Se acabará por poner fin a los evidentes componentes incestuosos de la relación infantil, reeditados ahora con la aparición de los cambios sexuales secundarios. Efectivamente, los adolescentes muestran este propensión a volcarse "hacia dentro" ante la inminencia de tantos cambios externos, como un "buscar la fuerza" para incorporarse al mundo social, externo, adquiriendo una nueva identidad, una forma diferente de ser, una personalidad específica. En el transcurrir de estas vicisitudes, muchas demandas harán su aparición de diferentes maneras. Una de ellas, verdadero "objeto transicional de la adolescencia" es el escribir un diario, acto que se convierte en un interlocutor "silencioso", mudo testigo de la fantasía, el deseo y la realidad de la vida diaria, un espacio que permite reflexionar y hablar con el "otro yo" .Tal es el ejemplo que nos ofrece el diario de Ana Frank, documento doblemente valioso en este caso porque nos permite observar de cerca y desde adentro de la joven escritora, no sólo el proceso adolescente por el que transitaba interpretado magistralmente por Arminda Aberastury, sino que nos recuerda, además, un hecho de la historia del que debemos estar muy alertas para que no vuelva a suceder. Finalizo este breve comentario congratulándome de que recientemente el Comité Directivo de la Asociación Psicoanalítica Internacional ha reconocido de manera oficial la validez del Psicoanálisis de Niños y Adolescentes como una especialidad psicoanalítica. Este es un hecho que reconoce el esfuerzo y la participación de todos los pioneros en esta área, mujeres tan valiosas como Arminda Aberastury y Vida Maberino de Prego. Todos estamos de plácemes con esta ampliación y cambio en nuestra vida psicoanalítica. Nos queda un largo camino por recorrer, en el que desde ahora se distinguen dos vertientes, derivadas quizás de la historia, de la infancia de esta especialidad: La una, que se dirige por los senderos del conflicto inconsciente y su interpretación como alter-
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nativa de resolución de la neurosis infantil; la otra, que transita por los conceptos del desarrollo, sus detenciones y sus distorsiones. No hay duda de que el estudio, las publicaciones, la investigación y la tolerancia marcarán el sino de esta nueva vertiente psicoanalítica, especialmente en el ámbito de la FEPAL. FEPAL, Junio-Julio, 2002